
Fotos: Gianna Benalcázar
El profesor Hernán Reyes, vocal del Consejo de Regulación y Desarrollo de la Comunicación, Cordicom, visitó Plan V para responder al profesor Nelson Reascos y defender la Ley de Comunicación.
Hernán Reyes
Catedrático e investigador de la Universidad Andina Simón Bolívar. Licenciado en Sociología y Ciencias Políticas, UCE. Maestría en Desarrollo y Género University of East Anglia, RU. Candidato Doctoral en Estudios Culturales Latinoamericanos UASB-E
¿Considera usted que no existe un afán moralizante e inquisidor la forma en que se está sancionando a programas y periodistas con la Ley de Comunicación?
Creo que hay dos equívocos cuando se juzga con ligereza, con algunos juicios de valor que tratan de evaluar qué está pasando en el país, a propósito de la entrada en vigencia de la Ley de Comunicación, o al menos de algunos de sus artículos. No hay persecución a medios en particular, un equívoco que se ha venido repitiendo una gran cantidad de veces, y francamente yo no logro encontrar asidero ni prueba concreta de aquello. Existe una ley que en su capítulo cuarto habla de regulación de contenidos, que no es lo mismo que un control inquisidor. La regulación de contenidos es de tres tipos: contenidos discriminatorios, contenidos violentos o que induzcan a la violencia y contenidos sexualmente explícitos. La difusión de estos tres tipos de contenidos, a través de medios de comunicación, constituyen una infracción administrativa y por lo tanto son objeto legítimo de reclamo por parte de aquellos que se sientan afectados, utilizando las distintas instancias que tienen para hacerlo. Creo que los medios de comunicación, así como a los funcionarios públicos se nos reclama que debemos enfrentar un escrutinio de la ciudadanía, también deben enfrentar ese escrutinio ciudadano. Yo no creo que haya actores sociales que estén por encima de este escrutinio. No creo en la dictadura del rating o en la dictadura de la audiencia, no creo que ningún medio de comunicación, porque tenga lectores o esté colocado en el top de la sintonía, no deba en un momento determinado sufrir ese escrutinio, enfrentar ese cuestionamiento o esas críticas que provienen de la sociedad civil. No hay censura previa de programas, lo que ha habido acá es una confusión entre algunas declaraciones, que me parecen inclusive precipitadas, que pudieran provenir algunas de ellas de funcionarios y otras de distintos actores de la sociedad civil que están clamando que se saquen ciertos programas del aire. Es no es nuevo en el Ecuador, ya ha venido pasando durante años. Desde hace años he escuchado de gente que habla de la telebasura, hay gente que a propósito de su gusto estético particular, de sus convicciones, etcétera, quieren que se saquen programas. Lo que se está haciendo con la Ley de Comunicación, es aplicar a posteriori una regulación de contenidos que tiene que ver con la responsabilidad de lo que se difunde en los medios. De ninguna manera, ni el Consejo y algún miembro del Consejo y que yo sepa ningún funcionario público tiene la potestad para juzgar un programa previamente a que salga o decir este programa me gusta y este no. Lo que todos tenemos como ciudadanos es la atribución de decir, esto me gusta y esto no pero no previamente a ponerlo en el aire, porque eso sería censura previa.
¿Por qué el Estado tiene que intervenir en esto? El Estado como tutor de un televidente o lector infantilizado al cual hay que proteger con argumentos que da el propio Estado. ¿Por qué no es la propia sociedad la que puede regular esto? Cualquiera puede o no comprar el Extra o ver a la Mofle o no, el ciudadano tiene absoluto derecho a eso sin que el Estado intervenga.
Primero aclaremos términos. No creo que sea lo mismo tutoría que garante. El Estado tutor no es lo mismo que Estado garante. Si revisamos la Constitución de Montecristi creo que habrá muy pocas personas que no estarán de acuerdo con que el Estado garantice derechos. Yo sí creo en ello, apuesto por aquello. Me parece que es un asunto imprescindible en sociedades tan desiguales, tan inequitativas, donde ha habido tanta concentración de poder como las nuestras, que el Estado sí pueda erigirse en un actor importante que garantiza derechos ciudadanos. Segundo, garantizar derechos ciudadanos en el campo de la información o comunicación no significa concebir o partir del supuesto de que los ciudadanos son infantilizados. Aquellas teorías ya no están en vigencia para explicar el complejo proceso de la comunicación. Lo que sí es cierto es que dentro de los consumidores no todos somos iguales. Me ha llamado mucho la atención, cómo ahora ciertos intelectuales, algunos políticos, sesudos analistas parten de un supuesto que para mí es erróneo: creen que todos estamos en igualdad de condiciones como consumidores. Creen que existe una oferta plural, diversa, con versiones distintas de la realidad, enriquecida de productos o contenidos mediáticos, lo cual yo no lo creo. Y parten de que el ejercicio de los derechos de los ciudadanos se da en igualdad de condiciones. No se da en igualdad de condiciones, no existe una oferta diversa, rica, de contenidos o de mensajes, pero existen procesos muy complejos de ser entendidos, por ejemplo esta aparente paradoja que se da entre programas que resultan, al mismo tiempo, fuertemente cuestionados, (algunas personas llegan al extremo de hablar de telebasura cuando se refieren a ciertos programas cómicos que se trasmiten a través de canales de televisión) y al mismo tiempo son los más vistos. Me parece que suele haber una suerte de paradoja, cuando la gente defiende algunos programas diciendo: llamemos a consulta popular o ciudadana a ver si nos quedamos o nos vamos. Mientras persista la dictadura del rating me parece que no se va a poder entender que es un tema más complejo.
¿Cuál es la complejidad?
Que se ha llegado a naturalizar los contenidos de ciertos programas que son difundidos en horas de top, y por supuesto cuando uno va haciendo zapping y va cambiado de canal se encuentra que las comedias o los programas de concurso, todos tienen casi el mismo formato; pueden ser franquicias de franquicias de franquicias, además con contenidos de muy baja calidad, desde mi punto de vista, que es algo que no está en juego. No se está aplicando la ley de comunicación para un contenido de mala calidad. Lo que se está haciendo es que si en un programa cómico o de humor, la broma o el chiste termina resultando discriminatorio. Y eso se debe regular en la Ley, si es que a través de un programa de televisión, no una vez sino reiteradamente, se hace burla y se discrimina, o se distingue negativamente a una persona por su color de piel. Si ese programa se va por el atajo de querer hacer chiste contratando a una persona que tiene baja estatura, que posiblemente sufre de un problema de enanismo, y esa persona hace las veces de bufón del medioevo, las personas que tienen baja estatura, las que tienen medidas corporales que no son 90-60-90, en el caso de las mujeres, las personas que no tienen pelo y son calvos… resultan permanentemente en objeto no solo de ofensa sino de menoscabo o de anulación de sus derechos. Me ha parecido también bastante llamativo el haber leído en algunos comentarios y opiniones, cosas como que la mujer no existe, la mujer en general no existe. Perdónenme, estamos hablando de representaciones… Inclusive que esto se quiera convertir en una idea inteligente, discúlpenme, es todo lo contrario: las mujeres existen, en su condición concreta de mujeres como tal y lo que también existe al mismo tiempo son representaciones o retratos de esas mujeres y algunas representaciones de esas mujeres difundidas por los medios son francamente discriminatorias. Eso es lo que precisamente nos compete evaluar y calificar al Consejo, si son o no contenidos discriminatorios; no la ofensa, no el desagrado, no la calidad estética, no el juicio moral, como Hernán Reyes o cualquier miembro de la sociedad pudiera tener frente a un programa u otro.
