

Fotos: Edwin Calahorrano, IAEN.
María Fernanda Noboa es máster en Gobernabilidad y candidata doctoral en Estudios Internacionales en la línea de investigación en Seguridad y Estudios Estratégicos. Tiene investigaciones en Inteligencia Estratégica, Seguridad y Defensa.
El gobierno lanzó el diálogo por el Acuerdo Nacional 2030, en el marco de los objetivos de desarrollo del milenio de las Naciones Unidas ¿Por qué es importante hablar de una agenda de futuro en un país como Ecuador?
Es muy importante. El debate en un mundo tan complicado, heterogéneo y asimétrico necesita de una plataforma donde, no solo los actores internacionales sino también los locales, sientan que tienen piso, que tienen herramientas y orientaciones claras para resolver las coyunturas y para ver a largo plazo. Esto significa tener la capacidad y la valentía de afrontar el futuro entendiendo que cualquier decisión que tomas en el presente, es decir cualquier manejo de variables o mezcla de variables, va a incidir en el futuro en el cual queremos estar. Si nosotros hablamos del Acuerdo Nacional 2030 en el Ecuador, estamos hablando desde la prospectiva crítica, en una mirada donde los actores pueden tener incidencia para construir el sueño de ese futuro en donde queremos estar.
¿Pero esto no es confundir los deseos con la realidad? De aquí al 2030 cualquier país, una persona, pueden decir yo quiero tal cosa, pero es un deseo nada más.
Cuando hablamos de un deseo vuelto realidad, estamos diciendo que tenemos indicadores e indicios en el presente, del comportamiento y de las dimensiones económicas y políticas sociales y culturales que nos dan tendencias. A partir de éstas podemos fijar núcleos diagnósticos complejos, es decir de cómo se están comportando en este momento determinados fenómenos, determinados actores en situaciones de conflictividad y cómo el Estado y el resto de actores están administrando esa conflictividad. Porque básicamente cuando hablamos de gobernanza —global, latinoamericana o regional— y gobernabilidad, nos estamos refiriendo a la capacidad de los actores estratégicos de poder manejar los conflictos, los disensos y generar puentes y relacionalidades que nos van a permitir que pensemos en un futuro común.
Para esto, el gobierno ecuatoriano y las Naciones Unidas hablan de acuerdos, sectoriales y generales. Pero el Ecuador es un país donde prima la atomización.
Más que la atomización, yo diría que priman la heterogeneidad, las asimetrías y conflictos de intereses. Creo que las democracias, en el sentido de gobernabilidad, intentan ser conducidas con madurez, y parte de esta es la capacidad de ver el bien común y lograr la relacionalidad. Estamos hablando de un pensamiento estratégico de carácter relacional, ya no uno donde se generan las pugnas. Si hablamos a escala comercial, por ejemplo, tenemos la APEC y todos los acuerdos regionales, transfronterizos que se han hecho a nivel económico, de derechos humanos, de la lucha contra la corrupción; o los acuerdos cooperativos que se hacen en materia de seguridad, defensa o intercambio de información de inteligencia. La propuesta del gobierno es correcta, y esta debe ser aprehendida por cada uno de los sectores y sus representantes. En el Centro de Prospectiva consideramos que aquellos servidores públicos —que van no solo a administrar lo público, sino a asesorar para la conducción de lo público en diferentes niveles— tengan esas herramientas, competencias, habilidades y destrezas fundamentadas, las cuales les permitan no solo operativizar a nivel de tecnocracia sino orientar a nivel estratégico a los conductores de los sectores con una mirada de largo plazo. Porque esto evitará esta situación del "borrón y cuenta nueva" como es costumbre en las políticas públicas, que significa perder tiempo y recursos.
"Si hablamos del Acuerdo Nacional 2030 en el Ecuador, estamos hablando desde la prospectiva crítica, en una mirada donde los actores pueden tener incidencia para contruir el futuro".
¿Cuál es la diferencia entre una visión de futuro y la prospectiva?
Cuando hablamos de visión de futuro te pones en un punto desde el cual estás fijando una proyección. Cuando hablamos de prospectiva hablamos de una disciplina. Aquí están los estudios de futuro; hay una formación disciplinaria, hay áreas del conocimiento que se articulan y que permite a los actores la toma de decisiones o el apoyo a la toma de decisiones con valor agregado. Con ello puedes anticipar, adelantarte o hacer alerta temprana, lo cual solo lo permite un estudio pormenorizado de esos factores en caliente, hacer análisis sin sacar los hechos del contexto, con actores ubicados histórica y culturalmente y, por tanto, todas las coordenadas, los dolores, fracturas... Todo esto es parte de este agregado que nos permite tener esa visión. Por eso es que desde el Centro trabajamos no solamente en estudios que permitan a los servidores públicos y a los conductores del Estado a orientarse en la toma de decisiones, sino también tratar de que estos estudios se acentúen en Ecuador y tratar de ser los pioneros en impulsar este pensamiento para visualizar las ventajas competitivas, organizacionales, territoriales; para garantizar la planificación y planeación en políticas públicas multisectoriales. Por eso acá tenemos prospectiva vinculada con territorios, con energía, con seguridad, con la tecnología y las organizaciones. Esto te saca del cortoplacismo y te permite tomar las decisiones adecuadas para ese mundo en el que nos estamos planteando vivir de modo integral y colectivo.
