

Foto: Luis Argüello / PlanV
Luis Espinosa Goded (Izq.) y Andrés Ortiz Lemos presentaron su nuevo libro sobre el socialismo del siglo XXI.
En tiempos en que ser "políticamente correcto" es sinónimo de tener siempre la razón y de haber recibido un certificado irrevocable de talento, inteligencia y sensibilidad, dos catedráticos no temen desafiar el mainstream académico imperante.
El uno, Andrés Ortiz Lemos, es un quiteño profesor de ciencias políticas de la Universidad Central del Ecuador. El otro, Luis Espinosa Goded, es un español, profesor de economía de la Universidad San Francisco de Quito. Ambos se mueven con soltura en el Twitter, en donde han mantenido acaloradas polémicas con intelectuales, académicos, activistas y abogados que, en cambio, se creen representantes de corrientes de auténtica y certificada izquierda.
Bien se podría decir que a Espinosa y a Ortiz, además de la común identidad iberoamericana, les ha unido el ser políticamente incorrectos y críticos declarados de marxismos y neomarxismos, de estatismos y autoritarismos.
El uno, de aires calmados y discretos, más a tono con la idiosincracia andina. El otro, en cambio, conocido por sus alumnos -según relata él mismo- con el apodo de "Egoded", más extrovertido y sin temor de actuar y hablar como los antiguos chapetones en las Indias.
Bien se podría decir que a Espinosa y a Ortiz, además de la común identidad iberoamericana, les ha unido el ser políticamente incorrectos y críticos declarados de marxismos y neomarxismos, de estatismos y autoritarismos.
Intelectuales más que políticos, han plasmado en un nuevo libro sus críticas a la izquierda que vibró al unísono bajo el fuerte brazo de Rafael Correa, y que ahora, en esas crisis de amnesia tan comunes en nuestra política, desconoce y descalifica buena parte de lo que le ayudaron a hacer y decir.
El libro
Portada de la obra.
La obra se titula "Crónicas del Socialismo del Siglo XXI" (141 pp) y ha sido publicada por Libre Razón, que se define como un centro de pensamiento liberal con base en Quito. La edición corrió a cargo de Paz Gómez y María Amparo Sotomayor, y la dirección editorial de Francisco Mendoza.
El libro fue presentado con la presencia de los autores y la moderación de Simón Ordóñez y otros en Quito, la semana anterior.
La sala, llena de jóvenes, algunos estudiantes y otros simpatizantes de las tesis liberales, acogió a los autores y a los moderadores.
Espinosa confesó que fue "increíblemente dura" su primera experiencia como escritor. Llegó al Ecuador en 2014, y destaca como un segmento importante de la población joven ha vivido y crecido bajo la égida del socialismo del siglo XXI. Entre éstos jóvenes, destaca, podría prevalecer la idea de que el correísmo sí funciona, a pesar de que las bases teóricas del socialismo del siglo XXI, esbozadas por un alemán afincado en México, llamado Heinz Dieterich, son, en su opinión, bastante flojas. Espinosa revisó mucha de la teoría producida por la intelectualidad correísta y descubrió que buena parte de las citas corresponden a ellos mismos.
Ortiz, en cambio, destacó que muchos de los marxistas actuales y pasados sostienen, como disculpa, que mucho de lo anunciado por Marx realmente no ocurre todavía. Para Ortiz, el marxismo clásico y sus derivaciones y reformulaciones son una especie de terraplanismo, y compara a los devotos de esa fe con quienes, con argumentos al parecer sólidos y plausibles, aseguran que la Tierra es en verdad plana.
Para Ortiz, es necesario mirar hacia Italia para entender qué fue lo que pasó en el Ecuador de Correa. Concretamente, hacia Antonio Gramsci, un sindicalista que formuló la tesis de una guerra de posiciones, de pelear una batalla cultural antes que una revolución sangrienta.
Para Ortiz, sin embargo, es necesario mirar hacia Italia para entender qué fue lo que pasó en el Ecuador de Correa. Concretamente, hacia Antonio Gramsci, un sindicalista que formuló la tesis de una guerra de posiciones, de pelear una batalla cultural antes que una revolución sangrienta. Para él, el correísmo es realmente más Gramsci que Dieterich. "Hay que hablar del socialismo en el mundo de los hechos", propone, y recuerda las disculpas de cierta izquierda que, por ejemplo, elude la crítica hacia los campos de concentración de gais en la Cuba castrista porque "no eran verdadero socialismo".
