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27 de Octubre del 2022
Historias
Lectura: 20 minutos
27 de Octubre del 2022
Julio Oleas-Montalvo
2022: de la guerra a la estanflación
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 La guerra de Rusia contra Ucrania desbarató cualquier posibilidad de recuperación luego de la pandemia de la Covid. Foto: Reuters

 

En 2021 el crecimiento de América Latina alcanzó al 6,3% anual. Si en realidad funcionase el goteo, esta recuperación habría reducido en forma significativa la pobreza. Pero esto no ha ocurrido. Las cifras reportadas por la Cepal dicen todo lo contrario: 32,1% de pobres y 13,8% de personas extremadamente pobres, un total de 287 millones de personas.


Con el retorno a la «normalidad» y una vez recuperado el crecimiento económico, luego de la pandemia se suponía que ganarían prioridad las políticas de adaptación al cambio climático y de lucha contra el hambre y la pobreza. Pero el 2022 será recordado por la guerra en Ucrania y sus repercusiones globales.

En el 2021 el crecimiento económico se recuperó en forma sorprendente, con una tasa de variación de 6,3% a escala mundial. Al final del año la variante Omicron frenó esta tendencia y en febrero del 2022 la guerra cambió las expectativas y aceleró la inflación. Antes de la guerra, el FMI pronosticó tasas de crecimiento anuales del PIB mundial de 4,4% para el 2022 y 3,8% para el 2023. En octubre las redujo a 3,2% y 2,7%, respectivamente. La inflación ya era más alta de lo usual en las dos décadas previas, acicateada desde el 2020 por las restricciones a la oferta de materias primas. Los bancos centrales han reaccionado tratando de contraer la circulación de dinero, como si la nueva tendencia de precios solo se debiera a los estímulos otorgados durante la pandemia.

Este año solo diez países tendrán crecimientos significativos: Guyana, 57,8%; Irak, 9,3%; Irlanda, 9,0%; Kuwait, 8,7%; Arabia Saudita y Colombia, 7,6%; Vietnam, 7,0%; India, 6,8%; y Egipto, 6,6%. Mientras que EE. UU. crecerá 1,6%, el área euro, 3,1%; China, 3,2%; y América Latina y el Caribe, 3,5%.

La piedra de toque: el petróleo

La principal causa de la desaceleración económica se encuentra en la insuficiente oferta de materias primas. Materias primas con precios altos son buenas noticias para los países que las exportan, pero el incremento de los costos de quienes las importan frena la producción de manufacturas y servicios. El resultado global es negativo. El petróleo es fundamental. Su precio tiende al alza por los desajustes entre oferta y demanda originados en la pandemia. La agresión a Ucrania agravó este desfase y la Unión Europea lo empeoró con las sanciones impuestas a Rusia.

La OPEP redujo la extracción cuando la pandemia paralizó la economía mundial; en la actualidad extrae 1,6% más que en el 2020, volumen insuficiente para cubrir el desfase. Se necesitaría 2,6 millones de barriles/día más de lo disponible en la actualidad para equilibrar el mercado. Amin Nasser, director ejecutivo de Saudi Aramco, advierte que una recuperación del crecimiento mayor a la prevista erosionará reservas que ya se encuentran en niveles inusualmente bajos, lo que elevará más los precios. EE.UU. ya ha recurrido a sus reservas estratégicas, que se han reducido de 650 millones de barriles al comenzar la pandemia, a 580 millones antes de la guerra, a 405 millones a mediados de octubre de 2022 (57% de la capacidad de almacenamiento.)

Un empleado en la instalación petrolera de Saudi Aramco en Abqaiq, Arabia Saudita. Foto: Archivo Reuters

La inversión no ha reaccionado. La exploración global de petróleo y gas natural del 2022 es la más baja de la última década. Hasta agosto solo se han cerrado 21 rondas de negociación, es decir la mitad de las 42 rondas cerradas en un periodo similar en 2021. El consejero de JP Morgan, Jamie Dimon, vaticina que a fines de año el barril de petróleo (Brent) sobrepasará los USD 175, lo que explica la reanudación de las conversaciones del gobierno norteamericano con Irán y Venezuela. 

Alta inflación, nuevamente

El World Economic Outlook de octubre de 2022 (FMI,) comienza con una afirmación que abona la incertidumbre: “La actividad económica global está experimentando una ralentización más aguda de lo esperado, con la inflación más alta en varias décadas”. Esta nueva etapa de precios altos tiene como telón de fondo niveles de deuda –pública y privada– gigantescos (en las economías avanzadas la relación deuda/PIB ya supera 420%) y hasta 2020 tasas de interés bajas o negativas. Además, empresas acostumbradas a gestionar sus inventarios just-in-time comenzaron a hacerlo just-in-case, saturando las cadenas mundiales de suministros para satisfacer los requerimientos de sobreacumulación posteriores a los confinamientos del Covid-19.