Menciona la forma de concentración del poder y cómo este poder mediático como que se le dice ha planteado algunos elementos discriminatorios, y el argumento de sectores que se oponen a esta visión es que el concepto es correcto pero asistimos hoy por hoy a una híper concentración del poder del Ejecutivo, y como tiene un híper poder se sanciona a su favor, o la señora Soledad Buendía, del partido de gobierno presenta una denuncia y hay una corporatización, un gran equipo que a partir de diversas entradas trata de imponer una visión particularísima de su visión del mundo o su ideología.
Partamos de algunas cosas. Primero del híperpresidencialismo, he escuchado mucho aquello; es una de las tesis que defienden con más vehemencia el doctor Osvaldo Hurtado en su libro Las dictaduras del Siglo XXI y le parece mal. Es curioso que a muchos personajes les parezca que existe híperpresidencialismo y que esto esté mal cuando me atrevería a decir, desde la teoría política, que esta es una tendencia desde el ejercicio del poder que no está marcada por un gobierno de izquierda o de derecha o centro… Es una tendencia desde la necesidad de administrar el poder, que se va concentrando cada vez más en los Ejecutivos. Nos encontramos con este mismo fenómeno en un sinnúmero de países.
Pero eso no quiere decir que esté bien…
No, para nada. Incluyendo países donde aparentemente existe lo que los politólogos llaman independencia y equilibrio entre poderes y contrapoderes. Segunda cosa: se parte de un supuesto, de que en el Ecuador el presidente Correa lo domina y maneja todo. Es cuestión de que él pegue un telefonazo a alguien, una autoridad, e inmediatamente actúa a su favor.
¿Y no es así? ¿Cómo sabe que no es así?
Porque la política no es tan simple. Sería maravilloso que la política fuera así de simple. Pinochet tenía esa frase famosa de que en Chile no vuela una hoja que yo no esté enterado. Aquello no es cierto. El poder omnímodo no existe. Y es a propósito de este poder omnímodo que algunos intelectuales todavía creyentes de que es posible hacer análisis en abstracto hablan de la biopolítica, del Estado policial, sacan a Foucault en sus teorías que construyen sobre el poder, cuando en realidad no dicen una sola palabra de los ejemplos en los casos concretos que se están analizando, para esa maravillosa teoría que construyen sobre el poder. Me parece que hablar de la biopolítica, por ejemplo, y referirse al gobierno del presidente Correa es de alguna manera un sinsentido. Es como que yo me refiriera a una teoría abstracta de Habermas para referirme a un gobierno en particular. Lo que hacen las teorías es, simplemente, darnos pistas de aspectos que inclusive conviven tendencialmente en las sociedades y es ese punto de vista lo que a mí sí me parece es que se está confundiendo control con regulación. Control y regulación son dos actividades diferentes, puedo decirlo con toda certeza ahora que estoy en el Cordicom. La regulación es la posibilidad de limitar el ejercicio de determinadas acciones, dentro de determinadas reglas de juego, que están consensuadas o son el producto de un marco normativo, que tiene un origen legítimo y legal. El control como tal tiene dos acepciones, la una es el de un control abusivo, arbitrario, que se puede ejercer efectivamente desde ese Estado despótico frente al cual, por ejemplo, la prensa desde sus orígenes resultó en un antídoto, un actor fundamental para frenar esos abusos del poder. Lo otro son mecanismos de control que incluyen mecanismos de sanción. En ese caso, por ejemplo, la Superintendencia de la Comunicación e Información ejerce esas atribuciones, que no las tiene el Cordicom y, en este caso, en vez de decir que el mismo actor está haciendo todo, vemos que se niega el derecho a una asambleísta de actuar en representación de otras personas; de lo que siempre he sabido, una persona que resulta electa para el poder Legislativo está en representación de sus electores, al menos. Creo que las dos asambleístas que presentaron sendos reclamos lo hacen en nombre de los ciudadanos. No creo que se pueda restar un ápice la legitimidad de esas denuncias. El hecho de que sean denuncias de asambleístas que pertenezcan al partido de gobierno tampoco implica una deslegitimación de su reclamo…
Pero ahí no hay un real equilibrio: el señor Ochoa es del partido, la señora asambleísta es del partido, entonces la sentencia está dictada…
Habría que ver cuántas demandas están presentadas, no tengo la cifra exacta, sería bueno que averigüen a la Supercom cuántos reclamos ciudadanos están presentados, quiénes lo han presentado, y ahí veremos si estas pertenecen todos a militantes de Alianza País…
No me refiero a las que se presentan sino cómo se van resolviendo en el marco del debido proceso, digo porque Carlos Ochoa realmente ha mostrado una verdadera y pública animadversión a la prensa llamada no gubernamental. Esta persona, que es un juez, muestra una animadversión, por lo menos. ¿Cómo es posible que esta persona empiece a juzgar?
