
Telmo Pacheco en el plantón por el Día Internacional de la Desaparición Forzada, 2019. Foto: Mayra Caiza
A sus ocho años quería ser futbolista profesional. A los 17 fue campeón intercolegial y a los 19 fue elegido para ser parte de la naciente selección de fútbol de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, pero el equipo nunca nació y se quedó en la vida militar. A los 40 inició de nuevo y fue Director Técnico de Fútbol. A sus 64 dejó todo. Ahora solo tiene un deseo: encontrar a Telmo Orlando, su hijo desaparecido.
La mañana está fría en las angostas calles del centro histórico de Quito. Telmo Pacheco Cevallos las recorre desde que era un niño. Vive en el tercer piso de un departamento, ubicado tras la iglesia Basílica del Voto Nacional. Telmo Pacheco Cevallos con su cabello negro, sus manos fuertes y sus 74 años encima se alista para grabar un spot que busca recolectar fondos económicos para continuar con el rastro de su hijo Telmo Orlando, que lleva su mismo nombre, y seguir tras las pistas de más de dos mil personas desaparecidas en Ecuador.
— Tener un familiar desaparecido es vivir en la incertidumbre, la familia está incompleta, la mesa está servida y la cama está tendida hasta ahora.
Su voz se ahoga y sus palabras se entrecortan, sus párpados se caen y su frente se arruga cuando habla de su hijo llora como un niño. Baja la cabeza, respira:
— Sacamos fuerzas de donde no hay, nos convertimos en buscadores, buscamos a nuestros familiares porque el Estado no lo hace.
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3 de noviembre de 2011. Telmo Orlando Pacheco Aguilar de cabello negro, barba corta y ojos color negro no contesta el teléfono, las llamadas van directo al buzón de mensajes. Llaman una, dos, tres, cuatro, veinte, treinta veces y la respuesta es la misma: nada. Telmo Orlando desapareció el jueves 3 de noviembre de 2011, en la ciudad de Loja, a doce horas de su hogar y a 684 kilómetros de distancia entre Quito y Loja, lugar a donde viajó el 28 de octubre para participar en un ritual religioso de la Iglesia Evangélica.
Telmo Orlando de 33 años, ecoturista y amante de las plantas y los animales acudía junto a su madre doña Olga Aguilar a misa, no de la Iglesia Evangélica, pero sí de los Testigos de Jehová. Él quería encontrar a Dios y pensó que era una señal cuando en el Hospital Inglés, de la ciudad de Quito, dos meses antes de su desaparición, encontró a una mujer que leía la Biblia. Era Marlene Plaza, de 50 años aproximadamente, cabello negro y contextura gruesa. Telmo Orlando retiró el certificado de nacimiento de su hijo Jeffry, que ahora tiene once años y en dos semanas ingresa a séptimo grado. Se acercó a la mujer. Conversaron.
Por dos meses, Marlene llamó diariamente por teléfono a la casa de Telmo Orlando para invitarlo a participar en un ritual religioso con todos los gastos pagados. Telmo Orlando estaba buscando a Dios, estaba feliz por el nacimiento de su único hijo y se alistaba para iniciar su proyecto que transformaría su casa en un hotel para turistas, así que aceptó. Viajó. Desapareció.
Milena Pacheco está pendiente de la investigación sobre la desaparición de su hermano menor, Telmo Orlando. Foto: Mayra Caiza
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2006. Telmo Pacheco Cevallos viste una camiseta color negra que combina con un terno caqui y una medalla tricolor que cuelga de su cuello. Su mirada es profunda, sus pupilas están luminosas y sonríe. Está feliz porque en sus manos sostiene el certificado que lo designa como el entrenador más destacado en las divisiones menores de la Asociación de Fútbol No Amateur de Pichincha (AFNA), luego de consagrarse como campeón nacional de la subcategoría 14 de fútbol con el Club Deportivo El Nacional, el segundo equipo con más hinchada en la capital ecuatoriana.
Telmo Pacheco junto a la selección Sub 20 de El Nacional en el Estadio Olímpico Atahualpa, 2008. Foto: cortesía de la familia
El premio por la hazaña le dio una beca que amó y le pesó. Ese año viajó a Buenos Aires, Argentina, a estudiar en la Escuela de Directores Técnicos de Fútbol N°98 “Nicolás de Avellaneda”. Estudió técnica y entrenamiento; táctica y estrategia; medicina del deporte y 13 materias más. Se graduó como Director Técnico de Fútbol en diciembre de 2008. Volvió a casa ese mismo mes con la promesa de pagar la beca en cinco años, pero faltando dos años, su hijo, Telmo Orlando desapareció. Solo quería buscarlo y encontrarlo. Pero la deuda seguía, Telmo Pacheco Cevallos aprovechaba las vacaciones y fines de semana para recorrer las ciudades y pegar afiches con el rostro de su hijo bajo la leyenda tan lejana, pero tan presente ahora:
¡Desaparecido!
