

El presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva festeja con su esposa Rosangela Silva, izquierda, y su compañero de fórmula Geraldo Alckmin, derecha, luego de que la autoridad electoral dijo que venció al presidente Jair Bolsonaro para convertirse en el próximo mandatario del país, el domingo 30 de octubre de 2022, en Sao Paulo, Brasil. AP Foto / André Penner
A second term for Jair Bolsonaro would representant a threat to science, democracy and environment. Editorial de Nature
Considero que tuve un proceso de resurrección en la política brasileña. Intentaron enterrarme vivo y ahora estoy aquí para gobernar el país.
Lula da Silva
Las últimas elecciones en Brasil estuvieron marcadas por un dramatismo extremo, no sólo estaba en juego el futuro de Brasil sino tambien el de la humanidad. Para la revista científica Nature, una victoria de Bolsonaro representaba una amenaza a la ciencia, la democracia y el medio ambiente.
Científicos y ambientalistas se pronunciaron a favor de Lula da Silva, entre ellos Leonardo Dicaprio: “The outcome of the Brazilian election presents an opportunity to change the course of history, not just for Brazil and the Amazon, bur for the world.” Después de la apretada victoria de Lula, todos los científicos del mundo celebraron esta eclosión de oxígeno porque Brasil había derrotado al más grande negacionista del siglo XXI, al máximo depredador de la Amazonía.
Lula gobernó ocho años desde enero del 2003 hasta diciembre del 2010. Fue el presidente más exitoso en la historia de Brasil, terminó su último mandato con una popularidad del 80% después de alcanzar grandes logros en materia económica, mejorando exponencialmente la calidad de vida de los grupos más desposeídos. Realizó grandes transformaciones: sacó a 35 millones de brasileños de la pobreza, convirtió a Brasil en la séptima economía a escala mundial, eliminó el hambre y disminuyó en un 80% la deforestación de la Amazonía.
Fue involucrado en el caso Lava Jato. Pese a la politización extrema de su caso, se entregó a la justicia en julio del 2018. Estuvo 580 días preso acusado de corrupción pasiva y lavado de dinero. En el 2021 uno de los juezes de la Corte Suprema anuló todos los juicios en su contra por considerar que no se demostró que Petrobras estuviera involucrada en los presuntos delitos de Lula. Definitivamente fue otro caso de “law fare” porque el fiscal que acusó a Lula, Sergio Moro, terminó de Ministro de Justicia de Bolsonaro. Allí radica la parcialización y falta de probidad del fiscal.
Neymar junior, la estrella de fútbol de la verde-amarela, subió en su cuenta de Tiktok, dos días antes del balotaje, un vídeo donde aparece cantando el jingle de campaña de Bolsonaro y formando con los dedos un 22 el número de la candidatura del mandatario. El astro brasileño ya había dicho que votar por Bolsonaro era votar por Dios y la familia. El detalle es que Neymar tiene serios problemas por evasión de impuestos.
Una multitud de mujeres arrodilladas lloran mientras rezan con sus manos apuntando al cielo. Vestidas con la camiseta de la selección brasileña, portando crucifijos y banderas de su país, sollozan desconsoladamente por la derrota electoral de Jair Bolsonaro.
Una multitud de mujeres arrodilladas lloran mientras rezan con sus manos apuntando al cielo. Vestidas con la camiseta de la selección brasileña, portando crucifijos y banderas de su país, sollozan desconsoladamente por la derrota electoral de Jair Bolsonaro, para ellas su hermano y salvador. Brasil es una mezcla muy peligrosa de fútbol, fanatismo religioso y abismos económicos; es un país convertido en secta.
El pasado domingo, Lula da Silva alcanzó una victoria infartante con más de dos millones de ventaja sobre el ultraconservador Jair Bolsonaro que obtuvo un 49% de votantes. Lula es un ave fénix de la izquierda latinoamericana, un verdadero sobreviviente del fascismo bolsonarista. Pese a su victoria hay una significativa pérdida del capital político de Lula y el P.T. Mi lectura breve es que en Brasil la máxima de Karl Marx de que la religión es el opio del pueblo se ha cumplido al pie de la letra. En pleno siglo XXI la religión sigue siendo el motor de la historia, más que cualquier lucha de clases.