El FMI prevé que el 2022 cerrará con una inflación mundial de 8,8%, es decir el doble que al cierre de 2021. En los países en desarrollo será más alta (9.9% anual) que en los desarrollados (7.2% anual). Esa entidad revisó al alza sus previsiones luego de la agresión rusa a Ucrania: 4% para los países en desarrollo y 3,3% para los desarrollados. Esto significa que la inflación ya era alta antes de que la guerra altere la oferta global de energía y alimentos.

Los países con graves alteraciones políticas o económicas sufrirán inflaciones más intensas: Zimbabue con una inflación esperada de 285% anual; Venezuela, con 210%; o Argentina, con 72%. En el otro extremo, muy pocos tendrían inflaciones de menos de 5% anual: Bolivia, Ecuador, Panamá entre otros. El escenario económico de 2022 tendrá “consecuencias de gran alcance”, señala el Annual Economic Report (junio del 2022) del Bank of International Settlements (BIS).

El mundo se encuentra transitando hacia un cambio de régimen de inflación. En abril de 2022 tres de cada cuatro países ya tenían inflaciones superiores a 5% anual. El BIS atribuye este cambio de tendencia a tres factores: la recuperación de la demanda agregada facilitada por las políticas de estímulo tomadas en 2020 y 2021; una menor demanda de servicios a cambio de mayor demanda de bienes; y los cuellos de botella provocados por la falta de materias primas y otros problemas logísticos del comercio exterior suscitados por la pandemia.

285% es la inflación más alta estimada para un país y le corresonde a zimbabue, le siguen Venezuela, con 210% y  Argentina, con 72%. ecuador y panamá tendrán una inflación menor al 5%.

En diciembre del 2020 el presidente Trump trató de frustrar el triunfo de su oponente mediante un paquete de reactivación de USD 900.000 millones. Tres meses más tarde, el gobierno demócrata de Joe Biden aprobó un nuevo paquete, por USD 1.900.000 millones, “a pesar de la sostenida recuperación” norteamericana, en un claro ejemplo de populismo económico, según Kenneth Rogoff.

Como si el nuevo ritmo inflacionario solo fuese provocado por las políticas de estímulo a la demanda, los bancos centrales están aplicando la “terapia de choque” del manual: aumentar las tasas de interés de referencia. El FMI respalda esta disciplina y sugiere permitir que la política fiscal alivie las presiones sobre los costos de vida manteniendo al mismo tiempo “una posición ajustada suficientemente alineada con la política monetaria”. También aconseja – ¡cuándo no! – nuevas reformas estructurales. La Reserva Federal (FED) norteamericana ya anticipó que mantendrá su política de tipos de interés. De su lado, el Banco Central Europeo (BCE) cree que al subir las tasas de interés puede evitar que el shock de precios provocado por la falta de energía avance y se amplifique. Todo esto a pesar de la creciente evidencia de que estas políticas provocarán una recesión mundial, como advierte el economista crítico Michael Roberts.

Al final de la década de 1970 el presidente de la FED Paul Volcker ya aplicó una terapia de choque parecida. La inflación terminó por ceder, pero también provocó la recesión mundial de 1980-82. Cuarenta años más tarde casi todos los bancos centrales han decidido seguir el mismo camino, con las destacables excepciones de Japón y China. “Es una terapia de choque para la economía global pero no para la inflación. Una vez que las principales economías caigan en una recesión, la inflación caerá como resultado”, advierte Roberts.

¿Existe una espiral precios-salarios?

Las tasas de inflación actuales son primariamente el resultado de una oferta insuficiente, en particular de alimentos y energía, pero también de manufacturas y bienes tecnológicos. Un estudio reciente del mismo BCE informa que desde el tercer trimestre de 2021 la inflación de la zona euro (en septiembre de 2022 llegó al 10% anual) “estuvo inicialmente impulsada principalmente por la oferta, pero la importancia de los factores de demanda ha aumentado gradualmente en el tiempo”.

En su último informe la UNCTAD estima que cada incremento de un punto porcentual en la tasa de interés clave del FED reduciría la producción en 0,5% en los países ricos y en 0,8% en los países de menor desarrollo durante los próximos tres años. “¿Intentan resolver un problema del lado de la oferta con una solución del lado de la demanda?” comentó Richard Kozul-Wright, jefe del equipo que preparó ese informe.

