

Fotos: Luis Argüello
El rector electo, César Montaño, en su despacho de la Dirección del Área de Derecho de la Universidad Andina.
César Montaño
Lojano. PhD en Derecho, por la Universidad Andina Simón Bolívar. Nuevo rector de esta institución.
El director del Área de Derecho de la Universidad Andina Simón Bolívar, César Montaño, tiene mucho por despachar. Luego de terminado el proceso electoral que lo nombrara como nuevo rector de esta universidad de posgrado de la Comunidad Andina de Naciones, este PhD lojano mira cómo en su escritorio se han acumulado tesis, exámenes, informes de estudiantes, documentos administrativos...
Montaño fue electo rector para el periodo 2016-2021, en una contienda en la cual se enfrentó al escritor, educador y embajador del Ecuador en Bogotá, Raúl Vallejo, quien para algunos -enmarcados en la lógica de la polarización- estaba posicionado como el "candidato del gobierno".
En un proceso llamado de consulta previa entre profesores, alumnos y funcionarios de la universidad, Montaño arrasó con una votación favorable de 9 a 1 de los más de 1400 electores. El Consejo Superior de esa universidad, un estamento internacional con delegados académicos y políticos de Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia, ratificó el pronunciamiento de la comunidad universitaria de la Andina, con una cerrada votación de 6 a 4 delegados.
La Andina es una de las dos universidades de posgrado más importantes del Ecuador y de la región, sobre todo en los estudios de las ciencias sociales. El nuevo rector considera que, sin embargo de los avances de esta universidad, es fundamental asumir nuevos desafíos, sobre todo para desarrollar los estudios de doctorado en el Ecuador e incorporar nuevas sensibilidades sociales al examen reflexivo de la academia.
¿Qué lecciones deja este proceso electoral en la Universidad Andina?
Me imagino al menos tres lecciones importantes. Primero, el haber pasado por un proceso electoral como el de la Andina no es simple. Estamos hablando de una comunidad universitaria que es madura, informada y compleja. No es fácil que los estamentos universitarios se dejen arrastrar por una tendencia que no ponga en el centro del debate un proyecto académico. La segunda lección es que los procesos democráticos siempre son sanos. En la Andina se ha dado un mensaje muy claro e importante a la sociedad, porque se logró cohesionar una posición de los estamentos universitarios alrededor de una candidatura. Ese consenso interno dio mucha potencia a nuestra propuesta. Me parece importante también el hecho de que, en este proceso democrático, la universidad pudo actuar en plena libertad.
¿Cómo se logra el consenso en un escenario general de polarización?
Es evidente que la comunidad académica pero sobre todo los docentes, reconocieron sin egoísmos la necesidad de ubicar un colega que cumpliera determinado perfil. Parte de esa fortaleza del consenso tiene que ver con un perfil adecuado. Esto tiene que ver con que el candidato conocía mucho la universidad. Para barajar mi nombre consideraron que yo había sido estudiante, dirigente de dos gremios y dirigía el Área académica más grande de esta universidad, y el hecho de estar vinculado a la institución por ya 20 años. De ahí surgió esta frase, por parte de los profesores, de que yo sería el candidato de la comunidad universitaria, por haber pasado, además, por la especialización, el master y ser el primer PhD en Derecho en el Ecuador. Todo esto me ha permitido conocer a fondo a la institución. Eso se valoró y fue fundamental para lograr el consenso.
Dentro del proceso electoral se plantearon muchas cosas, y usted mostró en algún momento su identificación con la necesidad de la excelencia académica. ¿Cómo desarrollarla?
Hay que posicionar cada vez más a la universidad a escala internacional y nacional; siempre logrando la vanguardia, como lo ha hecho la universidad en varias áreas. Hemos sido los primeros en tener ofertas académicas de posgrado, los primeros en tener el modelo de profesores de planta de tal manera que puedan apostar por un proyecto de vida en este proyecto académico, los primeros en tener una residencia universitaria de la magnitud y calidad que esiste ahora. Esa línea hay que conservarla y nos toca en el mediano plazo consolidar las mejores, y prácticamente únicas, ofertas doctoral y posdoctoral en el país; nos toca insertarnos con mayor potencia en la investigación, para que lo ya hecho sirva de base para proyectarnos. La idea de nuestra campaña fue no solo consolidar la Andina sino proyectarla, dar el salto.
