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8 de Marzo del 2020
Historias
Lectura: 16 minutos
8 de Marzo del 2020
Fermín Vaca Santacruz
El centro cultural jesuita de Cotocollao tiene una nueva propuesta
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El claustro jesuita de Cotocollao albergó al Colegio Loyola durante 30 años. Hoy es un centro cultural. Fotos: PlanV

 

La antigua biblioteca Aurelio Espinosa Pólit, que ocupa el claustro de un noviciado jesuita en Cotocollao, se pone a tono con los tiempos. El uso de las nuevas tecnologías, la renovación de sus salas de exposición y la propuesta de convertirla en un centro cultural para el norte de la ciudad evidencian esos cambios.

A pocas cuadras del parque central de Cotocollao, barrio del norte de Quito lleno de comercios y tráfico, se levanta un edificio de sobria fachada de piedra. Se trata de un antiguo colegio de los jesuitas, terminado en 1949, que sorprende por sus grandes dimensiones. Una larga fachada, de más de 80 metros, con estilo neocolonial, es lo primero que se ve al entrar al lugar, en donde, rodeado de jardines con árboles centenarios, se levanta un edificio que parece un convento colonial, de esos de una manzana entera, pero transplantado al norte de Quito.

El Centro Cultural y Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit ha funcionado en ese edificio desde los años 70, pero la presencia de los jesuitas en el sector se remonta a principios del siglo XX, cuando las tierras formaban parte de la Quinta Loyola. Varios grandes claustros, aún en uso, fueron construidos por los religiosos para sus colegios y noviciados y por iniciativa de Aurelio Espinosa Pólit, primer rector y fundador de la Universidad Católica, se creó la biblioteca ecuatoriana, destinada a acoger las principales obras publicadas en el Ecuador. 


Una gran fachada, de ochenta metros, evidencia las dimensiones del edificio.

La obra de Espinosa Pólit, muerto en los años 60, fue continuada por el padre Julián Bravo, quien murió en 2012. Ahora, la dirección del centro está a cargo del padre Iván Lucero, un jesuita de Manabí, quien le ha dado nuevos aires al histórico edificio y sus colecciones de libros y otros objetos.

La obra de Espinosa Pólit, muerto en los años 60, fue continuada por el padre Julián Bravo, quien murió en 2012. Ahora, la dirección del centro está a cargo del padre Iván Lucero, un jesuita de Manabí, quien le ha dado nuevos aires al histórico edificio y sus colecciones de libros y otros objetos. 

Un noviciado

Durante cerca de 30 años, en el edificio, que cuenta con un amplio patio interior, una capilla y tres plantas, vivieron y estudiaron, con régimen de internado, jóvenes que tenían vocación religiosa. En el segundo piso, en el tramo que da a la calle José Legarda, los alumnos tenían su dormitorio colectivo, un amplio salón en donde se alineaban las camas de todos. Un sacerdote dormía en el mismo salón, pero su cama estaba separada con una cortina. En el piso alto estaban los baños y en los pisos bajos los salones de clase, el comedor y otras instalaciones. En el ala norte, una capilla con techo abovedado era el centro de los servicios religiosos. Los jesuitas tenían sus habitaciones al otro lado del patio, y el comedor y las cocinas estaban en el sótano. Desde ahí, un ascensor subía las comidas de los religiosos. 


La capilla, de aires neocoloniales, sirve para exposiciones y eventos religiosos. El piso es original.

Pero en los años 70 se decidió cerrar el colegio Loyola. El amplio claustro fue destinado a museo y biblioteca, y algunas de las más preciadas posesiones históricas de los jesuitas fueron expuestas desde entonces en las salas del piso alto, mientras que, abajo, decenas de miles de libros de todo tipo se convirtieron en una de las bibliotecas más famosas del Ecuador. 

En la actualidad, el noviciado de los jesuitas sigue funcionando en la zona, en otra antigua casona justo enfrente del claustro. Cerca de 20 jóvenes de varios países de la región se forman en el lugar para seguir los pasos de San Ignacio de Loyola, el santo español que fundó la Compañía de Jesús en el siglo XVI. 

En la actualidad, el noviciado de los jesuitas sigue funcionando en la zona, en otra antigua casona justo enfrente del claustro. Cerca de 20 jóvenes de varios países de la región se forman en el lugar para seguir los pasos de San Ignacio de Loyola, el santo español que fundó la Compañía de Jesús en el siglo XVI.

En un gran salón del segundo piso, cuyo balcón da a la fachada principal, ha instalado su despacho el padre Iván Lucero. Es una manabita de Jipijapa, que se formó en el extranjero y que, durante 12 años, fue párroco de La Dolorosa, la parroquia que los jesuitas tienen en el Colegio San Gabriel. Profesor de ese colegio durante algunos años -ser docente es parte de la formación de los jesuitas- Lucero no se desprende su laptop, se comunica por Whatsapp y es aficionado la fotografía, para lo cual tiene una cámara de último modelo.