Simón Ordóñez, quien fue uno de los comentaristas del evento, destacó que fue "un gran esfuerzo" de los autores leer las obras de René Ramírez, el zar de las universidades en el correato, Heinz Dieterich o del propio Rafael Correa. La obra de ambos, dijo, es un enorme esfuerzo para sistematizar la conquista del poder por parte de Correa y sus amigos. Ordóñez cuestionó también a quienes niegan los excesos del correato, que en su opinión, fue un socialismo con un mercantilismo exacerbado. Es especialmente crítico sobre por qué las izquierdas no toman nota de lo que realmente ocurrió en el Ecuador, así como destaca la pobreza intelectual de los teóricos de la Revolución ciudadana.
Simón Ordóñez recordó cómo los grupos de amigos del correato actuaron desde siempre: beneficiándose ellos, sus parejas y sus incondicionales de cualquier espacio, por pequeño que fuese. Al llegar al control del Estado, solo replicaron ese perverso modelo con impudicia infinita.
Finalmente recordó cómo los grupos de amigos del correato actuaron desde siempre: beneficiándose ellos, sus parejas y sus incondicionales de cualquier espacio, por pequeño que fuese. Al llegar al control del Estado, solo replicaron ese perverso modelo con impudicia infinita.
La toma del poder, según Ortiz Lemos
Andrés Ortiz evidencia cómo el correísmo controló el Estado.
El libro se divide en dos partes. Un análisis político, a cargo de Ortiz, y uno económico, redactado por Espinosa.
Ortiz Lemos se concentra en los primeros años del correato, en especial, en las maniobras que condujeron a la toma del poder por los correístas y sus aliados, sobre todo, de las izquierdas. Un proceso, destaca, que tuvo su parte más importante entre 2007 y 2009 y en el cual la mayor parte de los aliados de Correa eran militantes disciplinados de la tienda verde flex.
Ortiz reseña los orígenes de la teoría del socialismo del siglo XXI, sistematizada por un alemán residente en México, Heinz Dieterich. Para el catedrático, la mayoría de las ideas formuladas por el alemán, que se convertirá en el gurú de los gobernantes de la nueva izquierda latinoamericana, no son nuevas. Es un cóctel que reedita categorías marxistas como la tradicional lucha de clases, y las conjuga con tesis del feminismo radical como "el patriarcado" que supuestamente es la base sobre la que se asienta el capitalismo. A la receta del ideológo hay que sumar la denuncia del racismo y un ecologismo que rechaza la destrucción de la naturaleza propiciada por el gran capital.
Pero aunque en el papel la vulgata de los gobiernos progresistas se inspiraba en Dieterich, Ortiz sostiene que muchas de las estrategias de la toma del poder por parte de las izquierdas cobijadas por Correa proviene de Antonio Gramsci, y su teoría de librar una guerra de movimientos, de una ocupación progresiva de los espacios públicos, de la política, de la academia, de la moral y de la ciencia, hasta lograr una revolución que no es, como pretendían los revolucionarios de escuela castrista, a punta de fusil.
Recordando la "Casa Tomada" de Julio Cortázar, Ortiz describe en su ensayo como la conquista del poder fue realizada por el correísmo y sus aliados por etapas. Tomando el control de las funciones del Estado.
Recordando la "Casa Tomada" de Julio Cortázar, Ortiz describe en su ensayo como la conquista del poder fue realizada por el correísmo y sus aliados por etapas. Tomando el control de las funciones del Estado. Usando las herramientas de la democracia para imponer una dictatura plebiscitaria. Reformando leyes a su antojo para crear un marco institucional que, para mayor escarnio, nada tenía de original, pues los constituyentes de Montecristi solo lo copiaron de la Venezuela de Hugo Chávez.
Así Ortiz Lemos va relatando el ascenso al poder de Rafael Correa, quien pasa de ser un profesor de economía de la Universidad San Francisco a ministro de Alfredo Palacio, según dice, por recomendación pública de la Ruptura de María Paula Romo, aunque llama la atención que el autor no menciona la figura y la influencia en esa etapa de Alberto Acosta, verdadero enlace entre las izquierdas y el desconocido profesor que había sido ante todo un disciplinado boy scout. De su polémico paso por Economía, Correa conseguirá la exposición suficiente para entronizarse, usando la retórica anti partidos y anti prensa como banderas.