Me parece que habría que evaluar es la aplicación del debido proceso. Más allá de quien aplique la ley y más allá de las expresiones que los medios de comunicación puedan difundir de tal o cual persona, efectivamente hay que guardar determinadas formas; un juez tiene que cuidarse de prevaricar, el prevaricato es una figura que se aplica a un caso específico y particular. El hecho de que una persona pueda hacer críticas a los medios privados de comunicación… habría que ver primero qué críticas ha hecho, no me estoy refiriendo en este caso al Superintendente de Comunicación. A lo largo de mucho tiempo he venido realizado críticas bastante fuertes con lo que han sido varios medios de comunicación en el país. Dentro de Ecuador Tv, cuando estuve en el Consejo Editorial realicé fuertes autocríticas respecto a programas que tenían, la manera de informar inclusive, no sé si me escucharon o no. Creo que lo importante es juzgar caso por caso, como se ha ido dando esta evolución de la aplicación de la ley. Recordemos que esta aplicación se da dando a los ciudadanos la potestad de que puedan presentar reclamos y denuncias, hay muchas y van a seguir aumentando porque lo que hay aquí es un debate público sobre un tema que no se había debatido. Y no se lo había hecho por una simple razón: creo que los medios de comunicación, más allá de su propio discurso lo que habían planteado es que ellos, como eran contrapoder, (esta idea a lo Robin Hood de que un periodista o un medio de comunicación tiene que estar siempre contra los poderosos, pero matizado por la idea de que los poderosos siempre están en el Estado, que es una visión clásicamente liberal del periodismo y la comunicación: el periodista tiene que actuar en nombre del ciudadano contra los abusos del poder estatal) muchos medios privados hicieron lo que les vino en gana en este país. Desde este punto de vista las críticas son perfectamente aplicables a los medios de comunicación. Ha habido marcados y permanentes abusos en determinados medios de comunicación. No es una ilusión óptica, no es un imaginario el que hablemos de poderes fácticos. Los medios de comunicación son un poder tremendamente poderoso en sociedades como la nuestra.
Cuando habla de igualdad respecto a los contenidos no podemos dejar de mencionar la enorme cantidad de medios en manos del Estado. Se puede hasta discutir la teoría liberal en torno a los medios, pero si eso es cuestionable, también lo es un periodismo que esté al servicio de un Estado y al servicio de un gobierno para ser vehículo de ataque a la oposición. Todo lo que se critica de los males de un periodismo al servicio de grupos financieros como en el caso del grupo Isaías, hoy el Estado asume los mismos estilos; es más, los mismos personajes casi que están ahí. Por qué justificar que el Estado haga eso y un periodista ciudadano no…
El periodista no se debe al sometimiento, o no debe someterse, como quieran llamarlo. No debe someterse a poder superior que no sea la capacidad de aplicar los parámetros de profesionalismo y aplicar los principios deontológicos cuando hace el trabajo periodístico. Lamentablemente, y esto no es una generalización, dada la constitución del mundo mediático con más del 90% en manos privadas, es evidente con que nos encontramos con el terreno propicio para que ese sometimiento sea a los dueños de comunicación. Tú lo has sentido en carne propia, estas contradicciones tan curiosas que no se ventilan en los medios de comunicación, como por ejemplo en el revista Vanguardia, el dueño del medio explicó públicamente que el cierre del medio se debía a que se había puesto en vigencia una ley que amordazaba y ahorcaba al periodismo y por tanto se cerraba la revista y no ve la versión que se escuchó de boca de periodistas en relación con la verdadera razón del cierre del medio. Es evidente que el Estado no es el único poder al cual no hay que someterse cuando se hace periodismo, sino que hay poderes fácticos, sobre todo los dueños de los medios, cuando tienen una gran capacidad de aglutinar y concentrar medios, pueden ejercer autocensura con respecto a sus periodistas o lo que ha pasado más frecuentemente en el Ecuador, pueden disponer de sus periodistas como fichas y el momento que les sirven a sus intereses, los contratan, los tienen con ellos y el momento en que no, los sacan. Tampoco el periodista es un ente imparcial o neutral que está luchando contra todas las formas de poder. El periodista también tiene la necesidad de un empleo y muchas veces eso es lo que le ata precisamente al medio que sea, no solamente es el medio estatal, no solamente el miedo al poder omnímodo, es también el miedo a perder el empleo. Cuando uno escucha a periodistas a los cuales he educado en las aulas y con los cuales he concertado en una serie de juicios de valor en cómo es la comunicación y en cómo debería ser, y después uno los ve actuado en medios de comunicación absolutamente subordinados y sometidos al poder del dueño o del administrador, sea quien fuere, que marcan políticas muchas veces reñidas con parámetros profesionales y códigos deontológicos y ese periodista lo sigue haciendo porque tiene una familia, o porque dice que no va a encontrar trabajo en otro lado o porque está ganando bien, creo que todos esos son obstáculos al mundo del periodismo , esté donde esté trabajando, estatal o privado.
Hay una visión generalista de los medios privados y de los periodistas que trabajan ahí: que los periodistas son manipulables por el dueño del medio. Ofende esa visión, porque una cosa es lo que intente la administración y otra que la redacción lo permita. Por eso las peleas entre los departamentos comerciales y las redacciones son clásicas. Se ha escuchado a gente de la Flacso, por ejemplo, decir categóricamente que los periodistas los dueños de los medios nos dictan los titulares. Sería un error, como decir que en los medios públicos el señor Fernando Alvarado dicta la línea editorial.
Ciertamente, pero son épocas de cambio, y los temas que estamos discutiendo eran imposibles de discutir diez años atrás. ¿Contenidos discriminatorios? La gente ni siquiera sabía lo que era discriminación, todavía buena parte de la gente no lo sabe. Pero me parece que esta turbulencia que se ha generado el momento que se da una lucha cierta por la hegemonía, en este caso desde el proyecto gubernamental del presidente Correa, con un grupo especialmente de medios, desde ahí empiezan los equívocos. La pelea del presidente Correa no ha sido contra la prensa.
Pero él lo ha dicho: mi principal enemigo político es la prensa…
No ha sido contra la prensa en general, ha sido contra algunos medios de comunicación. Unos de ellos muy poderosos. El propio presidente Correa inicialmente tenía la tendencia a hablar de los periodistas, y tenía la tendencia a hablar de la prensa y de los medios, sin discriminar con mucha exactitud y rigurosidad que se trataba de determinados medios y de determinados periodistas. Por el otro lado, los medios privados en general y los periodistas también se han unido y han hecho espíritu de cuerpo y en vez de clarificar la discusión, de que se trataba efectivamente de un proyecto político que ponía sobre el tapete un problema real de la sociedad, como es la vinculación determinados medios de comunicación con poderes económicos, políticos, lo que han hecho es enconcharse, cerrarse y defender a todos los periodistas y todos los medios, y la discusión no ha salido de ese ping pong de gobierno versus medios. El gobierno que lanza un puñete y los medios que le responden, lo cual es falso, porque aquí en el Ecuador no es que hay una pelea entre los medios en general con el gobierno. La situación es muchísimo más compleja. Se ha ido dando un ciertos equilibrios en cuanto a versiones, porque muchos de los grandes medios que informaban casi con una línea editorial única ahora tienen que enfrentarse a una línea de información a veces radicalmente opuesta. Hemos llegado a otro fenómeno, el de la polaridad, qué mismo es, blanco o negro. Cuando uno revisa los titulares en los diarios, uno se encentra en El Telégrafo un titular absolutamente contrario a los titulares en un medio privado, como El Comercio o El Universo, y uno dice: a ver, eso es bueno o malo. Creo que es bueno para el país.
