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3 de Agosto del 2022
Historias
Lectura: 21 minutos
3 de Agosto del 2022
Redacción Plan V
Francisco Oliva: una sociedad del conocimiento tiene garantizado el éxito económico
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Fotos: Luis Argüello

 

El reto es no crear brechas digitales, que no acaben en sociedades de primera, de segunda y de tercera. Eso no podemos volver a permitirlo en la historia de la humanidad, y aunque son muchos actores los responsables, la universidad es muy importante para lograrlo: Francisco Oliva.


Francisco Oliva Blázquez (Málaga, 1972) es el rector de la Universidad Pablo Olavide, de Sevilla, España. El asistió a principios de julio a un encuentro de rectores, organizado por la Universidad Andina Simón Bolívar, para reflexionar acerca del presente y el futuro de la universidad pospandemia. Catedrático en Derecho Civil, también es experto en Bioética y en Derecho privado comparado. También es autor de alrededor de cien publicaciones en forma de monografías, manuales y artículos jurídicos en revistas y obras colectivas. Ha sido investigador principal de tres proyectos de investigación competitivos de carácter nacional.

En esta entrevista con Plan V, el doctor Oliva reflexiona sobre la universidad y el aceleramiento virtual que ha cambiado el paradigma y la gestión universitaria.  Pero siempre, sostiene, el acceso, la producción y la aplicación del conocimiento son los elementos universitarios que no cambiarán ahora ni en el futuro de la universidad. Y aboga porque la formación y la educación sigan siendo el factor esencial en el desarrollo de las sociedades.  

Uno de los nuevos desafíos de la educación superior es la globalización de la universidad ¿en qué consiste esto?

El conocimiento siempre ha sido global, esa es una obviedad. Coincidimos ahora mismo con dos fenómenos que hacen que la globalización sea más necesaria. Uno, es la crisis provocada por la sostenibilidad. Esto da lugar a que afrontemos una transición ecológica y una revolución verde. Y esta es necesariamente global, porque si se hace en un país pero en el de al lado no se hace no sirve para nada. Y lo mismo ocurre con la revolución digital, que ahora promete tantas cosas: la inteligencia artificial, la robótica, el blockchain bien llevado, todo lo cual tiene que ser aprovechado por toda la sociedad. No podemos permitir que encontremos, nuevamente, un proceso tan importante de revolución y cambio como el que vivimos, en el que solamente unos cuantos se aprovechen del desarrollo que va a crear esa revolución. Por eso, la formación tiene que ser global y todas y cada una de las universidades en el mundo tenemos que afrontar ese cambio. Desde el punto de vista, además, de la formación integral de la persona que aporta a la universidad. El conocimiento siempre ha sido global, insisto, pero hoy en día la necesidad de que esta nueva formación se afronte de forma global es muy importante. Porque en ello nos va la vida en el planeta, por un lado, y por otro, el que no creamos brechas digitales que no acaben en sociedades de primera, de segunda y de tercera. Eso no podemos volver a permitirlo en la historia de la humanidad, y aunque son muchos actores, la universidad es muy importante para lograrlo.

Usted menciona la brecha digital, pero hay muchas brechas. España vive, por ejemplo la migración africana, en Centroamérica también salen miles de personas hacia Estados Unidos; un mundo de personas expulsadas de sus países por la pobreza, la violencia y la exclusión. Antes se tenía la idea de que la educación podía cerrar estas brechas ¿todavía puede hacerlo?

Sin ningún tipo de duda. Estoy convencido de que la educación y la formación son los mejores elementos para eso. ¿Qué es lo que traen? Ante todo, personas que pueden estar felices porque pueden trabajar, y provocar crecimiento económico y el desarrollo de la sociedad donde vive esa persona. Una sociedad del conocimiento tiene garantizado el éxito económico, y por lo tanto cuanto más se invierta en educación y en formación a todos los niveles en todos los países del mundo, menos necesidad tendrá su gente de emigrar a otros países. Si no hay oportunidades, formación ni educación, es lógico que la gente quiera irse a otro sitio donde pueda conseguirlas y no hay barreras físicas que paren eso, esa es la realidad. Por eso es tan importante invertir en aquellos países que tengan más dificultades para acceder a la educación y a la formación. Eso, en primer lugar, es extraordinario para el propio país, que va a poder obtener el crecimiento, la cualificación y la productividad de su gente. Porque a más conocimiento más productividad y más movimiento económico para ese país. Y desde el punto de vista más egoísta, para los países receptores de grandes flujos migratorios es también una excelente noticia. Por lo tanto, lo que hay que hacer es cooperar para llevar la educación y la formación a los demás y hacer que, como es lógico, la gente esté contenta en su país. No conozco a nadie que emigre de su país con alegría, al contrario, todo el mundo se va con tristeza. España, después del franquismo tuvo que hacerlo también y nadie se fue contento. Lo que hay que hacer es ayudar a los países para que la inversión en educación y en formación sea real, a través de instituciones internacionales, por ejemplo, y que las condiciones de vida mejoren sustancialmente en estos países. 