USD 83.000 se "fugaron" de países emergentes a los centros del desarrollo financiero, entre diciembre del 2019 y marzo el 2020, según estimó el fondo monetario internacional.

Banco Central Union Europea. A los bancos centrales solo parece preocuparles que se genere una espiral de salarios y precios.

A los bancos centrales solo parece preocuparles que se genere una espiral de salarios y precios. Se basan en argumentos ampliamente aceptados, pero cuestionables. El salario no es igual –intrínsecamente– a cualquier otro precio de mercado. Si lo fuese, un salario mayor se proyectará inequívocamente en los precios de los bienes y servicios que emplean esa «mercancía» llamada trabajo, de la misma manera como un incremento de los precios de los alimentos o de los combustibles provocará la elevación de los precios de la comida en los restaurantes o de los pasajes de las aerolíneas.

Pero el trabajo no es una mercancía. El ya citado informe de la UNCTAD estima que entre 2020 y 2022 “un promedio de 54% del aumento de precios en el sector no financiero de los Estados Unidos se atribuyó a mayores márgenes de ganancia”. Dicho de otra manera, lo que en la economía más liberal del mundo impulsa el crecimiento de los precios es el costo de las materias primas y la creciente participación del capital en el valor agregado final. Los salarios no han aumentado, por lo que la espiral parece ir de ganancias del capital a precios del producto. Algo que hace más de siglo y medio ya lo dijo K. Marx: “Un aumento general en la tasa de salarios resultará en una caída en la tasa general de ganancia, pero no afectará a los precios de las mercancías” (Salario, precio y ganancia).

Efectos colaterales de los ajustes monetarios

El incremento de las tasas de interés fortalece al dólar norteamericano, que sigue siendo el refugio predilecto en periodos de convulsión política e inestabilidad económica. Esto contribuye a depreciar otras monedas, en especial las de países menos desarrollados, que suelen requerir financiamiento internacional pagadero en dólares. Conforme avanza el proceso, se encarece el financiamiento.  

Al encarecimiento del crédito se suma la fuga de capitales que ya se disparó con la pandemia: el FMI estimó que entre diciembre de 2019 y marzo de 2020 huyeron de los “países emergentes” USD 83.000 millones; el Instituto de Finanzas Internacionales publicó una cifra mucho menor, de USD 30.000 millones. La guerra en Ucrania ha renovado los temores de los inversionistas, que siguen drenando capitales, a pesar de que países como Chile o Brasil ofrecen retribuciones mucho más altas que las brindadas en EE. UU.

La política de tasas de interés del FED y del BCE encarece el servicio de las deudas externas de los países menos desarrollados, lo que incrementa el riesgo de default. Por el momento, esto no ocurrirá en Ucrania, pues en agosto de 2022 sus acreedores privados congelaron durante dos años los pagos de unos USD 20.000 millones de deuda. Su generosidad no es gratuita: varias transnacionales quieren asumir el control de los recursos naturales de ese país, que tiene más de 30 millones de hectáreas cultivables de tierra fértil (un tercio del total de tierras agrícolas disponibles en la Unión Europea), que era uno de los mayores productores mundiales de cebada y trigo, y del 30% de todo el aceite de girasol del mundo.

Conforme se fortalece el dólar, se encarecen las importaciones de los países con monedas depreciadas. Sus empresas deben gastar más en importaciones o reducir sus inversiones, lo que inequívocamente frena el crecimiento.  La “década perdida” de 1980 es un ejemplo claro de los efectos de una política monetaria contractiva del FED en América Latina.

Crecimiento sostenible, ese oxímoron

La teoría del goteo (Trickle-down economics) propone que la riqueza de las capas sociales más acaudaladas gotea hacia las más pobres; que los inversionistas (los acaudalados), que son quienes generan empleo, deben ser alentados con exenciones tributarias y otros incentivos. Esto garantizaría el crecimiento económico, indispensable para que en efecto gotee la riqueza creada, avalando al mismo tiempo la sostenibilidad social. Esta teoría justifica la reducción de los impuestos para los acaudalados y por tanto ha contribuido a minimizar el tamaño del Estado, incapacitándolo para generar y ejecutar políticas públicas.

