El circuito de Ironman se celebra en Ecuador desde 2015. Es un desafío de larga distancia que combina natación, ciclismo y atletismo. Fotos: Bet Endurance Team (BET) y Joaquín Ruales
El circuito de Ironman se celebra en Ecuador desde 2015. Es un desafío de larga distancia que combina natación, ciclismo y atletismo. Fotos: Bet Endurance Team (BET) y Joaquín Ruales
El Ironman es una modalidad de triatlón que empezó en 1978 en Hawái. Años antes, Judy y John Collins, una pareja de californianos, se mudaron al paraíso volcánico e impulsaron una iniciativa que para muchos sonaba ridícula. La idea era simple: "¡Nada 2,4 millas! ¡Ciclea 112 millas! ¡Corre 26,2 millas! Presume el resto de tu vida. Quien termine primero será un Ironman (hombre o mujer de acero)".
El primer Ironman se celeberó en Hawái en 1978. Un año despúes, Lyn Lemaire, se convirtió en la primera mujer en finalizar la prueba. Foto: Ironman
La distancia de un Ironman completo es de 140.6 millas o 226.27 kilómetros. La modalidad que se corre en Ecuador es de 70.3 millas o 113 kilómetros. Si bien la franquicia ofrece solo la opción 70.3 para nuestro país, los mejores clasificados obtienen cupos para mundiales en distintos países en modalidades de 140.6 millas. Este año los mejores clasificados del certamen ecuatoriano obtuvieron cupos para el mundial en Finlandia Kuopio-Taahko 140.6.
Los premios van desde los $15 mil en eventos de menor relevancia hasta los $750 mil en los campeonatos mundiales. Los profesionales buscan ganar estos premios en los más de 170 eventos que hay alrededor del mundo. Otra fuente de financiamiento para los profesionales son los auspicios de marcas. Los patrocionios van desde suplementos energéticos hasta lujosas marcas de automóviles que se interesan por el triatlón y quieren posicionar su marca.
Si bien los aficionados tienen una brecha con los élite, si existen marcas nacionales que auspician a los mejores amateurs de varias categorías. Usualmente los atletas buscan beneficios en equipos deportivos y suplementos alimenticios.
Tras más de 40 años de historia, los primeros 15 participantes de Hawái se han convertido en miles en decenas de países alrededor del globo. La tecnología y la nutrición también han avanzado exponencialmente. Pero al final del día no hay vueltas que dar, se trata de nadar, ciclear y correr.
Cada año llegan a Manta cientos de atletas aficionados y profesionales para completar el Ironman 70.3. La ciudad se llena de bicicletas de todas las gamas. Los vuelos llegan repletos desde Quito. Las calles lucen recién asfaltadas. Un evento que genera tanto movimiento como un feriado.
Los atletas esperan en los corrales el inicio de la primera disciplina, la natación. La mayoría viste trisuits, que son trajes ultra livianos que funcionan para todas las disciplinas. En la foto de abajo un atleta utiliza un wetsuit, que solo es permitido para aguas frías, como fue el caso ese día en Manta.
Los hoteles y las vías están llenas de atletas. Entre ellos estoy yo, quien he logrado llegar a tiempo para la carrera tras haberme inscrito.
Para este año he inscrito a mi equipo con unos tres meses de anticipación. En un inicio, iba a realizar la prueba de manera individual, pero una lesión en la rodilla impidió que pueda realizar el trote. Por ello, nuestro equipo fue algo especial: yo me inscribí para la natación y el ciclismo, y mi compañero para el trote.
En el Ironman las categorías están divididas por género y edad. La categoría más joven va desde los 18 a los 24 años. A partir de ahí se dividen las categorías cada cinco años. No hay límite de edad, la última es “90 años o más”. También está la categoría de postas, en la que estamos nosotros, la cual no se distingue por edad sino que es el tiempo del equipo en su conjunto el que cuenta. Las categorías de los profesionales solo se dividen por género.
Con mi compañero de equipo nos conocemos del mundo del ciclismo. Yo necesitaba un corredor que me ayude a completar la prueba. Realmente somos ciclistas algo ajenos al mundo del triatlón. Pero decidimos ir a este desafío y “sacarlo adelante”. No tuvimos la preparación recomendada de seis meses, sino que cada uno complementó en la natación y el trote lo necesario para llegar en las mejores condiciones.