La Andina ha promocionado la acreditación internacional, ¿qué significa eso? ¿Cómo beneficia a sus estudiantes o a quienes quieran estudiar acá?
El fondo de la acreditación internacional es que la universidad acoge, abraza y apuesta por los mecanismos internacionales de autoevaluación y mejora constante. Sea la acreditación ante organismos nacionales, para obtener la categoría A que mantenemos, sea para los organismos internacionales. Es el hecho de que el crecimiento no se da sobre una consolidación endógena, sino que podamos medirnos con estándares de otras partes del mundo. De hecho, el equipo internacional que hace esa acreditación representa una perfecta mezcla entre las mejores prácticas del sistema anglosajón y europeo de educación, y el sistema latinoamericano. Ahí hay una amalgama de experiencias de lo mejor de la educación superior mundial, que sirve para determinar los elementos útiles para evaluar a la universidad. Cuando nosotros apostamos por la acreditación internacional apostamos por el esquema de mejoramiento continuo, siendo autocríticos y sometiéndonos a estándares de evaluación más exigentes que los aplicados por los órganos nacionales de evaluación. La Andina ha sobrepasado los estándares nacionales de evaluación. No digo que lo hecho en el país no haya servido, de alguna manera, para sacudir al sistema –creo que hay elementos positivos ahí, aunque creo que los mecanismos no han sido los más adecuados- pero los estándares internacionales sobrepasan los esquemas nacionales. Eso nos pone siempre un paso adelante pero plantea también retos más grandes y pone plazos y metas para cumplir proyectos y mejores prácticas. Es un gran avance.
¿Para efectos prácticos qué significa ese avance? En algunos aspectos tenemos una visión parroquiana, pero cuando hablamos de posicionamiento internacional ¿de qué hablamos, de Estados Unidos, de Europa? ¿Qué puede dar América Latina en el campo académico?
Para nosotros la excelencia internacional no es una elección, es un mandato, por la naturaleza de la institución. La Andina es un organismo internacional, es el órgano de formación de posgrado de la Comunidad Andina de Naciones. Por su naturaleza se define como universidad internacional. Eso ya nos marca un camino. Ahora, la idea es seguir cultivando este modelo, que es único, que permite seguir sentando las bases para hacer una reflexión desde América Latina, desde la subregión andina para el resto del mundo, generando nuevos enfoques teóricos, nuevos puntos de vista, de tal manera que no necesariamente nos enmarquemos en una visión eurocéntrica o de países del primer mundo. Nosotros también podemos hacer academia. Este es un elemento de fondo. El demostrar, y lo estamos logrando, que en América Latina, con nuevos enfoques críticos y alternativos, sin dejar de lado experiencias de otras partes, podemos generar nuevas visiones. Rescatando, además, los elementos culturales, los elementos que marcan a nuestra sociedad. En el Ecuador, la reforma universitaria se ha planteado por etapas y se ha dicho que la universidad tiene que identificarse con la idea de mejorar y aportar a los proyectos nacionales. Sin dejar de lado principios liberales como la libertad de cátedra, de investigación. Esta universidad tiene como tarea replantear esto y pensar en una cuarta reforma universitaria en nuestro país, en el sentido de repensar el Estado nacional en el contexto de la globalización. Esta universidad tiene los elementos y arrestos para hacerlo. Una de las metas en torno a estos objetivos tiene que ver con elevar la conciencia crítica de la sociedad. A eso no podemos renunciar, es misión de toda universidad.
Usted dice que en la actual reforma se han dado elementos positivos, y otros no, ¿podría precisar?
"Con los modelos de universidades tipo Yachay,estamos apostando a decir que todo lo anterior no sirve, se pone un parte aguas y empezamos a refundar la vida universitaria en el Ecuador".