El sacerdote ha llevado nuevos aires al antiguo edificio y su propuesta es convertir la biblioteca y museo en el principal centro cultural del norte de Quito. Actualmente, 26 personas trabajan en el lugar, como expertos en las nuevas tecnologías y en la restauración de papel. La biblioteca puso en línea su página web en donde tiene previsto subir parte del material digitalizado para que tenga acceso público. 

Reformas en el museo

Lo que en su origen fueron los dormitorios de jóvenes religiosos, en los pisos altos del claustro de fachada de piedra andesita y frontones de aires neocoloniales, hoy son salas de exposición del museo. El padre Iván Lucero, director del Centro  y Pablo Rosero, coordinador técnico, muestran las salas del museo que, durante 2018 y 2019, fueron reformadas totalmente, mostrando los objetos de la colección con criterios museográficos más modernos.

Las reliquias del ex presidente Gabriel García Moreno, recogidas en el lugar mismo de su asesinato el 6 de agosto de 1875, forman el corazón de la muestra histórica. Ahí se puede apreciar el machete Collins 22, usado por Faustino Lemus Rayo para atacar al presidente. Sorprende que el machete es más bien pequeño, y sin duda las terribles heridas que produjo se debieron a la ira del asesino y a lo cerca que se encontraba de su víctima. Es posible ver también huesos del cráneo de García Moreno, desprendidos tras el brutal ataque, así como los restos del ataúd de madera y plomo en el que, en 1975, se encontraron sus restos en una iglesia del centro de Quito. 


Esta vitrina contiene las reliquias de García Moreno y el arma con que fue asesinado en 1875. 

Ahí se puede apreciar el machete Collins 22, usado por Faustino Lemus Rayo para atacar al presidente. Sorprende que el machete es más bien pequeño, y sin duda las terribles heridas que produjo se debieron a la ira del asesino y a lo cerca que se encontraba de su víctima.

Un gran óleo de García Moreno, vestido a la moda francesa de la época y ataviado con banda presidencial -una larga tira de seda de color celeste bordada con letras de oro- preside la sala, en donde también hay un par de armas que pertenecieron a Antonio José de Sucre,  así como los restos de la primera vajilla del Palacio de Gobierno, de los primeros años de la República, en donde aparece el escudo nacional de la época: sobre dos montañas se ve el sol equinoccial. 

Y, junto con su retrato, la pila de bautismo de piedra antigua, traída directamente desde Montecristi, Manabí, en donde fue bautizado el presidente Eloy Alfaro. Los retratos de ambos hombres -García Moreno y Alfaro- se encuentran en la misma sala, como si se miraran en un eterno duelo que ha dado origen al Ecuador de hoy. 

En las salas del museo, cuya entrada es gratuita, hay otras colecciones, como una de arqueología, con 300 piezas de cerámica y objetos de culturas prehispánicas como Inga, Las VegasValdivia, Machalilla, Chorrera, Cotocollao, Bahía, Jama-Coaque, Tolita, Panzaleo, Cosanga, Manteña y Huancavilca.

No puede falta la escultura colonial, y es posible apreciar en otra sala tallas del Padre Carlos, Bernardo de Legarda, Manuel Chili (Caspicara) y José Olmos (Pampite), así como un boceto atribuido al Padre Carlos sobre la “Dormición de la Virgen” y un conjunto escultórico con una versión de la Virgen de Quito de Bernardo de Legarda, entre otras piezas. 

En la sala de pintura colonial, es posible ver obras de Miguel de Santiago, Manuel Samaniego y Bernardo Rodríguez, mientras que en las salas destinadas a la pintura de los siglos XIX y XX hay cuadros de Luis Cadena, Juan Manosalvas y Rafael Salas , así como obras de Joaquín Pinto. DEstacan en esta sala los retratos de Juan León Mera cuando era joven y el de su tío Nicolás Martínez Vásconez. De siglo XX, es posible ver las obras de Antonio y Luis Salguero, así como de Juan León Mera Iturralde y Eugenia Mera.


El padre Iván Lucero es el actual director del centro cultural, que fue fundado por Aurelio Espinosa Pólit.

Los cuadros de Víctor Mideros, Luis Landívar, Nicolás Delgado y Emilio Moncayo recogen diversas temáticas, como paisajes del Ecuador o pasajes de historia religiosa. 

Otras colecciones del museo que tiene especial interés son el herbario que el jesuita italiano Luis Sodiro recolectó en el siglo XIX, los retratos de escritores ecuatorianos, la colección de mapas antiguos y la sala que contiene los libros y el escritorio de Aurelio Espinosa Pólit, en donde destaca su completa biblioteca con distantas ediciones de la obra del autor clásico Virgilio. En ese salón, se ha querido recrear el estudio de Espinosa Pólit, y de las paredes cuelgan varios retratos de sus familiares y del padre Julián Bravo, el jesuita que también dedicó su vida a la biblioteca.