Nuestro equipo fue el "Psycho Team". Mi compañero Alejandro Páez completó el trote. Personalmente completé la disciplina de natación y ciclismo.
Mi compañero de trote "Alejo" Páez, en su llegada a la meta tras haber recorrido 21 kilómetros. Foto: Manuel Novik
Desde hace más de tres años que practico ciclismo. Entreno seis días a la semana, una hora en promedio entre semana y los sábados realizo fondos de cuatro a cinco horas con la “grupeta”, como se le dice al grupo de ciclistas. Desde que me inscribí en esta competencia, reemplacé tres entrenamientos entre semana por sesiones de natación.
Sabíamos que nuestra condición ciclística de alto rendimiento nos daba ciertas garantías para llegar a una prueba como esta, que no era de nuestra especialidad. Como ciclistas estamos acostumbrados a hacer “fondos” de 150 kilómetros sobre las dos ruedas. Desde hace poco más de tres meses nos comprometimos a este desafío. Desde ahí fuimos compartiendo nuestro progreso en la piscina y en el atletismo. Sin embargo, para alguien que recién empieza, se recomienda de seis meses a un año de preparación.
El tiempo voló. Llegó el día previo a la carrera. Salimos a Manta a buscar una buena dosis de pasta que es una buena fuente de carbohidratos. En un restaurante italiano nos preguntan, “¿Compiten mañana?”, respondemos que sí, “tenemos un menú para ustedes”. Nos sirven un filete de pollo a la plancha y una porción de fideos. Lo acompañamos de un par de limonadas y con eso es suficiente.
A la hora de dormir, los nervios y un concierto de mariachis en el edificio de al lado me impiden conciliar un buen sueño. Mirando al techo pienso: “la paz antes del caos”. Se viene lo que para muchos es la carrera del año.
Las mujeres utilizaban gorros de natación verdes, mientras que los naranjas eran para hombres. Abajo un atleta corre con zapatos que tienen una placa de carbono en la suela, una de las últimas tecnologías en zapatos de correr que ayuda a la base a expandirse y comprimirse con mayor elasticidad.
Llegó el día
Me despierto a las 04:30. El desayuno no debe ser muy pesado, pero sí contundente. Me preparo un pan integral con plátano y mantequilla de maní. Lo acompaño con un café negro, imposible ponerle leche hoy.
Luego de unos minutos, salgo a la estación de transferencia, donde todos los atletas dejamos desde el día anterior “parqueadas” nuestras bicicletas. La tarea de hoy, previa a la carrera, es dejar todo lo que necesitemos en nuestro lugar. Ya sea alimentación, bebidas o ropa que sea indispensable para cada disciplina.
En la estación de transferencia los parlantes y los faros de luz encienden enseguida las alertas: está por empezar un desafío ininterrumpido. En el lugar donde está mi bicicleta dejo todo listo para cuando salga del mar. Reviso todo y me dirijo a la playa, desde donde empezará la competencia con la prueba de natación.
Somos casi 2000 competidores listos para adentrarnos en pleno Océano Pacífico. Esta temprana mañana de domingo en Playa Murciélago, Manta, tiene a la gente con los nervios de punta. El Ironman es una de las tantas modalidades de triatlón: en este caso serán 1,9 kilómetros de natación en mar abierto, 90 kilómetros de ciclismo hacia Crucita y 21 kilómetros de una carrera de medio fondo que va casi hasta el aeropuerto Eloy Alfaro.
Por los parlantes suenan a todo volumen reggaetón, rock y pop americano. Sobre la arena se ha dispuesto un vallado o “corral” donde los atletas deben posicionarse para la largada.
Si bien este es un deporte de resistencia o “endurance”, también hay que saber escuchar lo que dice la ciencia. En una competencia Ironman en Alemania, en el 2015, un atleta murió por consumir solo agua durante toda la competición. Tampoco es difícil ver escenas de atletas amateurs y profesionales que llegan agonizando o gateando a la meta.
La rutina alimenticia básica es la siguiente: el día anterior a la carrera se hace una recarga de carbohidratos, que serán reservas que se usarán en eventos de largas distancias. La semana previa se recomienda eliminar las carnes rojas y tomar zumo de remolacha para estimular la capacidad respiratoria.