Jair Bolsonaro el día de las elecciones. Foto: Thiago Ribeiro / Reuters
El proyecto evangelizador de Bolsonaro es un fenómeno político que rompe toda lógica política, sólo así se entiende que Bolsonaro haya obtenido más de 58 millones de votos. Respecto a este tema el escritor brasileño J.M. Cuenca, hace una descripción de los rituales evangélicos:
“Había gente de todos los colores, de todas edades; muchos negros, mujeres, gays incluso. Me pareció flipante. Bolsonaro es un homofóbico, misógino, racista declarado. Y ahí estaban estas personas llamándolo mito, totalmente apasionadas. Es una fuerza popular muy fuerte. Creo que vamos a ganar la elección, pero esta gente va a seguir. Y está armada. Tiene un momentum político, ellos ahora son los dueños del empuje revolucionario. La izquierda es conservadora, ellos son los punks, los que están contra el sistema y la gran prensa. Como el trumpismo.”
En Brasil el mesianismo avanza con más fuerza que cualquier ideología. Cada vez se discute menos sobre derechos humanos y ecología. Ha perdido importancia debatir entre liberalismo, conservadurismo, socialismo, keynesianismo o librecambismo; ahora la discusión es entre cielo e infierno, dios o demonio. El diantre de la intolerancia y el exterminio se impone en un carnaval de armas, miseria y asesinato. Lula ha ganado dramáticamente, sí, pero enfrenta el reto extremo de desalienar a una población entregada al fanatismo religioso. Más del 30% de los brasileños son evangelistas y su capacidad de movilización social desde lo pastoral supera a cualquier partido político.
Toda la fuerza revolucionaria, transformadora, iconoclasta de un alto porcentaje de los jóvenes brasileños ha sido captada por el mesianismo de un pastor defensor de una moral judeocristiana armada que ha emprendido una cruzada para acabar con las fuerzas del mal.
Toda la fuerza revolucionaria, transformadora, iconoclasta de un alto porcentaje de los jóvenes brasileños ha sido captada por el mesianismo de un pastor defensor de una moral judeocristiana armada que ha emprendido una cruzada para acabar con las fuerzas del mal. ¿Y dónde están las fuerzas del mal? En los grupos ecologistas, feministas y de izquierda. Terrible. Brasil vive un proceso de despolitización brutal a través de la evangelización. La energía revolucionaria ha sido sublimada por una iconoclastia de purificación y exorsización. Antes los jóvenes se rebelaban contra el poder pastoral de las instituciones religiosas, ahora alcanzan niveles epifánicos escuchando profetas y seres de luz mientras las favelas exudan hambre y caos.
Cuenca es más contundente cuando afirma respecto al sorprendente ascenso del bolsonarismo: “Es como si la puerta del infierno hubiera sido abierta, y siento que vamos a tener que disputar espacios por muchos años en todos los lugares: en el sistema jurídico, en el Congreso, en la prensa, en la calle. Yo soy de Rio, un estado totalmente dominado por las milicias. Brasil es un país conflagrado desde siempre, forjado en etnocidio, esclavitud, masacre y destrucción de la naturaleza. Como no resolvimos ninguno de esos traumas, siguen vivos.”
Lula ha sido felicitado por su victoria electoral por casi todos los presidentes del mundo incluyendo a Joe Biden. Después de tres días apareció Bolsonaro declarando que respetará la constitución de su país. El pastor no se siente derrotado, tiene como base a un gigantesco rebaño de gente confundida, intolerante y armada. Sin embargo la nazifascinación avanza en Brasil, hoy cientos de miles de partidarios del pastor han salido en Río de Janeiro y Sao Paulo pidiendo a los militares que anulen las elecciones. Entonaban el himno brasileño mientras realizaban el saludo nazi. Escalofriante.
Lula tiene un desafío aún mayor que cuando asumió la presidencia por primera ocasión en 2002. “El pueblo quiere libros en lugar de armas”, había dicho el domingo, ahora tendrá que desarmar ideológicamente a una secta enajenada, desde el poder político tiene que reeducar a su pueblo alejándolo de relatos mesiánicos que lo único que generan es dicotomización y violencia.
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