
Director de Plan V, periodista de investigación, coautor del libro El Gran Hermano.

Fotos: Luis Argüello
Luis Verdesoto, cientista social, maestro de doctorado en España y asesor político de la ID y de la campaña del general Paco Moncayo. Hace dura críticas a la postura de la dirección de la ID en esta coyuntura.
Quisiera que de entrada dieras tu visión sobre los resultados electorales...
Creo que hay que mirar dos elementos: la condición en la cual se hizo el Acuerdo Nacional por el Cambio, que era una condición de equilibro —que la planteó Paco Moncayo— y cristalizaba una idea de estrategia política. Esto era la posibilidad de un frente amplio, y la visión era del Frente Amplio de Uruguay (no es extraño que Moncayo tenga una admiración por el general Líber Seregni) y la condición era que para que se dé un acuerdo debían juntarse posiciones de izquierda radical con la socialdemocracia, que se entendían como posiciones modernas. Esta condición retrasó muchísimo la campaña, lo cual pesó al final. Sin embargo fue el punto de equilibro para algunos logros. En esta coyuntura solo era posible entrar desde el pluralismo político de izquierda.
Eso incluía a la ID, porque Moncayo condiciona su candidatura a ser lanzado por ese partido.
Condiciona a las dos partes, sin la ID no había dos partes. Solo la candidatura de la izquierda radical. La ID aparecía aceptando las condiciones del resto de la izquierda y esta aceptaba a la ID.
¿Y eso funcionó?
Las decisiones fueron tomadas básicamente por Moncayo. Con su peso político él asumió la conducción de algo en lo que era muy difícil concertar, pues si concertar entre ecuatorianos es difícil, concertar entre ecuatorianos de izquierda es más difícil y concertar entre ecuatorianos de izquierda con esa carga política se volvía muy complejo. La segunda condición de este acuerdo era que fuera un paso a lo que yo llamaría una izquierda más viable, en el sentido de un entendimiento de lo público. Eso implicaba un programa realizable, creíble por la gente y con eso la posibilidad de pasar a la segunda vuelta. Esas son las condiciones que puso Moncayo.
Pero no era fácil en las condiciones en que estaba la izquierda, de todas maneras.
No era fácil decirle a nadie que aquí había una viabilidad real de pasar a la segunda vuelta. Había dos horizontes. El uno que pasar a la segunda vuelta era factible y lo otro que se podía fracasar en ese intento. El mérito que ahí encuentro es el de alguien que entra y decide jugarse la posibilidad de ganar la elección pero también de no pasar a la segunda vuelta. Y en el no pasar persiste una visión estratégica.
¿Que es cuál?
Los primero era pensar si efectivamente era posible pensar en una forma de representación diferente. Y venía mucho la imagen de la izquierda uruguaya. Este pluralismo enorme, esta idea de un lema grande y muchos sublemas, la idea de una relación descentralizada en un país como Ecuador.
Consiste en saber cuál es el modelo de representación política desde la izquierda. Es el gran tema que estaba detrás de esto: cómo construir una representación política a partir de un partido único, a partir de una pluralidad de partidos, a partir de una forma de movimientos sociales y de vincular descentralizadamente diversas formas representativas del país. La Conaie no es un partido político, es una acumulación de intereses territoriales versus Unidad Popular que es un partido político en toda la regla. O partidos y movimientos flexibles, grandes puertas giratorias. Y en el Acuerdo habían 36 o 38 variantes de este tipo. Los primero era pensar si efectivamente era posible pensar en una forma de representación diferente. Y venía mucho la imagen de la izquierda uruguaya. Este pluralismo enorme, esta idea de un lema grande y muchos sublemas, la idea de una relación descentralizada en un país como Ecuador. La segunda cosa es cómo entender el pluralismo en términos ideológicos. Ya la idea de una estrategia única, o la idea una forma única de socialismo, del cambio, de la gestión política se deshace. Pues cuando aparece la agenda pública hay que tomar decisiones concretas.
