Una conchera camina hacia su lugar de trabajo: lo que queda del manglar en Esmeraldas. Es una de las protagonistas del documental Manglar ley de mujer. Capturas de video
Veinte dólares cobran por matar un periodista, una jaba de cervezas. La sentencia cae brutal sobre las pretensiones de que un dirigente del pueblo negro de San Lorenzo, acompañe a este medio a la zona del bajo Borbón para hacer un reportaje. Si igual quiere ir, continua, le recomiendo que se pegue un tiro acá mismo, en Quito, para que por lo menos su cuerpo aparezca. Allá pican a la gente y desaparecen los pedazos, incluso los pican vivos.
No hay nada que hacer en esa zona, no se puede entrar sin el permiso de la gente armada que controla la frontera con Colombia y que es parte de los grupos de delincuencia organizada que tienen tomada la parte norte de la provincia de Esmeraldas. ¿Pero no hay un cuartel naval en San Lorenzo, no hay un cuartel policial? Sí, pero no salen de ahí, no sirven de mucho los militares, dice el dirigente, que pide no se le cite con el nombre, porque le matan a la familia. Hasta en Quito tiene miedo de hablar. Ha intentado salir de la zona con un traslado de su esposa hacia la capital, pero no es posible aún: nadie quiere reemplazarla.
Pocho Álvarez. Foto: La Palabra Abierta
En medio de esas condiciones de violencia, no les queda sino aceptar los términos de una paz mafiosa, porque el Estado, en la zona, no existe. O solo existe para concesionar las camaroneras que terminan destruyendo el manglar.
El dirigente y unas treinta personas del pueblo negro de Esmeraldas han asistido esa noche del 26 de julio, Día internacional por la defensa del ecosistema manglar, al estreno del documental, de 100 minutos, del cineasta Pocho Álvarez, en la sala Alfredo Pareja Diezcanseco, en la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. La película se llama Manglar ley de mujer y es el relato de varias comunidades de pescadores y usuarios del manglar, en las costas de Esmeraldas, El Oro y Manabí. El documental se fija más en una comunidad negra de concheras y pescadores en Esmeraldas y relata, con los personajes reales, cómo es ahora la vida de esas comunidades cuando decenas de miles de hectáreas del manglar han desaparecido devoradas por la industria camaronera.
Arriba: una mujer conchera busca en el lodo del mangle las cada vez más escasa concha prieta. Los intermediarios pagan nueve dólares al ciento, y a duras penas logran ajustar unas 50 en todo un día de trabajo, cuando antes recogian unas mil conchas por jornada. Abajo, el producto de un día duro de labores.
Sus protagonistas cuentan una lucha de treinta años. Ha sido para esas comunidades “un proceso de resistencia en contra de la llamada industria camaronera que ha significado – con la construcción de piscinas camaroneras- no solo la tala y destrucción del manglar y su ecosistema, sino también violentos procesos de despojo de la tierra y desplazamiento de comunidades enteras, persecución y muerte para muchos habitantes del manglar”, de acuerdo a la reseña de la Cinemateca Nacional.
El camarón es el mayor producto de exportación no petrolera del Ecuador. Sus ventas suben cada año, y se sustentan en decenas de miles de hectáreas que se han arrebatado al manglar. El costo ambiental es cuantificable, el costo humano no lo es.
El camarón es el mayor producto de exportación no petrolera del Ecuador. Sus ventas suben cada año, y se sustentan en decenas de miles de hectáreas que se han arrebatado al manglar. El costo ambiental es cuantificable, pero el costo humano no lo es. Un conglomerado humano que vive del manglar en peores condiciones que hace tres décadas cuyos representantes, sobre todo mujeres, recrean la historia de esa lucha.
“Soy de Muisne, soy un guerrero más del manglar”, se presenta Líder Góngora, habitante de la isla de Muisne, Esmeraldas, y dirigente histórico de la lucha por el manglar. Creó, con otros activistas de la isla, la Fundación de Defensa Ecológica, Fundecol, que ha sido fundamental para la organización de concheras, cangrejeras, pescadores y de la resistencia a la industria.
El proyecto del documental empezó antes de la pandemia. Con pocas dificultades llegó a su culminación de la mano de Pocho Álvarez, el cineasta que ha documentado decenas de luchas de las causas sociales y ambientales.
Álvarez dijo a este portal que "el documental fue una respuesta a la necesidad de mostrar la historia de lucha, de resistencia, de los pueblos del manglar. Una historia totalmente desconocida, ingnorada u ocultada por parte de la memoria histórica el Ecuador. Y esa necesidad me llevó a plantear esta propuesta de hacer un documental que dé cuenta de la historia de los pueblos del manglar. La propuesta de relato, la estructura de conceptos se fueron desarrollando desde hace unos cinco años. Fue el resultado de múltiples conversaciones con Líder, Marianela y la gente de la C-CONDEM. Conversaciones que venían, como está en el video, de hace mucho tiempo atrás y que lograron articularse una propuesta de articulación documental hace cinco años. Y la idea de esa propuesta de relato fue cubrir toda la propuesta de defensa del manglar en el territorio. Eso implicaba recorrer Esmeraldas, Manabí, Guayas y El Oro; recorrer sus costas. En esa medida, era un documental ambicioso y la posibilidad de encontrar recursos para iniciar la filmación fue uno de los aspectos que demoró (el proyecto)".
