

Fotos: Cortesía de León Xavier Roldós
León Roldós, en una foto reciente, junto a su hijo León Xavier.
León Roldós empezó a tener varios episodios de desvanecimientos. El último incidente fue el 9 de mayo, cuando quedó inconsciente. Tuvo una caída por ello, que causó una rotura en la cabeza y le cosieron 13 puntos. Durante la emergencia los médicos hicieron todas las evaluaciones y se vio que se trataba de un agudizamiento de su problema cardiaco. Él llevaba ya un marcapasos pero era por un problema “eléctrico” de su corazón, y ahora fallaba la parte de “mecánica hidráulica”. No era la primera vez. Tres días antes de la caída, había ingresado al hospital porque tuvo problemas en una pierna, pensaron que era una embolia, pero no se supo entonces. Al parecer era derivado de la falta de irrigación sanguínea.
Hasta el año pasado, todo este cuadro era manejable. Pero en los últimos meses la obstrucción en el bombeo de la sangre al corazón aumentó. El diagnóstico de los médicos guayaquileños era que debía realizar una miectomía, que es la escisión quirúrgica de la parte agradada del corazón, el septum, y se hace con una operación de corazón abierto. Es una operación riesgosa en sí misma, pero en el caso de Roldós podía agravarse, debido a sus 72 años, su asma y otras complicaciones.
Fue Francisco (Pancho) Huerta, quien tras conversar con Martha Roldós en una reunión de Ildis, en Quito, recomendó a unos amigos de Cleveland Clinic.
Por los cuidados posoperatorios, la decisión familiar fue que se operara en la Cleveland Clinic, en la ciudad del mismo nombre, en Estados Unidos. El diagnóstico de los médicos de la clínica Kennedy, de Guayaquil, fue exacto, así como su apoyo para el traslado de Roldós a su operación. En Cleveland piden una exhaustiva historia personal del paciente y eso había que traducirlo, lo cual llevó su tiempo. León Roldós hizo su propia historia en los términos que pedía la clínica y Martha, su sobrina la tradujo y editó.
Antes de eso, la familia estaba llena de dudas sobre dónde operar a León. Pero fue Francisco (Pancho) Huerta, quien tras conversar con Martha en una reunión de Ildis, en Quito, le recomendó a unos amigos de Cleveland. Una de estas personas, un doctor Briceño, había sido amigo del ex presidente Jaime Roldós, hermano de León. Se trataba de Antonio Briceño, nacido en Caracas y era vicepresidente de Global Health Center de la Clínica Cleveland en Florida. Él conoció a Jaime Roldós cuando el entonces muy joven político guayaquileño fue a Venezuela a dar unas conferencias. Mantuvieron la amistad, y cuando la familia Roldós hizo el primer contacto él no sabía que se trataba del hermano de su desaparecido amigo. Él fue el puente para llegar al doctor Conrad Simpfendorfen, un médico chileno de ascendencia alemana, director de Medicina Cardiovascular de Cleveland Clinic.
Hechos los contactos y llenos los requisitos administrativos, León Roldós, su esposa Sylvia y su sobrina Martha, viajaron el 5 de julio a Cleveland. Pasaron esos días en las pruebas de rigor y Simpfendorfen recomendó el cirujano Nicholas Smerida. Para entonces en el Ecuador ya se había hecho pública la enfermedad de León Roldós, y el 7 de julio envió una carta a sus amigos y contactos que decía:
Gracias por la solidaridad recibida. Quisiera compartir la decisión sobre la patología que me afecta, tomada aquí en la Cleveland Clinic de Ohio, con Sylvia y mi sobrina Martha –y a distancia con mi hijo León Xavier, que estará llegando a Cleveland el lunes 14.
La operación que se definió será el martes 15 de julio y consistirá en abrir el corazón y reducir el septum cardíaco –miectomía-. Una persona que haga mucho ejercicio tiene el septum de 1 mm., yo tengo una hipertrofia irregular que lo lleva hasta 24 mm. Esto ocasiona dificultades en la salida de la sangre, por eso fue el vértigo del 9 de mayo, que al causarme la lesión en la cabeza y la salida de sangre, activó la circulación, evitando quizás que se produzca la muerte súbita, que pudo darse si solo me deslizaba al piso.
León Roldós, hermano del expresidente Jaime Roldós, con su familia inmediata. A la derecha, su hermana Mariana Roldós.
Pero, además, parecería se han afectado las válvulas mitral y aórtica por calcificaciones, lo que se comprobará al momento de la cirugía, para definir si es imprescindible sustituirlas.
La información médica que traje del Hospital Clínica Kennedy de Guayaquil, organizada por mi médico el doctor Edgar Lama Valverde –también confirmada por Alfredo Palacio- fue plenamente acertada. Igual valoración ha tenido la calidad de los estudios e informes sobre imágenes y cateterismo, ahí generados y los medicamentos ordenados, así como en relación a la implantación del marcapasos y su excelente funcionalidad.
La operación duraría cerca de cinco horas. Se estima una hospitalización de siete días. Debo estar tres o cuatro días más antes de viajar; y, luego, en Guayaquil, requeriría seis semanas entre reposo y restricciones.
