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14 de Abril del 2014
Historias
Lectura: 13 minutos
14 de Abril del 2014
Jean Cano

Periodista de investigación.

'La ciudadanía andina se desconoce de manera preocupante'

Fotos: Gianna Benalacázar

El boliviano Adalid Contreras Baspineiro está convencido de que la CAN prevalecerá frente a los organismos ideológicos, como el Alba y la Alianza del Pacífico.

 

Uno de los beneficios de la CAN, que destaca Adalid Contreras, es que hay un mejor y mayor comercio entre los miembros.

 

El boliviano Adalid Contreras, exsecretario de la Comunidad Andina de Naciones, detalla los retos políticos de esa organización regional en los nuevos tiempos políticos. El ser ciudadano andino todavía pesa poco en los habitantes de Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia.

Adalid Contreras

Es sociólogo y comunicólogo boliviano. Fue Secretario General de la Comunidad Andina de Naciones entre mayo del 2010 y febrero del 2013.

El ser habitante andino parecía que tenía mucha fuerza, al punto que identifican a los que nacimos en la región como andinos, sin pasar por las nacionalidades de los países que lo componen. ¿Pero se ha llegado a un punto en el que esa identidad pierde fuerza?

El mapa de la integración en América Latina se ha movido mucho y sigue cambiando. No olvidemos que, en América del Sur, el sistema más antiguo es la CAN y tuvo un posicionamiento, no solamente pionero sino también importante por una serie de actividades realizadas en la región, que le permitieron un posicionamiento regional de primer orden. Ahora la CAN es un esquema que comparte este espacio con muchos otros organismos. Sólo para hablar de América del Sur, el Mercosur. O, acuerdos de cooperación entre pares, Alianza del Pacífico y Alba. Una fuerza muy importante es la Asociación Latinoamericana de Integración. Y el surgimiento de estos estadios importantes de integración Unasur y la Celac. Además compartiendo con otra serie de organismos en América Central, México y el Caribe. La CAN ya no es el único referente de integración en el continente pero es un referente importante. En mi gestión trabajamos la identidad andina amazónica y la abrimos a la caribeña por las características de los países donde está situada la CAN. Lo que pasa es que en el posicionamiento de los sistemas de integración se perdió la referencia de la identidad más cultural y ganó la identidad más territorial, los países ligados al Pacifico o los países ligados más al Atlántico. Y no tanto los países de los Andes, Amazonía o costeños. Hay que trabajar un reposicionamiento desde la identidad plural de la región andina y amazónica y saberla traducir en cierta legislación que permita recuperar la ciudadanía. En este contexto es difícil hablar solamente de una ciudadanía andina por la referencia cultural y geográfica.

El pasaporte de los ecuatorianos dice Comunidad Andina. Es identitario…

Absolutamente y ese es uno de los recursos que precisamente logramos consolidar el año 2010. En el marco de una serie de actividades para ir hacia una ciudadanía andina. Es importante que, más allá de la identidad cultural o la pertenencia territorial, tengamos una identidad como ciudadanos como personas de la sociedad civil que gozan de derechos regionales o subregionales adicionales y complementarios de los derechos nacionales.

Pero parece que los habitantes de los cuatro países miembros no nos apropiamos de esa identidad andina.

Es difícil. En la CAN logramos elaborar una estrategia de comunicación que iba de la mano de la participación ciudadana. Básicamente la misma preocupación, que la comunidad andina se apropie de la ciudadanía andina que la desconocía y la sigue desconociendo de manera altamente preocupante. Un proceso de integración va ganando complicidades, apropiaciones ciudadanas, en la medida que los ciudadanos vean resultados y se apropien de ellos. La CAN fue mucho tiempo de carácter comercial que no llegaba al ciudadano de la calle. Que daba el beneficio de los grandes empresarios. Pero había que llegar al ciudadano de a pie, de la calle. Y en ese marco propusimos esto de la ciudadanía andina donde uno de los hecho es el pasaporte andino, que nos da identidad y seguridad, como andinos en relación a otros contextos. Es un pasaporte que tiene todas las normas de seguridad últimas. Que permiten que los andinos, que –por ejemplo– se sienten identificados con el tema de la coca, ganen en seguridad en los viajes que realizan por todo lado. Un segundo elemento que ganamos es que podamos viajar en los países andinos solamente con el documento de identidad nacional, sin necesidad de visa o pasaporte. Y otros detalles que pueden tener un valor más simbólico, pero también importante, las ventanillas andinas en los aeropuertos. Esto le da un respiro, una pertenencia a la región andina. Otro tipo de medidas que me complazco de hacerlas en mi gestión, como es el reconocimiento de los derechos laborales de un trabajador de un país andino, en otro país andino. Y con toda la seguridad social por detrás, tiene una aplicación procesual, los países no están con la capacidad de acoger a todos los migrantes pero lo hacen poco a poco. Y otra medida, que fue la última resolución que firmé como secretario general, que cuando un habitante en cualquier país no tiene una referencia de su embajada, es atendido como ciudadano andino en cualquier embajada o consulado de un país andino. El tema es cómo hacemos conocer, masificar, estos beneficios. 

Vivimos un momento en América del Sur, en los países andinos, muy particular. Dos de los miembros son más conservadores, los otros dos más progresistas. Hay otras organizaciones que tienen más impacto. ¿Vale la pena todavía buscar la integración andina en este contexto?

