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16 de Marzo del 2022
Historias
Lectura: 10 minutos
16 de Marzo del 2022
Soraya Constante
Ucrania: un ecuatoriano que resiste en Lviv
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Un niño en un tren junto a sus padres realiza un viaje hacia Polonia. Fotos: Eduardo León

 

Vladimir Enriquez, de 30 años, y sus dos hermanos menores son de los que resisten en Ucrania. Ellos estaban estudiando en Lviv cuando empezó la ofensiva rusa. El joven quiteño lleva más de diez años Ucrania y había ayudado a emigrar a una treintena de estudiantes. Soraya Constante y Eduardo León, envían su reporte desde Ucrania, especial para Plan V.
Eduardo León

LVIV/ UCRANIA- Las fronteras con Ucrania con Europa están abiertas. Los que vuelven en estos días son, sobre todo, hombres convencidos de que deben defender su país. No solo son ucranianos, también llegan extranjeros que acuden al llamado del presidente ucraniano Volodímir Zelenski. “Únete a la Legión y ayúdanos a defender Ucrania, Europa y el mundo entero”, se lee en la página web que abrió a inicios de marzo y que recluta a combatientes con o sin experiencia.


Mujeres de todas las edades huyen de la guerra en Ucrania, dejando a sus esposos en el frente de batalla.

La primera ciudad ucraniana después de atravesar la frontera desde Polonia es Lviv ((Lwów en polaco o Leópolis en español). Este es el principal punto de llegada de los refugiados que buscan una salida hacia Europa. La acogida aquí es complicada. Poco a poco empiezan a multiplicarse las tiendas de campaña donde las personas esperan para cruzar la frontera.


Cruzar la frontera de Polonia tiene como paso anterior la llegada a la ciudad de Lviv.


Un grupo de mujeres cruza el punto fronterizo con Polonia.

Subirse a un tren con destino a Polonia puede tomar entre seis y ocho horas. Igual tiempo de espera se requiere para conseguir un cupo en los autobuses humanitarios que ofrecen transporte a personas vulnerables. Luego están los vehículos pagados que llevan directo a Varsovia o Cracovia a cambio de 3.000 o 4.000 grivnas (entre 90 y 120 euros) y algún taxi que puede cobrar hasta 200 euros por recorrer los 70 km que separan Lviv de Przemysl, la primera ciudad del lado polaco.

Subirse a un tren con destino a Polonia puede tomar entre seis y ocho horas. Igual tiempo de espera se requiere para conseguir un cupo en los autobuses humanitarios que ofrecen transporte a personas vulnerables.


Pocos hombres pueden salir del país pues se estableció la ley marcial en la que todos los hombres en edad adulta no pueden salir de Ucrania por si sin llamados al frente. Las personas con diferentes discapacidades están exentos de esta ley.

Ucrania se vacía ante los ojos del mundo. Un total de 3,1 millones de personas han huido de la guerra hasta el 16 de marzo, según Acnur. Es una migración femenina porque los hombres tienen que quedarse a pelear contra los rusos. En el medio de este éxodo también están los ecuatorianos que se han quedado atrapados en las ciudades sitiadas por los rusos como Kiev o los que se aferran a su sueño de vivir en Europa. Son alrededor de 80 ecuatorianos que siguen en Ucrania, según la estimación del cónsul de Ecuador en Viena, Luis Narváez, que se ocupa de dar seguimiento a los compatriotas en esta parte del mundo.


El ejército ucraniano despliega una bandera y canta el himno nacional a las afueras de la estación de tren de Lviv.

Vladimir Enriquez, de 30 años, y sus dos hermanos menores son de los que resisten en Ucrania. Ellos estaban estudiando en Lviv cuando empezó la ofensiva rusa. El joven quiteño lleva más de diez años Ucrania y había ayudado a emigrar a una treintena de estudiantes, emulando lo que empresas más grandes como Puelat o V&V hicieron.  Su emprendimiento se llama Henru, y no es el único. Hay por lo menos dos ecuatorianos más que han capitalizado su experiencia.


En las afueras de la estación de trenes de Lviv, se han establecido carpas con ayuda humanitaria, para las cientos de personas que toman esta ciudad como primer sitio seguro de huida del conflicto.


Una cadena humana de voluntarios llenan un tren, que dará ayuda humanitaria a las zonas de mayor conflicto del país.

