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1 de Agosto del 2024
Historias
Lectura: 15 minutos
1 de Agosto del 2024
Redacción Plan V
Los Vega Ipanaqué denuncian ejecución extrajudicial de su hijo y claman justicia
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Carlos Javier Vega Ipanaqué se había graduado del colegio hace un año. Quería ser infante de Marina. Pero perdió la vida en un operativo en el cual están involucrados precisamente tres infantes de Marina.

 

Este 2 de agosto se cumplen seis meses del operativo en que Carlos Javier recibió cuatro impactos de fusil, al sur de Guayaquil. No tenía antecedentes penales, era músico de una iglesia evangélica de su barrio y trabajaba en la panadería de sus padres. Para FF.AA. se trató de un terrorista. Este es el primer caso fatal de una serie de violaciones a los DD.HH. cometidas bajo el cobijo del decreto presidencial del conflicto armado interno.


Bajo y guitarra, sus pasiones. Así participaba en el grupo de la iglesia evangélica a la cual pertenecía.

En Ecuador se mata a balazos y también con falsedades. Y no solo los delincuentes jalan el gatillo. Carlos Javier Vega Ipanaqué, un joven guayaquileño de 19 años, murió víctima de cuatro balas de fusil disparadas por infantes de Marina, la mañana del 2 de febrero pasado, casi al mes de la declaratoria presidencial de “conflicto armado interno”.

Un año atrás se había graduado en la Unidad Educativa América, junto con 34 compañeros: allí lo recuerdan como un chico de gran sentido del humor, tierno, sin problemas para expresar afecto y abrazar. Desde entonces se preparaba para ingresar a la universidad, participaba en los grupos juveniles de la iglesia evangélica de su barrio, al sur del puerto: le encantaba tocar el bajo y la guitarra. Y ayudaba a sus padres en la panadería que la familia mantiene desde hace años, con los secretos del sabor manaba.

Ese viernes, Carlos Javier vestía camiseta blanca y pantaloneta violeta: entre febrero y abril, Guayaquil es un horno. Tenía el turno de la mañana en la caja, pero pidió permiso para acompañar a su primo, Eduardo Velasco Ipanaqué, a vender un cachorrito en el barrio Cuba, en los alrededores del Mercado Municipal Caraguay. Cerca de las 10:00, Eduardo se contactó por WhatsApp con el comprador y se dirigieron al punto. Viajaban en un auto Aveo, color vino, que Eduardo alquilaba para trabajar como taxista.

En una de las callejuelas del barrio, en la 38, había ruido y muchedumbre. Un operativo militar ocupaba la vía angosta, porque según fuentes de inteligencia en las casas del lugar se almacenaba armas y droga. De acuerdo con la familia de Eduardo, él detuvo el auto frente a tres militares que bloqueaban el paso. Se bajó y les pidió permiso para continuar: iban justamente a media cuadra de donde se habían instalado. Negativo, estamos en operativo, retrocedan…

Eduardo velasco ipanaqué y carlos vega ipanaqué no tenían antecedentes penales. en el auto en el cual se movilizaban por el sur de guayaquil no hubo armas, municiones, droga... nada que los incrimine. aun así, el comando conjunto de las ff.aa. insistió en tildar a los primos de terroristas.

Eduardo hizo caso y al dar retro para tratar de girar en una calzada estrecha, rozó una patrulla. Él recuerda que uno de los militares le alertó pateando la parte delantera del automóvil. El guardachoque, bajo el faro izquierdo, está roto. Entonces todo se precipitó. Eduardo puso marcha hacia adelante para no seguir dañando la pintura de aquel vehículo. Disparos. Creyó por un instante que se había desatado un fuego cruzado entre los militares y presuntos delincuentes, por eso el retén en la zona. Pero no. Alcanzó a ver cómo un infante de Marina se acercó a la ventana del copiloto y descargó su fusil. Carlos Javier iba en ese asiento y con las últimas fuerzas gritó a su primo que estaba herido. Eduardo condujo a toda velocidad hacia algún hospital cercano: él también recibió un disparo en el hombro izquierdo.

A cuatro cuadras del lugar, sobre la avenida Domingo Comín, los infantes alcanzaron a los primos. Ya eran más de las 11:00. Eduardo pedía a gritos socorro para Carlos Javier. Nada de eso importó. Pusieron a los dos boca abajo contra el pavimento. El cristal de la puerta derecha del auto estaba trizado y con manchas de sangre. Eduardo recuerda que un infante lo pateó justo en la herida del hombro. Carlos Javier, el más blanquito de sus tres hermanos, tenía ya la piel violácea.

Pese a la gravedad de sus heridas, los marinos pusieron a los primos contra el piso, en la Av. Domingo Comín.

