

Foto: Flick Cancillería Ecuador
Plano general de la delegación del Estado ecuatoriano durante el EPU 2017, en el cual recibió observaciones de más de 100 países en la sede de las Naciones Unidas, en Ginebra, Suiza.
Una lectura política del Examen Periódico Universal, EPU, consiste en plantearse ¿qué imagen proyecta Ecuador ante el mundo en materia de derechos humanos y qué imagen persiguió Ecuador con sus respuestas gubernamentales? El Estado ecuatoriano dio respuestas de poco sentido estatal. Desde esas perspectivas pretendo evaluar los resultados que puedan haberse conseguido para la búsqueda de objetivos nacionales en el relacionamiento internacional.
Me adelanto a la crítica de que la sociedad no debe hacer política y peor aún en materia de derechos humanos. La réplica —a los insidiosos respondedores— es que una lectura política, una lectura de los derechos humanos desde la buena política, es absolutamente necesaria. Por buena política entiendo a la construcción de sanas interacciones entre diferentes para procesar sentidos compartidos del accionar social e institucional en perspectiva del procesamiento pacífico de diferencias. Justamente aquello que en el país no se hace, que casi nunca hemos podido hacer.
Comienzo desde el principio. ¿En qué consistieron las respuestas esbozadas por el gobierno ecuatoriano en Ginebra? Las respuestas tradujeron y evidenciaron una voluntad política para proyectar la imagen internacional de Ecuador. Todos lo hacemos. El gobierno, la sociedad, los partidos, los políticos, las organizaciones sociales. Nadie tiene un monopolio y peor aún debe pretenderlo. Sin embargo, cada uno representa a colectivos diferentes. Y la capacidad de desacierto causa mayores daños en unos casos que en otros. Porque la responsabilidad es diferente.
Volvieron a contar el cuento de nunca acabar de las virtudes de la Constitución de Montecristi. Constitución cuya gama de derechos nominales sustituyen a las garantías y más aún a los resultados.
Desvestido de nación y vestido por la revolución ciudadana, el régimen puso en escena una aburrida y deslucida argumentación. Mientras la comunidad internacional se presentaba agrupada en diferentes perspectivas, el régimen se vio cansado. Sacó del bolsillo más próximo y medio descocido, un viejo guion. Por viejo, sin credibilidad. Por viejo en nuevas circunstancias nacionales e internacionales, contraproducente.
Volvieron a contar el cuento de nunca acabar de las virtudes de la Constitución de Montecristi. Constitución cuya gama de derechos nominales sustituyen a las garantías y más aún a los resultados. Como con algunos alumnos, tuve unas enormes ganas de decirles que la Constitución no sustituye a la realidad. Que su aprobación mediante consulta popular es solamente una legitimidad gastada por una década de hechos. Pero en Ginebra se repitió un mismo script apostando a que la comunidad internacional no lee, no se informa y que extranjeros no más son. A mis alumnos suelo pedirles que re-empiecen sus investigaciones en la realidad más allá de la cansina repetición del discurso constitucional. Que ya basta de creer que la Constitución es la única realidad.
(Nuestra Constitución formulada para tres centurias, reformada cada tres años e incumplida cada tres meses, es un bastón cada vez más débil de los ciudadanos revolucionarios. Seguramente terminará como la venezolana, concebida también como reemplazo de un modelo de desarrollo, ahora apresuradamente sustituida por unos redactores ad-hoc que producen otra a la medida de la correlación de fuerzas y a su fracaso económico)
Mientras el régimen tuvo decenas de minutos para responder a las interpelaciones, los países dispusieron de minuto y medio cada uno para formular sus recomendaciones. Aquí, “en chiqui”, la limitación de tiempo para los estados permitió un buen ejercicio de síntesis, discursos públicos internacionales llenos de florilegios. Nuestro muy recodado amigo, de Gloria (Ardaya) y mío, Diego Cordovez —a quien la sociedad ecuatoriana le debe un merecido recuerdo político— solía decir que frente a los largos discursos de unos estados a otros, había que retomar el interés solamente cuando, luego de los elogios, pronunciaban la palabra “pero”. Lo recordé, lo ejercité. Y una vez más seguí sus consejos prácticos (los conceptuales tienen otro orden).
Pasó eso mismo en Ginebra. Hubo estados que gastaron todos sus segundos en elogios, buscando reciprocidad, implicaciones en algunas problemáticas o constituirse en meros soportes políticos de congruente alineamiento. Hubo otros estados que gastaron algunos segundos antes de decir el concebido “pero”. Y hubo unos cuantos, unos muchos, diría en mal español, que fueron al grano desde el inicio. Con contundencia. Me remito a las casi doscientas (182 para ser exacto y no retórico) recomendaciones, que ya son públicas, y que serán materia de otro análisis.
En una investigación realizada con mi otro siempre querido y cercano amigo, Manuel Chiriboga, mostramos que en la cultura política nacional basta que se formalice una noción en una ley para que esta sea buena.