tenemos que adaptar esas dos realidades, la presencial y la digital. Tomando lo mejor de los dos mundos, estoy seguro de que podemos tener un futuro extraordinario para la universidad. Esto permite que las universidades podamos crecer de una manera exponencial, si hacemos bien las cosas en la digitalización.

La pandemia generó una híper acelaración digital. Lo que se esperaba en lograr en años se hizo en meses. Esto es un enorme reto para la universidad, ¿cuáles son los mayores desafíos?

Hubo una auténtica revolución digital, muy acelerada, como consecuencia de la pandemia. Eso de hacer virtud de la necesidad. En muy poco tiempo, en nuestra universidad comenzamos a trabajar de cien por ciento presencial al cien por cien online. Eso no fue fácil. A la semana siguiente de declararse el estado de excepción en España y cerrarse la educación universitaria estábamos organizando cursos online de capacitación de todo el profesorado, para saber manejar las distintas herramientas digitales, lo mismo que los estudiantes. Ahora, pasada la emergencia y con el tiempo y tranquilidad que da el hecho de que no tenemos excesiva prisa, lo que tenemos que hacer es dar un salto de digitalización real y completo. Es decir, ahora es el momento de incorporar todo lo bueno que tiene la digitalización en la enseñanza, la docencia y la investigación a nuestra actividad diaria. Por ejemplo, yo mismo durante la pandemia descubrí que hay unas herramientas digitales que te permiten evaluar a los estudiantes y que son extraordinarias. Y, sinceramente, jamás se me hubiera ocurrido incorporarlas a mi quehacer como profesor si no llega a ser por la pandemia. Es lo que yo he aprendido, porque esas herramientas puedo ya utilizarlas en mi vida diaria como profesor. Hay muchísimas herramientas, instrumentos que nos permiten acercar todavía más la universidad al estudiantado. Pero eso sí, y siempre lo digo, una universidad no solamente puede ser una academia que ofrezca conocimientos online, eso lo puede hacer cualquiera. La diferencia entre otro tipo de academia, instituto, etcétera y una universidad es que nosotros ofrecemos una formación integral de la persona, le ofrecemos la posibilidad de obtener conocimientos globales, humanistas, capacidad crítica; la posibilidad de ser persona, en la medida de lo que significa ser libre, crítico, reflexivo y ser culto. Por eso tenemos que adaptar esas dos realidades, la presencial y la digital. Tomando lo mejor de los dos mundos, estoy seguro de que podemos tener un futuro extraordinario para la universidad. Esto permite que las universidades podamos crecer de una manera exponencial, si hacemos bien las cosas en la digitalización. Por ejemplo, nosotros, en la universidad, todos los veranos organizamos cursos, que están dirigidos más bien a la reflexión de los problemas del presente. Siempre organizamos unos cuarenta cursos, a los que asisten alrededor de mil estudiantes y siempre en una hermosísima ciudad de Sevilla que se llama Carmona. Antes, todo el mundo tenía que acudir allí, ahora ya no, tenemos un sistema híbrido gracias a que hicimos una gran inversión en tecnología puntera en nuestra universidad.  Una tecnología que permite al estudiante que está en su casa seguir una clase en directo, interviniendo en ella, preguntando, repreguntando, lo que se llama la experiencia de inmersión en un aula real desde tu casa. ¿Qué es lo que ha ocurrido este año? Por ejemplo, en un curso de gestión deportiva que tenemos, que organiza el Sevilla Fútbol Club, se nos han inscrito gestores de clubes deportivos de Argentina, porque ya no tienen necesidad de venir a España, de gastarse el dinero, de tener el tiempo. Por lo tanto esta es otra vía que tenemos que aprovechar, porque expandir el conocimiento y la formación es expandir el crecimiento intelectual y económico. 

