Foto: Atahualpa
La joven cantante, con estudios de música en Ecuador y Argentina, forma parte de varios grupos y prepara su primer disco.
A sus 23 años Grecia Albán decidió que quería ser cantante. Era miércoles, ella estudiante de Educación Músical de la Universidad Nacional de Córdova (Argentina) en proceso de elaboración de uno de los tantos análisis que la clase de Historia de la Música exigía… Cayó la noche y una comparsa de tambores tocando candombe llegó a inquietarle el corazón.
“Quiero estar afuera y tocar con ellos”, se decía a sí misma. Pero el deber la mantenía pegada al asiento, encerrada. Una vez resuelto el dilema, se decidió a obedecer el llamado del instinto y no se arrepiente.
Grecia Albán, de 29 años, está en contacto con la música desde niña. Estudió violonchelo en el Conservatorio Nacional, luego Educación Musical en Argentina y Música en la USFQ. Foto: Diego Bolaños
De ese episodio al día de hoy han pasado aproximadamente seis años. Actualmente su nombre es uno de los que más suena en la escena local y su voz está presente en varios de los proyectos independientes más importantes: La Malamaña, Bueyes de Madera y Antakara.
Entre la academia y el empirismo
La música llegó a la vida de Grecia Albán a través de sus padres. “La música siempre se valoró en mi casa. Estaba en momentos familiares, de compartir y disfrutar juntos”.
No sorprende entonces que desde niña se haya divertido cantando, bailando. Al ver su ‘vocación’, sus papás la inscribieron en el Conservatorio Nacional para estudiar violonchelo. “La música me acompañó desde chiquita. Siempre estuvo conmigo”. Cuando terminó la secundaria ella se dio cuenta que lo único que sabía hacer era eso: música.
“La música me acompañó desde chiquita. Siempre estuvo conmigo”. Cuando terminó la secundaria ella se dio cuenta que lo único que sabía hacer era eso: música.
“Decidí estudiar educación musical para aprender a enseñar y poder vivir de eso”. En el camino, Grecia también descubrió que no podría enseñar si no entendía, conocía y vivía la música de manera profunda. “Me encontré con profesores que eran grandes músicos realizados. Ellos fueron los mejores; a diferencia de los no realizados”.
En Argentina inició la carrera de Educación Musical en la Universidad Nacional de Córdova. “En esa etapa entendía que para poder enseñar debía ser una música completa”. A la par, se sucedía una crisis de identidad en el sentido de que siempre estudió música clásica, pero quería ejecutar los ritmos que escuchaba: salsa, folclor latinoamericano, afroamericana, World Music (música étnica de distintos lugares del mundo). “Siempre me gustó la música rápida, fuerte, con mucha energía”.
El grupo de percusionistas que aquella tarde de miércoles llegó ‘por azar’ a removerle las ideas también era rápido, fuerte y energético. “Eran personas que no habían estudiado música, autodidactas, de tradición oral. Salí a la calle a tocar con ellos, a interesarme por los tambores. Compartir con gente no académica y esa posibilidad me encantó. Eran carpinteros, albañiles, gente de otro lugar. Me transmitían información muy valiosa y sincera. No tenían conocimientos teóricos pero si los espirituales, sentimentales y técnicos”.
Luego de cuatro años en la Universidad, en Argentina, hizo a un lado esa carrera. No quería estar más años de su vida atrapada en libros. Quería hacer música.
De vuelta a Ecuador y con la certeza de querer ser cantante, ganó una beca en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) para estudiar canto. “Sabía lo que quería pero no tenía mi instrumento hecho. La voz se va construyendo. Eso me estimuló a apurarme, aprender rápido y estudiar un montón. Empecé a tocar con gente que me invitaba. Esa ha sido también mi escuela. Ahí empecé a consolidarme, conocerme. A aprender la música desde la escuela y la gente que toca todo el tiempo”.
Una voz versátil que se afianza en la escena local
“Ni pagando la mejor universidad puedes tener una experiencia tan linda como aprender con la gente real”, dice Grecia al referirse a La Malamaña, Antakara y Bueyes de Madera. Ella es la voz de estas propuestas que se consolidan en la escena local independiente.