Álvarez dijo a este portal que "el documental fue una respuesta a la necesidad de mostrar la historia de lucha, de resistencia, de los pueblos del manglar. Una historia totalmente desconocida, ingnorada u ocultada por parte de la memoria histórica el Ecuador. Y esa necesidad me llevó a plantear esta propuesta de hacer un documental que dé cuenta de la historia de los pueblos del manglar. La propuesta de relato, la estructura de conceptos se fueron desarrollando desde hace unos cinco años. Fue el resultado de múltiples conversaciones con Líder, Marianela y la gente de la C-CONDEM. Conversaciones que venían, como está en el video, de hace mucho tiempo atrás y que lograron articularse una propuesta de articulación documental hace cinco años. Y la idea de esa propuesta de relato fue cubrir toda la propuesta de defensa del manglar en el territorio. Eso implicaba recorrer Esmeraldas, Manabí, Guayas y El Oro; recorrer sus costas. En esa medida, era un documental ambicioso y la posibilidad de encontrar recursos para iniciar la filmación fue uno de los aspectos que demoró (el proyecto)".
La noche de la presentación, Góngora acudió con sus compañeros “cuidadores ancestrales” del ecosistema manglar. Para ellos fue una lucha colectiva “en defensa de un territorio que ha sido saqueado, desmantelado, por una industria criminal, como es la industria del camarón, acompañada (la industria) por todos los gobiernos, de centro, de izquierda, de todos los colores, y el manglar sigue siendo desmantelado, destruido, a pesar de la resistencia. Somos orgullosos de que, por lo menos, tenemos un veinte por ciento de ese ecosistema, que está en disputa todavía. Esa industria destruyó el ochenta por ciento del ecosistema. No es el treinta por ciento, son cifras oficiales y mentirosas”. Góngora menciona un informe científico que hicieron las asociaciones “certificando la destrucción”, con información levantada por las comunidades y miembros de la academia. Eso fue en el 2006 y en esa época ya se había destruido el setenta por ciento del manglar del país. Ahora, el ochenta por ciento del manglar está destruido, ocupado y usurpado por esta industria, que “cada vez llora más para tener más recursos para seguir destruyendo”.
Para Góngora, la industria camaronera no es una alimentación “para el pueblo, sino para otros, para el consumo de exceso en otros lados. No que es que la industria cambió, sino que está asentada en los lugares más empobrecidos de nuestra patria y sobre eso se levanta el segundo rubro de exportación que tiene este país. ¿Dónde están esas divisas, si donde estas se producen estamos los más pobres?
El documental, de cien minutos, es una poderosa denuncia, desde las voces de los habitantes del manglar de cómo fueron despojados “ilegalmente” de sus tierras ancestrales y de su modo de vida. Las mujeres, protagonistas del documental, cuentan la historia de su resistencia, su organización y de cómo ha cambiado, para peor, su modo de vida.
El documental, de cien minutos, es una poderosa denuncia, desde las voces de los habitantes del manglar de cómo fueron despojados “ilegalmente” de sus tierras ancestrales y de su modo de vida. Las mujeres, protagonistas del documental, cuentan la historia de su resistencia, su organización y de cómo ha cambiado, para peor, su modo de vida. Una conchera hace tres décadas, sacaba de la ciénaga, en pocas horas, más de mil conchas, ahora se toman un día entero para sacar menos de cien conchas, que se venden a nueve dólares el ciento. Una actividad manual y dura que se hace en medio de mosquitos, tupidos brazos de mangle y lodo. También el cangrejo es un recurso que se ha ido agotando, sobre todo en Esmeraldas, donde es casi imposible encontrar ahora el cangrejo azul.
Una mujer muestra una parte del estuario del río Chone, que ha sido colonizado por las camaroneras, que se legalizaron en el gobierno de Rafael Correa.
La narrativa del documental también revela cómo esta industria fue tomándose un territorio en concesiones consideradas ilegales, hasta que el gobierno de Rafael Correa, cuando Marcela Aguiñaga era ministra de Ambiente, se legalizaron todas esas piscinas camaroneras a cambio de que los nuevos propietarios re siembren hasta un 20% del manglar. Los pueblos ancestrales emitieron un comunicado en ese entonces.
El documental denuncia también asesinatos de comuneros y desalojos violentos por parte del Estado, que siempre ha estado del lado de los camaroneros.
La producción de Pocho Álvarez también explica como todos esos habitantes del ecosistema manglar fueron excluidos de la actividad económica, pues tampoco pudieron colocarse en la industria camaronera y ahora son parte del batallón de desempleados y subempleados del país. Eso explica, sobre todo en Esmeraldas, también el crecimiento de la violencia. Violencia que también ha teñido de sangre y muerte a los propios habitantes del manglar, que testimonian en el documental los asesinatos de varios de sus compañeros.
No solo es la nula perspetiva de una vida digna la que enfrentan esos pobladores, sino también ahora, como lo dijo el dirigente de San Lorenzo, está la violencia criminal del narcotráfico y la minería, que se ha tomado todo el territorio con las armas, sin que el Estado de cuenta de que este es el resultado del despojo y el abandono de los pueblos del manglar.
El documental es también un homenaje a las mujeres de la zona, que han luchado por defender y sustener su actividad, que es el alimento de sus hijos. Muchas de ellas han persistido por décadas, sin amilanarse ante las amenazas y, en algunas ocasiones, maltratos y atropellos de mercenarios al servicio de camaroneros. Ellas han denunciado la destrucción ambiental, pero sobre todo la destrucción del modo de vida de las comunidades, que tienen derecho a vivir en el Ecuador según sus labores y necesidades. Una de ellas, en el documental, define a sus compañeras como "librantes", al decir que luchan por la libertad, en contraste con muchos de sus compañeros varones "que están hechos para la esclavitud".
[RELA CIONA DAS]
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