

Fotos: Luis Argüello
En su taller, ubicado en su casa en Sangolquí, Miguel Varea trabaja en las noches, plasmando en sus dibujos en plumilla su forma de ver el mundo.
La casa es modesta y está ubicada en el Valle de los Chillos. La sala es acogedora, y en ella esperan Dayuma Guayasamín y sus hijos Jerónimo y Martín. El pintor Miguel Varea es un hombre enjuto, con una larga melena cana, en cuya mano derecha se puede ver su hábito de fumar, y aparece luego vestido de saco y jeans.
Junto al área social de la casa de una planta de los Varea-Guayasamín, está el taller del pintor. Sobre su mesa de trabajo hay algunos objetos. Hay plumillas de varios tipos, y tubos que contienen óleo. Hay también un frasco que contiene tinta china, algunos medicamentos e inhaladores. Miguel Varea no tose, pero tampoco deja de fumar. Así que toma un cigarrillo, lo enciende, y se deja fotografiar. Se sienta en un sillón mientras, de fondo, queda un nuevo cuadro en el trabaja, en donde se ve las figuras de Simón Bolívar y Manuela Sáenz. Es un óleo de colores pastel. Mientras su padre se sienta, los dos jóvenes preparan su cámara para grabar el diálogo con el artista. Jerónimo y Martín no son enjutos ni delgados: son más bien robustos, y contrastan con el aspecto del padre.
Mientras su padre se sienta, los dos jóvenes preparan su cámara para grabar el diálogo con el artista. Jerónimo y Martín no son enjutos ni delgados: son más bien robustos, y contrastan con el aspecto del padre.
Varea acaba de inaugurar, en cuatro de los salones del Centro Cultural Metropolitano de Quito, la exposición "Al modo del más ke nunca", una muestra antológica que tiene varios trabajos, desde los primeros que realizó en los años 60, hasta otros más recientes. Se trata de 40 años de un trabajo constante. Entre las obras, están algunos autorretratos, que hoy se llaman, a tono con los tiempos, "selfies",
El pintor responde parcamente, cuando se le pregunta cómo se escogieron los cuadros. "Lo hicieron Dayuma y Martín", se limita a decir, recordando el trabajo de su esposa, hija del pintor Osvaldo Guayasamín, y de su hijo. Tampoco responde con mucha elocuencia cuando se le pregunta sobre cuál de todos los cuadros le gusta más. Recuerda que se interesó por la plumilla en clases de caligrafía, cuando era adolescente. Y que, aunque ha trabajado con otros materiales, los suyo es fundamentalmente la plumilla en blanco y negro, a las que en ocasiones ha añadido color, como en algunos cuadros de gran formato que se pueden ver en la exposición.
Varea reconoce que uno de los pintores que influenció su trabajo fue su suegro. Pero no menciona a nadie más. Su estilo, sin duda, es muy singular y ha sido definido como una muestra de arte abstracto.
Hay un virus ke me persigue. Óleo sobre lienzo. 2010
Estétika del disimulo. Dibujos
Junto a la ventana del estudio, un asistente trabaja entintando unas láminas de metal. Hay una prensa también. Varea es más locuaz cuando se le pregunta qué es la prensa y qué es lo que hace el empleado. Muestra cómo sus grabados se convierten en placas de metal por medio de un trabajoso proceso químico. Cómo las placas de metal se colocan en la prensa, debidamente entintadas con óleos que vienen en un tubo como de dentífrico, que luego se estampan en un tipo de papel que, afirma, se ha vuelto muy difícil de conseguir.
Y luego, el nuevo grabado se pone bajo unas tablas y unos pedazos de mármol, para que se seque. Varea recuerda que fue en España, en los años 70, en donde aprendió a hacer ese tipo de grabados, que son también una parte importante de su trabajo.
En la mesa principal hay unos cuadernos de papel tamaño universitario. Cuando se le pregunta qué son, Varea los abre y muestra algunos bocetos en papel blanco, algunas frases que serán la inspiración de nuevos trabajos.
En la mesa principal hay unos cuadernos de papel tamaño universitario. Cuando se le pregunta qué son, Varea los abre y muestra algunos bocetos en papel blanco, algunas frases que serán la inspiración de nuevos trabajos. "Mi viejo tiene los horarios cambiados: trabaja de noche y duerme de día", dice Jerónimo Varea, mientras recuerda que su padre se levanta a las tres de la mañana a trabajar en sus cuadros.
El pintor, dice su biografía, ha realizado 22 exposiciones individuales desde 1970, y ha participado en 18 colectivas. Ha publicado tres libros: Vareaciones (1997), Una estétika del disimulo (2003), y Sobredosis patriótika (2012), así como A la luz de una esperma nuevecita (2015) obra prologada por Diego Cornejo que recoge los trazos y los textos, en donde siempre usa la K en lugar de la Q, que sin duda fueron primero bocetos en sus cuadernos de papel blanco y en sus noches de insomnio. Esta última obra es considerada el catálogo de la muestra.
Puertas del lokal para la práctika artístika. Acrílico sobre madera. 1987
Los políticos, sus hijos y figuras abstractas, aparecen con frecuencia en la obra de Miguel Varea. El presidente Rafael Correa, el vicepresidente Jorge Glas y otros jerarcas del correísmo aparecen también en las páginas de Sobredosis patriótika. La política, dice, siempre le interesó, desde cuando era pequeño y escuchaba los debates en el Congreso transmitidos por la radio.
Varea se despide sin dejar de fumar. En su estudio todo está en perfecto orden. El artista plástico y su familia se preparan para un diálogo con el público de su muestra, que estará expuesta hasta el 12 de julio de 2015.
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