Fotos: Ricardo Centeno
Matías Alvear, de 27 años, estudió música en Berklee (EE.UU.). Planea hacer una maestría en música para cine en Valencia (España).
Matías Alvear Fall siempre supo que sería músico. Desde que era niño, ‘jugaba’ con distintos instrumentos. Ahora, a sus 27 años, esa versatilidad se expresa en los distintos proyectos que integra. El quiteño es parte de Bueyes de Madera, Wañukta Tonic y Trivial.
“Hago música desde que tengo uso de razón”, comenta. Matías se refiere a que desde sus cuatro años ya estaba en clases de violín, luego de piano, después guitarra, un poco de batería, incluso tocó el saxo… Hasta que, a eso de los 12 años, se decidió por el bajo.
Al hablar de Matías, es imposible no mencionar a Álex Alvear, su padre y uno de los músicos más prolíficos de la escena nacional. De hecho, su vínculo con la música es casi una ‘herencia genética’. “La influencia de mi papá es enorme. No crecí con él, pero la música que él hacía era y es uno de los referentes más importantes. Mis padres siempre me incentivaron y acolitaron. Yo solo les pedía ‘oye, quiero tocar tal cosa…’. Y ellos, ‘Ya bueno, mijito”.
El cantautor, grabó un disco de jazz. La propuesta Matías Alvear Fall Quartet recogía sus primeras composiciones.
La música como forma de vida
Matías tenía 19 años cuando empezó a escribir música. En esa época escuchaba mucho jazz contemporáneo. Sus grandes referentes eran Esbjörn Svensson Trio (Suecia) y Avishai Cohen (Jerusalén). Durante esa primera etapa hacía temas ‘jazzeros’, instrumentales.
Luego de hacer su licenciatura de Música en Performance, en Berklee (Boston-EE.UU.), estuvo un año en Italia, volvió a Ecuador… Tras un año y medio aquí se fue a Los Ángeles (EE.UU.) y allí escribir se convirtió en la salida a un tiempo de crisis. “Empezó como una necesidad para tener un catálogo de canciones y poder venderlo al mejor postor. Estaba desesperado en esa época. Sin trabajo, sin casa, sin nada… Fue una forma de producir algo que sabía que me serviría para toda la vida”.
Según Matías, Los Ángeles es un lugar que concentra cantautores y donde todos quieren hacer dinero a través de la música. Él tenía casi 24 años cuando empezó a esbozar sus primeras letras. “Era una habilidad que me parecía importante desarrollar. No estaba acostumbrado a hacer letras, temas sí, pero letras hasta ahora me cuesta…”.
Su fuerte radica en hacer melodías, progresiones armónicas, pero la letra… Le resulta difícil encontrar un tema de qué hablar. “¿De qué carajo voy a hablar…?”, se pregunta.
¡No más canciones de amor!
“Me cabrea que todas las canciones sean de amor o de desamor. El noventa y ocho por ciento son de eso, yo me propongo no hacerlo… Aunque sí lo he hecho…”, cuenta Matías entre risas. Se trata de una respuesta sobre las cuestiones que le motivan a hacer una canción.
“Cualquier cosa que no sea un tema de amor me da ideas para escribir. Puede ser una bronca que tuve en el barrio, o alguna injusticia social, la mojigatería quiteña, cosas cotidianas… ese es mi camino por ahora. Hice un tema recién sobre la ‘ganjah’… Pero no más canciones de amor”.
Para componer, el cantautor se adapta al proyecto. Es decir, se ubica en las características de las distintas bandas en que participa. Si se trata de Bueyes de Madera, piensa en instrumentos acústicos, en naturaleza, arreglos de tres voces, percusión… Si está con Wañukta Tonic, hará algo más ecléctico pero con sabor ecuatoriano.
Uno de sus propósitos antes de finalizar este 2015 es escribir al menos un ‘temita’ para Trivial. Es un grupo de rock progresivo, versátil, con buenos músicos… “Hay como hacer de todo con esos ‘manes’”, y eso lo motiva a explorar en ese género también.
Otro de sus proyectos a futuro es un disco de temas para bajo eléctrico y voz. “Quiero escribir y hacer arreglos para acuerdas”.
En el primer disco de Bueyes de Madera, Apis, no hay canciones de Matías Alvear. Cuando el grupo grabó su primera producción, el cantautor participó del proceso pero a manera de ‘chaucha’. “Así, de chiste en chiste, terminó siendo una de mis bandas”. Pero, al volver a Ecuador, se entusiasmó con la propuesta y empezó a componer. “Ahora tengo cinco temas para ellos, de los cuales ya estamos tocando tres. El uno es Mal Llevados, que parece ser el favorito del público… Otro es Rumbo Incierto y Solsticio de Invierno, esa sí es una canción de desamor, lastimosamente. Pero me gusta igual, es un ‘albacito’”.
Hasta el momento, tiene cinco canciones para el proyecto Bueyes de Madera. Tres de ellas ya se tocan en los conciertos: Mal Llevados, Rumbo Incierto y Solsticio de Invierno.
Originalidad y la búsqueda de identidad
Para el cantautor, lo más difícil en el camino ha sido no desmotivarse. “Es muy fácil perder la motivación con lo duro que es ser músico y vivir de la música. Requiere de mucha paciencia y amor al oficio. Seguir adelante a pesar de las dificultades…”, comenta. Otra de las complicaciones es encontrar una voz propia, original.
“Hoy en día, ser original es muy complicado. Me parece que ya, estilísticamente, todo fue inventado. De todas formas, no me parece que es un impedimento para desarrollar una voz propia”, explica el también profesor de la Universidad de las Américas (UDLA).
En ese proceso de exploración, Matías tiene propuestas en solitario. Una de ellas es Matías Alvear Fall Quartet, un cuarteto de jazz con el cual grabó un disco que incluye las canciones de sus inicios. “Algún día retomaré mi cuarteto de jazz. Pero este no es el momento”.
Otra de sus incursiones es la composición de bandas sonoras para cine. De hecho, ya compuso para dos documentales: ‘Todo sobre mi mate’ y ‘Alberto Spencer, ecuatoriano de Peñarol’, ambos de Nelson Scartaccini. “Dentro de uno o dos años quiero hacer una maestría en música para cine, en Berklee Valencia (España)”.
[RELA CIONA DAS]
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