Llegaron de inmediato miembros de la Policía: revisaron el auto, el celular de Eduardo y no encontraron nada: ni armas, ni municiones, ni droga, ni alcohol, ni mensajes comprometedores. Nada. Entonces custodiaron la ambulancia del Cuerpo de Bomberos en que trasladaron a los primos al Hospital del Guasmo. “Te amo” fue lo último que Laura Ipanaqué escucho de su dulce y dinámico Carlos Javier, antes de que lo ingresaran al quirófano.

A la mañana siguiente, pasadas las 07:00 del 3 de febrero, Carlos Javier no resistió las heridas de las balas de fusil y falleció. Dos perforaron su pulmón derecho, una su columna y la última los intestinos.

Terrorífica versión de Fuerzas Armadas

Los miembros de la Dirección de Comunicación del Comando Conjunto de las FF.AA. no lo pensaron dos veces: “Terroristas aprehendidos ante intento de ataque a retén militar”. Así titularon el boletín de prensa que pusieron a circular en redes sociales, a las 20:00 de ese viernes 2 de febrero. Para entonces, los uniformados ya sabían que Eduardo y Carlos Javier no tenían antecedentes penales. Sin embargo, a Eduardo se le abrió una causa en flagrancia por el supuesto delito de ataque y resistencia. Eran los días en que el respaldo popular a la gestión del presidente Daniel Noboa empezaba a caer del 82% al 41%, como se explica en la siguiente nota.

El boletín está acompañado de dos fotografías que proveen información relevante. En una se muestra a los primos contra el piso, malheridos. En otra, el auto con el cristal del copiloto trizado y con manchas de sangre. En el resto de vidrios o en la carrocería no se distingue a simple vista impacto alguno.
En resumen, los militares dijeron que habían actuado así en cumplimiento del Decreto 111, el cual determina el conflicto armado interno. Que los chicos quisieron evadir el control, embistieron a los uniformados e impactaron la patrulla. Y que por eso “se realizaron disparos para precautelar la seguridad del personal”. Al final, el posteo en redes cierra con esta etiqueta: #FFAAContigo.

Boletín de prensa que circuló a las 20:00 de aquel viernes 2 de febrero.

Según la Marina, los disparos fueron a las llantas del Aveo color vino. Las fotos del auto que Plan V ha revisado muestran que los neumáticos estaban en buenas condiciones, al momento de la interceptación de los primos Ipanaqué, en la avenida Domingo Comín. La versión va más allá. El capitán Carlos Salvador dijo al periodista Henry Dueñas, de Ecuavisa, que “los disparos fueron a las llantas, pero por la irregularidad del área el vehículo se movió y por la impericia del conductor produjo esos lamentables sucesos que ocurrieron (sic)”.

En la intersección de la Calle 38 con la Francisco Robles, la calzada es regular. Hay, a lo sumo, cuatro baches. El mayor es de aproximadamente 30 cm de diámetro con 4 cm de profundidad.

El auto tenía en las ventanas fragmentos mal colocados de películas oscuras. Esto, a criterio de la Marina, convirtió al Aveo en “un arma que atentaba contra la vida de los militares, por lo que "los militares realizaron dos disparos, lamentablemente uno de los disparos llegó al hombro del conductor y el otro entró por la cajuela y se fragmentó y llegó al pulmón de la persona que se encontraba al lado derecho del vehículo”, dijo el capitán Salvador.

Abraham Aguirre es integrante del Comité Permanente por la Defensa de los DD.HH. y patrocina a la familia Vega Ipanaqué. Con base en la historia clínica del Hospital del Guasmo donde falleció Carlos Javier, el abogado contradice la versión de la Marina. Dicho informe indica que hubo cuatro impactos, tres de derecha a izquierda, y de arriba hacia abajo, y uno de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo. Aguirre menciona que se ha pedido una ampliación del protocolo de autopsia, porque en este informe la direccionalidad de las balas no concuerda con el informe del hospital. “Se pide que se haga esta ampliación -dice Aguirre- porque este, entre comillas, error podría acarrear que la defensa de los sospechosos utilice tal error y por ese tecnicismo poder tener algún tipo de beneficio procesal en el futuro, al crear una duda razonable ante el juez de garantías penales”.

El estado del caso

La investigación de la muerte de Carlos Javier se encuentra en etapa de indagación previa y pudiera extenderse hasta por dos años, dado que el delito que se busca indagar -una ejecución extrajudicial- tiene una pena privativa de libertad de más de cinco años.