¡Ayúdanos a encontrarlo!
Dos años después, la deuda quedó saldada y dejó su cargo como director técnico de la categoría Sub-20 de El Nacional, equipo patrocinado en su mayoría por militares retirados.
Cuando Telmo Pacheco habla de fútbol su voz es alta y risueña, sus manos se mueven como si quisieran dibujar la jugada y sonríe. Dice que desde los ocho años de edad sabía que su pasión era el fútbol. Dos veces la encontró y dos veces la perdió.
Telmo Pacheco (1948) es hijo de Carlos Alberto Pacheco y Laura Piedad Cevallos, ambos comerciantes en una tienda de abastos. Vivió toda su vida en el centro histórico de Quito. En sus calles angostas, largas y empedradas jugó fútbol con sus amigos del barrio hasta saltar a las canchas de los intercolegiales.
Bolivariano, campeón intercolegial, tras vencer en la final al Colegio Mejía 2-0 se lee en el periódico color sepia que Telmo Pacheco saca de su cartón y me muestra por la pantalla de zoom. Este logro lo llevó a jugar de defensa en las filas del Club Deportivo Quito Moderno, San Lorenzo y a la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), este último no se concretó debido a que el equipo militar naciente pereció bajo un acuerdo ministerial, sin antes haber visto la luz.
Corrían los años 60, los militares y los policías se enfrentaban en un campeonato de boxeo. No se sabe quién ganó, sólo se escucharon ¡Boom! ¡Boom!, balazos, no hubo heridos, pero se suspendió el torneo y la idea de crear un segundo equipo de fútbol en las filas de las Fuerzas Armadas del Ecuador. Si esto hubiera pasado en un campeonato de policías y militares, no querían imaginar que iba a ocurrir en un encuentro de fútbol de dos equipos de la milicia.
Dos filas se armaron. El Coronel a cargo, dijo:
—A la derecha los que se quieran quedar en la FAE y a la izquierda: los que optan por el fútbol.
Esta última opción era dejar la FAE, quedarse sin equipo y sin trabajo. Telmo Pacheco Cevallos se casó a los 20 años y tenía un bebé. No se graduó de sexto curso en el Colegio Bolivariano porque no asistió a las pruebas finales, entonces decidió quedarse en las filas militares.
—Nunca me gustó la vida militar, a pesar de los 20 años que trabajé ahí. Nunca me gustó. Pero tenía que ser responsable por mi hijo y mi esposa. Seguí todos los cursos que tenía que hacer, fui comando paracaidista, guardaespaldas e instructor militar. No me arrepiento porque aprendí, pero al cumplir los 20 años de trabajo salí corriendo. Me jubilé.
Ya jubilado a los 40 se entregó en cuerpo y alma por segunda ocasión a su pasión: el fútbol, ya no como defensa sino como director técnico. Siguió cursos y habilitó la casa heredada de su padre como una casa de acogida para jóvenes futbolistas de provincia que llegaban a Quito y no tenían donde vivir.
—Vivían cinco chicos en la casa, mi papá los apoyaba e incluso les daba dinero para sus gastos personales. Ellos le tenían mucho apreció, lo llamaban El profe, dice su hija Milena Pacheco.
Entrenó a centenas de jugadores desde las ligas barriales hasta la categoría Sub 12, 14, 18 y 20 de El Nacional. Renato Ibarra, ahora delantero de la Selección ecuatoriana y del Club de Tijuana en México como Frickson Rafael Erazo, exjugador de la Selección, pasaron por su entrenamiento.
Ser director técnico de la serie A era su siguiente paso, pero su vida se paralizó en el 2011. Dejó el trabajo. Dejó el fútbol, nunca más lo volvió a jugar.
Cada miércoles los familiares y amigos de personas desaparecidas y localizadas sin vida protestan en la Plaza Grande. Foto: Andy Cóndor / Asfadec
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—Telmo me dijo, cantemos esta canción:
Yo quiero tener un millón de amigos para así más fuerte poder gritar:
¡Desaparecidos en Ecuador nunca más!