Ironman es una de las modalidades de triatlón: en este caso serán 1,8 kilómetros de natación en mar abierto, 90 kilómetros de ciclismo hacia Crucita y 21 kilómetros de una carrera de medio fondo que va hasta el aeropuerto Eloy Alfaro.
Mi concentración está sobre la primera etapa, que es nadar casi dos kilómetros. El perímetro es una especie de rectángulo, son 500 metros hacia el horizonte, 900 metros paralelos a la costa y 500 metros de regreso. Mi traje es un “trisuit” que no es más que un enterizo liviano que sirve para las tres disciplinas.
Estoy bañado en aceite de bebé y vaselina para repeler las aguas malas (un tipo de medusa venenosa que puede aparecer en esas aguas) y evitar que el traje roce mi cuerpo cuando salga del mar y pueda ir cómodo sobre la bicicleta.
Sobre una tarima en la playa, la voz gruesa y caribeña del locutor Tony Lugo aplaca la ansiedad. “¡Esto no eh´ ciencia de cohete! Ya la tarea está hecha” dice. En los minutos previos al inicio todos los escenarios vienen a la mente. “Puedo perderme en el mar, tener un calambre o pinchar una llanta”, me dijo a mi mismo mientras me preparo: son meses de preparación para que todo se resuelva en medio día.
Esta competencia te da una experiencia que solo pocos deportes ofrecen y es que corremos junto a los profesionales. Han venido de varios países al circuito de Manta en búsqueda de la victoria. El slogan de la franquicia es “Nada es imposible”. Son estos momentos donde esas palabras cobran sentido luego de tanto sudor, disciplina y horas de sueño sacrificadas.
El sol todavía no se muestra completamente. Inicia la cuenta regresiva.
Un atleta saluda a los aficionados luego de completar los 1,9 kilómetros de natación en mar abierto.
Los ciclistas intentan tener una posición aerodinámica para avanzar con mayor velocidad y evitar el viento.
Un deporte de agonía
Suena el primer campanazo de salida y los atletas élite, quienes parten primero, se zambullen en el mar. Minutos después salimos los demás, que venimos a competir por algo distinto a los premios económicos y profesionales.
A esta edición en Manta, llegaron 14 hombres y 9 mujeres profesionales de distintos países del continente americano, Europa y Asia. También había ecuatorianos entre los de élite.
La primera etapa consiste en nadar 1,9 kilómetros en mar abierto. Todos los pensamientos se esfuman a medida que uno empieza a intercalar brazadas. Mirando constantemente a las boyas para no perder el rumbo, voy entrando en modo piloto automático, o en una especie de trance. Las boyas señalizan la ruta a seguir de la siguiente forma:
En este mapa se visualiza el recorrido marítimo para los 1,9 kilómetros de natación. El punto verde fue el inicio, que recorrió una especie de rectángulo para culminar en el punto naranja. Mapa: Athlete Guide
Competir entre seres humanos debe ser una de las formas más antiguas de interacción, algo que viene casi por instinto. Ver que dejo gente a mi paso me da el mismo impulso al ver que otros tantos me adelantan. Hay varias boyas dispuestas a lo largo del recorrido marino, así como voluntarios sobre kayaks y una que otra lancha.
Toda la logística da una sensación de seguridad que no existiría de estar solo a más de 500 metros de la orilla. Todavía queda un largo recorrido y el objetivo es llegar a cada boya y seguir por la siguiente. En el camino recibo un par de codazos y patadas de otros nadadores.
Tras casi 30 minutos llego a una de las últimas boyas y veo la orilla. Aprieto y nado otros 10 minutos con todo lo que tengo para la recta final. Al fondo se ven los edificios sobre el Malecón y un montón de gente. Salgo del agua y corro hacia la “zona de transición”. Salgo por la arena y rápidamente voy por un camino de tablas que pasa entre un pasillo de gente que grita y aplaude. Ese apoyo es un impulso extra. Una dosis de adrenalina.
Esto recién empieza.
El ciclismo, a volar
Llego a la estación de transferencia por mi bicicleta. Mi lugar o spot está entre casi 2000 otros puestos. En esta especie de parqueadero hemos dejado todo lo necesario para pasar de una disciplina a la otra. Así se ven las zonas de transición:
El día anterior a la carrera hice un recorrido por varios puestos para analizar las bicicletas de otros competidores. Acá hay “naves” cuyos precios van desde los USD1000 hasta los USD 10 mil.
