El Hotel Quito. Fotos: Cortesía
La ciudad es resultado de múltiples capas de tiempo, acciones, sociedades, edificaciones e intervenciones. Estos hechos están documentados en reseñas y fotografías. Puesto que la urbe es un fenómeno histórico, conduce a que lo físico-material se transforme, cambie e, incluso, desaparezca.
Pero ¿qué tipo de intervenciones y con qué objetivo de ciudad se llevan o deberían llevar a cabo, para solventar las necesidades de la población que es la que finalmente se ve afectada? ¿Es suficiente con que la ciudad renazca? ¿Cuál ha sido y es el proyecto de ciudad tras de esos objetivos?
En el 2021, en la Tribuna de los Shyris se colocó una malla para evitar el uso “inapropiado” de dicho espacio. En el 2016 el Hotel Quito se privatiza mediante mecanismos fraudulentos, dejando de funcionar en su capacidad real. El Penal García Moreno fue vaciado en el 2014 y se ha mantenido abandonado. El Ex Colegio Simón Bolívar se encuentra desocupado desde el 2013. El Ex Hotel Colonial, rehabilitado entre el 2012 y el 2015, ha ganado premios por su destacado diseño y recuperación. Sin embargo, permaneció casi ocho años sin uso y, actualmente, su función es incierta y cuestionada. ¿Son hitos, símbolos, ruinas, referentes o lugares obsoletos? ¿Qué ha sucedido con otras edificaciones intervenidas?
El ex penal García Moreno.
Estas edificaciones se las considera hitos históricos y patrimoniales por su función, forma y/o valor arquitectónico. Pero además contienen factores sociales, económicos y territoriales que también forman parte de su condicion patrimonial. La producción social del patrimonio aumenta la importancia de las interacciones sociales y la relevancia de sus atributos físicos. De allí que se pongan en duda las políticas de regulación aplicadas (planificación), así como las políticas de conservación. Es hora de entender que la innovación urbana no debe borrar la memoria ni producir olvido, porque encierra el sentido del cambio dirigido a lo nuevo y a la transformación.
Naomi Klein plantea la paradoja entre la terapia del shock que se experimentó en la década de los 50 y la ingeniería social y económica que establece el capitalismo de desastre. El shock buscaba producir una tabla rasa en las mentes, con la pérdida de los factores que permiten reconocer quiénes somos y dónde estamos temporal y espacialmente, reforzando nuestra memoria y nuestra fuente de información sensorial. Borrar estas condiciones significaba producir una mente vacía para sobrescribir en ella; en el caso de la sociedad y la economía, se debe tener la oportunidad de reconstruirlas. Pero la imposibilidad de borrar toda esta información generó un inédito shock: el de la resistencia, y con ello, el de las ruinas y la obsolescencia.
El Colegio Manuela Cañizares
Siguiendo esta lógica de producir olvido (memoria) bajo la destrucción de los bienes existentes, se instala el urbicidio (la muerte de la ciudad), lo cual es inaceptable. Pero entonces, ¿qué falla? Los proyectos, el PUGS y el PDOT buscan reconstruir, rehabitar, atraer y reemplazar todo lo “malo” dentro de la ciudad. Pero ¿cuál es su resultado en la ciudad más linda del mundo? En el Centro Histórico, gracias a la llegada casual del Metro, la crisis ha disminuido provisionalmente, ya que no se ha implantado una propuesta general que estimule sus funciones centrales y regule los sectores específicos y beneficie a sus habitantes, conduciendo a lo que sus moradores denominan “plan despecho”.
Existe una suerte de resistencia en pro de la memoria colectiva, pero también de la incertidumbre. Entonces ¿Tenemos miedo al cambio y a la transformación? ¿Se deja todo en manos de la especulación del mercado? ¿Intereses individuales y egoístas o miedos colectivos determinan el orden de la ciudad? ¿Bajo instituciones o reglas poco claras que aumentan la incertidumbre?
[RELA CIONA DAS]
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