
Este es un informe del diario argentino Perfil:
"América es mi patio trasero". En un apartado del Foro Mundial de Davos, John Chambers, CEO de Cisco, le marcó hace unos años la cancha a Ren Zhengfei, fundador y alma máter de Huawei, el gigante de telecomunicaciones chino que hoy compite por proveer la red 5G en los cinco continentes. La frase, revelada en el libro Huawei Liderazgo, cultura y conectividad, escrito por Tian Tao, profesor de la Universidad de Zhejiang, sintetiza la dimensión regional de la disputa entre Estados Unidos y China, en la que participan los Estados y las empresas de ambos países.
Pese a que Washington lucha por no perder su predominio en el hemisferio, la supremacía comercial y económica de Beijing en América del Sur ya es un hecho. Según informó el Indec, China desplazó a Brasil como principal socio comercial de Argentina en septiembre de 2019. El gigante asiático también dio el zarpazo en Brasil, Perú, Chile, Uruguay y Bolivia. De enero a noviembre de 2019, el intercambio comercial con la región trepó a 286.830 millones de dólares. “América Latina es una extensión natural de la Ruta de la Seda del siglo XXI”, declaró el jueves el vocero del Ministerio de Comercio chino, Gao Feng. Argentina es uno de los países que firmaron esa iniciativa.
El “desembarco” de Beijing se explica por las altas tasas de crecimiento de su economía y su complementariedad con la región. Su estrategia de vinculación comercial es, sin embargo, distinta en cada país. En Venezuela y Ecuador compra petróleo. En Perú y Bolivia, minerales. En Brasil y Argentina, materias primas y alimentos. Pero no solo pisa fuerte en el ámbito comercial, sino también en el financiero. “Los chinos prestaron a la región entre 2005 y 2015 alrededor de 140 mil millones de dólares, que sería el equivalente en dólares en precios actuales al Plan Marshall de EE.UU. en Europa”, explicó al diario Perfil, Bernabé Malacalza, investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes. “Los préstamos tienen dos principales destinos: el apoyo al desarrollo de infraestructura y el sostenimiento de las industrias extractivas”, afirmó.
Ante el avance de China, Estados Unidos lanzó este mes la iniciativa América Crece. Con el objetivo de “catalizar inversiones del sector privado en telecomunicaciones, energía, puertos, carreteras y aeropuertos”, la Casa Blanca firmó memorándums de entendimiento con Argentina, Chile, Jamaica y Panamá. Mientras Trump reparte palos a diestra y siniestra –doctrina Monroe, aranceles y sanciones económicas–, las zanahorias van destinadas a sus socios más selectos. Estados Unidos conserva influencia política sobre la región, sobre todo en América del Norte y Central, con una agenda centrada en el comercio, la migración y el narcotráfico, y en Colombia, un centro neurálgico en Sudamérica para el despliegue de su política de seguridad y asistencia militar.
Xi Jinping, en cambio, apuesta por la seducción económica y comercial a gran escala. “Estamos viendo un desequilibrio en el plano económico comercial a favor de China. Estados Unidos no tiene la capacidad, ni el financiamiento ni una estrategia equiparable en términos de desarrollo de empresas y penetración en mercados como China”, considera el autor del paper ¿Qué razones llevaron al auge? Desempacando la cooperación al desarrollo en América Latina, publicado en World Affairs.
Metáforas. ¿Por qué prestan dinero los chinos? ¿Qué motivaciones estratégicas mueven a la nueva superpotencia? No hay una sola respuesta a esas preguntas porque no hay una única estrategia china. Malacalza detalla cuatro metáforas que intentan explicar la diplomacia económica de Beijing en la región: la aspiradora, la escoba, el ventilador y el hormiguero. La primera de ellas sostiene que China viene en busca de los recursos naturales. La segunda, en tanto, que busca “barrer la influencia de Estados Unidos y ocupar los espacios que deja vacantes”. Las empresas y el Estado chino también funcionan como un “ventilador”, porque salen en busca de mercados para sus productos y servicios. Pero sus agendas no son siempre complementarias, sino también competitivas. Ahí es donde entra en juega el hormiguero: los múltiples actores chinos —agencias estatales y empresas— son como hormigas con distintos objetivos e intereses.
Las condicionalidades también pesan a la hora de obtener un préstamo: los chinos exigen reconocimiento diplomático (ofensiva contra Taiwán), contratación de su mano de obra y compra de sus insumos. “Los países latinoamericanos necesitan definir sus prioridades de desarrollo, para que no se imponga la agenda de las empresas chinas”, considera Malacalza.
Foto:Celag.org
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