El precio de las bicicletas depende del peso de sus componentes, entre más ligero mejor. En el ciclismo se busca ir lo más liviano posible, ya que la lucha es contra la gravedad y el viento. Los atletas disminuyen el peso de sus bicicletas con cuadros de carbono o aros hiper livianos. Sin embargo, nada de esto sirve si compensamos esos kilos sobre nuestro propio cuerpo, la tecnología solo es un complemento.
En mi spot está todo listo. Me pongo una banda cardíaca, me coloco el casco, gafas y zapatos que se enganchan a los pedales. Mi traje tiene dos pequeños bolsillos en la espalda baja. En uno coloco artículos de emergencia como un tubo de repuesto, herramienta y CO2 en caso de un pinchazo en la vía. En el otro, pongo barras proteicas y geles energéticos. Sobre mi bicicleta van dos “caramañolas” o termos.
Agarro la bicicleta y salgo corriendo por la zona de transición, donde todavía no se puede andar en bicicleta. Paso la zona delimitada y por fin me subo a mi nave.
Todavía no siento el cansancio de la natación, estoy enfocado en esta siguiente etapa. Como una barra que tiene 220 calorías comprimidas. En una competencia como esta, se pueden quemar unas 4000 calorías y se pueden perder unos cuantos kilos. Por eso es vital mantener la hidratación con electrolitos o bebidas rehidratantes y la alimentación siempre debe ser constante.
El trayecto en ciclismo consiste en ir y volver de Crucita, una localidad a 45 kilómetros de Manta. Durante la primera mitad voy con toda la fuerza sobre los pedales. Un ciclo computador mide mi ritmo cardíaco, mi cadencia, que son las revoluciones por minuto, la potencia, la velocidad y hasta la pendiente del terreno.
La ruta de ciclismo inició en Manta, llegó hasta Crucita y terminó de regreso en Manta. El malecón de Crucita está exactamente a 45 kilómetros de la meta. Mapa: Athlete Guide
La ruta de atletismo también inició y terminó en Manta. Se hicieron dos vueltas hasta La Florita para completar el circuito de 21 kilómetros. Mapa: Athlete Guide
A estas alturas del día ya se siente el calor costeño. Ese calor que no tiene el mismo viento de la Sierra. Aunque el sol no ha salido completamente, su combinación con el reflejo del asfalto agrega algunos grados en la sensación térmica.
Llego a Crucita “enchufado”. He pasado a cientos de ciclistas de camino. También he racionado correctamente mi alimentación. Un hermoso balneario turístico nos recibe con aplausos y cánticos. Pasamos por las calles del pintoresco poblado y por su malecón donde las olas chocan con fuerza.
Esto es de sufrir
Luego de llegar a Crucita empezó el sufrimiento. Es en estos momentos donde todo se pone a prueba. Empiezan a surgir pensamientos como, “estoy agotado, ¿en verdad puedo llegar?, ¿me quedan fuerzas?”. Empiezo a revisar cada vez más seguido cuántos kilómetros quedan. Me pasan otros ciclistas y empiezo a dudar si realmente estaba tan fuerte como venía.
Pero llega un ciclista que me pasa y tras unos segundos lo vuelvo a pasar. “Nos picamos” como se dice entre ciclistas. Esa pica nos ayuda y vamos palmo a palmo tratando de dejar al otro atrás. Vamos así durante varios minutos, viendo quién aguanta más a este ritmo. Finalmente él se queda, pero yo ya estoy tocado.
Trato de cambiar de posición sobre las dos ruedas. Pero los dolores son reales, sobre los muslos, la espalda, la nuca. Trato de pararme sobre los pedales para no ir sentado, pero las piernas no me responden. Quedan 30 kilómetros y me digo “es solo un tercio de trayecto”. Pero el resto se hace eterno.
Este es un duelo mental donde uno empieza a dividir los kilómetros, “30 son solo 10 por tres, o 6 series de 5 minutos”. Además, me digo que debo “descontar” los últimos 10 kilómetros que ya son en Manta y con el aliento de la gente no se sienten. Sea como sea que divida la distancia, lo concreto es que son 30 kilómetros los que todavía debo seguir. Se hace difícil mantener la potencia que impuse en la ida. Dejo atrás los pensamientos y sigo rodando sobre el calor de la costa y el reflejo sobre el asfalto.
