

En Pastaza, el Consejo de Gobierno de la Asociación de Comunas Indígenas de Arajuno, impulsan el programa de Sistema Agroalimentaria – chakra integral. Foto: Noti Amazonía
Un informe de la FAO asegura que la equidad de género acabaría con la inseguridad alimentaria de 45 millones de personas alrededor del mundo. La mujer constituye un 36% de los trabajadores del sistema agroalimentario de América Latina y el Caribe, asegura la organización, y agrega que la cifra femenina va en aumento luego de la ola migratoria que tiene presencia mayoritariamente masculina.
La investigación indica que la mujer tiene peores condiciones laborales que los hombres, “ganan 82 céntimos de dólar por cada dólar que gana un hombre”, afirma la FAO. Un empoderamiento de la mujer rural sería un estímulo económico y ayudaría a reducir la pobreza: “aumentaría el PBI mundial en $1000 millones”, asegura el estudio.
Con respecto a la brecha de inseguridad alimentaria entre hombres y mujeres, la FAO indica que las mujeres padecen de mayor inseguridad alimentaria, a nivel mundial la brecha es de 4,3 puntos, mientras que en Latinoamérica es de 11,3 puntos porcentuales.
Según el reporte, los sistemas agroalimentarios son una fuente de trabajo más importante para las mujeres que para los hombres en algunos países. Asimismo, los hombres tienen mayor posesión de tierras en 40 de los 46 países estudiados.
La FAO indica que las mujeres minoristas son más propensas a comerciar con productos agroalimentarios menos lucrativos y a obtener menores beneficios. En el caso de Ecuador, esta es la presencia femenina en los distintos sectores agroalimentarios:
En el caso ecuatoriano los hombres involucrados en ventas agroalimentarias ganan en promedio $482 mensuales, mientras que las mujeres ganan $310.
En cuanto al género, la falta de acceso a recursos y la limitación al movimiento y transporte de la mujer afectan sus posibilidades de obtener trabajo. El informe presente un caso de estudio en la industria florícola ecuatoriana, donde más de la mitad de las mujeres entrevistadas reportaron acoso y violencia sexual por parte de sus superiores. Según el estudio, las consecuencias de negarse a esas relaciones van desde el recorte de salarios hasta no ofrecer más ofertas de trabajo.
La protección de tierras para la mujer es baja en un 50% de los países reportados. Esto quiere decir que las protecciones legales son escasas. En una escala del 0 al 6, siendo 0 ningún nivel de protección y 6 un nivel muy alto, Ecuador obtuvo 3 puntos, lo cual lo ubicó en la novena posición de Latinoamérica y el Caribe. Algunos de los países con mejor puntuación son Colombia o Perú, mientras que en los últimos lugares están Chile y Guyana.
A pesar de las desigualdades, el estudio muestra que algunas brechas como acceso a maquinaria o propiedad de ganado han disminuido en el caso ecuatoriano. El reporte afirma además que el hecho de que más mujeres en Ecuador tengan dinero en efectivo ha disminuido la violencia intrafamiliar.
Las brechas de género se consolidan en el campo
Para conocer cómo se expresan los hallazgos de la FAO en la realidad ecuatoriana entrevistamos a Geraldine Guerra, presidenta de Aldea. Su fundación ha realizado una serie de trabajos de campo relativos a la mujer rural.
Geraldine Guerra Garcés, presidenta de ALDEA, fue reconocida por la BBC entre las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo en 2022. Foto: Aldea
Una de esas investigaciones fue el Atlas de las Mujeres Rurales, un trabajo investigativo en los sectores rurales de Pacto, Agua Blanca, Playa de Oro y el Pueblo Shuar Arutam. Algunas de las conclusiones del estudio fueron el poco acceso a servicios básicos de salud, educación y créditos a la mujer rural ecuatoriana.
Según Guerra, la mujer rural es la que cuida la chakra y hace la mayoría de tareas en el campo. “Desde las teorías de género se habla de la división sexual del trabajo, en la ruralidad esa línea es muy frágil. Una mujer que tiene una chakra, genera un trabajo pero también alimenta a su familia. En el campo hay una vida integral”, sostiene la activista.
Las labores de la mujer rural van desde cultivar la chakra, asistir a las asambleas comunitarias donde se decide sobre el agua en sus territorios, ir a las reuniones con Banecuador para intentar acceder a créditos y ser madre de un hogar, afirma Guerra.
