
Cronista y ensayista. Máster en politícas ambientales y territoriales por la Universidad de Buenos Aires.

Ilustración: SCH
Antes de analizar la interrogante voy a explicar el contexto del género femenino en la Literatura universal y la etapa política del Ecuador en la década del sesenta del siglo XIX cuando se publicó por primera vez el relato ficcional del escritor lojano, Miguel Riofrío (1822-1879).
Las mujeres como personajes centrales en la ficción
El Papel de las mujeres en la literatura (2017), de Pilar Lozano Mijares, explica que el género femenino en las ficciones escritas por los hombres desde el siglo XVII al XIX se encuentran en dos categorías, la primera pertenece a la mujer buena, dócil, sumisa, y no problemática; la segunda es mala, poderosa y rebelde.
Para Lozano son dos condiciones extremas sobre el género femenino, pero también destaca que algunos escritores como Tolstói (1828-1910) en Ana Karenina (1878) y Flaubert (1821-1880) en Madame Bovary (1856-1857) ya tratan de otra manera a las protagonistas e incluso llegan a ser superiores intelectualmente a los hombres. En sus relatos ambos novelistas ya abordan lo racional, lo psicológico y lo emocional de sus personajes principales.
Según la reseña de Consuelo Martínez Lozano sobre el artículo Se busca heroína. Reflexiones sobre la heroicidad femenina de Paulina Rivero Weber (2010), las mujeres en la historia de la literatura siempre se encuentran en un estado de tragedia, pierden amores, tanto familiares como de pareja, aparecen sufridas, dóciles y carentes, pero a partir de Ana Karenina y Emma Bovary da un giro a la figura de heroína en la ficción a pesar de que estos dos personajes seguían inmersos en el patriarcado.
Recordemos que Ana Karenina cuando decide contar su infidelidad a su esposo y expone que ama al conde Vronsky, se libera de la culpa y por fin cree que será feliz con el hombre que desea, pero la vida de Ana no va a mejorar pese haber dicho la verdad y lo que sentía: la sociedad la juzga, maltrata y sobre todo la invisibiliza y la inseguridad comienza a tomar fuerza en su mente y cuerpo hasta que se destruye así misma.
La emancipada no es pasional. más bien demuestra un carácter estoico. la joven aguanta el maltrato y la imposición, pero luego se rebela y contesta, o más bien dicho se defiende con intelecto. El escritor se apoya en la protagonista para explicar la pugna entre liberales y conservadores.
Mientras que Emma sueña con un gran amor por la lectura asidua a novelas románticas de la época y cuando conoce a Charles Bovary, ella cree que su sueño se ha cumplido. Sin embargo, su esposo demuestra a través de la convivencia frialdad y falta de apego, durante ese descontento asoma el terrateniente, Rodolphe Boulanger. Bovary se ilusiona y sueña con fugarse de su casa, pero después de un tiempo su amante la abandona porque sólo quería una aventura con ella. Luego de ese fracaso amoroso conoce, por fin, tal como lo narra Flaubert, a su alma gemela, Leon Dupuis, y con él arranca una vida de lujo y placer sin medida. A causa de esa pasión acumula deudas y es ahí cuando Emma colapsa.
En el caso de Rosaura, Riofrío la inventa con alto significado sociológico y político, ella es un personaje reflexivo y no convencional que sirve al narrador para criticar las costumbres y la tradición que predomina en territorio ecuatoriano. La emancipada no es pasional, más bien demuestra un carácter estoico, la joven aguanta el maltrato y la imposición, pero luego se rebela y contesta, o más bien dicho se defiende con intelecto. El escritor se apoya en la protagonista para explicar la pugna entre liberales y conservadores que tuvo el Ecuador en esa época.
Primer garcianismo (1861-1865)
La emancipada fue publicada como folletín desde 1863 en el periódico capitalino, La Unión, en pleno auge del primer mandato de Gabriel García Moreno (1821-1875).
En esos años que fue escrita la novela de Riofrío hubo momentos complicados en la política ecuatoriana, por ejemplo, como explica Enrique Ayala Mora en su libro: García Moreno: su proyecto político y su muerte (2016), en este primer período, cuenta el revisionista, tomaron fuerza los seguidores de la revolución urvinista (1851-1859), un primer legado del liberalismo en el país contra los conservadores. De otra parte, en 1862 ocurre el alzamiento de la comunidad indígena en la provincia del Cañar por la creación de condiciones de sobreexplotación y de represión laboral.