El esquema de esta reforma universitaria lleva a un esquema de educación superior demasiado tecnocrático, demasiado procedimental de cumplimiento de requisitos no necesariamente cualitativos, sino cuantitativos. Se deja de lado, además, la posibilidad de reconocer que en el Ecuador hubo y hay una actividad universitaria e instituciones universitarias importantes de proyección internacional inclusive. Con los modelos de universidades tipo Yachay,estamos apostando a decir que todo lo anterior no sirve, se pone un parte aguas y empezamos a refundar la vida universitaria en el Ecuador. Es un error craso de la política pública. Se debió hacer un análisis más objetivo de lo que había para fortalecer lo que estaba funcionando y mejorar lo que no. Esto también pasa por decisiones de carácter financiero. No se está dando la importancia en temas de financiamiento para potenciar a las instituciones que sí están funcionando. Las mismas instituciones de evaluación y acreditación tienen ya elementos para saber cuáles, porque han hecho una categorización de universidades nacionales. Se debiera refinar -además- lo que se refiere a la política de acceso al sistema universitario. Me parece, también, que la cultura de evaluación ha sido un aporte de la reforma, pero a lo mejor no se lo ha hecho de manera idónea. En el caso de una universidad como la nuestra no se consideraron elementos que serían propios para una universidad de posgrado, y se pensó que se podía someter el esquema de evaluación de esta entidad al esquema de universidades en general. El resto de universidades tienen carreras, nosotros tenemos posgrados, por ejemplo. Tiene que haber un modelo solo para universidades de posgrado. No es lo mismo hablar de posgrado respecto a otras universidades que tienen un modelo de carreras.
El modelo que este gobierno ha buscado imponer es el vinculado a la tecnocracia, pero al parecer el estudio de las humanidades se ha minimizado, ¿qué piensa usted de ello?
Se ha dejado de lado la necesidad de que el sistema universitario también ejercite un trabajo de investigación y de crítica en el área de las humanidades. Quién si no, un estudiante universitario de posgrado, formado en humanidades, puede procesar, analizar y a lo mejor plantear soluciones a los grandes problemas de la sociedad. Si apostamos por el modelo de universidades del primer mundo que en otros contextos están abocadas a la investigación para la gran empresa, estamos cercenando la posibilidad de que nuestra sociedad cuente con elementos calificados para pensar el futuro. Desde la academia, hay que dar el lugar que merecen el pensamiento crítico, el pensamiento filosófico, incluso las ideologías. Eso nos permite replantearnos la vida nacional, la pervivencia o transformación del Estado nacional y su inserción en el mundo. El gran desafío en esta parte es que debemos pensar en soluciones propias. La Universidad Andina también encarna el deseo de una visión propia de nuestra realidad. Una visión no excluyente, conectada a las escuelas más destacadas del mundo.
¿Cómo es el proceso de aprendizaje en el cuarto nivel y el esquema en el que se mueve una universidad de posgrado?
