

Esta es la última imagen que tiene la familia Félix de Johnny. La foto fue tomada el mismo día que falleció y se observa la ayuda que recibió el joven cuando se asfixió durante el lanzamiento de bombas que hiciera la Policía en el puente de Guayllabamba. Fotografías: Luis Argüello. PlanV
Domingo, 19 de junio. En el puente de Guayllabamba, a 30 kilómetros de Quito, cientos de manifestantes estaban inquietos. Buscaban pasar a la capital para sumarse a las protestas, pero se encontraron con los cuatro carriles de la vía bloqueados con arena, rocas de gran tamaño y piedras. Y detrás, un abultado piquete de policías antimotines formados.
La Conaie había anunciado su ingreso a Quito desde el lunes 20 de junio. Pero desde la tarde del domingo, indígenas empezaron a movilizarse hacia la capital. Dos días antes, el presidente Guillermo Lasso declaró el estado de excepción en Pichincha, Imbabura y Cotopaxi y a Quito “como zona de seguridad”.
Nada de eso desanimó las movilizaciones. A los indígenas de Cayambe e Imbabura se les unieron cientos de habitantes de Guayllabamba, entre ellos Johnny Félix, quien falleció horas después durante la protesta.
Manifestantes y habitantes de Guayllabamba aseguraron que la Policía bloqueó el paso por el puente con arena, piedras y rocas para que vehículos con indígenas no lleguen a Quito.
El ministro del Interior, Patricio Carrillo, ha reconocido tres muertes en el contexto del paro nacional y excluyó la de Johnny Félix, en declaraciones del 27 de junio. “En Guayllabamba, fue por una precipitación a medianoche cuando intentó cruzar una quebrada”, resumió el Ministro sobre dicho deceso, según recogió un boletín de prensa.
Esa frase, de dos líneas, no alcanza a explicar la serie de hechos, actores y horas que hubo en este episodio que terminó en la primera muerte de las manifestaciones de junio pasado. PlanV habló con 10 testigos, familiares y amigos de la víctima, entrevistó expertos, llegó al lugar de la caída, desplegó un drone, hizo cálculos topográficos, revisó tres horas de transmisiones en vivo y se ayudó de imágenes áreas y satelitales para reconstruir las cuatro horas fatales que dejaron a una familia sin su hijo.
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Como si se tratara de la antesala de una batalla, cada bando envió a sus líderes al frente. A las 16:45, jefes policiales y dirigentes se encontraron junto a la arena y piedras depositadas en el puente de Guayllabamba. Ahí conversaron. Dos cámaras, al menos, registraron el diálogo que quedó grabado en redes sociales. “Lo único que les pido es que no pueden pasar las personas en camiones porque están infringiendo la Ley de Tránsito”, les dijo un oficial.
Los uniformados pidieron “control” de la gente y advirtieron sobre el uso progresivo de la fuerza en caso de una agresión. “Vamos pacíficos”, les dijo Hatari Sarango, vicepresidente de la Fenocin, quien desde su cuenta de Facebook transmitió la marcha. Policías e indígenas apretaron sus manos sobre el puente y regresaron con su grupo.
Sarango anunció a la concentración -que ocupaba todo el ancho de la vía- que pasarían a pie en los próximos 45 minutos. Otro dirigente informó que solo podrán cruzar los vehículos que llevan alimentos y provisiones.
A los 25 minutos del apretón de manos, los oficiales solicitaron hablar de nuevo con los dirigentes. Esa vez las cámaras no pudieron acercarse lo suficiente para transmitir la conversación. Pero se escucharon algunos fragmentos. “Voy a hacer las consultas”, les dijo un jefe policial. Pidió 30 minutos más para dar una respuesta. “Ya nos coge la noche y qué hacemos”, le dijo un indígena. La gente, visiblemente inquieta, pedía a la dirigencia que no se dejara convencer por los uniformados. Sarango pidió paciencia.
Treinta siete minutos después del primer diálogo, los manifestantes empezaron a retirar las piedras de un lado de la vía para el paso de los vehículos con los víveres. El jefe policial de nuevo se acercó al grupo y pidió que no lo hagan.