Además, el latifundio se expandió gracias a las exportaciones de cascarilla, tabaco, caucho, pero más del cacao, ese comercio internacional elevó al Ecuador como nación. En 1867 el país tuvo la oportunidad de participar en la Exposición mundial de París, tal como lo indica el historiador en Historia del Ecuador: época republicana tomo II (2008), ese acontecimiento tuvo repercusiones comerciales para la república:
“El incremento de la producción para el mercado externo impulsó la creación de los primeros bancos, que concedían premios a productores y comerciantes, y se dedicaron a prestarle dinero al Estado, transformándolo en deudor permanente”.
“Las hijas no son esclavas ni de sus padres ni de los curas”
Riofrío arranca la primera novela ecuatoriana retratando a la protagonista de la trama y configura el perfil de La emancipada desde lo físico hacia lo psicológico. Rosaura es una joven de belleza mesurada y no hay exageración en la descripción del rostro que ejecutó el escritor, pero tampoco simpleza; es más, parece un fresco delicado de un artista plástico que dibuja no a una muchacha de 18 años sino a una representación de la hermosura y la potencia que tiene la juventud, sobre todo cuando leemos que su cara tiene una firmeza inconmovible:
“No había una perfecta consonancia en sus facciones; por eso el conjunto tenía no sé qué de extraordinario: la limpieza de su frente y la morbidez de sus mejillas que se encendían con la emoción, parecían signos de candor”.
El personaje de Rosaura zampada por la tradición, la religión y las viejas costumbres se va transformando durante el relato, de sumisa a rebelde para destruir esas normas establecidas en la sociedad del Ecuador de la centuria del XIX.
Ilustración: SCH
Riofrío cuenta que la joven desde pequeña fue inquieta intelectualmente y ella escribe sus memorias en un diario, incentivada por la educación y admiración de su madre que fue alumna de un cura. La joven de 18 años desde el inicio de la novela está dividida entre el amor y el recuerdo de su progenitora y la autoridad vil de su padre.
Don Pedro, papá de La emancipada, representa a la tradición y a las antiguas costumbres, al conservadurismo más recalcitrante. Él nunca estuvo de acuerdo que su esposa fallecida se prepare e incentive a su hija al estudio y a la lectura. Para los tradicionalistas en ese período, leer o estudiar eran acciones sólo para los hombres y también para perder el tiempo, y sobre todo para crear ideas negativas en las mujeres y alejarse de las funciones que exigía la Iglesia al género femenino.
Por eso, la protagonista escribe un diario como fuga y en sus memorias perfila la conducta de su padre. Por ejemplo, en una ocasión cuenta que después de una semana de muerta su mamá, Don Pedro le quitó todos los libros, el papel, los pinceles, las plumas, las pizarras, la vihuela española y todos esos objetos de manera arbitraria los llevó a un convento:
“Rosaura, ya tienes doce años cumplidos: es necesario qué desde hoy en adelante vivas con temor a Dios, es necesario enderezar tu educación, aunque ya el arbolito está torcido por la moda; tu madre era muy porfiada y con sus novelerías han dañado todos los planes que yo tenía para hacerte una buena hija”.
Con ese manifiesto Don Pedro comienza a buscar marido, un esposo con linaje y dinero, para esa causa el padre de la parroquia lo ayuda y elijen a Don Anselmo de Aguirre que era un hombre adinerado y respetado en esa comunidad.
El sometimiento de Don Pedro era extremo, violento y autoritario. Rosaura tenía una personalidad tranquila, pero eso no significaba que era débil, la fuerza la tenía en el intelecto, su padre estaba equivocado con respecto a ella.
Cuando la joven se entera de su provenir, ella de forma prudente contesta a su padre y expresa una frase de tiempos futuros: “Las hijas no son esclavas ni de sus padres ni de los curas”.
El sometimiento de Don Pedro era extremo, violento y autoritario. Rosaura tenía una personalidad tranquila, pero eso no significaba que era débil, la fuerza la tenía en el intelecto, su padre estaba equivocado con respecto a ella, él pensaba que la tenía sometida y en la palma de su mano, pero su hija era un ejemplo de resistencia, a todo atropello respondía con máximas ingeniosas y hechos audaces.