Finalmente llego a los últimos 10 kilómetros. Ya estoy en las calles de Manta y pongo el pie sobre el acelerador. Se que si no doy todo me voy a arrepentir después. Mientras subo la potencia ya siento que mis dos piernas van a quedar “destrozadas”. “Mientras no sienta calambres sigo”, me repito.
Llego a Playa Murciélago y ya hay gente que se ha bajado de la bici y está en la última disciplina: media maratón de trote. Estoy de vuelta en la estación de transferencia y le entrego la posta a mi compañero, que rematará con el trote. “¡Dale con todo, rómpela!”, le digo. Ya hice mi tarea, ahora a esperar.
Parqueo mi nave en mi spot. No puedo agacharme ni para aflojarme los zapatos. Mis muslos están tan tensos y moldeados a pedalear que no puedo casi ni caminar. El dolor reposa sobre el muslo interior, al cual he expuesto durante casi tres horas a realizar el mismo movimiento.
Mientras tanto mi compañero ya está sufriendo ahora en el trote. A la mitad del trayecto, él pensó en tirar la toalla. Yo lo voy siguiendo virtualmente con una aplicación que me indica donde está sobre un mapa.
Tras una hora y treinta minutos mi compañero llega, ha hecho un "tiempazo" digno de los primeros lugares. Como equipo nos tomó 5h10 minutos completar la prueba. Ese tiempo nos llevó al puesto 11 entre 163 equipos. Para dar una perspectiva de nuestro tiempo expongo los tiempos de los ganadores en las principales categorías:
- Profesional masculino: Andy Potts (USA) - 3h56 minutos.
- Profesional femenino: Palmira Álvarez (USA) - 4h54 minutos.
- Postas, equipos: Team Bikeshop (ECU) – 4h06 minutos.
Como se ve, los mejores de cada categoría lograron acortar el tiempo en más de una hora sobre nuestro resultado. Es una distancia inalcanzable. Pero los avances que uno puede lograr trabajando día a día pueden exceder las expectativas. Se dice que una persona necesita ni más ni menos que un año para lograr el desafío de Manta. Con un promedio de entrenamiento de unas 12-13 horas semanales se puede ir consolidando un físico estable para este tipo de pruebas.
Los mejores clasificados de esta prueba irán a uno de los mundiales de la franquicia en Finlandia, que tiene el doble de distancia en cada disciplina. Ya vendrán tiempos para plantearse nuevos desafíos. Por el momento a disfrutar de un buen camotillo e intentar volver a caminar decentemente.
Los atletas recuperan fuerzas luego de haber recorrido entre 4 y 5 horas de carrera. Fueron casi 2000 atletas los que se inscribieron para la edición 2022. Fotos: Bet Endurance Team (BET) y Joaquín Ruales.
Mi retorno a Quito dio un giro de 180 grados. La fatiga de una prueba de alto rendimiento se combinó con un contagio de covid, y me tumbaron. La fragilidad del cuerpo se hizo presente. Estos desafíos ocasionan llevar el cuerpo al límite, a veces incluso más allá de las capacidades físicas.
Ha sido una experiencia inolvidable. Con una preparación relativamente tardía logramos ubicarnos en lo alto de la tabla. Nuestro nivel como equipo ha estado lejos de ubicarse en un podio, pero no es imposible. Si conseguimos un buen nadador podríamos dar la pelea a otros equipos.
Competir en equipo obliga a una responsabilidad y una presión de lograr cada disciplina. Con mi compañero quedamos eufóricos luego de ver los resultados. Personalmente, ahora vienen otros desafíos en el mundo del ciclismo. El siguiente es un Gran Fondo de ciclismo de ruta de 150 kilómetros, también en Manta. El ciclismo de ruta tiene otras particularidades distintas al del triatlón. Es una modalidad en la que se forman grandes pelotones de ciclistas y las rutas son más extremas.
Sin importar la disciplina, una vez dentro de este mundo uno descubre que existen desafíos para todos los gustos. Más allá del fútbol, dentro del país hay distintas ofertas en deportes de aventura en carreras de ciclismo de montaña, trail running, kayak, senderismo, escalada o navegación. Todas tienen en común ese impulso por ir hasta el límite de lo posible.
[RELA CIONA DAS]
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