Enríquez tuvo que ocuparse de la salida de los estudiantes que tenía a su cargo y de paso se convirtió en el traductor del cónsul de Viena, Luis Narváez, que se hizo cargo de la evacuación de los ecuatorianos que estaban en Ucrania. Durante dos semanas, Enriquez ayudó a sacar a una parte de los 800 ecuatorianos que habían llegado a Lviv.


Un grupo de niñas y madres ucranianas se prepara para tomar un tren que las saque del país.

También lo llamaba un ecuatoriano que había vivido en Ucrania y que pretendía entrar a Kiev para sacar a su ex mujer e hija que estaban atrapadas en esa ciudad. No cobra nada por los favores que hace e insiste en que seguirá en Lviv. “Cuando vea que un tanque pasa por mi casa me marcharé”

Hoy todavía suena su teléfono porque se quedó como el nexo de la Cancillería de Ecuador en Ucrania. Sigue ayudando a ecuatorianos que llegan a las estaciones de trenes de Lviv. En los días que lo conocimos estuvo hospedando en su casa a un ucraniano de más de 70 años que tiene familia en Ecuador y que debía salir a Polonia para subirse en un vuelo humanitario.


Vladimir Enríquez lleva más de diez años en Ucrania. Él es de los pocos ecuatorianos que han decidido quedarse en el país pese a la guerra. Se ha mantenido apoyando en la evacuación de ecuatorianos y ucranianos que tienen familiares ecuatorianos. 

También lo llamaba un ecuatoriano que había vivido en Ucrania y que pretendía entrar a Kiev para sacar a su ex mujer e hija que estaban atrapadas en esa ciudad. No cobra nada por lo que hace e insiste en que seguirá en Lviv. “Cuando vea que un tanque pasa por mi casa me marcharé”, dice. Todavía mira de lejos la guerra. Las últimas bombas que han caído cerca de Lviv no le asustan porque han sido sobre fábricas y objetivos militares.


Instructores enseñan a la población civil de Lviv la fabricación de cócteles molotov ante una posible incursión del ejército ruso.


Civiles son instruidos en el uso de armas en la filmoteca de Lviv.

Él trata de seguir su rutina. Como habla ruso y ucraniano sigue las noticias de los dos países para tratar de entender la guerra. En las tardes trabaja para una empresa de programación desde casa. Todo en su vida está normal, excepto porque uno de sus hermanos viajó a Turquía antes de la guerra y se ha quedado atrapado allí.


Diferentes monumentos y estatuas de Lviv han sido protegidas ante un posible ataque con bombas del ejercito ruso.

Es verdad que, hasta este reporte, buena parte de los más de 700.000 habitantes de Lviv está siguiendo sus rutinas sin alteraciones. Las personas van a sus trabajos, los comercios se mantienen abiertos hasta que cae el sol y el transporte público fluye con regularidad.

Cientos de personas esperan en las afueras de la estación de tren de Lviv, a que les recojan autobuses que les llevarán a países como Rumania y Alemania.


Son ya más de 3 millones de personas desplazadas por el conflicto en más de dos semanas. La mayoría es de mujeres y su familia.

La guerra se respira cuando se sale hacia los barrios más periféricos y se encuentran checkpoints. En las urbanizaciones más alejadas del centro de la ciudad se han organizado para hacer rondas nocturnas porque temen un ataque por tierra y tienen listos los cócteles molotov.

Otra señal de la guerra son los sacos de arena que se acumulan en las entradas de los recintos militares y algún uniformado que sale de estos edificios cargando en su espalda un fusil fusiles AK47.


Una mujer reza por los muertos en la guerra en una iglesia de la ciudad de Lviv.


Mujeres ponen velas pidiendo protección para sus maridos que están en combate, en la iglesia militar de Lviv.

A los que venimos de fuera nos recomiendan ubicar el refugio ante un ataque aéreo que nos corresponde. En el centro de Lviv es una iglesia que casualmente es la misma que reúne las fotografías de los soldados caídos en el frente de batalla. Las primeras fueron maquetadas e incluyen mensajes heroicos, pero las últimas están colocadas hacia el fondo de la iglesia sobre cualquier superficie. Ya no se pueden contar.

Las tiendas de armas están saturadas de civiles intentando comprar armas, ante una posible invasión rusa de la ciudad de Lviv.


Un tren con destino a Moldavia es uno de los últimos recursos de la gente desplazada por salir del país.

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