Durante el relato, el padre de La emancipada se irrita en cada respuesta sesuda de su hija y del sollozo de lamento de ella por repudiar el matrimonio pactado por él y el cura, e incluso para mostrar fuerza se torna sádico con un pequeño empleado indígena ante la negativa de Rosaura de no casarse con Don Anselmo. Entonces, la joven no tiene más remedio que aceptar el matrimonio con ese hombre viejo para que no siga la crueldad contra el muchacho, no contento con eso, Don Pedro también escribe una carta de parte de su hija a Eduardo su amor platónico, para contarle sobre el casamiento y a la pobre Rosaura no le tocó más que firmar la misiva sin saber el contenido de la epístola.
El día de la boda, Rosaura entra a la iglesia se coloca a lado de su futuro esposo y después de la confirmación de la unión matrimonial, sin titubear, se da la vuelta, camina y sale de la ceremonia, su padre, el cura y Don Anselmo se quedan estupefactos por la acción de la novia que estaba más bella que nunca y que impactaba al público presente no sólo por su lindura sino por su garbo. La mujer con velo blanco abandona la iglesia se trepa al caballo y se va sin importarle nada sólo su libertad.
“En la costumbre está lo malo, y está viene de muy atrás”
En el capítulo IV de la novela en donde se da la mudanza de La emancipada que pasa de mujer sometida a consolidada que se rebela ante el patriarcado, y ¿por qué no en heroína que enfrenta a un sistema corrupto?, justo en el instante que Rosaura dice sí y se marcha de la iglesia arranca la aventura de su descubrimiento como persona soberana, libre y con derechos.
¿Es una heroína, Rosaura?
La heroicidad tiene que ver con lo extraordinario, o sea, poco común o salir de un orden establecido. Imagínese lectora o lector a las mujeres en el siglo XIX, todas tenían que regirse a lo establecido y a las legislaciones manipuladas y controladas por los hombres. Mientras que en la modernidad la figura del héroe en la sociedad siempre estuvo más enlazada al género masculino por una construcción de sentido y de lenguaje.
Según Gabriela Díaz de Sabatés y Marcelo Sabatés en su ensayo, Sobre heroínas y “heroicidad”: De lo extraordinario a lo extra-ordinario (2021):
“La cuestión no es tanto encontrar lo extraordinario como una esfera que trasciende o se ubica en otro estrato cuando se lo compara con lo habitual o lo cotidiano, sino más bien hallar qué es lo extra que se exhibe junto a lo ordinario para producir lo heroico”.
Para ambos autores, la diferencia entre héroe y heroína es que el primero es perfecto y no tiene ningún defecto, la segunda definición en cambio no busca parecerse a la otra, la perfección no importa, no temen al fracaso, lo que interesa es el ideal, la revelación, por ejemplo, las heroínas desafían a lo implantado por lo patriarcal.
Riofrío no sólo ejecuta un retrato delicado y potente de su personaje, sino que describe de forma suelta y sin perifollos el paisaje natural de la provincia de Loja y la sociedad dónde La emancipada vive la experiencia de la rebelión.
Entonces, Rosaura encaja con esta segunda concepción de heroicidad por esa valiente postura de romper los moldes de la tradición de su época.
Cabe destacar que Riofrío no sólo ejecuta un retrato delicado y potente de su personaje, sino que describe de forma suelta y sin perifollos el paisaje natural de la provincia de Loja y la sociedad dónde La emancipada vive la experiencia de la rebelión.
Un ejemplo de esta idea es la escena que narra el novelista en una fiesta y costumbre popular en la parroquia de San Juan del Valle, que sucedía cada 24 de junio para celebrar al santo patrono, al norte de la ciudad de Loja cerca de los ríos Malacatos y Zamora. Riofrío narra con una fina habilidad la representación de una exótica práctica tradicional de esos pagos que acontecía en la plaza y con alto índice de barbarie, se trata del juego de los gallos. Los jugadores de esta tradición principalmente eran los caballeros y sobre todo los aristocráticos que se anotaban para agarrar a estas aves que estaban colgadas con las cabezas hacia abajo en un tipo de horca que estaba sostenida de un poste a una altura razonable para que los jinetes puedan tomarlas sin ningún recaudo. La idea del macabro juego era que el primero que agarre el gallo se daba vuelta y perseguía a sus adversarios para golpearlos con el bicho alado vivo, el ganador triunfaba mientras más porrazos daba con el animal a sus contrincantes.