En todas partes del mundo sucede eso, hay un hecho y surgen diversas interpretaciones, desde líneas distintas.
En el Ecuador no pasaba eso. Yo he trabajado en medios de comunicación, en televisión y en periódicos, he estado mucho tiempo vinculado a la cátedra y de los estudios y de lo poco que he revisado y de los estudios que he mandado a hacer a los estudiantes, la línea editorial de determinados medios de comunicación, sobre todo con respecto a temas que les competían directamente a ellos, por ejemplo el tema de la actoría política, su capacidad de poder intervenir o no en la agenda política, como en el año 1996 el diario El Comercio dictaba cátedra al presidente Abdalá Bucaram de qué es lo que debía hacer a través de cartas abiertas en la primera plana, de quien es hoy director de otro medio de comunicación. Uno dice, ¿es legítimo? ¿Ese es el rol de los medios de comunicación? Me parece que no, lo único que se ve en esa política es que los medios de comunicación estaban entrando a codazos en un territorio que no les competía, pero no tanto por los periodistas que trabajaban en los medios, sino de los dueños y la defensa corporativa de sus intereses. Qué significaba eso: una línea de acción informativa extremadamente uniforme, homogénea.
El gobierno también está planteando un modelo en el sentido de que los medios privados se han arrogado el derecho a fiscalizar a investigar, fiscalizar y denunciar actos del poder público que no lo tienen. Se pregunta: quién les han elegido a ustedes para fiscalizar a gobiernos electos por el pueblo. Me parece una postura antidemocrática porque el papel de los medios en sociedades abiertas busca ser el canal de sus lectores…
Me parece que hay que debatir mejor acerca del papel de los medios y en este país han existido ejemplos flagrantes de que no se ha buscado la verdad, sino que se han plantado versiones sobre la realidad que correspondían más a intereses privados o corporativos antes que buscar la verdad. Buscar la verdad es un proceso, significa primero referirse a hechos fácticos, que son básicos y que dan cabida a una serie de informaciones inclusive que pueden abrir o cerrar la participación de otras instituciones o ciudadanos en la noticia sobre la cual se está informando. Me parece que más allá de lo que puedan pensar funcionarios públicos de cualquier rango o nivel en este país, me parece que una cosa es buscar la verdad, hacer periodismo investigativo y otra es ponerse en papel de fiscal o de juez. Los medios de comunicación han tenido distintas posturas, incluso cambiantes, a lo largo del tiempo. Ha habido medios que combinan dentro de sus contenidos la parte informativa, buscando la verdad, haciendo un periodismo que sigue los parámetros de un buen periodismo, y otra parte de medios haciendo todo lo contrario: una apología de determinados valores directamente vinculados con el mercado, sin importarles un ápice lo qué estaban beneficiando o lo qué estaban afectando a los consumidores del medio. No hay que generalizar, este es uno de los temas de los cuales hay que salir del entrampamiento. En el Ecuador existen medios de comunicación, yo no diría medios buenos o malos, porque eso significaría volver, según la posición donde yo me ubique dogmáticamente, a plantear que los medios buenos son los del gobierno y los malos son los de la oposición o al contrario. Creo que hay que hacer un examen profundo que no han tenido la capacidad de hacer la mayoría de los medios de comunicación del país, como un ejercicio permanente de autocrítica para hacer autoregulación. Mientras no se haga eso, debiera haber dos tipos de regulación externa: una la que da la Ley, de regulación de contenidos. Y otra la que dan los ciudadanos. Y la regulación de los ciudadanos se puede hacer a través de cartas al editor, de reclamos al medio, se podrá hacer cuando contemos con defensores de lectores y de audiencias, la posibilidad de que el medio sin la posibilidad de que haya una demanda a la Supercom el defensor del lector acuda a donde los responsables de la información que está en disputa y diga sobre los pedidos de rectificación o réplica. Pero mientras no suceda aquello va a seguir habiendo fricciones, pero yo no veo que eso sea el fin del mundo. Fricciones entre la prensa y los otros actores de la sociedad; eso sucede en todas partes del mundo, pero no me parece que se deba seguir haciendo apología de que cierto periodismo es el legítimo contra poder, que está más allá del bien y del mal, que el único poder negativo en la sociedad es el del Estado: esas mismas personas que dicen que están para defender al ciudadano de ese poder, son aquellas que no están diciendo que también existen poderes omnímodos dentro del mercado, y que en sociedades como las nuestras, muchas vece el poder que tiene el mercado es superior al poder que tiene el Estado. Me resultaría interesante saber qué paso con el tema de las multas que se pusieron a transnacionales o la campaña contra Chevron, por ejemplo. ¿Cuál ha sido el posicionamiento de ciertos medios, no solo privados sino también públicos, que tiene publicidad de esas empresas? Hay poderes en el mercado, y muy fuertes.
Por eso mismo y porque hay que reconocer, por ejemplo, poderes de grupos económicos que luego de siete años de gobierno se han fortalecido, gracias a negocios con el Estado y que son intocables por medios de ese mismo Estado. Hay una doble moral…
Hay poderes que son intocables por todos los medios, porque alimentan a todos los medios a través de la publicidad.
Decía, una doble moral de los medios públicos; se reclama a los medios privados, pero hacen lo mismo. Hay un doble estándar. Pero cuando usted dice que los medios han cometido excesos o abusos antes de ese debate, pero también los medios han tenido un enorme papel en la lucha contra la corrupción, en la democratización de discursos y de nuevos actores sociales. No ha sido fácil, el periodismo de investigación se consolidó en el Ecuador desde hace 20 años, pero ha revelado cosas fundamentales como las complicidades en el feriado bancario, si no era por la prensa nunca se habrían sabido cómo lo hizo el señor del Banco del Progreso. Fue la prensa privada, hoy satanizada. ¿Por qué al gobierno o a las visiones oficialistas les cuesta tanto reconocer eso? ¿Por qué les cuesta reconocer que el papel de la prensa en el Ecuador ha sido un factor fundamental en revelar hechos irregulares en todos los gobiernos? Y hoy el hacer eso convierte al periodista en enemigo político.
