
Carla Maldonado, periodista, ha trabajado en varios medios y actualmente es parte del equipo de La Posta. Foto: Cortesía de Carla Maldonado
@GabyMunioz_777
Siempre ha sido frontal, directa, sin conversaciones edulcoradas y absolutamente sincera. En una reunión con editores de El Comercio, en 2008 (cuando en el periódico de Quito se escribían los mejores análisis políticos y reportajes de investigación), oficialmente presentaron a Carla Maldonado como la nueva editora de la sección Mundo.
Ella venía de Italia. Desde ahí, durante 11 años contó a los ecuatorianos sobre la política internacional, las realidades de la comunidad de migrantes, las exposiciones de arte, las tendencias culturales, lo que pasaba en las semanas de la moda, las crisis de Berlusconi…
Ser corresponsal internacional de El Comercio, con la empresaria Guadalupe Mantilla como presidenta del directorio, significaba contar transversalmente lo que pasaba en Europa en aquellos años donde todavía las redes sociales eran incipientes y Ecuador recién empezaba a conocer el poder de las plataformas digitales.
En una mañana de domingo, bajo un espectacular cielo azul, recordamos con la periodista graduada en la Universidad Central y becaria en París por la Fondation Journaliste en Europe, su regreso a Quito y reflexionamos cómo en los últimos años se ha convertido tendencia en Twitter por sus denuncias y reflexiones en esta red donde ella habita, cuestiona, se indigna, dice lo que piensa y por eso recibe miles de tuits con alto contenido de violencia verbal. Carla Maldonado (@CarlaMaldonadoP) tiene 14.730 seguidores y es una de las influencers más visibles y comentadas en Ecuador.
“En esta vida hay que tomar partido. Se es o no se es. Yo opino y reflexiono en voz alta porque no me puedo quedar callada ante la corrupción y porque lo que digo es cierto. Denuncio públicamente a un grupo de delincuentes que se robó la plata del país y que gobernó durante diez años”, dice resuelta mientras revuelve suavemente su macchiato (espresso con leche).
Lo que le pasa a Carla ocurre a cientos de mujeres periodistas que denuncian en América Latina. La Unesco publicó el estudio Violencia en línea contra las mujeres periodistas. La investigación dice que los ataques en redes sociales son un problema pernicioso desde hace muchos años.
Para Carla, tuitear tiene un alto costo. Por cada tuit cuestionador recibe, al menos, 50 notificaciones con mensajes machistas y denigrantes.
En 2016 sufrió una de las agresiones más duras: recibió un mensaje amenazante a través de Twitter por parte de un simpatizante del expresidente Rafael Correa. El hecho ocurrió el 11 de diciembre después de que la periodista denunciara, desde su cuenta personal, que trabajadores de la salud estarían siendo obligados a asistir a un encuentro con el candidato oficialista Lenin Moreno. Ese día, el usuario identificado como “Wilymen ros” (@SteebyRosero) escribió a Carla el siguiente mensaje amenazante: “@CarlaMaldonadoP Hasta acabarlos a todos, incluyéndote”.
Lo que pasa a Carla les ocurre a cientos de mujeres periodistas que denuncian en América Latina. La Unesco publicó el estudio Violencia en línea contra las mujeres periodistas. La investigación dice que los ataques en redes sociales son un problema pernicioso desde hace muchos años. “Ahora parece que está aumentando de forma drástica y descontrolada en todo el mundo, como han descrito nuestras encuestadas”.
Un sondeo entre casi mil mujeres periodistas, apoyado por la Unesco y realizado por la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios de Comunicación (IWMF) y el Instituto Internacional para la Seguridad de la Prensa (INSI), reveló que el 23% de las entrevistadas había sufrido “intimidación, amenazas o abusos en línea”. En tanto, otra encuesta de la Federación Internacional de Periodistas a 400 mujeres, en el 2017, concluyó que el 44% de las participantes había sufrido abusos en línea.
La investigación determinó que el impacto de las políticas populistas, a menudo asociadas con la demonización de los periodistas y el periodismo y con los discursos misóginos, también es a todas luces un desencadenante de la violencia en línea contra las periodistas.