Estas propuestas también son una oportunidad para que ella, como cantautora, difunda lo versátil de su instrumento. Por ejemplo, con la Malamaña canta salsa. “Es como realizar un sueño. Con ellos me toca bailar y cantar. Lo que más me gusta es que hay mucha alegría, energía, y la posibilidad de expresarme a través del movimiento. Somos una gran máquina, un motor fuerte”.
En Antakarana es parte de un ensamble vocal femenino. “Es un grupo que me enseña cómo trabajar entre mujeres, hecho que en la sociedad se ve como algo difícil. Cómo lidiamos con nuestros egos, territorialidad, compartimos, aprendemos, me muestra las diferentes etapas de una mujer, las distintas sensibilidades. Investigamos y nos preocupamos por las culturas del mundo y nuestro sentir en esos espacios”.
Con Bueyes de Madera canta, además de tocar el chelo. “De ellos disfruto del proceso de composición. Durante los ensayos trabajamos en un ambiente de mucho respeto, pero también muy chistoso. Nos reímos de nosotros mismos y creamos a nivel profesional. Es un grupo muy creativo”.
En estos colectivos también Grecia ha dejado fluir su faceta de compositora. Sus canciones salen como respuesta a una necesidad. “Hay días en que no puedo dormir. Me siento angustiada, confundida y lo que sale es una canción. Luego puedo conciliar el sueño. Resultan de necesidades profundas de transformar algo que no funciona en mi vida, la sociedad, que no fluyen”.
“Hay días en que no puedo dormir. Me siento angustiada, confundida y lo que sale es una canción. Luego puedo conciliar el sueño. Resultan de necesidades profundas de transformar algo que no funciona en mi vida, la sociedad, que no fluyen”.
El disco ‘Manual de urbanidad y buenas costumbres’, de La Malamaña, incluye dos temas de su autoría. Lo que cuentan las trenzas y Para armar. En el álbum ‘Apis', de Bueyes de Madera, grabó Al Uno. Próximamente presentará Bomba de humo, compuesto junto a Matías Alvear.
La Grecia Albán, un proyecto en construcción
El proyecto de La Grecia Albán está en proceso de ‘cocción’. Es decir, prepara el material para en enero de 2016 comenzar la etapa de preproducción de lo que será su primer disco. “Tengo un proyecto que está en ideas, hay algunas canciones. Se cocina de a poco. Será algo sincero, bonito. Es algo verdadero que estoy viviendo, es un proceso”.
En ese sentido, la cantautora recalca que cuenta con la suerte de que muchos amigos músicos la apadrinan, acompañan, acogen, aconsejan y critican cuando les expone sus ideas. “Lo hermoso es ver que se emocionan, que algo les está diciendo, que algo pasa”.
Durante sus procesos creativos la acompañan sus compañeros de Bueyes de Madera, ’Stich’, Bastián Napolitano, Matías Alvear; Alex Alvear; Édgar Granda, de la MalaMaña; Camila Terán, Igor Ycaza… “Hay mucha gente con quien nos juntamos en las ‘guitarreadas' y nos conocemos musicalmente”.
Uno de sus primeros temas, en conjunto con Bitrán, es Cunita. Es una canción de cuna que “te cantas a ti misma. Cuando la madre no está, creciste, se fue, no te queda nada más que tú misma abrazarte, acompañarte, entender y saber que todo estará bien”.
A Grecia la mueve hablar de soluciones o cosas que la conflictúan. La conflictuó separarse de su mamá porque creció, algunas relaciones amorosas. “Las canciones, las letras, tienen que de alguna manera sanar. No me considero buena escribiendo. Es la parte débil porque para hacer buenas letras hay que leer mucho y no he leído lo suficiente”, dice y carcajea.
Por eso apuesta, como fuerte, a la parte melódica, musical; y a su su voz en el momento de contar la historia.
La Grecia Albán será un proyecto encaminado hacia un formato con sonoridad jazz rock, fusionado con música latinoamericana, con el folclor. En el disco habrán cerca de siete canciones de su autoría. También interpretará temas de otros compositores ecuatorianos como Esteban Portugal, Matías Alvear y Daniel Bitrán.
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