No sé por qué les cuesta tanto reconocer, pero a mi no me cuesta reconocer que efectivamente la prensa en el Ecuador ha sido también un trampolín para que se visibilice una serie de sujetos y actores sociales que, si no era por la prensa, quizá no hubieran podido intervenir activamente en el debate político, y posicionarse inclusive escalando o mejorando sus propias posiciones dentro de la estructura de la sociedad. Pero lo que no me cabe duda es que también han existido históricamente actores que los medios de comunicación no han visibilizado. Si alguien viene y me dice que a los medios hay que agradecerles que han visibilizado al movimiento indígena en el Ecuador, diría que no habría que agradecer: al movimiento indígena no lo han visibilizado los medios de comunicación, podríamos revisar las crónicas que se escribían, salvo cuando el movimiento indígena implicaba una noticia que podía ser consumida ávidamente por lectores. Ahí aparece cualquier cosa. No hay que dar tanta preeminencia a los medios de comunicación en el Ecuador, como que han sido los adalides en el defensa de la justicia, pero tampoco hay que decir que son los representantes de lo peor de lo que puede haber en la sociedad. Me parece que hace falta equilibrar, con el paso del tiempo, a través del debate y de un análisis más ponderado, más justo. El debate es importante porque sienta en la misma mesa a personas que desde sus espacios aislados pueden estar ofendiendo al otro, o malinterpretando o sesgando su visión. Cuando dos personas se sientan en la misma mesa y son capaces de discutir en términos racionales, con argumentos sobre las ideas, que no necesariamente va a implicar un acuerdo, me parece que sale ganando la sociedad entera. Es hora ya de que una vez que tenemos Ley Orgánica de Comunicación, una vez que tenemos instituciones para aplicarla, reconozcamos que ninguna ley es perfecta, ninguna institución es perfecta ni en el Estado ni en el mercado ni en la sociedad civil, y que no es perfecto el escenario en el cual estamos viviendo. Es necesario que en un momento determinado aceptemos que vivimos otro momento, todos, que tenemos una Ley, que existen medios de comunicación, que existe mejor, peor o mala voluntad en todos los sectores; que no se trata de un problema de señalamiento personal de defectos de nadie. Creo que hay que abordar a fondo el tratamiento de los problemas y sentarnos a debatir.
¿Cuándo se habla de derechos (así no estemos de acuerdo con una forma de hacer humor incluso con visiones culturales, de cómo se trata el tema de la diferencia) no los tienen esos miles o millones de personas que ven esos programas que se quieren eliminar? ¿No son audiencias que deben ser respetadas porque favorece ese tipo de programas? ¿Los lectores del Lunes Sexy, que son al menos unos 150 000, no tienen más derecho que una asambleísta?
Tienen todo el derecho del mundo a consumir lo que quieran. Vivimos en una sociedad libre, en una sociedad capitalista. Si es que puede pagar por el producto, el consumidor lo puede hacer, pero en esta sociedad libre y capitalista en la que vivimos, no existen derechos ilimitados. Tienen el derecho a consumir el Extra y a comprar el Extra, pero existen otras personas que quizá ni siquiera tienen acceso al Extra, que no leen o no consumen, que en cambio pueden ser afectadas en sus derechos, y que conste que estoy hablando desde el marco enteramente liberal. Desde la teoría liberal del derecho, unos derechos no deben implicar la afectación de otros. Desde ese punto de vista tienen también derechos aquellas personas que resultan afectadas por este o cualquier otro periódico. La televisión es abierta, y cuando prendo el aparato, recurrentemente, una y otra vez, capítulo tras capítulo están agrediendo a determinados grupos sociales. ¿Tienen derecho, los productores de esos programas, a trabajar? Sí, tienen derecho. ¿Tienen derecho a hacer humor y a trabajar con el género más significativo de la televisión, que es el entretenimiento? Tienen pleno derecho. ¿Tienen derecho a hacer chistes? Tienen pleno derecho. A lo que no tienen derecho es a afectar derechos de otras personas. Me parece que esta discusión no está bien planteada, y como no lo está aparecen estas voces pontificales, a decir que en el Ecuador existe censura y que hay una inquisición laica y capitalista. Les pediría que aterricen para mirar y debatir sobre temas concretos. Se ha cuestionado que el Cordicom incluya el análisis de contenido, el análisis semiótico, el análisis de discurso, las teorías de comunicación para hacer la calificación de contenidos discriminatorios o no. Pregunto: ¿cómo vamos a hacer esa calificación si es que no aplicamos un marco teórico vinculado al objeto concreto que estamos calificando, que es un mensaje?
Pero un marco teórico no es puro, parte de ideologías y visiones del mundo…
Cuidado, porque lo que aquí se ha ido imponiendo y posicionando es una idea tremendamente escéptica en términos epistemológicos sobre la verdad. Ojo, hay mejores y peores marcos teóricos. Es obvio que el peor marco teórico es el aquel que cree que la comunicación se desenvuelve a través de procesos que son conductistas, lineales, mecánicos y unidireccionales. Hay un montón de marcos teóricos que ya están superados, y que sin embargo no se los toma en cuenta y alguien puede hablar de derecho de quedarse en ese marco teórico, y puede quedarse, pero es extremadamente débil frente a otros. Se ha dado un proceso lastimoso y bien a lo posmoderno, de relativización de la verdad, o de relativización de que se pueda llegar a evaluar, no hablo de juzgar o de evaluación moral porque eso no hacemos. Yo no soy ni siquiera creyente como para decir que esto afecta a mis convicciones religiosas, los desnudos… Eso es moral, y no está en juego. Lo que está en juego es que un contenido produce determinados efectos y existe una intencionalidad, tiene una estructura compositiva y todo eso apunta a lo que Williams llama una lectura preferente. No es que cada uno interpreta como quiera. Umberto Eco anuló esta idea de que somos un lector totalmente libérrimo y soberano que cada uno tiene su propio marco de interpretación; no podríamos vivir en sociedad. Desde ese punto de vista, las lecturas preferentes de esos contenidos, pueden ser lecturas lesivas en términos de derechos.
La señorita de la fotografía acompañó al profesor Reyes a las oficinas de Plan V. Tomó fotos de todos y grabó toda la entrevista.