Le recuerdo a Carla algunos de los insultos y amenazas y me mira fijamente a los ojos. Mueve la cabeza y dice: “¿Sabes lo que más me entristece de todo esto? Que muchos de los insultos provienen de mujeres. A veces, la principal violencia viene de nosotras y entre nosotras. La principal enemiga de la mujer, a ratos y lamentablemente es la misma mujer; me ha pasado con las correístas y las periodistas que las defienden o que trabajan en los medios de ellos”.
Luego de salir de El Comercio fue periodista de Ecuador TV durante un año, reportera política en Expreso, editora de fin de semana de El Telégrafo y luego editora general del mismo periódico, donde creó la primera página de género del país. La sección se llamaba “Sororidad” y fue el espacio para que colectivos de mujeres publicaran reflexiones sobre la lucha de equidad de género en el país.
Lo que escribo en Twitter incomoda, pero hay que tener una posición en la vida. Sin embargo, lo que sí debería hacer Twitter para restringir la excesiva violencia verbal es eliminar las cuentas troll que no tienen rostro
Foto: Twitter de Carla Maldonado
Ahora va por el segundo café recién pasado y reflexionamos más a fondo sobre su activismo.
Gabriela Muñoz: He leído tus tuits y en efecto denuncian y cuestionan. Algunos te dicen que fomentas el odio…
Carla Maldonado: Digo la verdad. Soy periodista y todo lo que he denunciado en los últimos años tiene sustento y argumentos. Además, comento las investigaciones sobre corrupción que han investigado otros colegas porque son aportes para el país y para todos nosotros. Por supuesto, los que me atacan son quienes han pasado por el proceso del “brainwashing”, gente que tiene un adoctrinamiento radical. Pero no hay que callarse por miedo.
GM: Sinceramente, ¿te afectan los ataques?
CM: Al principio los leía y no fue fácil. Luego ya no tomo en cuenta esos tuits. Pero también es gratificante recibir apoyo. Lo que escribo en Twitter incomoda, pero hay que tener una posición en la vida. Sin embargo, lo que sí debería hacer Twitter para restringir la excesiva violencia verbal es eliminar las cuentas troll que no tienen rostro y aprovechando eso te atacan y te dicen cualquier cosa. Ese control aportaría muchísimo para depurar el debate en esta red social.
GM: Twitter es una red absolutamente cargada de política. A ratos, el debate es entre si eres correísta o no eres correísta. ¿Se puede dividir al Ecuador así?
CM: En este país se debe diferenciar entre los corruptos y los honestos. Quienes robaron a este país deben ser procesados, cumplir su sentencia y reparar al Estado. Ecuador necesita que se haga justicia, que se entienda que robar en una función pública no está bien, que no haya impunidad.
Carla termina su segundo café y me cuenta que acaba de publicar en la Universidad Andina su libro Cerca del gobierno, lejos de la ciudadanía. El noticiero de Ecuador, un texto de 95 páginas que demuestra lo que otros catedráticos y analistas de la comunicación coinciden: Ecuador tuvo la oportunidad de tener medios públicos pero, lamentablemente, se convirtieron en cajas de resonancia y con militantes en vez de periodistas que cuestionen e investiguen.
Rememoramos sus años en el periodismo. Me cuenta sus épocas en la revista Vistazo y en GamaTV, su experiencia en las ciudades donde ha vivido y trabajado como corresponsal extranjera para Ecuador, Colombia y Centroamérica: Santiago de Chile, La Paz, Buenos Aires, París (por estudios) y Milán. Ha sido enviada especial a los Juegos Olímpicos, al Mundial de Marcha, entre otros. Es una mujer cosmopolita, que ha viajado desde niña y ha estado en América Latina, Estados Unidos, Canadá, Europa, Asia y África, y se puede hablar con ella de cualquier tema. En la cafetería, varias mujeres la reconocen y la saludan.
Hay una reflexión del famoso catedrático español Manuel Castells sobre el uso que da la mujer a las redes sociales. Él dice que internet ha permitido a las mujeres constituir espacios que permitan promover su causa, adquiriendo una voz propia en un territorio que hasta hace veinte años parecía ser solo masculino. De esta manera, la voz de la mujer trasciende el espacio público y la plaza común.
La conversación termina porque ella debe ir a visitar a un familiar. La abrazo mientras me dice: “Aquí estoy y seguiré”. Es la misma Carla desenfada e incómoda que conocí hace 15 años en aquella reunión de editores.
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