¿Y dónde entra la parte programática?
Uno de los primeros avances que se logra es haber obtenido al menos doscientos acuerdos puntuales. Estos acuerdos no fueron ideológicos sino que teniendo eso como trasfondo estaban ligados a la necesidad de una gestión viable, de cambio posible. Una idea de no reducirse al Estado, como fue la de la vieja izquierda; una idea de entender mucho de lo cotidiano; de pronto la izquierda tratando temas de la transexualidad, de la violencia, de las masculinidades. Diría que se juntaban en una experiencia pública, a la cual ya no se renunciaba sino que se asumía. Y la gente se metió en temas que iban más allá de lo defensivo. No solamente en lo reivindicativo.
¿Y se planteó el cómo hacerlo?
Sí, se lo planteó pero no para distanciar las posiciones sobre cómo hacerlo. Hubo experiencia de conversación. Hay gente que no quiso trabajar en eso. Pero hubo una gran experiencia de conversación. Hubo gente que maliciosamente llamó a ese plan de gobierno un mamotreto. El general Moncayo resentía eso, pero yo le dije que era una pena y había que vivir con eso de por medio. Sobre este mamotreto, las Naciones Unidas dio a conocer que en la evaluación de la calidad programática de todos los partidos, terminó siendo el mejor programa de gobierno de Ecuador, incluyendo el del propio Estado o de PAIS que es lo mismo. La construcción de nuestro plan de gobierno fue voluntaria. De eso que se llama voluntad de izquierda.
¿Qué es eso de voluntad de izquierda?
Diría que frente a la idea absoluta de un cambio es un cambio con carne, con condumio. No solo la idea del hueso de la estrategia sino que había además algo qué comer.
¿Pero eso no estuvo exento de tensiones?
Tal vez la principal tensión que existió era entre quienes pensaban que de entrada había que lanzar una oposición radical porque se decía que si no tienes nada, lo radical es lo que permite apostar.
¿Pero eso era leer correctamente el timing político, o no?
Qué se leyó: de un lado podías leer desde lo electoral y saber dónde está el sentido común de la masa, de la demanda de la gente. Y eso llevaba a una posición incolora, porque así de incolora está la conformación de los ecuatorianos luego de diez años de bienestar y de destrucción de relaciones sociales.
¿Por eso se plantea el cambio ligth? Todos plantearon ese cambio: Lenín Moreno con el cambio verdadero, Cynthia con el cambio positivo, Lasso con vamos por el cambio, Moncayo por el cambio de verdad...
Lo que la gente estaba pidiendo era la conformación de un centro político, que es lo que no pudimos terminar de hacer. Nos movimos siempre por ese bailoteo. Pero luego comienza a aparecer esta voluntad de identidad radical.
El tema no era tanto la radicalidad del cambio ni la radicalidad del discurso, sino hasta dónde te allanabas a lo que la demanda te proponía o si jugabas un liderazgo más radical y condicionabas la agenda, con el riesgo de que perder ese liderazgo. Uno es el liderazgo que se mueve en la media de la encuesta y dice: hago lo que me dice la encuesta, y otro es el liderazgo que te juegas un paso más allá y orientas el comportamiento electoral a riesgo de perder.
¿Y Moncayo se la jugó por cuál?
Yo creo que hubo una constante tensión en torno a esto, y las partes de la campaña o diversos ingredientes presionaban a ambos lados. Quien modifica las cosas es la práctica: la relación con la gente, eso va modificando todo esto. Los recorridos, lo que la gente dice en la calle, cómo reacciona ante el discurso.
¿Y qué es lo que cambió en ese camino?