Una de las necesidades de cualquier tipo de análisis prospectivo es saber diagnosticar adecuadamente la realidad nacional o sectorial, y aterrizamos en un problema mayúsculo en el Ecuador: tenemos muchos diagnósticos, visiones distintas de la realidad, pero sobre todo este es un país sin cifras confiables. ¿Cómo se puede diagnosticar la realidad en esas condiciones?
Es un excelente punto. Es una de las cosas que se discuten y por lo que hemos sido criticados internacionalmente. No es que en Ecuador no haya cifras, es que no han sido institucionalizadas o se mantienen como datos grises, atomizados. Datos que no tienen valor real para la toma de decisiones. Los datos los tienen las instituciones, pero no se hace ese cruce que permita tener una mirada integral del Ecuador. Creo que la agenda del gobierno, de todo gobierno, es tratar de lograr esos puentes entre los distintos sectores, para establecer un sistema de información que facilite tomar decisiones, donde no se politice las cifras para construir prótesis de realidades no existentes, detrás de las cuales haya el interés de favorecer a grupos de interés. Nosotros abogamos no solo por construir herramientas de análisis, sino por tener conciencia del papel ético y la responsabilidad social y política que entregamos desde la academia. La prospectiva no es una moda, hay un interés y una necesidad a escala pública y privada.
Se habla mucho de políticas públicas, pero qué pasa con lo privado. Un dato de prensa mencionaba, por ejemplo, que Ecuador está atrasado 20 años en innovación tecnológica.
Ahí estamos hablando de las capacidades y las decisiones políticas, que median para que estas situaciones se produzcan. Lo más importante, para nosotros, es poder contribuir desde la academia, sin divorciarnos de la realidad. Por eso las lógicas de las investigaciones pasan por la relación investigación-acción. No solamente producir academia para que quede en el aire, para que tenga una utilidad práctica, no solo en la construcción de las políticas sino en la toma de decisiones y en la configuración de nuevos liderazgos que permitan construir un nuevo estilo de hacer gobernabilidad en el país.
"No es que en Ecuador no haya cifras, es que no han sido institucionalizadas o se mantienen como datos grises, atomizados. Datos que no tienen valor real para la toma de decisiones".
¿Qué experticias requiere una persona formada en prospectiva?
Primero que puedan contribuir con cualquier sector de la sociedad; segundo, que tengan las competencias y capacidades; las destrezas no solo del saber hacer y del saber pensar, sino básicamente del saber ser. Porque cuando nosotros tenemos el saber ser, un buen prospectivista está comprometido con la transformación, la "emancipación" de contribuir al bien general, más allá del momento y de la coyuntura y ayudar a levantar el entramado social que permita construir los sueños de la sociedad. Si no se sueña no se puede hacer prospectiva.
¿Cuál es la relación entre prospectiva y cultura?
Hablamos de lo cultural, entendido como ese espacio donde nos hacemos, nos construimos, donde tenemos símbolos, donde estamos usando dispositivos del lenguaje, dispositivos discursivos y donde cruzamos subjetividades; en ese espacio, la prospectiva debe ser vista como la forma de humanizar la producción académica. A través de la prospectiva generas conciencia de que el país, las políticas públicas, no van a ir cortadas por momentos, de acuerdo a las conveniencias, sino con una visión de cómo hacer país en el largo plazo. Pero hacer país en el largo plazo implica compromisos desde ahora, compromisos que no van a morir en el próximo gobierno, sino que van a ser evaluados. La prospectiva también otorga herramientas para hacer seguimiento de proyectos y de cómo se ha ido evolucionando o involucionando, o cómo se han producido disrupciones o quiebres o nudos críticos. Porque no vivimos en una sociedad lineal, vivimos en una sociedad transcompleja donde los eventos están conectados y un problema tiene múltiples dimensiones y tiene varias formas de verlo y solucionarlo. Sobre todo buscamos en la prospectiva el compromiso del ser ético, el compromiso social para ayudar al país.
De acuerdo que en condiciones de laboratorio se puede dar todo esto, y pensar en el uso de estas herramientas del conocimiento para fines de la sociedad; pero ¿qué pasa con los actores políticos? La academia aporta, construye experticias en el Estado, pero finalmente la decisión pasa por el actor político.