Pasadas las 17:30, un líder indígena informó que la Policía no permitiría que la movilización llegue a Quito. Un policía gritó: “No pueden avanzar, vamos a hacer el uso progresivo de la fuerza”. La gente -subida en las piedras que bloqueaban la vía- les gritó falsos e hipócritas por haber “traicionado” los acuerdos previos.
Los uniformados avanzaron hacia los manifestantes y empezaron a disparar bombas lacrimógenas, según una transmisión que existe de ese momento. Los manifestantes reaccionaron, se escondieron tras las enormes rocas que estaban sobre el pavimento y tomaron las mismas piedras que los uniformados habían dejado sobre el puente.
Hubo una breve pausa y luego se escuchó una ráfaga de detonaciones, mientras del otro lado, los indígenas lanzaban piedras. El gas inundó enseguida el puente y en los matorrales la gente prendió fuego para aliviar las molestias del gas. Carlos Guanotasig, periodista de Guayllabamba al aire, registró el uso de bolas, tipo paintball con polvo lacrimógeno. Los manifestantes retrocedieron; otros saltaron las vallas y caminaron por los matorrales.
En dos videos y desde distintos ángulos, Guanotasig y un indígena, afirmaron que los uniformados estaban lanzando al cuerpo las bombas. En las transmisiones, la gente se quejaba por el gas.
Los policías y militares dejaron el puente, pero no la zona. El nutrido grupo de uniformados se había quedado a la altura de la entrada al aeropuerto, cerca de la vía Collas.
Las personas que iba en sentido contrario, rumbo a Guayllabamba, informaron a los manifestantes de la presencia de la fuerza pública. Pero la gran marcha, en la que estaba Johnny Félix, siguió su camino.
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Johnny Saúl Félix Muenala terminó solo la secundaria. Era parte de la generación de jóvenes ecuatorianos que no trabaja ni estudia. Buscó empleo en muchas ocasiones, pero no encontró una oportunidad. A veces lograba unos ‘centavitos’ cuando lo llamaban para ser animador de fiestas. Sus amigos lo conocían como ‘loco Johnny’.
Sus padres son Augusto Félix, de 44 años, y María Marisol Muenala, de 39 años. Johnny es uno de sus tres hijos. El padre trabaja en una constructora. La madre, en cambio, tiene un local de comida en Guayllabamba, de nombre ‘Picantería Félix’.
La familia vive en el barrio Bellavista de Guayllabamba. Es arrendataria en un grupo de casas con un patio en el que hay materiales de construcción, escaleras, fierros. De las casas de los vecinos, que están sobre una ladera, los gallos hacen bulla desde sus corrales.
El domingo por la tarde, horas antes de la tragedia, la familia estuvo separada. Augusto se encontraba en el lado opuesto de la ciudad, en Amaguaña, donde trabaja en labores de construcción. Mientras que María Marisol preparaba los alimentos del lunes en su pequeño restaurante. Allí estuvo Johnny y su pareja, ambos padres de un niño de siete meses.
“Me voy a las manifestaciones para ver qué se logra”, dijo Johnny Félix a su madre ese domingo 19 de junio en el restaurante. La familia -que se endeudó para montar el negocio- no veía mal que su hijo se sume a las movilizaciones.
“El campesino gana centavos por lo que produce”, reflexiona Augusto sobre el paro. Nacido en Puéllaro -una parroquia rural de Quito-, Augusto trabajó en el campo desde su niñez hasta sus 22 años.
Después de ese anuncio, la familia no supo más de Johnny Félix hasta el lunes por la madrugada. Augusto recibió una llamada a la 01:00. Le anunciaron que su hijo posiblemente había fallecido en las manifestaciones. Salió de Amaguaña en el vehículo de sus jefes hasta el Hospital Militar, en Quito, una ciudad que casi no conoce. Tomó un taxi para ir a Medicina Legal.
En la morgue no le permitieron ver el cuerpo. Le preguntaron por algún rasgo particular. Dijo que Johnny Félix tenía en su brazo derecho un tatuaje semejante a una manga que se lo hizo su hermano. En el lado izquierdo de su pecho y en su espalda tenía otros dos tatuajes. “¿Es?”, le preguntaron mientras le enseñaban una fotografía del cuerpo de su hijo. “Sí -les dijo-. Ahí se me acabó todo”.