En el caso de Pacto, al noroccidente de Pichincha y en pleno Chocó Andino, las mujeres son productoras de panela y defensoras del medio ambiente. Guerra sostiene que son las mujeres quienes generan los procesos de defensa de los territorios, además de sus tareas domésticas.
Con respecto a la soberanía alimentaria, la trabajadora social cree que va más allá de cultivar y vender un producto, y tiene más que ver con la identidad y el reconocimiento. “Las ciudades discriminan a la ruralidad. Se debería exigir que se venda panela en Pichincha, en lugar de eso se ofrece Stevia, que no tiene nada que ver con nuestra cultura”, sostiene.
La agricultura familiar campesina garantiza un 60% de la producción agroalimentaria. Foto: EFE/Nathalie Jiménez
En el caso ecuatoriano los hombres involucrados en ventas agroalimentarias ganan en promedio $482 mensuales, mientras que las mujeres ganan $310.
Otro problema que revela el informe de la FAO es la falta de tenencia de tierras en la mujer rural. En las entrevistas conducidas en el Atlas, encontraron que las mujeres están en un círculo vicioso: No pueden acceder a créditos, por lo tanto, no tienen tierras para producir y no pueden acceder a los mercados.
Guerra ha mantenido contacto con el cooperativismo rural, quienes aseguran que la mujer, cuando accede a un crédito, cumple con los plazos. “La mujer por su condición de protectora de la vida invierte los créditos en el futuro de su hogar, el hombre en cambio se ha olvidado de eso”, dice la activista.
Según la FAO, la presencia de la mujer rural es menor en los mercados que generan mayor rentabilidad. El informe explica que en el campo se ve a la mujer en las frutas, granos o vegetales. En cambio, el hombre es quien usualmente vende carne o pescado.
Guerra explica este fenómeno a través de las teorías de género. “Es lo que se conoce como la división sexual del trabajo. No es que las mujeres no puedan producir carne, es que no tienen acceso”, dice. Por eso, Guerra afirma que es importante que las mujeres tengan tierras para que puedan acceder a créditos.
“Las brechas de género se consolidan en el campo. Los gobiernos deben lanzar programas de crédito para productores y productoras. Hay una falta de reconocimiento a lo que es la mujer rural y se la sigue excluyendo”, concluye la activista.
En Ecuador un 36% de las mujeres en la ruralidad tienen titularidad de tierras, mientras que un 43% de los hombres tienen la titularidad. Foto Archivo Ministerio de Agricultura.
Hay casi 750 mil mujeres vinculadas a lo agroalimentario
El 60% de la producción alimentaria está en manos de la agricultura familiar y campesina, afirma Stefanie Andrade, investigadora del Observatorio del Cambio Rural (OCARU).
Según un informe de OCARU, que cita el Décimo Informe del Estado Ecuatoriano al Comité CEDAW, el 36% de las mujeres rurales tienen acceso a tierra, mientras que los hombres representan un 43%.
Según investigaciones del observatorio, 747 mil mujeres están vinculadas a la producción agropecuaria y el 86% no son remuneradas. La cifra se explica si se toma en cuenta las miles de mujeres que trabajan en sus sembríos y no reciben una remuneración por estos trabajos.
“El Estado tiene una complicidad en el sostenimiento de esta estructura. Estas mujeres que trabajan en la producción alimentaria tienen en sus manos 40 tipos de productos de los que se consumen en el país”, asegura Andrade. Algunos de los productos que están en manos de mujeres son el cacao, la papa, el maíz, el plátano, el choclo o las habas.
Andrade explica que la baja rentabilidad de la producción agrícola hace que los hombres salgan a buscar otros trabajos fuera del campo. Las mujeres se quedan en el campo a cargo de las chakras y los hogares.
Por otro lado, la investigadora alerta que la política pública del actual Gobierno, de impulsar tratados de libre comercio y alianzas con la gran industria, no beneficia a los pequeños productores. Según el observatorio, muchas mujeres trabajan como mano obra para la industria y al mismo tiempo sostienen sus producciones.
“Pese a la adversidad son ellas las que sostienen estrategias para sostener organizaciones comunitarias. Es importante devolverle esta conciencia política que está dentro de las mujeres que son guardianes de vida y de la naturaleza”, concluye Andrade.
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