Siempre hay temor de que con el avance de la digitalización se puede ir perdiendo humanidad. Es decir la interrelación entre las personas en el proceso de aprendizaje, que da la universidad: relacionarse entre iguales, establecer los vínculos, la empatía. Como que también nos vamos acostumbrando a ser una imagen en una pantalla. ¿Cuál es su reflexión como rector universitario?

Me parece una reflexión muy interesante que comparto. Siempre lo digo y lo advierto: nosotros no somos una universidad online. Somos una universidad presencial, y ese es un valor que jamás podemos perder. Lo que debemos es conseguir el balance entre la presencialidad y la oportunidad de incluir también herramientas digitales en la docencia. Hay que tener en cuenta una cosa: la inmensa mayoría de nuestros estudiantes universitarios son nativos digitales, son personas que viven en las redes sociales. A un colega no le seguían mucho en una actividad de su clase sobre responsabilidad civil y resolvió hacer su actividad por Twitter, el éxito fue absoluto, porque de repente los estudiantes se vieron que ahí estaban a gusto e interviniendo en clase. Ese es un elemento complementario, siempre. Pero yo estoy absolutamente de acuerdo con lo que ha dicho. Para empezar, la experiencia universitaria para cualquier estudiante es una de las partes más hermosas de la vida. Y no se puede pasar esa época hermosa encerrado en una habitación. Ese es un error tremendo. De hecho, durante la pandemia yo recibía continuamente correos de estudiantes de mi universidad, diciéndome: por favor, cuándo vais a abrir la universidad, porque querían ir. Insisto, la idea, como todo en la vida, es conseguir el término medio. Y este es: universidad presencial incorporando las herramientas del mundo digital que nos permitan mejorar la calidad, nuestra esencia, sin perder nunca de vista el elemento esencial de la relación humana que implica la vida universitaria. 

Al final del día, la universidad no puede responsabilizarse cuando otorga un título de cómo esa persona servirá a la sociedad. Pero sí la universidad tiene muchos retos en torno a los desafíos del mundo actual: el calentamiento global, por ejemplo. Y sobre eso, falta mucho por entender lo que significa una educación con identidad planetaria ¿cómo puede aportar la universidad a esa identidad planetaria, a entender la complejidad del mundo, marcados aún, como estamos, por las polarizaciones?

Tengo muy claro que ahí la universidad tiene que jugar un papel esencial. La universidad siempre ha tenido, además, esa finalidad. Si por algo se caracteriza un profesor universitario, y es lo que nos caracteriza a los universitarios de cualquier formador de carácter general, es que el universitario siempre ha tenido una vocación internacional. Es decir, siempre ha querido conocer experiencias ajenas. Siempre ha querido salir. En España, para ser profesor universitario con un cierto rango, necesitas demostrar haber realizado estancias de investigación en universidades extranjeras. Lo que se pretende, evidentemente, es abrir los ojos, salir del localismo y por lo tanto conocer la realidad de otros países. Por eso estoy convencido de que las universidades nunca hemos tenido problemas en pensar en global. Siempre lo hemos hecho. Es decir, a ningún científico se le ocurre hablar de la botánica de Sevilla. La botánica tiene un carácter universal, luego tienes variedades que debes estudiar en tu propia tierra. O sobre problemas de geodinámica que no estén relacionados con el resto del mundo. Incluso en disciplinas tan teóricamente nacionales como el Derecho. Yo soy catedrático de Derecho, cada vez es más común la visión comparada del Derecho. Que es no solo la visión comparada, que es conocer qué hacen los demás, sino incluso llegar a la uniformización del Derecho en ciertos ámbitos en el mundo. Comprendo que el equilibrio que tienen que hacer los políticos es complejo, entre la realidad de sus problemas nacionales y los internacionales, pero evidentemente tienen que intentar siempre buscar esa visión global de los problemas. Se ha visto ahora mismo en la gobernanza y en la forma de afrontar el problema del calentamiento global. Ha habido países que quieren respetar determinados pactos y otros que no. O la política real. Que ha ocurrido ahora en Europa a partir de la guerra en Ucrania, pues que empiezan a ponerse en tela de juicio muchos de los distintos hitos que se pretendían alcanzar en la lucha contra el cambio climático y se empieza a hablar nuevamente de la energía derivada del carbón por el problema del suministro del gas ruso en Europa. Comprendo que es difícil, pero hay una cosa que todo el mundo tiene que asumir de una vez, y es el cambio climático, que es una realidad. Europa está ahora mismo hirviendo, pero no España, lo que ha solido ocurrir en el sur de España, sino Londres o París, por poner ejemplos de lo que está ocurriendo. Realmente o empezamos a pensar en que tenemos realmente que prescindir de algunas cosas locales para hacer una política global o vamos a vivir en un planeta cada vez más inhabitable. 