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A 500 metros del desvío de Guayllabamba a la vía Collas, se encuentra una curva en la Panamericana Norte. A cada lado de la vía, existen pendientes inclinadas que están recubiertas de cemento. Al final de cada una, hay una meseta desde la que se puede divisar todo el entorno.
Cuando caía la noche del domingo 19 de junio, los manifestantes observaron policías y militares en esas elevaciones. Otro grupo de uniformados estaban sobre la vía a la espera de la marcha.
De este encuentro exacto no hay videos ni fotografías, pero hubo transmisiones en vivo de comunicadores que se quedaron metros atrás. Los enfrentamientos habrían empezado hacia las 19:30, según el reporte de un periodista de Canal 6 Efinet TV.
A las 20:00, la gente se había quedado estancada en el ingreso a Collas. El mismo periodista, de Canal 6 Efinet TV, grabó el instante en que un grupo de manifestantes subió la ladera para evadir al contingente policial. Minutos después, bombas cayeron sobre el pavimento y se desprendió una nube de gases.
“Ellos estaban de loma a loma”, dice Ángel Ulcuango, de la comunidad Chaupi del pueblo Kayambi. Estuvo sobre la vía y recuerda que no hubo ningún acercamiento entre policías e indígenas como sucedió en el puente. El tiempo que solicitaron los policías más temprano fue una estrategia para que llegue la noche, asegura.
En Collas, se escucharon las detonaciones posiblemente -dice- en reacción a la búsqueda de los jóvenes que intentaban pasar por algún chaquiñán o camino rural. Ulcuango y su hermano, Milton, afirman que es la primera vez que sucede lo que consideraron como “una emboscada”. En las manifestaciones de 2019, ambos llegaron hasta la Casa de la Cultura “sin represión en la vía”.
Imagen panorámica de la meseta donde se concentró el conflicto.
La misma meseta desde otro ángulo. Ahí se observa la inclinación de la quebrada.
Un zoom del final de la quebrada donde falleció Johnny Félix.
Johnny tenía 22 años y un hijo de siete meses. “Me voy a las manifestaciones para ver qué se logra”, dijo el joven a su madre ese domingo 19 de junio.
Iván, un joven de Guayllabamba que pidió mantener su identidad en reserva, también estuvo en uno de los primeros grupos que pasaron por el lugar y fue una de las personas que se escondió en la quebrada. Narra que la gente retrocedió por la arremetida con gases. En el tumulto, se encontró con dos adolescentes, vecinos suyos, y decidieron permanecer juntos.
Los tres jóvenes se sentaron al filo de la carretera para descansar, pero de pronto vieron que policías -desde el lado opuesto- volvieron a lanzar gas. Subieron la pendiente forrada de cemento hasta la meseta que está en el lado derecho en sentido Guayllabamba-Quito.
La geografía del lugar es parte importante de esta historia. La meseta, donde se concentró el conflicto, tiene la forma de un triángulo con la punta superior redondeada. Su superficie alcanza aproximadamente 215 metros cuadrados. A ella se subieron entre 25 y 40 personas, según las estimaciones de los testigos.
Uno de ellos fue Johnny Félix, a quien Iván lo identificó por su mascarilla tipo industrial. Ese cubrebocas aparece en la última de imagen que tiene la familia del joven. Está con un short y buzo de color negro, y con zapatillas blancas. Johnny Félix, afirma un conocido, recibió ayuda porque se había asfixiado en el puente de Guayllabamba. Le untaron vinagre mientras estaba sentado junto las barandas amarillas de la vía. Con esa foto, sus amigos hicieron un cartel que ahora lo guarda su familia.
Sobre la meseta, Iván- uno de los testigos- detalló cómo transcurrieron las horas del conflicto en medio de la oscuridad.
En la meseta, Iván, los dos adolescente y Johnny descansaron por unos minutos. “En ese momento sentimos que nos empezaron a disparar por la espalda”, cuenta Iván. Seis días después, aún estaban decenas de restos de bombas lacrimógenas confundidas entre los arbustos. También había bolas paintball, una todavía tenía restos del polvo lacrimógeno.