“La Fiscalía ha hecho su trabajo -dice Laura Ipanaqué, madre del joven-. Pero el tiempo transcurrido nos desgasta emocionalmente. Gracias a Dios contamos con el gran apoyo de organizaciones de derechos humanos para evitar que este caso caiga en la impunidad”. De sus ojos oscuros y penetrantes, ahora quedan tan solo dos líneas ahogadas en lágrimas. Sus largas pestañas, recuerdo de los días felices en familia, también se han ido perdiendo. Su voz se volvió pausada, nasal, casi inaudible: “pido justicia, mataron a un chico noble, mancillaron su nombre”.

Su esposo, Carlos, acompaña cada palabra. “Hemos quedado marcados para toda la vida -dice-. Mi esposa, cuando ve militares en la calle, se aterra. Ellos están preparados para una guerra. Y han cumplido su labor entre comillas, porque las vacunas y los asesinatos persisten. Se han cargado con gente inocente. Asesinaron vilmente a mi hijo”. Un ahogo, una exhalación larga y luego el llanto amarra a la pareja. Y piden a Dios un consuelo. Incluso el consuelo de aprender a perdonar…

El abogado Aguirre recuerda que la Fiscalía ha tipificado inicialmente el caso que indaga como una extralimitación en la ejecución de un acto de servicio. Pero la defensa, con base en algunas pericias y elementos de cargo, busca que se cambie el tipo hacia ejecución extrajudicial, en función del Art. 85 del Código Orgánico Integral Penal. El jurista hace una distinción necesaria: cuando se habla de extralimitación se piensa en una culpa, es decir, el incumplimiento por descuido o negligencia de determinadas reglas; cuando se trata de una ejecución extrajudicial existe dolo.

Av. Domingo Comín, al sur de Guayaquil. Los primos Ipanaqué buscaban el hospital más cercano.

En las tres fotos de este segmento se puede apreciar que las llantas del auto no sufrieron impactos de bala.

El cristal de la puerta del copiloto luce destrozado y con manchas rojizas.

Una de las pericias clave en el proceso es la reconstrucción de los hechos. Esta diligencia estaba prevista para el pasado miércoles 24 de julio. Sin embargo, la Fiscalía General solicitó la presencia del fiscal de la causa para una audiencia en Quito y por ello no se pudo realizar tal recurso. Y aún no está definida una nueva fecha. ¿Qué datos pudiera arrojar esta acción? Mediante el empleo de un escáner láser 3D Leica se podrá determinar una simulación de la ubicación, proyección y distancia de los disparos, dónde estuvieron ubicadas las personas que dispararon, cómo se produjeron los disparos, en qué distancia estaba el vehículo de los tres sospechosos. “Así tendremos más elementos -dice el abogado Aguirre- para pedir la retipificación de extralimitación a ejecución extrajudicial”.

¿Qué dicen las cámaras de seguridad de las calles donde ocurrieron los hechos? A la familia se le ha dicho que si bien sí hay cámaras en la calle Francisco Robles, estas no funcionan. Para el defensor de los Vega Ipanaqué se puede contar con filmaciones que vecinos del lugar hayan podido hacer en aquellas circunstancias.

Fuerzas Armadas, a seis meses de los hechos, persiste en indicar que se trató de una acción enmarcada en el Decreto Ejecutivo 111, que hubo un intento de ataque y que, en uso progresivo de la fuerza, hubo disparos para proteger la integridad de los uniformados. Lo cierto es que Carlos Javier Vega Ipanaqué quería ser un infante de Marina, pero sus sueños se apagaron, precisamente, en un operativo en el cual estuvieron involucrados tres infantes de Marina.

La familia Vega Ipanaqué en el paso de los años. La ausencia de Carlos Javier pide a gritos justicia.


  PUNTO DE VISTA  

Abraham Aguirre, abogado de la familia Vega Ipanaqué e integrante del Comité Permanente por la Defensa de los DD.HH.

“Mecanismos que afianzan la violencia estatal dan como resultado ejecuciones extrajudiciales”

La sociedad tiene el derecho a la memoria, es decir a saber que estos casos no pueden quedar tras un velo de impunidad porque demuestran la brutalidad con la cual el Estado implementa una política pública de seguridad. Siempre es necesario hacer entender a la ciudadanía que los defensores de derechos humanos no estamos en contra de la aplicación de medidas de seguridad, porque es un derecho fundamental. Pero crear mecanismos que afianzan más la violencia estatal dan como resultado graves violaciones a derechos humanos, como las torturas y las ejecuciones extrajudiciales. Este hecho debe ser visible, porque lo que ocurrió con Carlos Javier sucedió, sucede y sucederá con otras personas, mientras la sociedad crea en un planteamiento de híperseguridad del Estado como una panacea social. Los espejos de México y Colombia demuestran que tales planteamientos exacerbaron el estado de violencia extrema e impunidad perpetrado por uniformados en sus respectivas sociedades.

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