

Fotos: Luis Argüello
La abanderada del Partido Social Cristiano, Cynthia Viteri, suma apoyos en la Sierra, en la carrera hacia Carondelet.
El teatro de la UNP a medias recibe a la candidata del PSC, Cynthia Viteri, su binomio, Mauricio Pozo, dos candidatos a asambleístas y a un séquito de reporteros y guardaespaldas. Ella ha llegado de pantalón azul oscuro y una blusa blanca, los rubios cabellos cortos y en su sitio.
Se han reunido en el teatro de la Unión Nacional de Periodistas, al norte de Quito, un centenar de mujeres y hombres, delegados de la Fenoc, de Imbabura. La mayoría mujeres indígenas de la etnia Otavalo, para conocer lo que ella les puede ofrecer sobre el campo. Cuando ingresa al viejo teatro del gremio periodístico más antiguo de Quito, suena un bombo, y casi todos gritan ¡Cynthia presidente! Ella saluda en la mesa principal, con el presidente del gremio.
Pocos minutos antes, una única cámara de televisión, de la televisión pública, ha estado realizando entrevistas a los campesinos. La reportera se acerca a una pareja de mediana edad, ataviada elegantemente con sus vestimentas otavaleñas. La reportera les hace una larga pregunta y él le responde que no habla español, muy poquito, si podría en quichua. La reportera sigue preguntando: -¿Por qué apoyan a una candidata de derecha? El señor se queda en silencio. Ella insiste: -porque los dos candidatos son de derecha... No responde. La periodista se va a buscar respuestas que ratifiquen sus propias conclusiones.
La reportera del canal estatal sigue preguntando: -¿Por qué apoyan a una candidata de derecha? El señor se queda en silencio. Ella insiste: -porque los dos candidatos son de derecha... No responde. La periodista se va a buscar respuestas que ratifiquen sus propias conclusiones.
La Federación Nacional de Organizaciones Campesinas tiene una agenda clara para haber convocado a los presidenciables a participar en diálogos sobre el sector y la agricultura campesina. A Viteri la había precedido el general (r) Paco Moncayo. La Fenoc tiene jurisdicción nacional y la integran comunidades y asociaciones campesinas, agricultores, pueblos originarios, productores, asociaciones de comerciantes mayoristas y minoristas, asociación de feriantes, transportistas de productos del agro, fundaciones de desarrollo, pobladores organizados, comités barriales y sindicatos. No participa activamente en protestas sociales, y mantiene un bajo perfil político.
Pero están ahí para escuchar a la única mujer candidata presidencial de ocho binomios. Es lo que ella se preocupa de resaltar constantemente. Su discurso ha sido precedido por varias intervenciones, donde una mujer y un hombre, cada uno, han puesto peticiones, sobre mejorar el campo, atender a los artesanos, apoyar decididamente a la agricultura... Solo un abogado, el único de corbata, se sale de tono y con una exposición más larga que las demás expone un caso personal de corrupción en un juicio en el Puyo. Cynthia y su comitiva lo escuchan en un silencio expectante y políticamente respetuoso. El abogado entrega varios papeles y exige a la candidata que cuando sea presidente haga justicia.
Luego habla Cynthia. Canchera, pasa por delante de la mesa de autoridades y da cara directamente a su público indígena. Los modismos costeños se suceden y ella personaliza su discurso en una señora llamada Liliana, que habló momentos antes, para explicar con simpleza su mensaje. Será el mismo, indistintamente del público: sean los estudiantes de la universidad más cara del Ecuador o los oyentes de Radio Democracia. Solo responderá en algo a la expectativa que planteó un dirigente hace minutos: estamos aquí para saber qué tiene que decir a los campesinos. Hace un diagnóstico inicial de por qué el país no tiene dinero: este gobierno se gastó todo en lugar de ahorrar, como Liliana haría si vendiera todas sus artesanías. Ese dinero se hubiera usado para generar empleo (no dice cómo); se compraron dos aviones, alfombras rojas, viajes, se gastaron millones en edificios. Pone un ejemplo: solo la sede de la Unasur costó 43 millones, y luego habla de los Kichner. La plata robada en este gobierno, dice, la esconden en los techos; ese dinero que te hace falta para la tierra; cuando para salvar la vida a un hijo se hacen rifas, pero se gasta en un solo día 400 mil dólares en el campeonato mundial del encebollado. Habla de la universidad, del derecho de los chicos a escoger sus carreras, de las escuelas del milenio y de cómo los niños campesinos tienen que recorrer grandes distancias en la madrugada y anuncia que mejorará la vida de la gente y dará empleo cortando los lujos del gobierno: solo en publicidad, precisa, se gastaron 120 millones en un año. Ofrece tabletas, como en el Municipio de Guayaquil, a todos los bachilleres, internet gratuito por todo el país y crédito directo a los agricultores.
Sus seguidores, o sea los que llegaron con ella, arrancan con aplausos y arengas. El bombo resuena en el teatro y los campesinos aplauden.
Luego, ella presenta a Mauricio Pozo: un gran ministro, en su cartera de 18 meses bajó más la pobreza que este gobierno en diez años, dice Cynthia a modo de presentación. Mauricio Pozo, ex ministro de Finanzas de Lucio Gutiérrez, luce calmado y con aire tranquilo. Toma el micrófono con calma y se demora menos de cinco minutos: este no es un país pobre, este es un país empobrecido. ¿Tenemos todo, qué le falta al Ecuador? Nada, solo una buena administración. Habla de que no se trata de izquierda o derecha, sino de tomar las cosas con sentido práctico. Aplausos finales, las banderas son agitadas, suena el bombo y Cynthia junto a su comitiva empiezan a salir del Teatro. La candidata es obstaculizada por varias personas que quieren hablar, sobre todo para pedirle algo. Es la oportunidad. Un indígena de muy baja estatura se le acerca ya casi al llegar a la furgoneta que la llevará a otra cita: diputada, le dice, soy discapacitado y quiero que me ayude cuando sea presidenta. Ella lo escucha con atención y una sonrisa; mira a un ayudante cercano: "toma nota del nombre para poder ayudarlo", le dice.
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