En ese lugar, a seis días de los hechos, aún estaban decenas de restos de bombas lacrimógenas y restos de bolas tipo paintball.
De acuerdo con su relato, un grupo de uniformados -que no logró identificar si eran policías o militares- salió por el lado sur de la meseta y escaló hasta la planicie. En el lado norte había gran cantidad de gases y, al frente, otro grupo de policías.
Rodeados por todos los lados, algunos manifestantes decidieron internarse en la quebrada. Otro testigo de Guayllabamba, en una entrevista para el medio Cero Latitud, coincidió en que los efectivos sorprendieron por la espalda a los manifestantes. “La gente no tenía a donde correr”.
Iván se escondió en un penco en la quebrada, aproximadamente a cinco metros del filo de la meseta. Johnny Félix, en cambio, bajó más y al escuchar nuevos disparos se movió un metro hacia la derecha. “Sentimos que se resbaló, sonó algo y después de tres o cuatro segundos algo sonó”.
La caída se produjo entre las 19:30 y 20:00, según Iván. Uno de los jóvenes que estaban en su grupo logró enviar un mensaje de auxilio por Whatsapp. Pero los bomberos llegaron recién casi a la medianoche.
¿Por qué no salieron antes de la quebrada para pedir ayuda? Iván dice que, durante aproximadamente cuatro horas, los uniformados repelieron a los protestantes.
Durante ese lapso de tiempo, solo el medio comunitario Apak TV se mantuvo en la zona, sobre la vía, e hizo cuatro transmisiones que confirman que la dispersión de los manifestantes duró ese tiempo. En la primera, de las 21:15, registró la caída de bombas lacrimógenas, pero también el lanzamiento de bengalas por los manifestantes. En la segunda, de las 22:20, grabó a decenas de personas en la Panamericana que trataba aliviar los estragos de los gases.
En la tercera transmisión, de las 22:57, se observaron hogueras sobre la vía. En la primera línea, los manifestantes usaron señales de tránsito como escudo. Frente a ellos se vio un piquete policial que había dejado de lanzar el gas. A las 00.05, en la última emisión, se vio a decenas de personas descansando sobre la vía cerca de las hogueras. A esa hora el comunicador de Apak TV informó que habían llegado los bomberos. Los policías cesaron cuando llegaron ese equipo de rescate.
Según Iván, no salieron durante se tiempo porque desde el filo de la meseta, efectivos los alumbraron con linternas y fueron supuestamente amenazados.
“Si me dicen te mato, ¿quién no se asusta?”, reflexiona Augusto, padre de Johnny Félix, sobre las versiones que recibió de la muerte de su hijo.
PlanV pidió las versiones del Ministerio del Interior y del Comando Conjunto de las FFAA sobre esta secuencia de hechos. Solo respondió Interior y puso en duda las declaraciones de los testigos y afirmó: “Todo el tiempo la Policía verbalizó con los manifestantes para que permitieran la circulación de las personas en transporte público, en sus carros particulares y de camiones que debían entrar a Quito con alimentos y combustible. No hubo manera de que cedieran. La respuesta fue un ataque violento a los policías. La reacción del personal policial fue dispersarlos con agente químico (CS)”.
“¿Quién está ahí? Salga”, gritaron los bomberos cuando llegaron al lugar. Iván y los dos jóvenes que lo acompañaban subieron la pendiente pasada la medianoche. Los tres no fueron detenidos, pero otro grupo sí.
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“Ahí nos agarraron los militares”, dice Manuel, un líder de la comunidad Cariacu, del pueblo Kayambi, quien también prefirió mantener su identidad en reserva. Él es otra de las personas que se refugió en la pendiente de la quebrada por casi tres horas. Cuando llegaron los bomberos, a la medianoche, salió porque creyó que se trataba de un rescate. Pero los uniformados retuvieron a Manuel y a siete hombres más.
En zona de la meseta junto a la autopista, hay variedad de plantas espinosas, el suelo es polvoriento y los bordes resbalosos. La pendiente tiene una inclinación aproximada de 45 grados.