Comprendo que es difícil, pero hay una cosa que todo el mundo tiene que asumir de una vez, y es el cambio climático, que es una realidad. Europa está ahora mismo hirviendo, pero no España, lo que ha solido ocurrir en el sur de España, sino Londres o París, por poner ejemplos de lo que está ocurriendo.

¿Cómo mira usted de la relación universitaria con América Latina, tomando en cuenta la opción de ser una universidad internacionalista?

La internacionalización para nosotros es fundamental y lo es más con América Latina. En primer lugar porque compartimos cultura, historia y lo que es más importante, una lengua común, que hablamos millones de personas en este mundo. Siempre he creído que todavía el sistema de educación superior latinoamericano, español y portugués está muy infrautilizado y sus capacidades no acaban de explotar como deberían hacerse. En Europa tenemos un programa que se llama Erasmus, que permite la movilidad de todos nuestros estudiantes en cualquier país de la Unión Europea y nuestros estudiantes lo hacen encantados, sin compartir una lengua. Me imagino cómo sería con países de América Latina con quienes compartimos la lengua. Es un ejemplo de las cosas que podríamos hacer en un futuro. Y  nuestra relación es muy estrecha, y arranca por nuestra propia razón de ser. Pablo de Olavide era un ilustrado peruano que se fue a los veinte y tantos del Perú y se vino a España. Una persona muy formada en el periodo de ilustración francesa e hizo una enorme aportación para modernizar a España. Es un vínculo y, si se me permite, es como una metáfora de lo que queremos ser nosotros: un puente entre las universidades latinoamericanas y las españolas, con nosotros concretamente. Por lo tanto, nuestra vocación desde nuestro nacimiento es muy americanista, de muchísima relación. Yo, en la Universidad Andina Simón Bolívar vengo impartiendo clases en el doctorado de Derecho desde el 2005. Una de mis prioridades durante mi mandato como rector va a ser dar un salto exponencial en los convenios que vamos firmando para seguir estrechando relaciones. Tenemos algunos programas en marcha en Ecuador, los cuales no puedo informar aún, pero que van a permitir la movilidad del profesorado, de los estudiantes y vamos a tener esa sinergia de trabajo que es lo más importante ahora mismo.

¿Qué tienen que mirar muy bien los estudiantes? Que los centros que ellos escogen para sus estudios tengan sus certificaciones de calidad expedidas por instituciones nacionales, las que sean, y que por lo tanto eso da una cierta garantía.

¿Cómo garantizar la calidad educativa en este mundo virtualizado? Hay muchas ofertas de esto pero  quién y cómo se garantiza la calidad para quienes quieren emprender en programas virtuales de estudios superiores. 

Es una clave fundamental hoy en día, porque empiezan a explotar el tipo de universidades, instituciones, escuelas de negocios, etcétera, de todo tipo, que ofrecen cursos virtuales. Y en este maremagnum es importante no perderse. Y es importante que cualquier estudiante que quiera, un joven o profesional, inscribirse para uno de esos títulos, se informe muy bien. Desde luego siendo una universidad ya empieza a haber una garantía adicional. Le puedo decir que en el caso de nuestro país hay una agencia nacional de calidad del sistema universitario que controla estos elementos. Esto es fundamental. Yo como rector jamás autorizaré un curso online que no cumpla con los requisitos  de calidad imprescindible para garantizar que se da una enseñanza virtual de la máxima calidad. ¿Qué tienen que mirar muy bien los estudiantes? Que los centros que ellos escogen para sus estudios tengan sus certificaciones de calidad expedidas por instituciones nacionales, las que sean, y que por lo tanto eso da una cierta garantía. Por lo tanto, si es universidad y además tiene certificaciones y acreditaciones de calidad, será una cierta garantía de que lo que se está ofreciendo es bueno. Esto es muy importante hoy en día, que se elijan bien los cursos, porque este tema ha explotado ahora mismo, todo el mundo ofrece títulos de muchos tipos y el control de la garantía de la calidad y sus certificaciones son fundamentales. 

 

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