Sí, teniendo claro en el horizonte que el destino de la comunidad andina, del mismo Mercosur, es fortalecer Unasur. Y con todas las dificultades que supone armar un esquema con Unasur, la CAN debe comprometerse a fortalecer este otro esquema. Para fortalecer por supuesto que necesita fortalecerse primero a sí misma. En convergencia, en ámbitos posibles con Mercosur, se pueden ir forjando estas ciudadanías, una pertenencia sudamericana más amplia. Es fácil decirlo pero es muy complicado hacerlo. Vivimos un punto de quiebre continental en relación a la integración, por estas posiciones distintas que priman en el destino de los países y sus relaciones internacionales. Como nunca en América Latina, y Sudamérica en particular, hemos podido construir estos esquemas, estadios superiores de integración, que desde el desafío de Simón Bolívar no habíamos logrado hacer. Tuvieron que pasar siglos para tener Unasur y la Celac. Hay elementos difíciles, el elemento político pesa. Las apuestas de proyectos de sociedad son distintos, eso se siente en la Comunidad Andina. Hemos vivido en un proceso de negociación cotidiana con posiciones distintas, a veces entre dos países, y muchas veces posiciones distintas de los cuatro países. Pero no debemos asustarnos por ello porque una característica de la integración es el pluralismo. Allí la CAN es un referente importantísimo para un proceso de integración. A diferencia del Alba y de la Alianza del Pacífico que son propuestas de alineamiento ideológico y político, son entre pares. En ellos las decisiones corren. Y el punto de quiebre está en la posibilidad –que no quisiéramos– de que nuestro continente se bifurque en dos alas. El ala Alba y el de la Alianza del Pacífico. Si esto ocurriera ciertamente estaríamos en problemas serios y retrocediendo siglos en la oportunidad que tiene América Latina de proyectarse. Esta es una tarea que la menciono con optimismo, no la creo imposible. Pero en este preciso momento hay una desaceleración de la voluntad política de la integración.

Y se complica más. El Ecuador, por ejemplo, tiene una política comercial proteccionista. Y parece que estorban las normas de la CAN. ¿Estas políticas lastiman a la CAN?

No es así. La CAN ha sufrido modificaciones al esquema inicial del Acuerdo de Cartagena en distintas oportunidades, y fuertes. La CAN nace con el paradigma de la sustitución de importaciones. Y 20 años después asume otro paradigma que es el del regionalismo abierto donde está el libre mercado y pone el marco de referencia para las negociaciones comerciales. Pero desde el 2007 tiene otro paradigma de integración que es el de la integración integral donde el tema comercial comparte con políticas comerciales, fortalecimiento de la democracia. Y es por los gobiernos de Ecuador y Bolivia que no se sienten leídos, reconocidos, en una propuesta aperturista y comercial. Esto causó un remezón en la CAN que va de la mano con la firma de TLC de Colombia y Perú con Estados Unidos y Europa. Y que supondrá modificaciones en la norma andina… para que puedan acceder a los TLC se tuvo que modificar puntos importantes como la protección intelectual e industrial en la Comunidad. De manera general en este ambiente adoptamos políticas de incorporación de las apuestas económicas que tienen Bolivia y Ecuador. La complementariedad económica que no existía, o el mercado solidario, son parte de la CAN. No es fácil consolidarlos. Pero se están dando pasos para adecuarlo. La normativa andina si la dejáramos incólume estaría respondiendo a una realidad de hace 20 años. 

La integración estorba a las políticas nacionales de los miembros…

Se debe tratar de respetar. Pero no podemos ignorar que hay gobiernos de nuevo cuño, incluidos Perú y Colombia. Hay nuevas constituciones empezando por Colombia, Ecuador y Bolivia. Y un esquema de integración tiene que tener la capacidad de leer los países. Por supuesto que esto genera incomodidad en las normas andinas pero se trata de respetar el acuerdo y que no se afecte el funcionamiento. Y esto ha sido tan posible que el año 2007 el movimiento comercial era de 4000 millones aproximadamente y el año pasado habíamos pasado a 10 000 millones en intercambios comerciales.  Esto debido a la diversificación económica reflejada en la CAN, una mayor capacidad comercial en los países, incorporación de pymes en la Comunidad Andina. Abrir las oportunidades para el desenvolvimiento de la CAN y el Ecuador tiene una particularidad, por su economía dolarizada marca distintas relaciones. Y hay que saber entender que funciona así, que necesita ser fortalecido y que se deben desarrollar medidas que faciliten el despegue ecuatoriano.

¿Ve a futuro que prevalecerá la CAN y no estos grupos aliados ideológicamente?

Sí, estoy seguro. Las crisis recurrentes de la CAN han sido más difíciles que la que vive en este momento. Aplaudo el proceso de reingeniería de la Comunidad Andina. Trabajar convergencias con Mercosur y las complementariedades con Unasur para fortalecerla. Son otro destino. Tiene que readaptarse y el acuerdo político es absoluto. Hay un acuerdo político grande pese a que las dificultades son cotidianas. Cuando hemos tenido cumbres presidenciales priman los consensos. Hay una voluntad latinoamericana de tener un continente fortalecido. Ahora  no entran a los esquemas de integración para resolver crisis sino para seguir creciendo.

¿Un pasivo de la CAN es defender los derechos humanos?

Es una actividad cotidiana de las autoridades de la CAN. No olvide que la CAN tiene dos instrumentos: La Carta Andina de los Derechos Humanos no logró una aprobación final pero tiene legitimidad. Y esa carta andina fue la primera propuesta con mirada integral de los derechos humanos, incluidos los económicos, sociales, culturales, políticos, de la naturaleza. Otro instrumento es la CAN como una zona andina de paz. Es la buena vecindad.

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