Cuando Nelson Reascos habla de una inquisición laica parte de tres ejes: el castigo al cuerpo, la vigilancia, el pedido de disculpas públicas y la multa económica. ¿Cómo justificar que pase esto, el pedido de disculpas públicas, la multa económica? Porque está bien lo de los derechos y todo eso, pero si le clavan 150 000 dólares de multa a un medio, este, dígase un caricaturista, no va a ir más allá. No es una censura previa, pero sí es una censura post…
No hay censura post. Es un término incorrectamente usado. Primero: ¿desde cuándo existen cárceles en este país? La cárcel es una institución transhistórica que ha existido desde hace mucho. Entonces, decir que es el panóptico y todas esas historias y sacar a Foucault me parece fuera de lugar, con todo el respeto a mi colega y amigo Nelson Reascos, y por eso lo cito expresamente. Segundo: ¿es tan terrible una disculpa pública? Esta puede ser entendida como un acto de humillación pública o como un acto de reconocimiento que tiene un cierto grado de reparación de la falta. Cuando me dicen: cárcel o disculpas públicas, para mí la disculpa pública es una pena que está en un rango ostensiblemente menor de dureza que la cárcel. Tercero: multas, efectivamente en el campo de la comunicación estamos manejándonos en el campo de lo administrativo. No confundamos, porque se confunde con una facilidad enorme lo administrativo con lo civil y lo penal. El ámbito administrativo implica multas. Qué es la multa: a la persona le duele el bolsillo y es un tipo de sanción con más dureza que las disculpas públicas. ¿Qué pasa con las reincidencias? En casi todos los sistemas legales del mundo, la pena va aumentando conforme aumenta la gravedad de la falta. Cuando una persona ya ha sido sancionada en una ocasión, aunque finalmente no se hayan disculpado (ha habido disculpas públicas que son una burla al televidente), ¿qué haríamos si se vuelve a cometer la infracción? ¿Otra vez disculpas públicas? No tiene sentido, caemos en un juego inacabable e inútil, habría que adoptar una sanción mayor. Como vocal del Cordicom puedo decir que se está creando un discurso enormemente amplificado, exagerado y desbordado con respecto a la aplicación de la Ley, y no me sorprende. Los argumentos, que he venido siguiendo durante los cuatro años en que se boicoteó la aprobación de la Ley de Comunicación, eran tan amplificados, desbordados y a ratos fuera de lugar, que yo ya me esperaba lo mismo. El problema es que ahora se está hablando en nombre de las víctimas de la Ley, que parecen ser todos los medios de comunicación. Ahora los opositores a la ley han aprendido a tener una enorme capacidad para difundir una cierta imagen de lo que pasa en el Ecuador externamente. Leí el último informe de la Relatoría de la Libertad de Expresión de la CIDH y ya veo que por lo menos están contrastando fuentes. Si seguimos en esas posiciones absolutamente sordas y ciegas ante cambios que se han dado, que también involucra reconocer que hay turbulencias, fricciones y conflictos, y no nos sentamos en un momento determinado a debatir con argumentos creo que ni la prensa ni los medios en general van a cumplir su papel ni creo que quienes estamos este momento temporalmente como autoridades vamos a poder cumplir los objetivos. Para mí el objetivo fundamental de la Ley de Comunicación es mejorar los contenidos en su calidad y en su pluralidad.
Pongo un ejemplo ilustrativo: en el tema de los Yasunidos el Estado se ha encargado de deslegitimar en sus campañas de comunicación política a los Yasunidos. Que son amigos de Natasha Rojas o de cualquiera, como si ser parte de un partido político fuera un delito en este país. Pero los Yasunidos no tienen posibilidad alguna de impedir estos actos de comunicación política. El Estado es absolutamente omnímodo, no tienen posibilidad de recibir una réplica frente a sus propios actos. A un ciudadano, empezando por el Presidente, y luego la batería de medios, se encargan de estigmatizarlo públicamente. Esta persona no tiene posibilidad alguna, frente a estos mensajes de detenerlos o replicarlos o de exigir que se paren y sancionen porque están violando sus derechos. ¿Por qué el ciudadano no tiene esa posibilidad frente al Estado?
Creo que la salida a todo este conflicto es que quienes trabajan en los medios y quienes trabajamos en el Estado nos pongamos en los zapatos de los ciudadanos.
Yo le haría una invitación, y no solo es el caso Yasunidos, sino frente a otros casos, a acudir a la Supercom y se haga un seguimiento de los casos de ciudadanos que ingresan a la entidad. Ahí puede haber una respuesta a quiénes hacen estas denuncias, cuáles han sido los procesos gestados, cuáles aceptados, cuáles desechadas. Hay varias decenas de denuncias y esto va creciendo. No creo que de la noche a la mañana se dé la posibilidad de que el ciudadano adquiera derechos. En este país no se dan las cosas así, porque los mecanismos de inequidad y de diferenciación de acceso a recursos son bastante grandes. Creo que ahora está abierta una puerta que va a incluir críticas, cuestionamientos, pero hay una puerta para que los ciudadanos puedan expresarse en un tema que antes era tabú: el tema de los medios. Si el ciudadano criticaba al medio y enviaba la carta al director, primero se seleccionaban las cartas, luego se editaban las cartas por el espacio, y lo mismo sucede cuando se van cerrando las puertas para el reclamo ciudadano. Quiero salirme de esta lógica de gobierno versus medios. Y he dicho que la salida frente a todo esto es que quienes trabajan en los medios y quienes trabajamos en el Estado nos vayamos poniendo en los zapatos de los ciudadanos. Qué es lo que los ciudadanos quieren, qué demandan, qué les molesta, qué requieren de los medios de comunicación. A ratos creo que vivimos en una sociedad de sordos y ciegos. Nos hemos polarizado mucho, hay temas sobre el tapete pero el debate profundo sobre estos temas se esfuma rápidamente porque tenemos posiciones tan encontradas, donde uno no encuentra un ápice de razón en el otro, y el otro tampoco. Ni siquiera llegamos a ser una sociedad tolerante en todo sentido, en el sentido de soportar lo que el otro está diciendo así me parezca terrible, inaceptable e intolerable, o tolerante en el sentido de que quien tiene poder tolera una falta o una agresión u ofensa de quien no tiene, en los dos sentidos. Propongo que más allá de fijarnos en solamente la aplicación de la ley o más allá de la calidad moral o personal de quienes aplican la Ley o la calidad moral del periodista tal o del dueño del medio tal nos fijemos en el tema de fondo. Creo que América Latina vive un proceso de profunda transformación, en el Ecuador no tenemos ni idea de qué pasa en Argentina o en Inglaterra. Ya llegó la hora en que los medios de comunicación tienen que descubrirse, para ser interpelados tal cual son interpelados los funcionarios del Estado. Más allá de que este sea un modelo posneoliberal, liberal, conservador, que sean un gobierno de una persona con mucha fuerza, o sea un gobierno más neoinstitucional.
Pero en el Ecuador los funcionarios no puede ser interpelados, no pueden ser investigados no pueden ser denunciados, le cae el hacha a quien lo hace.
Si revisas los medios de comunicación existen denuncias, cuestionamientos y críticas a funcionarios del Estado todo el tiempo. Que alguien diga por ahí es que solo Bonil puede hacerlo porque trabaja con el humor. Yo diría si tiene esa corona el humor sobre el todo resto de géneros como para ser intocado. Aquí se distorsionó terriblemente el tema de Bonil, y más allá de cómo haya operado la Supercom pero aquella pseudo caricatura fue un editorial gráfico, donde además el texto lo decía todo.
Pero la caricatura es eso, un editorial gráfico.
