Fotos: María Isabel Peña
Camila Terán se inició en la composición en 2012. Para 2016 alista el lanzamiento de su primer disco con 10 temas de su autoría.
La luz es un elemento recurrente en las canciones de Camila Terán. Hallar ese elemento no fue un proceso consciente. Sin embargo, se convirtió en un concepto que define su propuesta. Versátil y complejo. No admite encasillamientos. Así como la luz, la música de la cantautora quiteña recorre la claridad, brillo, sombra y oscuridad. Esa paleta transmuta en sus distintas composiciones.
Camila experimenta con la composición desde hace tres años. A sus 22, orgánicamente, sin ‘fórceps’, sintió la necesidad de expresar sus percepciones y sensaciones. La propuesta es intimista. Todo lo que compone es personal. “Escribo sobre cosas que me pasaron. También hay ficción de cuestiones que imagino o veo en otros. Así creo la historia”. Entre risas añade que no escribe mucho de amor porque no le da…
Afiche del próximo concierto en
El Pobre Diablo.
Antes de que esto suceda, ella sentía una frustración porque no “llegaba” ese impulso por componer. “En otras personas veía esa facilidad, pero poco a poco encontré cosas que quería decir y expresar de alguna forma”. De ese modo, empezó por sentarse en el piano, el instrumento que la acompaña cuando crea, y apostó por soltar lo que tenía dentro. Cuando compone, primero desarrolla la música y a eso le suma la letra. “Escribir me resulta más difícil porque me da miedo de caer en cosas que considero clichés”.
Frente a eso, se resiste a darle un nombre a su música. Es decir, no cree que exista un género que la defina concretamente. Hay elementos diversos. Por ejemplo, el formato de su banda: La Máquina de Luz, viene del rock. Una batería, teclados, guitarra, voz y bajo. También juegan con ‘riffs’ o cantos fuertes y agudos que los acercan a ese ritmo. Por otro lado, prueban con capas y texturas experimentales en el sonido de los instrumentos. “Como banda y compositora encontramos un sonido particular en la escena local. Pero hay tantas influencias que me cuesta definir un género, prefiero que la gente lo haga”.
“Como banda y compositora encontramos un sonido particular en la escena local. Pero hay tantas influencias que me cuesta definir un género, prefiero que la gente lo haga”.
Para entrar en contexto, el proyecto de Terán es Camila y La Máquina de Luz. Bastián Napolitano (batería), Christian Dreyer (bajo), Daniel Herrera (teclados) y Jorge Luis Mora (guitarra) la acompañan. Ellos forman ese engranaje sonoro que completa la propuesta. “Me gusta nutrirme de lo que otros aportan. No me apego a lo que hago, sino que lo alimento con otras visiones. Por eso les llamo La Máquina de Luz porque se convierten en el motor de un conjunto”.Camila y La Máquina de Luz resulta de un trabajo que se inició en 2012. Ese año Terán, de 25, esbozó sus primeras letras y melodías como una fase de maduración. Si bien tiene referentes musicales, no siente que influyan su estilo creativo. En esa lista de referencias liderada por el británico Thom Yorke, también está la neozelandesa Kimbra, el uruguayo Jorge Drexler y la mexicana Natalia Lafourcade. Matices y más matices.
Un disco saldrá a la luz
En agosto pasado Camila y La Máquina de Luz se encerraron en medio de las montañas para grabar su primera producción discográfica. Desarrollaron lo que se denomina una “grabación en casa”. Ello consiste en montar propiamente un estudio.
El lugar escogido fue la hacienda San Juan de la Vega, en Imbabura, a dos horas de Quito. Trabajaron durante seis días en medio del frío, el bosque y un riachuelo. Camila describe el momento como alucinante. “Fue la oportunidad de refundirse, de no pensar en nada más y aislarse para enfocarnos en el disco. Fue un lujo porque una cosa es grabar en la ciudad, donde a la par tienes los problemas del día a día… Y otra es levantarse, comer y grabar, porque no tienes nada más que hacer”.
En agosto de este año, Camila y La Máquina de Luz montaron un estudio hacienda San Juan de La Vega, en Imbabura, y allí grabaron siete de las 10 canciones que incluirá el disco.