La universidad viene trabajando desde hace años en varios niveles de posgrado. Eso nos ha permitido desarrollar procesos de formación serios, de cuarto nivel. Estos permiten, por ejemplo, en el ámbito del Derecho, que es el área más cercana a mi experiencia, que operadores de la justicia en muchos ámbitos tengan un pensamiento crítico mucho más elevado, y que conozcan a través de las especializaciones cómo funciona el sistema. En la especialización tratamos de proveer elementos para el ejercicio profesional sobre la base del régimen nacional. En la maestría de investigación logramos un debate teórico más elevado con un esquema de Derecho comparado. Aquí se teoriza, se intenta amalgamar las visiones a escala internacional y tomar un postura desde las investigaciones de los estudiantes para entender lo que está pasando y proponer soluciones a los problemas. En el master internacional, nosotros dotamos a los estudiantes de herramientas para la consultoría de alto nivel, para que ejerzan la docencia y hagan investigación. Es decir, nos encaminamos más hacia la formación de personas más académicas. En la maestría profesional se va por el mismo andarivel pero con un esquema menos agresivo de estudios comparados, va más por pensar y repensar el caso ecuatoriano o de los países de la región, pero con un esquema más aplicado. Y luego el doctorado, que implica nuevas perspectivas teóricas, críticas a las teorías y que forma esencialmente docentes e investigadores. Con ese esquema hemos venido trabajando muchos años, no pensamos que debamos abandonar la formación profesional en las especializaciones. Mucho del aparataje público nacional y privado funciona gracias a muchísimas personas que se han formado en la Andina, donde se han enterado cómo funciona el sistema. La perfecta combinación de una universidad tiene que ser el dotar de herramientas para que las profesiones sean eficientes y útiles y pensar y replantear los problemas y las soluciones. La universidad Andina tiene que profundizar en esos esquemas, que deben tener una revisión también porque la realidad es diversa y cambiante y tenemos que abrir las puertas a lo que viene: el reto del doctorado en el Ecuador, para generar un grupo de profesionales de primer nivel académico que eleve el nivel de la docencia y la investigación en el país. Ese esquema se replica en las ocho áreas de la universidad, respetando sus singularidades. Con los doctorados se apuesta a elevar definitivamente el nivel de la academia ecuatoriana.
¿Hay un eje que desde esta reforma universitaria se ha pretendido demonizar incluso y es la vinculación con la sociedad?
"Tenemos que seguir construyendo una universidad conectada con las problemáticas del país y de la región. Una universidad que genere espacios para que los diversos sectores sociales se puedan manifestar libremente y pensar soluciones a sus problemáticas".
La vinculación con la sociedad es sumamente importante. La universidad tiene que seguir construyéndose de cara a la sociedad. Una universidad que crece sin relación con la sociedad, con dependencias de otros sujetos, me parece que no es una universidad. Tenemos que seguir construyendo una universidad conectada con las problemáticas del país y de la región. Una universidad que genere espacios para que los diversos sectores sociales se puedan manifestar libremente y pensar soluciones a sus problemáticas. Una universidad que abrace además ciertos elementos que no pueden quedar fuera de debate alguno. Por ejemplo, en ninguna de las reformas universitarias se ha pensado en una universidad que reflexione sobre los derechos. Estar en los derechos ahora, sea de las personas, de la naturaleza o de los animales es dar un paso adicional. La perspectiva de género es algo actual; debemos fomentar un modelo universitario que no deje de lado nuestra responsabilidad respecto al planeta y a las futuras generaciones; que reflexione y replantee con seriedad los temas de integración; creo que el único camino para América Latina en términos de desarrollo es la integración. Hoy más que nunca se habla de integración, y hay marcos constitucionales abiertos a la integración, hay más organismos que antes pero en la práctica hay menos integración.
Hay muchas sensibilidades, como el tema ambiental o los estudios feministas que son poco tomados en cuenta en la academia ecuatoriana…
Es el reto de la universidad, estar al día. Aunque algunas cosas nos parezcan novedosas no lo son tanto. En una de mis clases de Constitucionalismo Contemporáneo pregunté a mis alumnos si habíamos inventado algo con la nueva constitución y me dijeron: sí, los derechos de la naturaleza. Lo dijeron con todo el convencimiento y hasta eran capaces de firmarlo. Y les conté que la ley Fundamental de Bonn, que es la constitución alemana de 1919, ya tenía artículos que regulaban los derechos de la naturaleza. Eso ya se pensó, en algún momento, en otras partes. Y llegó años después a nuestros países, y nos parece todo nuevo. Siempre me acuerdo las palabras del maestro Juan Carlos Agulla, en Argentina, que antes de morir decía a un discípulo, Enrique del Percio: “querido Enrique, el futuro ya no es lo que era, hay que pensarlo todo de nuevo”. Es decir, no hay certezas en el mañana, todo el tiempo debemos estar pensando y repensando. Ese es uno de los retos de la universidad en general.
[RELA CIONA DAS]


NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]