El cambio consiste en que la gran masa era el centro. Esto que dice —si uno hace una lectura superficial— lo bueno del un lado y lo malo del otro. Lo que la gente estaba pidiendo era la conformación de un centro político, que es lo que no pudimos terminar de hacer. Nos movimos siempre por ese bailoteo. Pero luego comienza a aparecer esta voluntad de identidad radical. Lo que había al final era que en la voluntad electoral había muchas vertientes al mismo tiempo. Si tomabas los millenians veías una voluntad empresarial, muy pro Lasso, el emprendimiento, el yo quiero ser como Lasso. Y tenías otro segmento del electorado que te decía quiero sacar al gobierno, ya estoy hastiado de estos tipos. Y otro que te decía, con un poco más de sofisticación: quiero libertades cívicas; y otro que se preguntaba y ahora cómo enfrento el pánico de lo que se viene en el país. Y no todo eso podías resumirlo fácilmente.
¿Hablas del espectro opositor?
Claro, el tema es cómo lograbas hacer de esto un centro. Y eso es lo que no logramos porque tenías un discurso segmentado. Y el consultor político te dice: segmente más aún. Es una forma de allanarse a lo que es la realidad de la globalización. Y no tienes al obrero versus el capitalista, los grandes relatos, los grandes unificadores que organizan la sociedad de una idea matriz, nada tienen que ver con esta cosa de una enorme multiplicidad de segmentos.
Pero entonces, ¿con cuál discurso se revitaliza la Izquierda Democrática si, efectivamente, buscaba representar ese centro político?
La Izquierda Democrática es la única que llega revivida a a las alecciones y con una nueva agenda. ¿Qué había en el aporte de a ID al Acuerdo? Diría, primero: cuando surge la idea de volver hay una intuición de saber si Correa ha eliminado la centroizquierda. En lo empírico era cierto. Tomabas a las juventudes de la ID y todos eran funcionarios del gobierno. Tomabas a funcionarios públicos de determinado segmento y todos tuvieron algo que ver con la ID. Y decías que dónde quedó ese espíritu socialdemócrata y la renovación parte de esa intuición de que algo habrá. Entonces damos la idea de que nos recreamos como nostalgia. La ID se renueva como una nostalgia y se ve que funciona al principio, pero eso no da firmas. Había que juntar lo operativo con la nostalgia. Y con las dos cosas funcionando había que darle programa y ahí viene una primera diferencia interna. Yo dejé claro cuál debe ser la posición programática del partido y cuál la orgánica. La programática básicamente frente a mi exceso de radicalidad inicial fue que lleguemos a un acuerdo entre las partes mientras se legaliza el partido, pero la firma de resolución fue minar esa posibilidad programática y se convirtió en una forma nebulosa que nadie sabía dónde estaba. Pero atrás de eso había que tener una idea de partido. Había una idea de partido descentralizado, que implicaba que teníamos que reconocer la presencia territorial diferente de todos. Segundo, que no podíamos seguir con un partido que viviera de explotar su relación con las provincias. La tercera era un partido plataforma: un partido que tenga capacidad de alojar no solamente diferencias ideológicas sino formas organizativas, una confederación con un grado de reconocimiento de que estás construyendo un proceso hacia adelante. Y cuando se plantea esto vienen unas negociaciones horribles, y no sé si eran amigos o enemigos en el CNE cuando te decían: cuidado, nos les van a reconocer al partido, tienen que volver a la centralidad de Quito. Y se vuelve a los anillos de poder que era la ID y se pierde aquello que queríamos renovar.
Define anillo de poder...
La ID siempre fue un partido formado por una serie de escalones de poder, el cual terminaba con un anillo central, en torno a un liderazgo, en torno a Quito, en torno a un estilo de representación. Eso se intentó reproducir y terminamos en esto... Luego vino el otro problema que era el de la renovación y la juventud. Hubo un intento muy ingenuo de pensar en las innovaciones. Y era muy simple: no sé por dónde agarrar la política y me traigo cualquier tecnología y la instalo. Y al final terminabas en una relación con los jóvenes, por decir lo menos, exótica. Nunca supimos qué hacer con los jóvenes. En el fondo se volvió a la política tradicional: no se resolvió el tema juvenil, el tema de las innovaciones para hacer política, el tema discursivo y con esa mochila pesada se llegó al Acuerdo Nacional por el Cambio.