¡Muertes violentas en el Ecuador nunca más!
—Pero no solo esa, también adaptamos la canción de Mercedes Sosa:
Solo le pido a Dios que el mundo no me sea indiferente,
que haya justicia para los desaparecidos
Y que el Gobierno se haga presente
Dice Lidia Rueda, presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec), que conoce a Telmo Pacheco desde hace diez años. Lo recuerda callado, dulce y solidario.
—Habla no solo por su hijo, sino por los centenares de personas desaparecidas. Con el megáfono en la mano cada miércoles se paraba en la Plaza Grande frente al palacio presidencial, en los ministerios, en las calles para gritar: ¡Dónde están, quién se los llevó!
Solo de enero a junio de 2022 se reportaron 3560 denuncias de desaparición, 256 aún se encuentran desaparecidas. Más de la mitad son mujeres, niñas, adolescentes y adultas. Quito está en la segunda provincia con mayor índice de desaparición de personas a escala nacional.
Aunque nunca había participado en colectivos, organizaciones o sindicatos para defender sus derechos, Telmo Pacheco Cevallos asumió la presidencia de Asfadec de 2014 a 2018. Acudió a cuatro de las cinco reuniones con el expresidente Rafael Correa.
—A la primera reunión en 2013 fuimos con mucha expectativa. Nos escucharon sobre la falta de fiscales capacitados, la rotación de los agentes investigadores, la indolencia de las autoridades. El expresidente Correa se comprometió a trabajar.
Seis meses después nada había cambiado y así la fue la segunda, tercera, cuarta y quinta reunión: promesas incumplidas.
Se burlaron de nosotros, de nuestro dolor, dice Telmo Pacheco Cevallos, quien a la quinta reunión presidencial prefirió junto a otros familiares no ingresar. Se quedaron en la Plaza Grande. Fue un 30 de junio de 2016, lo recuerda porque ese día un grupo de personas intentaron agredirles en el plantón.
—“Nos decían por qué no cuidan bien a su hijos por eso se les desaparece. Son drogadictos por eso se desaparecen y luego se los hallan muertos por drogadictos y prostitutas”.
Con la pandemia de covid-19, Telmo y doña Olga no salen de casa. Se dedican a cuidar los geranios, aloe vera y cactus. Foto: cortesía de la familia.
Telmo Pacheco y los familiares no les hicieron caso y continuaron con la protesta durante las tres horas que duró la reunión. Con la tarde cayendo enrollaron las pancartas, guardaron los afiches y doblaron las banderas. El piso quedó vacío. Telmo junto a tres compañeros empezaron a caminar cuando un grupo de dos mujeres y hombres los interceptó. A Telmo Pacheco Cevallos lo golpearon cerca del ojo y a su compañero lo lanzaron al suelo, los transeúntes se asustaron y empezaron a gritar. Las cuatro personas huyeron, gritando: ¡Cuáles borregos! Durante el gobierno del expresidente Correa a sus simpatizantes, el argot popular los denominaba así.
—“Ninguna persona está preparada para que le desaparezcan a tu hija, a tu hijo, a tu ser querido'', decía Walter Garzón que inició a Telmo Pacheco en la organización y en la lucha. Walter falleció en 2016 con una profunda depresión, tras desconocer el paradero de su hija Carolina Garzón desaparecida en 2012.
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La desaparición de Telmo Orlando se investiga en más de 50 expedientes, cada cuerpo tiene 100 hojas, pero en ninguna hoja consta la línea de investigación o la hipótesis sobre qué pudo haber ocurrido con Telmo Orlando, dice su hermana Milena Pacheco que está al frente de la investigación.
A su padre le han detectado un problema congénito en el corazón, no puede tener fuertes emociones, preocuparse o salir de casa. La pandemia de covid-19 que ha matado a más de 6.4 millones de personas en el mundo, también lo pone en riesgo. Ha dejado de ir a la Plaza Grande, de salir a plantones y reuniones con autoridades. Son casi dos años que Telmo Pacheco Cevallos ha pasado encerrado, solo sale cuando va al doctor, a comprar —a veces— y en menos de cinco ocasiones ha ido a la Asociación.
Cuida de sus cactus, lirios y geranios que le gustaban a Telmo Orlando y que cuelgan de la ventana de su cuarto, en la sala y en la terraza; donde recibe a cada periodista que lo visita desde el 2012, donde se grabó el vídeo para recolectar fondos y donde se niega a perder la esperanza.
[RELA CIONA DAS]



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