A lo que apuntamos no es solo a formar actores políticos de alto nivel, sino a quienes van a sostener y a reproducir esto en el largo plazo, y van a poder ayudar a ese actor político, que tiene mayor movilidad que los mandos medios. Sin dejar de formar a los mandos en una visión tecnocrática e instrumental, se forma también una visión con conciencia y responsabilidad de que esos instrumentos son para pensar el mundo y pensarse desde una lógica transformadora. Esos mandos tiene que dar cuenta a las siguientes generaciones de este país, por eso se habla de sustentabilidad de aquellas decisiones que se toman ahora.
"Hay que traer el futuro para construir el sueño que tenemos, y articular todas las acciones para que eso ocurra; generando cambios, innovación y nuevas maneras de hacer las cosas".
¿Por ejemplo?
Se me ocurren todas las decisiones en materia ambiental, las que procuran el cuidado del agua, del consumo de combustibles; estas decisiones son como un juego de ajedrez con el futuro, con las cuales se va a garantizar un jaque mate al país o que la partida dure veinte años y no se llegue a algo concreto o que podamos ganar el juego.
¿Es muy difícil pensar con los ojos en el futuro?
Más que pensar con los ojos con el futuro, lo que hacemos es traer el futuro al presente. Por formación, tenemos una mirada lineal del tiempo; pero cuando entendemos que la mirada sobre el tiempo es circular sabemos que todos los efectos de nuestras decisiones, que supuestamente se expresarán en el futuro, pertenecen ya al presente. Hay que traer el futuro para construir el sueño que tenemos, y articular todas las acciones para que eso ocurra; generando cambios, innovación y nuevas maneras de hacer las cosas y para eso lo primero que hay que hacer es sacar a la academia a la sociedad y a la gestión pública. Hay que sacarse el chip de la cabeza del divorcio entre la academia y la sociedad.
Esa fractura no solo es en la gestión pública sino también en lo privado.
Es una fractura cuando se piensa que la gestión está divorciada de la academia. La academia debe influir sobre la realidad y la gestión, y a su vez la gestión de lo público debe dar a la academia los indicios e insumos sobre qué puntos nos demanda la sociedad. No inventarse lo que el otro piensa, sino saber a ciencia cierta qué demanda la sociedad y saber responder como academia.
Volviendo al Acuerdo Nacional 2030, recuerdo esfuerzos similares de otras generaciones. Recuerdo una que se llamaba Ecuador 2025, en la década de los 90. El temor es que con estos ejercicios prospectivos sabemos lo que hay que hacer y cómo hacerlo, pero no lo hacemos. Y temo que luego del 2030 vengan los 2050 y los 2080 y sigamos caminando en el mismo terreno. Me da la impresión que el Ecuador siempre hay improvisación, acomodo, diletancia…
La historia nos muestra varias de esas cosas. Pero debemos entender que nosotros, como academia, y cada actor dentro de su órbita, debe poner su primer esfuerzo en repensarse. Esta postura congnitiva, de autorreflexión, de preguntarse dónde estoy parado, cuál es mi rol, hay que hacerla. Sin resolver esas dudas existenciales no vamos a caminar hacia el bien común. Para hacer política se necesita un compromiso de los conductores políticos y sectoriales; un compromiso más allá del momento, que supere lo instrumental; porque las personas pasan pero las instituciones van a quedar, y si se ha dado un mal manejo van a quedar las huellas que luego son muy difíciles de reparar.
¿Luego del 2030 qué? ¿Dónde y cómo aterriza este ejercicio de prospectiva?
Hay que manejar este tema por niveles. La academia tiene un rol, una dimensión y un alcance. Los conductores sectoriales y estatales otro; el sector público y el privado, otro. ¿Cómo logramos materializar esos alcances para que sean efectivos? Generando lo que el Presidente ha esbozado en la agenda 2030, que es llamar a la relacionalidad, lo cual implica que podemos pensar de manera diferente pero tú sacrificas algo y yo algo, porque los dos vamos a aportar por un bien común específico. Es decir, es el respeto a la diferencia; lograr la construcción desde el disenso y esto es lo que no se ha hecho. Esto es un tema que se ve en todas las organizaciones cuando no se ha llegado a la madurez y no se han consolidado como instituciones inteligentes. Las instituciones inteligentes están transversalizadas, son autoadaptables, flexibles, de alta innovación, con un liderazgo transversal para generar significados compartidos y decisiones en conjunto desde la lógica de la construcción. Y pensar en construir significa pensar en el tema de la cultura; no podemos seguir generando una cultura de la exclusión, de la ruptura, de la constante deslegitimación.
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