“Me dieron unas patadas, me cogieron del pelo, me sacaron la gorra y me lanzaron al piso. (Estuve) boca abajo, en la tierra. Nos dieron garrote, full patadas (...) Pisados en la nuca. (...) Nos amarraron con un cordón (que estaba) apretado. No circulaba la sangre, amortiguada la mano. (...) Gritábamos. Nos hacían comer tierra. (...) Después de la última garroteada, nos pusieron gas como de una bomba lacrimógena. (...) Buscaron en todas las maletas. Me imagino que buscaban piedras, palos, armas. En mi caso yo tenía una mochila. Arrastraron toda la ropa en el suelo, se llevaron mi billetera, perdí un poco de plata, se llevaron mi cédula, mi papeleta de votación, por ahí una tarjeta personal”.
En la misma meseta, los militares entregaron a los detenidos a la Policía. Los bajaron hasta el pavimento de la Panamericana y allí los mantuvieron sentados hasta cerca de las 05:00. La Policía informó a Manuel que había sido detenido por supuesta paralización de un servicio público. “Nos tomaron fotos y nos pidieron todos los datos”.
Esa misma mañana dejaron libres a los detenidos después de indagar su pasado. “Yo soy funcionario público, soy profesional, pese a eso nos maltrataron como animales”.
En opinión de Manuel, esa una fue una de las causas para que lo soltaran. Otra razón -asegura- es que se enteraron de que era hermano de una autoridad local. El tercer motivo fue la muerte de Johnny Félix. “Los compañeros escucharon, yo también escuché que alguien gritaba por la quebrada y luego dejó de gritar. Empezaron a preocuparse. Si nos detenían de ley hubiésemos declarado en honor a la verdad”.
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A habitantes que estaban en el redondel de Guayllabamba, donde había un punto de concentración y protesta de manifestantes, les llegó una noticia entre las 20:30 y 21:00 de ese domingo, 19 de junio. Era un pedido de auxilio por Whatsapp de un manifestante: hay cinco jóvenes de Guayllabamba caídos en una quebrada. Con el paso del tiempo, se confirmaría que solo era uno, Johnny Félix.
En el mensaje de Whatsapp llegó una ubicación cercana a la caída. En ese momento, la gente fue a sus casas a buscar sogas y linternas. Otro vecino prestó su furgoneta donde se embarcaron ocho hombres, entre jóvenes y adultos, para intentar el rescate.
En este grupo estuvo Junior Tacuri, quien observó una gran nube de gases lacrimógenos y a uniformados trepados en las montañas aledañas a la vía. El grupo se quedó dos horas, pero no pudo acercarse hasta el punto de la ubicación ni se bajó por la oscuridad y los gases.
“Era ahí mismo, mismo las bombas, no teníamos chance para nada, ni acercarnos más arriba, no nos daba chance los señores policías”, dice Julio Alcívar, otro habitante que estuvo en el grupo de rescate. Alcívar también vio a policías y militares trepados “de loma a loma” que repelían a los manifestantes.
Pamela Echanique, habitante de Guayllabamba, y otro grupo de mujeres se enteraron del rescate frustrado y acudieron a los bomberos de la parroquia para exigirles que acudan al auxilio de los jóvenes.
Una primera unidad de los bomberos salió a las 23:48, que sacó a un grupo de manifestantes refugiados en la quebrada. Regresaron al pueblo y en una hora volvieron, según testigos. Para entonces se habían sumado personal de la unidad de rescate de los bomberos de Cumbayá y una camioneta del comando de incidentes de esa institución.
En el certificado de defunción de Johnny Félix constan las causas de su muerte: “laceración pulmonar y renal derecho, hemorragia aguda interna, traumatismo toracoabdominal consecutivo”.
El cuerpo sin vida de Johnny Félix lo sacaron en la madrugada del lunes 20 de junio. Una fuente cercana al equipo de auxilio estimó una caída de 50 metros. “No fue una caída libre, sino que se va golpeando y por eso tiene bastantes traumas”, afirmó. Esa versión coincide con el cálculo topográfico que hizo PlanV del lugar de los hechos. Según este, el filo de la montaña está a 2.177 metros sobre el nivel del mar y su punto más bajo, a 2.130 metros.