¿Entonces, qué es lo que aportaba la ID al Acuerdo Nacional?
Su principal aporte no era organizativo, era el de una marca vieja. Una marca que en el camino se mostró que no era tan renovada como quería. Como el resultado fue pobre podemos decir que fue una marca que funcionó en la pobreza. Muy probablemente la marca ID obtuvo más electorado que su aporte organizativo. El aporte durante la campaña correspondió a Unidad Popular, a Pachakutik, pero los resultados electorales fueron a la ID, pero fue un 3%.
¿Eso generó, supongo, grandes dificultades para estructurar una alianza con el ANC?
Una de las peores cosas que se hizo fue la "brillante idea" de que hay que ir con listas separadas. Es una de las ideas más torpes que visto en mucho tiempo. Cuando se les planteó una metodología común para trabajar una lista unificada, con los mejores en cada uno de los territorios, poco menos que te veían con una cara de imbécil.
Sí, pero no por la práctica. En la práctica es sencillo, pero una de las peores cosas que se hizo fue la "brillante idea" de que hay que ir con listas separadas. Es una de las ideas más torpes que visto en mucho tiempo. Cuando se les planteó una metodología común para trabajar una lista unificada, con los mejores en cada uno de los territorios, poco menos que te veían con una cara de imbécil.
¿Por qué?
Porque todos los partidos tienen su propio clientelismo interno. Cada dirigente tiene su clientela y no puede dejar de satisfacerla.
Fue la decisión más ilógica: formas un Acuerdo Nacional para apoyar un candidato y te vas con listas separadas a la Asamblea.
Además se le hizo un daño extraordinario al candidato presidencial. En una contienda es el candidato presidencial el que jala a los otros, pero a la vez tiene relación recíproca porque los otros candidatos lo soportan organizativamente. Pero si logras las dos partes mal: es decir logras que el sujeto que tiene que jalar se quede solo y que las partes que tienen que soportar van por su propio lado, consigues la fórmula del fracaso para las listas a la Asamblea y para el candidato. Cuando se les propone una fórmula moderna para solucionar las diferencias, todos dicen que tiene compromisos con su gente, con sus líderes, y se aferran a visiones irreales de sus propias capacidades en las provincias.
Son falsas representaciones sobre sí mismos...
Uno es el más guapo de todos, pero la realidad no es así. Aquellos que no se creían los más guapos resultaron los más guapos de verdad. Pasó con Pachakutik. Terminó siendo más guapo de lo que era. Al margen de las discusiones sobre Lourdes Tibán, ella terminó siendo más guapa de lo que veíamos. Y de lo que ella mismo se veía, con más capacidad de seducción sobre el electorado entre otras cosas...
¿Fue una contribución colectiva al fracaso?
El primer elemento para esa contribución fue la participación en listas separadas. ¿Para qué voy a emplear métodos modernos para simular resultados o para definir puestos en la lista provincial si yo soy el más guapo de la provincia?, se preguntaban. Voy a sacar tres diputados nacionales, yo dos en esta provincia, yo tres. Era facilito, con esas ilusiones llegábamos a 15 o 20 diputados.
Es increíble, no solo para el ANC sino para la oposición: no se aprende de la experiencia, se tropieza con la misma piedra, volvieron a cometer los errores del 2013. ¿Por qué no aprendemos? Tienes un gobierno que te pone la pistola en la cabeza y no reaccionas o te dá lo mismo y vuelves a caer en el mismo hueco.
Es que los políticos son como el país. El país del vaso medio vacío y vaso medio lleno. A ratos funciona por el lado lleno y a ratos por el vacío. Lo mismo pasa con la izquierda: daba un paso importante en términos de pluralismo, de la candidatura única, del programa, pero funcionaba como una izquierda troglodita.
Pero eso no te da salida al tema que planteas: cómo hago un centro político. Y ciertamente no lo haces desde de la conveniencia, desde el acomodo y el oportunismo. Es decir, no soy ni chicha ni limonada hasta ver quién gana.