Las reformas en la planta alta, cuyos pisos, techos y ventanas son originales, costaron cerca de 50 mil dólares, explican Lucero y Rosero. Los pisos de la capilla, que se conserva intacta, también son originales, y el altar lo preside un antiguo crucifijo, que parece haber sido traído por los primeros evangelizadores que llegaron al Ecuador.

Las reformas en la planta alta, cuyos pisos, techos y ventanas son originales, costaron cerca de 50 mil dólares, explican Lucero y Rosero. Los pisos de la capilla, que se conserva intacta, también son originales, y el altar lo preside un antiguo crucifijo, que parece haber sido traído por los primeros evangelizadores que llegaron al Ecuador. 

La era de la digitalización

Hay tantos libros en el predio que, además de los que se conservan en las distintas salas, hay varios galpones en los jardines en donde se guardan las bibliotecas de jesuitas ya fallecidos. En el llamado Fondo General, tienen por lo menos 110 mil libros, sobre todo ecuatorianos, de los siglos XX y XXI. Hay, además, un Fondo Antiguo, que contiene libros ecuatorianos y extranjeros. 


El coordinador técnico del Museo, Pablo Rosero, explica la digitalización de las fotos del archivo.

El Fondo Antiguo Ecuatoriano está compuesto por 7.295 ejemplares impresos desde 1759 hasta 1900.  Se trata de obras que fueron impresas en el Ecuador, algunos de ellos, en la tipografía jesuita que los religiosos trajeron en 1755. Destacan obras como la  Oración fúnebre predicada en las solemnes exequias del Ilmo. Señor Doctor Don Juan Nieto Polo del Águila de Pedro José Milanesio (1759), Divino religionis propugnáculo de José María Linati (1759), Catalogus personarum et officiorum Provinciae Quitensis (1761), entre otros.

Mientras que el Fondo Antiguo Extranjero contiene libros que los jesuitas trajeron de Europa, hasta 1767, cuando el rey Carlos III dispuso su expulsión del Imperio español, convencido el monarca de que los jesuitas conspiraban contra la Corona. Muchos de ellos, al pasar al Estado, se conservaron en la primera biblioteca pública, que dirigió Eugenio Espejo. Actualmente, hay 3.291 ejemplares.

Muchos de estos libros se están digitalizando, al igual que los periódicos. En la actual sala de lectura de la biblioteca, varias pantallas gigantes permiten ver periódicos como El Comercio, digitalizado desde 1906 hasta la fecha, con solo un click. Una colección de fotos antiguas que reposaban en el archivo también han sido escaneadas, y ahora es posible realizar consultas sin moverse del computador. Actualmente hay cerca de 13 mil libros digitales, la biblioteca ha logrado cerca de 85 mil visitas  y el museo aproximadamente 100 mil.

En la actual sala de lectura de la biblioteca, varias pantallas gigantes permiten ver periódicos como El Comercio, digitalizado desde 1906 hasta la fecha, con solo un click.

Los fondos especiales

En las entrañas del clausto jesuita se han depositado también las bibliotecas, recuerdos, condecoraciones y algunos muebles de varios intelectuales, sobre todo conservadores, cuyas familias legaron al Centro Cultural sus pertenencias.

Así, es posible entrar a una recreación del estudio de José Gabriel Navarro, en donde se encuentran su escritorio y máquina de escribir, así como varios sillones de su estudio original. Los planos originales de su mansión, el Palacio Navarro, hoy reconstruido en la esquina de Doce de Octubre y Madrid, se conservan ahí.


La máquina de escribir del ex canciller Julio Tobar Donoso se conserva en la sala que recrea su biblioteca.

Los fondos guardan el legado intelectual de personas como Aurelio Espinosa Pólit, Carlos de La Torre, Homero Viteri, Leonidas Batallas, Jorge y Eduardo Luna Yépez, Juan Yépez del Pozo, Ángel Nicanor Bedoya, Luis Bossano o Marcos Gándara Enríquez, entre otros. 

Se puede recrear el que pudo haber sido el ambiente de la biblioteca de Julio Tobar Donoso, el canciller ecuatoriano que firmó en 1942 el Protocolo de Río de Janeiro, tras la invasión peruana y la derrota militar de 1941. Ahí se puede ver su mesa de trabajo, sus plumas y las condecoraciones que le dieron algunos países mientras fue canciller.


La Gran Cruz de la Órden del Águila alemana (1938)

Intacta, como recién salida de la caja, está una cruz de malta, en esmalte blanco, decorada con cuatro águilas con esvásticas del Tercer Reich. Es la Gran Cruz de la Órden del Águila alemana, la condecoración que el Adolfo Hitler de la preguerra entregaba a varias personalidades extranjeras, entre ellas Henry Ford y Charles Lindbergh. Como para recordar que la historia no puede estar libre de polémicas, luces y sombras. 

GALERÍA
El centro cultural jesuita de Cotocollao tiene una nueva propuesta
 


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