
Foto: Evelin Rosas
Una campaña de Acnur a favor de los venezolanos descubrió a Carmen y su historia salió en los principales diarios de la región.
Carmen es una mujer afro de 48 años que vive en Juncal, una población al norte de Imbabura de no más de 2.500 habitantes. Hace un año y medio ella empezó a hospedar gratuitamente a migrantes venezolanos en su casa; una construcción de bloque y cemento que desde entonces siempre tiene las puertas abiertas.
En la localidad todos conocen a Carmen y la labor que realiza. Cuando un grupo de migrantes pasa por el pueblo, los lugareños les guían hasta la casa de Carcelén. Ella los recibe con una sonrisa, y les invita a pasar a su patio lleno de plantas y flores donde adecuó un comedor general para los visitantes.
Los migrantes entran tímidamente, buscando refugio del sol. Muchos no han comido en días, van con los zapatos muy gastados o sin ellos y con la ropa color asfalto. La anfitriona evalúa rápidamente la situación, les ofrece comida, la posibilidad de lavar sus prendas, bañarse y descansar máximo dos noches bajo su techo.
Es una amante de la cocina, una hábil costurera a la cual sus vecinas siempre le encargan diseñar vestidos o blusas, una comerciante de frutas y una gestora de la cultura afro. Integra una red de turismo comunitario y es voluntaria en la iglesia de la comunidad.
Se describe como una soñadora, entre risas afirma que siempre deseó tener una hacienda muy grande en la que pueda vivir toda su familia, y ahora en la que pueda recibir a más personas que decidieron arriesgarse por un futuro mejor saliendo de su país.
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