Miguel Sevilla, exRocola Bacalao, fue el productor. Miguel Ángel Espinosa, exguitarrista de Munn, el ingeniero de sonido. Un equipo de video y fotografía acompañaron el proceso.
Para Camila, esta experiencia fue la primera que los unificó y solidificó como grupo. Durante la convivencia se generó una complicidad que se transmite en escena. Musicalmente, al haber tal nivel de relajación, todo se dio de una forma “mágica”.
En la hacienda se grabaron siete de los 10 temas que contendrá el disco: Te Me Vas, Verte Caer, Caleidoscopio, Agua, El Silencio Va A Llegar, Un Lugar y La Ciudad. En noviembre se iniciará la etapa de post producción del material. A fines de 2015 habrá un máster. Entre abril y marzo del próximo año se realizará el lanzamiento oficial.
Camila quiere “sacarle el jugo” al álbum ya que para lograrlo, dejó de tocar, no hizo más que encerrarse a componer. “Hice casi 20 canciones. Solo se grabó la mitad. La banda me impulsó a escribir mucho. Siento que es un disco que define muy bien el proyecto”.
El año pasado, el Teatro Variedades fue el escenario en donde se presentó una primera etapa del proyecto. En ese momento las canciones Cuando La Luz Se Vuelve Mar, Eco y Cenizas dieron la cara por la propuesta. En esta nueva fase no serán incluidos porque, según Camila, corresponden a otro momento. “Fueron parte de esa primera probada y ese afán por mostrar algo”. Cenizas incluso fue parte de la banda sonora de la película El Facilitador, de Víctor Arregui.
Una vida sobre los escenarios
Camila tiene 25 años, pero desde antes de nacer ya estaba marcada por la música. La cantautora es miembro de la familia Terán, la cual tiene una vasta trayectoria artística en el país. Su papá, Felipe, era el vocalista de Contravía y compositor de algunos de los temas de la banda ecuatoriana.
“Tengo un vínculo temprano haber nacido en una familia musical. Nací y mi papá tenía un grupo que en esa época (90) se movía mucho en Ecuador. Crecí escuchando lo fue Los Hermanos Diablos, con mis tíos, veía cómo mis primos se movían y quería estar ahí”, recuerda. Desde niña era pieza clave de los coros escolares y del conservatorio. Una época también intentó tocar piano clásico pero quedó ahí… “Mi vocación no era la de instrumentista. El canto era lo obvio”.
Es por eso que a los 17 años ofreció su primer concierto en El Pobre Diablo, en Quito. En esa época hacía cóvers de otros artistas, tipo Jamiroquai y The Brand New Heavies que son una onda funk. Luego, también tocó en bares como el Turtle’s Head, The House of Rock o Flashback. “Tomé cancha en los escenarios. Tuve la posibilidad de conectarme con el público, ‘cachar’ cómo conectar”.
Este año se graduó de Licenciada en Música, en la Universidad San Francisco de Quito. Ese momento simbolizó la formalización de todo su recorrido musical.
Ahora, Camila está enfocada en conquistar al público emergente que busca música hecha en Ecuador, que les identifique y les mueva. “Es un público dispuesto a consumir lo que se hace en el país sin que sea, necesariamente, la música que se impone desde las radios. Ya hay una demanda. No es gigante, pero está creciendo”.
Este 28 y 29 de octubre será la oportunidad de escuchar lo nuevo de Camila y La Máquina de Luz, en El Pobre Diablo. Será un concierto donde se mostrará una faceta más clara del proyecto, además de que satisfarán las ansias de Camila. “Me pican las manos por tocar”.
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
- Arriba Ecuador
- Caso Metástasis
- Galápagos Life Fund
- No todo fue una quimera
- serie libertad de expresión
- serie mesas de diálogo
- Serie María Belén Bernal
- 40 años de democracia
- serie temas urgentes post pandemia
- coronavirus
- corrupción
- justicia
- derechos humanos
- Rafael Correa
- Lenin Moreno
- Correísmo
- Dólar
- Ecuador