En 2021 el crecimiento de América Latina alcanzó al 6,3% anual. Si en realidad funcionase el goteo, esta recuperación habría reducido en forma significativa la pobreza. Pero esto no ha ocurrido. Las cifras reportadas por la Cepal dicen todo lo contrario: 32,1% de pobres y 13,8% de personas extremadamente pobres, un total de 287 millones de personas. En 2022 Colombia crecerá más de 7%, pero alberga un porcentaje total de pobres de más de 40%, es decir casi 21 millones de personas. Estas son las cifras de pobreza más altas desde 1995, consecuencia de la conjugación de los efectos de la pandemia y la teoría del goteo con los problemas estructurales de desigualdad, informalidad y vulnerabilidad que caracterizan a la región.

En América Latina la etapa con reducciones significativas de pobreza y altas tasas de crecimiento terminó mucho antes de la pandemia. Y en el futuro inmediato Jann Lay, del German Institute for Global and Area Studies (GIGA), prevé que “las perspectivas […] son más bien malas, ya que, por un lado, las perspectivas de crecimiento no son buenas y, por otro, las desigualdades fundamentales –en el acceso a la educación, la sanidad, la seguridad social– siguen siendo grandes”.

Es imposible que el goteo solucione estas desigualdades fundamentales. Pero para mantenerse, el goteo necesita, imperiosamente, tasas de crecimiento similares a las observadas durante el super ciclo de las commodities, interrumpido por la crisis financiera de 2008. En América Latina los monocultivos (desde banano hasta soja) no generan los empleos necesarios y la minería a gran escala, siempre capital-intensiva, menos todavía. Al final, los beneficios terminan en las transnacionales del norte o en China.  

La pobreza America Latina alcanza ya unas 287 millones de personas.

3.763 casos de conflictos socioambientales se han reportado en todo el mundo, originados por centrales nucleares, minería metálica y no metálica, gestión del agua, combustibles fósiles, infraestructura y construcción, pérdida de biodiversidad, biomasa y conflictos de uso de tierra e industriales, gestión de residuos…

El crecimiento basado en monocultivos y minería también es un oxímoron por sus impactos ambientales. No existe la tan promocionada minería sostenible. Todos los recursos minerales se agotan, lo que dependerá, inexorablemente, del ritmo de extracción y de las eventuales incorporaciones de nuevos yacimientos, producto de inversiones exitosas. Mientras tanto, las actividades mineras y los monocultivos –en especial su expansión– seguirán generando externalidades negativas que no pueden restaurarse, ni siquiera cuando –excepcionalmente– han sido internalizadas mediante impuestos o sanciones pecuniarias a los responsables.

El Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL) registra 284 conflictos provocados por el extractivismo. La conflictividad ambiental no se limita a América Latina y menos a las actividades de extracción minera. El Global Atlas of Environmental Justice de la Universidad Autónoma de Barcelona (EJAtlas), ha reportado 3.763 casos de conflictos socioambientales, en todo el mundo, originados por centrales nucleares, minería metálica y no metálica, gestión del agua, combustibles fósiles, infraestructura y construcción, pérdida de biodiversidad, biomasa y conflictos de uso de tierra e industriales, gestión de residuos…

Para sostener la estructura social en la que impera la teoría del goteo es necesario acelerar el crecimiento económico. Pero al hacerlo prosperará la conflictividad social y se afectarán más los ya vulnerados límites ambientales del planeta: cambio climático, pérdida de diversidad biológica, ciclos bioquímicos, uso global de agua dulce, cambios en los sistemas de suelos, acidificación de los océanos, ozono en la estratósfera, contaminación química y carga atmosférica de aerosoles, según los científicos J. Rockström, J. Sachs, M. Öhman y G. Schmidt-Traub (https://bit.ly/3Dzu5jP).  

Luego de la debacle ambiental promovida por el presidente Trump, la administración Biden se encuentra en una disyuntiva jamás imaginada: el compromiso con su agenda climática choca con la necesidad de más crudo para estabilizar los precios de la energía demandada por las empresas y los consumidores. En julio de 2022 el Parlamento Europeo aceptó (¡!) que el gas y la energía nuclear sean considerados “verdes” (https://bit.ly/3sN14LH). Las subidas de las tasas de interés en el norte encarecerán el servicio de la deuda externa de los países del sur, que se verán obligados a intensificar la explotación de sus recursos minerales y sus monocultivos, para evitar el default.

Más petróleo y más gas, quemados en la atmósfera, acelerarán el cambio climático. Más centrales nucleares implicarán riesgos mayores de desastres como los de Chernóbil o Fukushima. Deudas externas más caras acelerarán la deforestación, la pérdida de diversidad biológica, causarán mayor estrés hídrico, cambios en los sistemas de suelos y contaminación. No pinta bien el futuro de la civilización humana, si se sigue haciéndolo depender del crecimiento sostenible …ese oxímoron.

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