Es una lectura de la idea que no se pudo hacer centro. No el centro como suma de conveniencias, de debilidades, de oportunismos; sí el centro como una forma de construcción positiva frente a esta coyuntura. Eso está claro. Si se avanzó en términos programáticos, en términos orgánicos se retrocedió. No es que la gente lo hacía mal sino que vivía la política desde sus propias prácticas conservadoras y antiguas. Terminas pasando de una construcción moderna de la política a una construcción oportunista de la política. En lugar de dar el paso hacia la modernidad, con un frente amplio, una estructura diversa y compleja, das el paso hacia atrás y dices: yo soy dueño de mi metro cuadrado y no me toquen. Hubo sobre esto un momento muy importante en la discusión con Paco Moncayo. Al inicio del Acuerdo saltamos muy alto en las preferencias de voto. Y a Paco se le dijo: el tema no es haber saltado tan alto sino cómo nos mantenemos. Y ahí nos damos cuenta que no hay estructura para mantenernos. Los partidos no son tales. Nadie puede sostenerse sin estructura, y la única forma que quedó fue sostenerse con el discurso.
Pero también se dieron graves errores del candidato. Ese apoyo apresurado a Lenín Moreno en caso no llegar a la segunda vuelta, lo cual le persiguió hasta el final. Lo otro es la alianza con Jairala, porque antes de eso Moncayo tenía cerca de 5 puntos en Guayaquil y termina con casi dos puntos. Le quitó votos.
Al inicio del Acuerdo saltamos muy alto en las preferencias de voto. Y a Paco se le dijo: el tema no es haber saltado tan alto sino cómo nos mantenemos. Y ahí nos damos cuenta que no hay estructura para mantenernos.
No voy a criticar al candidato a estas alturas. El candidato a veces es tu mayor apoyo y a veces no. Una parte importante de la evaluación va más allá del candidato y sus debilidades o sus fortalezas. Sino fijarse en el conjunto para luego darle su lugar. Creo que había que ampliar las alianzas políticas. Eso sin duda. Y las alianzas se amplian con gente distinta a uno. Y la oferta de aliados era escasa, porque tenías que correrte hacia el centro y no tenías ahí la posibilidad de construir el aliado que tú quisieras sino el que había. Lo que daba la tierra, y lo que daba era una necesidad: Guayas. Y había una experiencia histórica que decía que la única vez que le fue bien a la ID en Guayas fue en la elección de Borja y fue en el área rural. Borja ganó en todos los cantones rurales en la segunda vuelta. Esa expectativa se le vio a Jairala, y es cierto que se evalúan unas cosas y no otras, y eso es real. Cuán leal es contigo el aliado y cuánto no, creo que es parte del avatar de estos procesos. Diría que saber cuánto aporta el aliado se evalúa expost.
¿Y la candidatura a la vicepresidencia? También, expost, resultó un grave error.
Creo que hubo una lectura demasiado simplista de que debía ser una mujer y de Manabí. Es un simplismo estadístico. La realidad era que se debía construir otra representación, los estrategas de las otras campañas entendieron eso y miraron por dónde se movían. Aquí se miró la estadística. Un candidato a vicepresidente no te da votos, pero el aporte que se precisaba no hubo. En una elección te metes en la casa de la gente. Te metes en la cama de los electores gracias a la televisión y las redes. Y el candidato se mete en la casa con sus virtudes y defectos. Tienes que corregir esa relación porque un monumento en medio de la cama no gusta a nadie. No nos gustan las rigideces en medio de la domesticidad. Eso debió ser procesado pero faltaron muchos recursos.
¿Crees posible que el Acuerdo Nacional se mantenga? ¿Se puede insistir en un frente amplio? ¿Rescatar lo que se puede de este fracaso electoral?
