
Fotos: Eduardo León.
El martes 8 de marzo se superó el umbral de los dos millones de ucranianos desplazados hacia los países vecinos, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Polonia ha sido la principal puerta de entrada a Europa para al menos 1,2 millones. Przemysl, una pequeña ciudad polaca de 66.000 habitantes, a 17 kilómetros de la frontera con Ucrania, es la zona cero de la crisis humanitaria. Por aquí han entrado 300.000 personas que huyen de la guerra. La mayoría son mujeres y niños porque la Ley Marcial impuesta en Ucrania impide que los hombres de 18 a 60 años abandonen el país.
Las estaciones de tren están abarrotadas, pero son el primer contacto de la solidaridad polaca con quienes huyen de la guerra.
Przemysl es la segunda ciudad más antigua en el sur de Polonia (después de Cracovia). Existía ya el siglo VIII y estaba habitada por una tribu eslava. Siempre fue un sitio de disputas que se extendió hasta la Segunda Guerra Mundial cuando fue ocupada por los alemanes, que destruyeron casi la mitad de la ciudad. Casi 600 polacos fueron ejecutados en 1943 por haber ocultado a unos 400 judíos en el área de Przemyśl.
Esa historia de albergar a personas para salvarles la vida está en la memoria de esta pequeña comunidad que ante una nueva guerra europea ha respondido con todo.
Más de 300 mil personas han abarrotado esta pequeña ciudad de 66.000 habitantes, que se han volcado a ayudar a todos los que escapan del conflicto.
Las mujeres y los niños son los principales refugiados, pues la Ley Marcial impuesta por le gobierno prohibe la salida del país de varones mayores de 18 años de edad.
Las personas huyen con pocas pertenencias personales, pues sus viviendas han sido ocupadas o destruidas. Muchas van en tránsito a otros países donde tienen familia o amigos.
La estación ferroviaria de Przemysl, la primera parada de los ucranianos en estos días, es el primer campo de acción del voluntariado. La mayoría son jóvenes que se han organizado para cubrir turnos de 24 horas. Para ser más efectivos llevan chalecos reflectantes y escriben en su espalda el idioma que hablan además de su lengua propia: inglés, ruso, ucraniano, francés, español. Su labor con los recién llegados es ayudarlos a moverse en el estrecho vestíbulo de la estación donde hay muchas filas. La más larga es para adquirir los tickets gratuitos de los trenes que les permitirán seguir su viaje. Luego están las filas de la comida caliente, de la recogida de artículos de limpieza, de la atención médica, de la telefonía celular, y la de conseguir un refugio.
Toneladas de alimentos que han sido donadas por los habitantes esta y de otras ciudades de Polonia son entregadas a los asustados habitantes de Ucrania.
También se han instalado cocinas de campo para la elaboración de alimentos para atender a las familias.
Los llamados para que las acciones de solidaridad se mantengan son constantes entre los jóvenes polacos.
Un millar de voluntarios está ayudando a los ucranianos, según Wojciech Bakun, el alcalde de la ciudad. El otro lugar para brindar apoyo es un supermercado abandonado hace años que fue propiedad de la cadena británica Tesco. Ahora este edificio se ha convertido en centro de refugiados donde se agrupan los ucranianos por el país de la Unión Europea al que quieren llegar, casi siempre es alguno donde ya tienen familia.
También son visibles en Przemysl las personas que llegan para ofrecer transporte a distintos puntos de Europa. Estos escriben en folios o restos de cartones la ciudad a la que pueden llevar familias ucranianas y las plazas que tienen disponibles. Sus mensajes, algunos en ucraniano, también quedan pegados en las puertas de entrada de la estación; siempre con un teléfono, una hora y un punto de partida.
El otro lugar para brindar apoyo es un supermercado abandonado hace años que fue propiedad de la cadena británica Tesco. Ahora este edificio se ha convertido en centro de refugiados.
A 13 días del inicio de los bombardeos ya hay un llamado para que la solidaridad se mantenga. Ahora que Rusia ha abierto corredores humanitarios en las ciudades de Sumy e Irpin se espera que haya una segunda ola de refugiados. Filippo Grandi, jefe de Acnur, en una conferencia de prensa en Oslo, dijo que es probable que en ese éxodo llegarían personas más vulnerables, sin recursos ni conexiones. “Esa será una situación más compleja de manejar y tendrá que haber aún más solidaridad por parte de todos en Europa y más allá”.
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