Después de exponer de que consistía la atroz costumbre, Riofrío cuenta que en ese día ningún participante en la primera corrida alcanzó a tomar un gallo:
“En junio del 41, la fiesta y procesión habían terminado a la una y media de la tarde. A las dos, los palcos estaban llenos y las miradas fijas en los caballeros de la liza: varios de éstos se mostraban cariacontecidos y otros disimulaban con chistes y chanzonetas de mal gusto, la vergüenza que padecían por haber pasado bajo la horca sin poder arrancar el gallo, porque entre las frivolidades sociales figura la de la destreza en arrancar gallos el día de San Juan, es un asunto de gravísima importancia”.
En el segundo turno sorpresivamente se les une una dama que cabalgaba un brioso corcel blanco, se trata de Rosaura. El público en la plaza se anima cuando arranca la nueva contienda y la hermosa joven acompaña a los competidores y logra alcanzar un gallo, pero en vez de golpear a los demás jinetes se marcha con el ave tomando dirección hacia una anciana indígena y dice:
“Está ha sido la dueña del animal, y se lo han quitado por fuerza, según la pena con que le estaba contemplando”, exclamó Rosaura.
Para la tercera corrida también la mujer compite y gana de nuevo, pero antes de eso vale recalcar una circunstancia importante. Los indígenas que trabajaban en esa costumbre popular estaban preocupados para que la cuerda este sujetada de forma correcta en la horca, cuando observaron la primera victoria de la joven y simpatizaron con su actitud sobre todo con el gesto hacia la adulta mayor ya se prepararon para el tercer turno y en esa instancia deciden aflojarla un poco para que su heroína pueda agarrar al gallo por completo.
Lo que sucedió cuando Rosaura se lleva el ave fue que un competidor le arrancha de sus manos y le grita: “Reclamo la costumbre”. Según Riofrío el jinete fue grosero, alevoso ante la dama y salió galopando con su caballo tras quitar al animal de la mujer:
“Los indios, que con su instinto fino conocen a quien les favorece, uy le defienden con salvaje tenacidad, corrieron a pie tras el hombre de a caballo que había lastimado a su bienhechora, le alcanzaron, se prendieron de las riendas y de acción sufrieron riendasos, y gallazos del jinete y de los que acudieron en su defensa, hasta qué llegó la joven y dijo a sus vengadores en lengua quechua:
- ¡Amigos míos! ¿Créeis que estas gotas de sangre merezcan ser vengadas? no, hijos, éste desgraciado como vosotros y yo: él ha reclamado la costumbre, en la costumbre está lo malo, y ésta viene de muy atrás”.
Rosaura en esta parte del relato se transforma en una epifanía, ahí en ese punto de giro está expuesto el aspecto sociológico de la novela de Riofrío, una crítica a la forma de concebir del mundo de esa comunidad provinciana y porque no del Ecuador. La emancipada no quiere ganar a los hombres o mostrarse más poderosa frente al sexo opuesto, Rosaura va más allá de esos sentimientos terrestres, ella desea que sus gestos sirvan para modificar una tradición llena de vicios, corrupción y crueldad.
Bibliografía
Ayala Mora, E. (2016) García Moreno: su proyecto político y su muerte. Universidad Simón Bolívar. Paradiso Editores. Quito-Ecuador.
Ayala Mora, E. (2008) Historia del Ecuador Tomo II: Época Republicana. Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Editora Nacional. Quito-Ecuador.
Díaz de Sabatés, G. y Sabatés, M. (2021) Sobre heroínas y `heroicidad´: De lo extraordinario a lo extra-ordinario. Cuaderno 142.Centro de Estudios de Diseño. Cuaderno 142. pp. 61-73 ISSNN 1668-0227.
Maestro, J.G. (1994) Semiología del personaje literario. La melodrámatica vida de Carlota-Leopolda, de Julia Ibarra. Revista de la Universidad de Oviedo. Archivum. Nro 44-45.
Lozano Mijares, P. (2017) El Papel de las mujeres en la Literatura. Tres Cantos (Madrid): Santillana, D. L.
Martínez Lozano, C. P. (2010) Se busca heroína. Reflexiones sobre la heroicidad femenina de Paulina Rivero Weber. Universidad de Gudalajara. Revista de estudios de género. La ventana. vol, IV, núm. 31. pp. 228-239
[RELA CIONA DAS]



NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]