Los dos manifestantes que entrevistó PlanV y que estuvieron en esa quebrada aseguraron haber escuchado voces de auxilio. Iván dijo que era la voz del joven fallecido.
En el certificado de defunción de Johnny Félix constan las causas de su muerte: “laceración pulmonar y renal derecho, hemorragia aguda interna, traumatismo toracoabdominal consecutivo”. Verónica Chávez, médica, explica que las posibilidades de que un paciente haya estado vivo -por más de cinco minutos- con esas heridas tras una caída de 30 metros son casi nulas. “La única posibilidad de que eso habría pasado es que no haya sido una caída directa, es decir que rodó, o tuvo una primera caída y luego otra”.
Este medio preguntó al ECU 911 si recibió una llamada de ayuda entre el domingo 19 y lunes 20, y si la hubo, ¿quién la hizo? La institución no contestó el pedido. Wilson Pavón, comandante de la Zona 9, afirmó a los medios -un día después de las protestas- que el ECU 911 sí fue alertado. Según él, a las 21:30, “fue llamada la unidad toda vez que existía la ausencia de una persona”.
Entonces, ¿por qué personal de rescate llegó a medianoche? PlanV solicitó una entrevista con el mayor Henry Silva, jefe de Operaciones de los Bomberos de Quito, pero tampoco hubo respuesta.
“Estos casos son aislados, son accidentales, no tienen que ver con las actividades de mantenimiento del orden”, sostuvo Pavón afuera de las instalaciones del ECU 911 el día que habló de las manifestaciones en Collas.
En medio de la tragedia, circularon versiones acerca de que Johnny Félix estuvo en las manifestaciones supuestamente para robar. “Mijo no es ningún delincuente”, dice Augusto, su padre, quien aceptó la entrevista con este medio para negar tajantemente esa especulación.
Augusto, su esposa y otros parientes regresaron con el cuerpo del joven cuando caía la tarde del lunes 20 de junio. La familia tomó la Ruta Viva, una vía que lleva al aeropuerto, para llegar hasta Guayllabamba. Se encontraron con bloqueos a lo largo de ese camino.
“Plata o gasolina”, les pidieron antes de enterarse que llevaban el cuerpo del joven fallecido en Guayllabamba. “Dios les pague, ellos mismos nos abrieron los cierres para que pasemos”, recuerda Augusto. Cada vez que pasaron por un bloqueo, la gente los aplaudía.
A la altura de Collas, cerca al lugar donde falleció, una caravana de vehículos esperó el cuerpo de Johnny para escoltarlo hasta el pueblo. A los autos se sumaron cientos de personas que los esperaban en el redondel de Guayllabamba, que fue durante 18 días el punto de encuentro de los manifestantes de ese sector.
A las 19:00, el cuerpo de Johnny Félix ingresó a Guayllabamba. La gente aplaudió, llevó globos blancos y banderas tricolor. Desde el redondel de ingreso a la parroquia, los vecinos cargaron el féretro cobijado con la bandera tricolor. Desde un megáfono, un habitante lo llamó luchador y dio ánimo a la familia.
En el centro del barrio, se instaló una carpa al aire libre y el párroco estuvo presente. Decenas de personas se apretaron para ver el ataúd. Hubo un minuto de silencio solo roto por los llantos de sus familiares. Una trompeta entonó unas notas. Le cantaron ‘Tú eres mi amigo del alma’, de Roberto Carlos. Desde el megáfono se responsabilizó de esta muerte al Gobierno.
Los habitantes subieron de nuevo el féretro en una camioneta que lo llevó por las calles principales del pueblo. Lo siguieron decenas de personas a pie, en bicicleta y motos. Pitaban. La gente salió de sus casas con pañuelos blancos y velas. Todo esto quedó registrado en una trasmisión en vivo de casi tres horas. El cuerpo de Johnny fue velado en la casa comunal de Bellavista, su barrio.
Augusto espera que la Fiscalía investigue esta muerte. “Pero, ¿quién se mete contra el Estado?”, dice el hombre con un halo de desesperanza. Después de una pausa concluye: “para el humilde no hay ley”.
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