Yo soy menos enfático en lo de fracaso. Creo que se debe evaluar el aporte de la candidatura de Paco Moncayo: la candidatura de la izquierda tiene mucha importancia en haber forzado una segunda vuelta electoral. No podemos decir cuánto se nos fue por la campaña del voto útil, pero a nadie se le ocurrirá decir que si la izquierda no hubiera estado en el escenario electoral se hubiera dado una segunda vuelta electoral. Si nosotros no estábamos en la contienda, como candidatura de las izquierdas, no había segunda vuelta electoral. La votación se hubiera volcado sobre Lenin Moreno. Fuimos una gran dique para evitar que espontáneamente el electorado de izquierda y centroizquierda se fuera con Moreno. Esa es nuestra responsabilidad histórica positiva de la candidatura de izquierda. Para la segunda vuelta, según las encuestas, solo el 25% de ese electorado se iría con Moreno. Lo cual es más complejo aún para justificar las posiciones ambiguas. Sin la candidatura de la izquierda no hubiese sido posible —además— el resultado electoral en la Sierra, incluido el de Guillermo Lasso. Él no hubiese podido tener ese resultado si la izquierda no participaba en las elecciones, porque la izquierda nunca ha podido entrar en la Costa.
Correa evalúa esto como que la izquierda traicionó a Paco Moncayo.
Él puede evaluar lo que le da la gana. Si no queremos profundidad podemos quedarnos en las evaluaciones del correísmo. No hubo fracaso, pudimos haberlo hecho mejor y siempre pudo ser peor, y ahí vienen los errores atribuibles al candidato. Ese intento de decir que sí, que Moreno es buena gente, pero... Ese intento explicativo. En política no hay que explicar las cosas, hay que hacerlas y definir. La pedagogía no sirve cundo uno está dándose puñetes en la calle, tratar de hacer pedagogía con el adversario es un poco torpe. Hubo problemas en eso.
¿Qué más fue importante para la izquierda en estas elecciones?
Creo que la densidad en ciertos territorios le correspondió a la izquierda. Si uno caminaba en la campaña y veía lo que pasaba en algunos territorios de Cotopaxi, ves que esa densidsad organizativa estaba ahí. Y eso es un acumulado histórico.
¿Y ahora, cuál es la postura coherente para la izquierda?
Puesto eso en la situación actual, lo peor que podría hacerse es que la izquierda lea su presencia política en el 7% obtenido en estas elecciones, porque eso es leerse desde las costuras. Hay que leerse desde la integralidad hay que ser Montalvino: no quiero que me vean el zurcido, veanme el traje entero aunque tenga descosidos.
Pero dentro de la democracia representativa, donde el voto es el que manda, eso es lo que representan. Aunque han duplicado su votación del 2013, que fue del 3%.
Y creo que mucho más si pensamos en esa fracción que se fue al voto útil. Lo que tenemos que hacer es asumir no el 7% sino esta significación cualitativa que cumples este rato en el segunda vuelta. Finalmente, qué es el Acuerdo Nacional por el Cambio: es la puerta de acceso a una modernidad progresista.
¿Es posible con estos actores que mostraron sus costuras en esta campaña?
Eso es lo que somos. Pudimos ser mejores, repito, pero también pudimos ser peores.
Pero si siguen en las mismas es seguro que serán peores...
Sin duda, pero ese es el juego de la política.
¿Hay la voluntad dentro del Acuerdo? Es más, preguntaría ¿existe aún el Acuerdo?
Eso lo vamos a ver después, cuando se reúna el Acuerdo. Yo ya no estaré, me alejé de esto por razones de diferencias con lo que estaba ocurriendo en torno a la indefinición en esta segunda vuelta. Creo que en este rato, en el Ecuador, para poder ser de izquierda hay que ser republicano y demócrata. hay que ir más allá de la elección o no de Lasso. Hay gente que vota por Lasso porque quiere ser emprendedor, empresario y lo otro es lo que está más allá de Lasso: aquello que Lasso dejó instalado más allá de su voluntad: y es la significación de la gran disyuntiva estratégica instalada este rato, que es democracia o autoritarismo. Y cuando hablo de eso hablo de modernidad democrática o regresión autoritaria. Ese es el punto en el cual la izquierda ecuatoriana tiene que entenderse.