Mientras Correa se encarama en el poder, el correísmo y sus aliados van tomando posiciones en el control de todas las funciones del Estado. Ortiz es especialmente crítico con los indígenas, los sindicalistas, los intelectuales, y todos quienes entre 2007 y 2009 nada dijeron de cómo Correa sentaba las bases de su proyecto autoritario. El correísmo no echó a la rana a la olla de golpe: solo le fue calentando el agua hasta que se cocinó sin notarlo, destaca Ortiz.
La reseña incluye otros aspectos en los que Ortiz asegura el correísmo había leído atentamente a Gramsci, como la propaganda, el control de los medios de comunicación, el control de las universidades y el apoyo entusiasta de eso que el italiano llamaba "intelectuales orgánicos".
Socialismo, sin lugar a dudas, estima Espinosa Goded
Contra esos "intelectuales orgánicos" también enfila Luis Espinosa, en la parte del libro que corresponde al análisis económico y a la planificación plasmada en el Plan del Buen Vivir. Al español no le quedan dudas de que el correísmo tuvo un marxismo implícito en su formulación, aunque las citas a Marx y a teóricos de la tendencia fueran escasas. Mucho de ese marxismo se ve en su forma de concebir la economía, inspirada en el comunismo de la Alemania Oriental y a ratos, en curioso contraste, por el capitalismo de Estado de Correa del Sur.
Mucho de ese marxismo correísta se ve en su forma de concebir la economía, inspirada en el comunismo de la Alemania oriental y a ratos, en curioso contraste, por el capitalismo de Estado de Correa del Sur.
Espinosa destaca la "superioridad académica" con la que pretendía gobernar el correato.
Mucho del academicismo correísta es destacado por Espinosa: esa costumbre marxista de ser un burgués que teoriza sobre los proletarios, pero sin contar con los auténticos proletarios. O, también, esa de teorizar sobre la diversidad sexual sin contar con los auténticos gais, de la que también padecen en ciertos ambientes académicos criollos.
Espinosa destaca algunos de los aspectos del Gobierno del Power Point, del tono de decano que siempre caracterizó a Correa y a sus ministros y que, parece, empapa todavía a algunos cuadros del actual Gobierno. Así, Espinosa resalta como todo el gobierno de Correa se basó en una "superioridad academicista", en la presentación de un ejercio "técnico" del poder, en una administración liderada por alguien que era, ante todo, un PhD en economía graduado en el extranjero.
Espinosa aporta un dato curioso: en la bibliografía del Plan del Buen Vivir aparecen citados 66 autores afines a la Revolución ciudadana, 43 autores extranjeros de izquierdas, 59 fuentes oficiales ecuatorianas, 21 fuentes oficiales internacionales, 16 autores "clásicos", y diez más entre ecuatorianos y extranjeros.
Espinosa aporta un dato curioso: en la bibliografía del Plan del Buen Vivir aparecen citados 66 autores afines a la Revolución ciudadana, 43 autores extranjeros de izquierdas, 59 fuentes oficiales ecuatorianas, 21 fuentes oficiales internacionales, 16 autores "clásicos", y diez más entre ecuatorianos y extranjeros.
La Revolución de Correa tenía un fundamento ideológico autorrefencial, concluye el economista, quien luego analiza algunas de las variables económicas del correato. Por ejemplo, cuestiona que el PIB del Ecuador haya pasado de 51 mil millones en 2007 a 104 mil en 2017, pues la cifra debió obtenerse tomando en cuenta los precios a valores constantes, en cuyo caso, el crecimiento del PIB fue de solo el 35%.
Las conclusiones
Para los autores no hay duda: el correísmo fue una revolución socialista con todas las de ley. Desde el andamiaje legal hasta la retórica, desde la propaganda hasta el manejo de la economía, pasando por lo que los dos "políticamente incorrectos" consideran es la marca de los socialismos: el sabor agridulce del fracaso final del que, como es habitual, los "intelectuales orgánicos" son los primeros en desmarcarse.
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