No quisiera ser ofensivo con Bonil, pero en esa caricatura hizo un panfleto gráfico, no fue una caricatura…
Así haya sido un panfleto, tampoco es justo que se le sancione…
Lo que digo es que no es justo a que se le de todas las prerrogativas porque es humor, porque esa es la idea que se implantó, él puede decir y hacer lo que quiera. Traslademos esa discusión a los programas de televisión que están cuestionados, o Bonil tiene una prerrogativa por encima de Flor María Palomeque.
Pero caricaturistas han sido amenazados de muerte por hacer una caricatura de Mahoma, si empezamos por ahí, podemos terminar así. ¿No le parece que hay ese riesgo?
La amenaza de muerte es, en todos los casos, terrible. Es un tema que demuestra que hay personas de absoluta intolerancia frente a temas de discusión pública, y de un dogmatismo y de un fanatismo fundamentalista de última. Vuelvo a insistir, para destrabar esto que parece ser una pelea inacabable, en la cual llevamos demasiado tiempo y en la cual se han producido mejoras. Sería importante que los medios de información se acerquen más a la Cordicom para saber qué hace, perece que no existimos, somos como floreros invisibles para algunos medios. Creo que debe darse un compromiso nacional de escucharnos un poco más, escuchémonos hablar en términos civilizados, nada más.
¿Usted sabe que ahora los abogados son casi editores en las redacciones de algunos periódicos?
No, pero me parece terrible. Me da mucha pena de esos medios.
Creo que la Ley de Comunicación no es perfecta. Hay algunos gazapos y esperamos que se pueda modular a partir de la demanda de inconstitucionalidad que se ha hecho.
Usted quiere debatir el rol de los medios, pero algunos nos interesa debatir su rol y en general del rol del Consejo. De hecho de eso es lo que habla Nelson Reascos. ¿Cómo se puede entender su rol, que ha sido incluso juez en concursos de periodismo, ha sido uno de los analistas más buscados por los periodistas más reconocidos del Ecuador y defiende una ley que muchos sostienen que afecta derechos, especialmente los declarados en el Sistema Interamericano, una ley que ha limitado la apertura de temas de investigación? ¿Cómo se ve usted dentro de todo esto?
Me parece bastante falsa la separación que se hace del mundo académico y del mundo de la política. Ceo que están estrechamente vinculados. Uno puede hace política haciendo academia y uno puede aportar desde la academia al mundo de la política, entendiendo como política la capacidad de transformar y mejorar sustancialmente la sociedad en que vivimos. Yo estoy en el Consejo porque creo en la Ley de Comunicación, me parece que no es perfecta. Tras una revisión exhaustiva he encontrado que hay varios gazapos en algunos artículos de la ley y esperamos que se pueda modular esto a partir de la demanda de inconstitucionalidad que se ha hecho.
¿Cree que hay temas que se pueden incluir?
Creo que hay términos de redacción jurídica que no han sido muy bien desarrollados, y después de la revisión minuciosa de la Corte Constitucional pueda efectivamente mejorar para que no quepa ninguna dosis de ambigüedad que pueda surgir. Creo en la Ley de Comunicación, creo en una tendencia a procesos de cambio que se han dado en América Latina. En estos años he tratado de empaparme de las similitudes y diferencias que hay entre distintos contextos donde se han aprobado leyes de comunicación. He leído esas leyes, he visto cuáles son las diferencias con la ley ecuatoriana, las diferencias entre conflictos que se viven en países como Argentina, Venezuela, Bolivia, Uruguay… Y sigo convencido de que es la decisión correcta. La Ley de Comunicación es un instrumento valiosísimo, no una finalidad, para mejorar el campo de la comunicación en términos de democratización. No creo que haya impedimento alguno para que alguien que ha estado vinculado a la academia dé el salto. Me costó mucho decidirme a darlo. Eso cuesta también a las personas que hacen activismo político y desde el periodismo dar el salto, pues resulta mucho más cómodo hacer de francotirador, mirar los toros de lejos, cuestionar de manera abstracta los temas, quedar bien con sectores que están en una orilla de esa pelea, y me parece necesario posicionarse frente a temas. Toda mi vida, en el aula y en otros trabajos, cuando he trabajado en medios de comunicación y ahora en una institución del Estado, me he posicionado. Y por eso puedo hablar frontalmente, sin tener después de arrepentirme de lo que digo.
Usted dice que ni siquiera es creyente y que este tema de la moral, pero usted es uno de los ejecutores de una ley que habla acerca de la moral y la verdad…
Yo no soy ejecutor de la ley.
Digo en el sentido de que usted actúa para aplicar la ley. Una ley que tiene una línea de velar por lo que es la verdad. Por ejemplo, el artículo 18 donde dice que los medios tienen que cubrir los hechos de interés público. Es demasiado amplio, y tiene que ver con los hechos que para una persona pueden ser verdad o de interés público. La misma ley habla de una información veraz, contrastada. Reascos dice que la ley tiene un afán moralizador a propósito de la rectificación que se ordenó a Contacto Directo. Una ley que busca proteger al poder de la acción ciudadana, y Reascos cita el ejemplo del linchamiento mediático. Hay un afán moralizador de la ley y usted dice que no es creyente, ¿qué hace usted ahí?
El problema es de esos críticos, de la confusión que esos críticos tienen al creer que hay una veta moral en la aplicación de la ley. El problema es la confusión que tienen entre lo moral y lo jurídico. Es la confusión que tienen entre censura, control y regulación y creo que hay que hablar en esos términos. El interés público es uno de los principios fundamentales del periodismo, por sentido común una noticia trata de hechos de interés público. Lo aberrante en muchas de las tendencias en el desarrollo de los medios de comunicación es que por la dictadura de la rentabilidad económica incorporan contenidos que no son en absoluto de interés público, sino de interés de un segmento del público. Hay una confusión enorme. El hecho de que un artista internacional pida cosas inverosímiles para poder descansar la única noche que se queda en Quito, y que eso ocupe la cuarta parte de una página… El medio puede incluirlo, pero no me parece un hecho de interés público. Las secciones de chismes, rumores de la farándula, que alguien peleó con el otro, que ya no es novio, o si le deja, no es de interés público. Es más, en este segundo caso son temas que tienen que ver con la intimidad de las personas.
Son los medios los que definen lo que es de interés público. No tenemos atribución alguna para definir lo que es de interés público.
¿Entonces desde el Consejo usted va a decidir qué es de interés público?
No, son los medios los que definen lo que es de interés público. Lo único que hace la Ley de Comunicación es remarcar cuál es la tarea del medio de comunicación. Este debe, para brindar algo que sea un producto medianamente aceptable para sus lectores, debe definir lo que es de interés público. No tenemos atribución alguna para definir eso, no tenemos esa competencia. Nosotros no actuamos de oficio, no calificamos lo que es de interés público o no. Es más, no hay sanción alguna respecto a un tema que no sea de interés público y que el medio incluya. Los medios tienen toda la libertad para incluir (en sus noticias) la muerte del pajarito del director o del dueño.