¿Entonces cómo se explica la postura de la Izquierda Democrática en esta segunda vuelta: dejar en libertad a los militantes porque no está con ninguno de los dos finalistas?
Yo considero que esa no es una posición política. Forma parte de las debilidades intelectuales y políticas más conspicuas decir que se está moralmente contra el uno y contra el otro y dejar moralmente que decidas por cualquiera de los dos.
¿Y cuál hubiese sido una posición política, qué se hubiese esperado de la ID en este momento histórico, por quién va a votar la gente de la ID?
Lo que va a pasar es que la gente que votó por la ID muy probablemente —y eso nos pasó cuando estabamos recogiendo las firmas, pedí una encuesta y pedí a los compañeros enterarse de por qué la gente adhería al partido: la totalidad era por oposición al gobierno— vote contra el gobierno. La totalidad de la gente que simpatizaba o adhería a la ID era por oposición al gobierno. Yo hubiera esperado de la ID, en este momento... Cuando ya teníamos las encuestas que nos decían que no pasábamos a la segunda vuelta, yo propuse a la dirigencia una fórmula nacional. Que hagamos un discurso donde haya una visión de la nación con un camino democrático, antes que la definición o no por una candidatura.
¿Qué es la visión de una nación?
Que era necesario construir una visión que signifique el avance de la nación. Esto implicaba desde el "Lassismo" hasta la izquierda más radical. Es decir, es posible bajo la cobertura de la nación que las dos partes avancemos en torno y por un camino democrático.
¿Eso es lo que se planteó luego del resultado?
En los momentos inmediatos al resultado del 19 de febrero, el candidato (Moncayo) es presionado a lo contrario, que no esté con ninguno de los dos candidatos. Es decir, se le plantea que en lugar de alcanzar la grandeza de la nación y de la democracia se reduzca al problema de un pacto con uno de los dos candidatos o con ninguno. Aquí el tema es parecido a lo que pasó en el Perú frente al Fujimorismo: tu pacto electoral puede elevarte al nivel de la nación, tu pacto gubernativo puede reducirte al problema de los candidatos. Si quieres ser parte del gobierno, decide por los candidatos; si quieres ser parte de la nación y de la democracia decide por ella.
Lo que se pide es grandeza a los líderes políticos...
Y gradeza a los actores que están con esos líderes. Y cuando eso no se produce uno se va nomás. Yo plantee eso y me dijeron que eso no es lo que iban a hacer.
La ID volvió a ser el partido del avestruz
Así es. No solamente es esconder la posición real, es esconderse de la realidad.
Pero es legítimo decir que no se opta por uno o por otro, ¿lo que pasa es que en la actual coyuntura histórica no cabe una tercera opción?
Claro, y no pensar desde la tercera opción. Creo que eso es más pobre todavía. Si tú tienes a la nación como una construcción por hacer entre las partes, estás construyendo otra vez la posibilidad estratégica que te fue negada como posibilidad electoral. Estás diciendo: señores yo perdí la elección pero tengo una grandeza moral e histórica tan fuerte que soy capaz de volver a pensar en la nación. Lo más importe de esto es que hay que arrebatar a Correa y al correísmo la idea de nación como una forma pacata, elemental, de borrar diferencias y entender que la nación es aquello que nos permite existir en la diferencias, nos permite ser soberanos popularmente, tener un parlamento que critique, una oposición democrática vigentes, tener una vivencia democrática. Correa nos ha convencido de una forma pacata de democracia, que es patear en las canillas al imperio para servirse de él y que todos vivamos cobijados en la modernidad nacional, cuando en realidad lo que pasa es que nos ha eliminado la soberanía popular, o sea la posibilidad de autodeterminarnos como pueblo.
¿Qué se viene ahora o qué debiera venirse ahora?