La duración preocupa por la inmediata necesidad de recuperar la función pulmonar, pero aquí señalan que están seguros que podrán controlarla.
El cirujano será el doctor Nicholas Smedira, con una hoja profesional que merece mucho respeto:
Se especializa en el corazón y corazón-pulmón trasplante, dispositivos de asistencia ventricular, la oxigenación por membrana extracorpórea (ECMO), cirugía insuficiencia cardiaca, reparación de la válvula aórtica y mitral y su reemplazo, así como, el injerto sin bomba de bypass coronario.
"Debo tener fe en el éxito, con la solidaridad y las oraciones de los que me son próximos en los afectos y en la amistad": carta de León Roldós a sus amigos, días antes de la operación.
Sus logros incluyen la primera implantación del SynCardia Corazón Artificial Total después de la aprobación de la FDA, el primer trasplante de corazón y de hígado combinado en Ohio y el primer puente siempre con éxito de un paciente con un corazón artificial total de hasta que recibió un corazón y trasplante de hígado.
El Dr. Smedira obtuvo su licenciatura (Phi Beta Kappa, magna cum laude) y médica (Alpha Omega Alpha, MD con honores) grados de la Universidad de Rochester, Facultad de Medicina de Nueva York. Después de completar su residencia en cirugía general en la Universidad de California, Centro Médico de San Francisco, donde se convirtió en Jefe Residente de Cirugía, el Dr. Smedira recibió becas en cirugía cardiotorácica, la medicina de cuidados críticos y de investigación de la Universidad de California, Centro Médico de San Francisco. Ganó una beca postdoctoral gracias al Premio Nacional de Servicio de Investigación.
Como director o coinvestigador en más de 100 ensayos clínicos y estudios, el Dr. Smedira ha centrado sus esfuerzos de investigación en el tratamiento quirúrgico de la insuficiencia cardíaca isquémica, la terapia celular para tratar el daño cardiaco avanzado, bivalirudina como alternativa a la heparina durante la cirugía cardíaca y las bombas de sangre rotativas, tales como los dispositivos HeartWare y HeartMate II, que se utilizan para apoyar a los pacientes hasta que reciban un trasplante o para soporte cardiaco permanente.
Yo deseaba se me pueda aplicar un procedimiento menos invasivo, que consiste en inyectar alcohol en el septum, para un infarto programado solo en el segmento a afectarse, pero los riesgos podrían ser mayores por el estado de las válvulas y por algunos problemas en las coronarias que por ahora no se las tocaría
El control en Guayaquil lo tendrá el doctor Edgar Lama, que por años viene siendo mi médico y muy bien. La calidez de la Cleveland Clinic realmente es excelente. Hacen sentir al paciente y su familia que entran en un trato singularizado. Debo tener fe en el éxito, con la solidaridad y las oraciones de los que me son próximos en los afectos y en la amistad”.
Cuando el miedo se corta con un cuchillo
Efectivamente, León Xavier llegó el 14 a ver a su padre, un día antes de la operación. También viajó la hermana mayor de su esposa. Llegaron a un hotel cercano al hospital, donde también estuvo León Roldós. El sistema no obliga a los pacientes de quirófano a internarse días antes. Pero tienen que llegar a las cinco de la mañana del día programado para la operación.
Martha Roldós se asombró con la tecnología, la atención y el profesionalismo de la Cleveland Clinic. Tenía un asombro pueblerino, confesaría días después de la operación. Ella, desde Ohio había armado un grupo de wassap con 31 miembros íntimos de la familia y amigos muy cercanos, que recibirían sus reportes desde su Smartphone. El grupo se llamaba Cleveland. Así reportaban Sylvia y Martha todos y cada uno de los acontecimientos. Gracias a las redes, estarían conectados.
León puso en orden sus asuntos con su esposa y su sobrina. A su hijo le tomó la mano largamente. Era una operación de alto riesgo, más que por las dificultades de la cirugía de corazón abierto, por los cuidados postoperatorios.
León Roldós tiene una familia extensa. No solamente son sus sobrinos, hermana, hijo o esposa. Se suma la familia de Mechita Icaza, su primera esposa fallecida, sus hijastros, sus cuñados anteriores y actuales… La noche anterior estaban muy asustados. León puso en orden sus asuntos con su esposa y su sobrina. A su hijo le tomó la mano largamente. Era una operación de alto riesgo, más que por las dificultades de la cirugía de corazón abierto, por los cuidados postoperatorios. El riesgo era porque tendría circulación sanguínea por fuera del cuerpo; el riesgo era la estabilización luego de una cirugía tan invasiva, con los problemas respiratorios particulares de este paciente. De hecho, cuando entraron a su corazón hubo que hacer más cosas: limpiar unas calcificaciones, remendar una parte del corazón, cambiar las dos válvulas… León tendría, literalmente, el corazón parchado.
La operación duró cinco horas. Terminaron a las dos de la tarde de ese martes 15 de julio.