¿Por qué cree usted, entonces, que algunos medios están con abogados revisando las notas?
Porque creo que en el Ecuador hay muchos empresarios mediáticos que, me parece, no están a la altura de su responsabilidad. Me parece que en el Ecuador existe rezago de un periodismo timorato, muy timorato. Alguna vez asistí a un encuentro en Colombia de periodistas por la paz, con periodistas ecuatorianos, del Hoy, de El Universo, y académicos. Fue impresionante el asombro que tenían los colegas colombianos de ustedes por el lamentario que hace algunos periodistas invitados hablaban sobre la situación ecuatoriana. Y me acuerdo clarísimo el sermón que les dio un periodista colombiano: se nota, le dijo, que tú no has ejercido el periodismo en condiciones de dificultad. Quisiera que vinieras a Colombia a ejercer el periodismo frente a temas como el paramilitarismo, la seguridad para que veas lo que es tener miedo y no solamente eso, sino tener que cuidar tu vida. En el Ecuador me parece que puede ser un negocio floreciente para los abogados, pero ese no es un problema de la Ley de Comunicación, es un problema de los dueños de los medios de comunicación, es un problema de un periodismo timorato, que lo que está creyendo de pronto que antes todo lo estaban haciendo mal y están dejando su responsabilidad periodística en manos de un abogado. Eso me parece terrible para el periodismo ecuatoriano.
Lo que encierra su comentario es que se puede entender que los periodistas son mecanógrafos de los dueños de los medios, y eso no sucede. No solo hay dueños o abogados sino periodistas también que prefieren no topar ciertos temas, ni siquiera se atreven a contrastar las versiones oficiales…
Esa es la peor excusa del mundo, eso de quedarse sin trabajo. Eso le pasa a Raimundo y medio mundo. Si no cumplo mi responsabilidad, yo puedo decir tranquilamente voy a agachar la cabeza para no quedarme sin trabajo. Eso le pasa al periodista, al ingeniero, al profesor, al académico ilustre, a todo el mundo.
Para lograr esto también está el artículo del linchamiento mediático. Reascos dice que no se puede hacer a un conserje porque no tiene el perfil, pero sí a un poderoso funcionario. Se dice que se protege a la mujer, pero los chistes sexistas que hace el Presidente no han sido observados, dice el profesor.
Dos cosas frente a esto. El del linchamiento mediático es un artículo escrito de tal manera que tienen que converger, combinarse tres causales bastante complicadas de ser probadas en términos procesales. Tiene que haber colusión, intención y reiteración, básicamente. Si no se cumplen acumulativamente las tres causales ese artículo no se va a aplicar. En el caso del Cordicom, cuando nos hemos referido al tema de los derechos ciudadanos, le podría decir que el ejemplo más claro que nosotros hemos citado como ejemplo de abuso es el caso del señor Campaña. Este señor fue objeto de un linchamiento mediático. Este señor, ingeniero informático, fue acusado por medios de comunicación de haber cometido filicidio, murieron sus dos hijos, le dijeron que murieron al parecer por ritos satánicos, estuvieron en la cárcel con su esposa después de perder dos hijos, y al final salieron porque cuando se hicieron las investigaciones comprobaron que fue un escape de gas en la casa mientras los padres no estaban ahí. Este es el más claro ejemplo de linchamiento mediático; no es un funcionario público, no es un poderoso, es un ciudadano de a pie, común y corriente. Si este caso se hubiera suscitado, ahora que está en vigencia la ley de comunicación se hubiera tenido que comprobar que hubo entendimiento, a escondidas y de forma explícita, por parte de los medios de comunicación para lincharlo. Que esta sola causal no se cumpla impide la aplicación del artículo de linchamiento mediático.
En el Ecuador hay empresarios mediáticos que no están a la altura de su responsabilidad. Hay rezagos de un periodismo timorato, muy timorato.
¿Entonces el artículo es inaplicable, cómo se puede comprobar?
Se puede comprobar la figura de colusión, que se han dado reuniones, envío de correos, con testigos, pero es un artículo de muy difícil aplicación. No se ha aplicado una sola vez acá, se ha hecho una sola demanda que fue la presentada por la doctora Sandra Correa. Que ese ejemplo del conserje se use para decir que es un artículo que protege a los poderosos, me parece muy mal ejemplo.
En el tema de la verdad, sobre todo el Presidente insiste mucho en eso y que uno de los peores delitos, a su parecer, es la mentira. Se dice; yo tengo la verdad y por tanto tú eres el mentiroso. Y por tanto se exige del periodismo la verdad. Y sabemos que no se puede llegar a la verdad sino tener versiones de la verdad, mayor precisión, o ciertos indicios que acerquen a los hechos y hagan decir que eso es la verdad o lo más parecido a lo que pasó. ¿Encontrar la verdad es imposible?
Encontrar la verdad absoluta es imposible, tiene toda la razón. Buscar la verdad es imprescindible para un periodista. Para Rosenthal el principio fundamental del periodismo es la búsqueda, la construcción de la verdad. Pero ese es un proceso, no es que la verdad es un súbito descubrimiento, es un proceso ambiguo y complejo. Esta figura del periodismo norteamericano no deja de decir que un periodista que no busca la verdad, no es periodista. Es más, ellos dicen que la verdad es la materia prima con la que trabaja el periodismo. Una cosa es buscar la verdad poniendo dos datos fácticos, pero es una verdad pobre. Lo otro es una verdad enriquecida. Me temo, me asusta y me entristece es cómo ahora estamos viviendo una suerte de neocinismo, que está muy cercano a esa posición cómoda del ciudadano liberal, que se cree el centro del mundo: No existe la verdad, fue el titular de una entrevista que se publicó en la revista Vanguardia. Lo tengo guardado, porque a pesar de que la opinión de esta académico me merece respeto, implica una suerte de relativismo, o de perspectivismo blando, soft, y de eso está a ratos llena la universidad ecuatoriana también, que va de la mano con la idea de que cada consumidor es soberano y libre, y que cada uno tiene la potestad de leer y ver lo que quiere. Pues bien, yo como ciudadano digo que en la televisión ecuatoriana no tengo derecho a ver lo que yo quiero, tengo televisión por cable y con ese paquete que pago no tengo derecho a ver lo que yo quiera, si quiero ese derecho tengo que pagar más. Eso se llama capitalismo. Ese es el verdadero capitalismo, no el que aparece en las multas que se cobran a los medios de comunicación a través de infracciones administrativas a una ley.
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