Lo fundamental es que las posiciones pacatas, chiquitas, no entienden que lo que está en disputa es lo popular. No sabemos disputar lo popular.
¿Qué es disputar lo popular?
Quien o qué mismo es el pueblo a estas alturas del desarrollo del capitalismo. ¿El pueblo es esta forma de populismo barato de Correa? ¿El populismo más retrasado de Bucaram? ¿Es el populismo empresarial? O lo popular es una construcción que está pariéndose este rato, que es vivir un cuerpo trasnacional pero con una cabeza ecuatoriana. Somos esta realidad en la que nos movemos, somos hijos de esta historia, somos hijos de nuestros padres. Y eso es lo que tenemos que aprender a volver a ser. Una cabeza sobre un cuerpo que ya no es chiquito sino transnacional. Si no decodificamos esta cosa no vamos a tener nada que hacer en el futuro. O nos volvemos hijos de una transnacional o hijos de estos populismos baratos.
¿Cómo entramos a esta disputa por lo popular?
Creo que ahí se vienen varias cosas complicadas, y muy prácticas. Si no entendemos cómo trigueñizar la política ecuatoriana este rato, Correa nos gana. La política no puede estar formada por blanquiñosos de los Shyris. No puede ser que lo trigueño sea potestad de Correa, que lo popular y lo clasista sea su potestad.
Discrepo. No es potestad absoluta de Correa. Tienes el movimiento indígena, los sindicatos, los gremios, los estudiantes, una densidad política que finalmente fue la que sacó a Correa de sus intentos de reelección indefinida...
Pero no es suficiente, tenemos que ir más allá. Si no rompemos ese cerco que él nos ha planteado sobre la Costa no vamos a lograr nunca nada. Tenemos que, además, trigueñizar la cultura. Tenemos una relación elitista y excluyente con la cultura popular.
Dejar de ser racistas, gente que de Los Shyris y que protesta contra Correa, que trata de indio tal y cual al que vende tabacos o que tutea sin respeto alguno y con arrogancia llaman por el genérico María a todas las mujeres indígenas que venden frutas y hortalizas en la capital. ¿A eso te refieres?
Eso no nos va a dejar ir a ningún lado como nación ni como oposición. No vamos a lado alguno si no aprendemos a hablar con los otros. Lo que Correa logró fue romper a la sociedad para que no interactue entre ella. Nos dejó sin interacción.
De acuerdo, pero aún así, tienes a la otra mitad del Ecuador que cree en lo que Correa le plantea: la polarización, la destrucción del otro, la exclusión, esta lógica de amigo-enemigo.
El desafío es seducir a esa otra mitad. Sin seducir a esa otra mitad no habrá futuro en el Ecuador.
¿Cómo?
Trigueñizando a la política. Lo democrático no es un asunto de blancos. Es un problema de esta heterogeneidad, de esta interacción, de esta relación. Si no, no vamos a ningún lado. Con la radicalidad de este rato no vamos a ningún lado. Por ejemplo, el tema no es denunciar la corrupción: el tema es comprender la corrupción, entrar en su corazón y poder desmontarla. Denunciar no logra sino una pequeñísima parte del objetivo. El tema no es hacer la política con los dedos pulgares en las redes. Pensar que se hace política con memes no hace absolutamente nada. La política se hace haciéndola. El amor no se hace leyendo. La política se la hace en Panzaleo, estando ahí. No hay otra forma de hacerla. Se hace política admitiendo la crítica, tenemos que admitirla. El punto es que estamos en una encrucijada muy jodida y peor si perdemos la elección. Yo no creo que la consecuencia sea solo el endurecimiento político, sino también la absoluta descomposición del país. El lider autoritario es integrista, cohesiona, pero lo que tenemos ahora es un agente de descomposición. El señor no alcanza a peinarse el cabello, lo cual es muy jodido para la política, y el tema es quién logra cohesionar nuevamente a este país.
[RELA CIONA DAS]



NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]