El problema sobrevino luego de la cirugía, pues por la presión alta no pudieron estabilizar sus funciones como estaba previsto. Duró dormido hasta la mañana del otro día en una de las 14 salas de cuidados intensivos, dedicadas exclusivamente a los pacientes cardiacos.
Cleveland Clinic hace un promedio de 80 cirugías cardiacas diarias. Hay 150 camas para cuidados intensivos; todos sus enfermeros y enfermeras son especialistas en recuperación cardiotorácica. Hay un enfermero asignado para dos camas. Sentado en el espacio entre los dos pacientes no se mueve ni un instante durante su turno de cuatro horas para vigilar los signos vitales que titilan y pitan en los monitores. Ese nivel de especialización en los postoperatorios cardiotorácicos es la diferencia, muchas veces, entre la vida y la muerte. Y más en las condiciones físicas de León Roldós.
Roldós llegó a las cinco de la mañana de ese día a la sala de recepción, acompañado de su esposa, hijo, sobrina y cuñada. Firmó en un registro e ingresaron a una sala grande, de cómodos asientos, donde se concentraban los pacientes a ser operados ese día y sus familiares. Una sala donde el miedo se puede cortar con un cuchillo.
La sala de los pacientes era la JI. La sala J2 acoge a los familiares. Dentro del sistema de la clínica, los pacientes son preparados en la J1 y ya vestidos antes de entrar en la sala de operaciones son llevados a donde sus familiares para que se despidan. León Roldós pasó por ese trance, con buena cara unos y otros, que no se notara la angustia de saber, en el fondo, que podía ser la última vez que se verían. Templanza, confianza, frases de que Dios te bendiga, todo va salir bien. León no soltó la mano de su hijo. Todos con el llanto atravesado en la garganta, evitando el estallido de la angustia. Para León Xavier fue muy duro, porque a sus diez años de edad perdió a su madre por un cáncer y ahora despedía a su padre para una operación de alto riesgo.
En la Cleveland Clinic son expertos en manejar estas situaciones. En pocos sitios se respira tanta angustia y miedo a la muerte. Así que nunca desamparan a los familiares. A cada familia de un paciente entra al quirófano le entregan un beeper al cual llegan los reportes, en tiempo real, de lo que está pasando con su ser querido en la sala de operaciones. Así, Sylvia y Martha recibían los mensajes del quirófano: el paciente ya está sedado, y de inmediato trasmitían el mensaje al grupo Cleveland.
A las nueve de la mañana, mientras la operación empieza, una enfermera con 32 años de experiencia en tratar a familiares, los lleva a un aula donde explica con una calma que apacigua, todo lo que está pasando en la sala de operaciones, los tubos que el paciente tendrá en el cuerpo en cuidados intensivos, cuáles son las cosas que no deben alarmar, el proceso de cuidado y recuperación… Están pasando un mal momento, dijo la enfermera, pero va a pasar. El sistema incorpora a los familiares, saben que deben lidiar con la angustia y que es mejor incorporarlos al proceso debidamente informados. Esto porque ya ha pasado que familiares se han impresionado por la condición con que salen los pacientes de la sala de operaciones, y hasta se han desmayado…
Firmó en un registro e ingresaron a una sala grande, de cómodos asientos, donde se concentraban los pacientes a ser operados ese día y sus familiares. Una sala donde el miedo se puede cortar con un cuchillo.
En esa clínica, los familiares pueden visitar a su paciente casi de inmediato luego de la operación. La familia de Roldós recibió las instrucciones precisas para saber qué decir cuando él despertara, decir, por ejemplo: todo está bien, todo salió bien. Y como los enfermeros querían que los parientes estuvieran frescos, fueron obligados a irse al hotel a las 11 de la noche, una vez que respiraron tranquilos con que la operación había salido bien.
A Cleveland llega gente de todas partes del mundo y de toda condición económica. Martha vio desde jeques árabes hasta señoras que debían dormir en la sala de familiares porque tuvieron dinero para la operación pero no para el hotel. Los espacios familiares tienen nevera, una pequeña cocina y horno microondas. Hay muchas salas de esas en toda la clínica, en todas se aceptan perros.
Después de la charla los Roldós volvieron a la sala familiar, no con menos angustia pero sí con más seguridad de que estaban realmente en manos expertas. Al terminar la operación los familiares de León fueron llamados al consultorio del médico cirujano. Les explicaron por qué no podrían despertarlo el mismo día (una demora en la estabilización de la presión arterial), pero pudieron verlo en su cama de cuidados intensivos.
Cuando despertó, paulatinamente, León se desesperó por estar entubado, pero eso duró poco. Horas después pudo sentarse y hablar. Lo primero que preguntó, cuando pudo articular palabra fue: cómo salió todo. Luego preguntó si su hijo estaba perdiendo clases y si había estudiado para un examen en la Escuela de Derecho de la Universidad Espíritu Santo. Luego llamó a su hermana, Mariana. Y después preguntó qué hay de noticias, de la familia y de la política. Martha le informó de las noticias del país, con cierto grado de censura. El viernes 18 de julio salió de cuidados intensivos.
Sobre la base del testimonio de Martha Roldós.
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