Pero también pasó en Ginebra, que el gobierno ecuatoriano gastó mal (desde mi perspectiva, ejerzo mis derechos a la libertad de pensamiento y a la libertad de expresión) sus decenas de minutos. Citó a una flor de legislación. Parecida a los árboles con que se representa a la difusión/asociación/aprendizaje de células cancerosas.
Desfiló una norma tras otra. Mientras la delegación del gobierno se evadía a los indicadores duros de la realidad, volvió a mi cabeza el mito de la norma en el sistema político ecuatoriano. En una investigación realizada con mi otro siempre querido y cercano amigo, Manuel Chiriboga, mostramos que en la cultura política nacional basta que se formalice una noción en una ley para que esta sea buena. Lo legal y lo legítimo se correlacionan acríticamente. Cada forma nacional de la cultura política escoge sus caminos. Y cada régimen manipula esas asociaciones. A la flor de legislación presentada por el régimen ecuatoriano, no correspondió una cifra decente sobre sus impactos.
La defensa del régimen frente a los reparos de la comunidad internacional en derechos humanos no solo se asentó en la formalidad jurídica. Perdón, lo olvidaba. Se exaltó que en materia de desarrollo somos una experiencia planetaria. Eso nos consta a todos los ecuatorianos cuando somos carne de sabatina. Luego el régimen pasó de la defensa al ataque. Porque como sabemos, en la ideología del gobierno (y de algunitos en la sociedad) todos conspiran. La realidad sería producto de vectores opacos que todo lo destruyen. Incluso las virtudes del socialismo del siglo XXI en Ecuador. Una vez convertida la defensa en ataque, el discurso construyó un escenario de enemigos funcionales. Digámoslo con sutileza. En interlocutores funcionales, quizás amenazados. Proto-rivales. Rivales si no cumplen con lo dispuesto.
Como no podía ser de otro modo ante la perfección gubernamental, la interpelación de la comunidad internacional se resuelve en la mala información que tienen los estados. Es decir, invirtieron el argumento de los temerosos funcionarios locales frente al líder populista, quien nunca comete errores sino que está mal informado. Ahora, según el gobierno, la comunidad internacional está mal informada. Y por ello, solo por ello, se permite interpelar a la experiencia planetaria. Poco faltó para que se anunciara la creación de una SECOM para la comunicación internacional. Como ha sido hasta ahora la respuesta institucional.
Sin anestesia ni pudor, el gobierno le dijo a la comunidad internacional que sus agentes de captación de información y de análisis internacional no sirven. Rápidamente, que sus agentes diplomáticos e institucionales, sus embajadas y representaciones, les mienten. Más suave, que informan mal. Que aquello que ven en Ecuador no es cierto. Que distorsionan. Pasó como con el testigo de un crimen, a quien el asesino con sus armas en la mano le dice, casi le dispone, que aquello que ha visto no es cierto. Y así, el derecho internacional, de un plumazo, se enfiló hacia la basura. Muchos asistentes y otros no asistentes quedaron atónitos. Quedaron pasmados.
También le dijeron a la comunidad internacional, que el régimen como punto residente de la verdad tal cual se presenta en la Ley de Comunicación, desconfía de las redes internacionales de información en las que muchas veces también se basa el análisis de sus cancillerías. Total, la verdad gubernamental ecuatoriana en las relaciones internacionales también es un privilegio de unos pocos. Los vinculados al régimen con derecho a emitir criterios y establecer parámetros de lo que se debe conocer y lo que no, de lo cierto y de lo incierto. Que el estado que acoge, dice, pregona, impone. Y esa es la verdad. El resto son deformaciones de súbditos inconformes, consiguientemente mentirosos.
Sin anestesia ni pudor, el gobierno le dijo a la comunidad internacional que sus agentes de captación de información y de análisis internacional no sirven. Que sus agentes diplomáticos e institucionales, sus embajadas y representaciones, les mienten.
Luego, con manifiesta inmodestia, desfilaron uno a uno un quinteto de entre ministros y legisladores, de entre los más de veinte funcionarios acompañantes declarados y publicados en la lista oficial (conocidos, desconocidos, justificados, injustificados). La inmodestia fue del tamaño de los logros que contaron. Es decir, inconmensurables. Me detengo solo en uno, el principal: la Cordicom. Pasaron rápidamente al olvido una amenacilla en salud, las bondades carcelarias en justicia, las seguridades ciudadanas únicas y la solidez del asiento político en infinitas organizaciones sociales que crecen como hongos. Y obviamente la eficiencia parlamentaria.
Adarga al brazo, escudo de combate con forma de corazón ardiente lleno de calidez como dicen localmente, la Cordicom arremetió contra todos y todo. Nos dijeron que la Ley de Comunicación es efectivamente una experiencia planetaria. Debe estar en todos los países. Por mi ingenua imaginación pasó que Podemos en España podía proponer una ley de comunicación en las Cortes Generales-Parlamento igualita a la ecuatoriana. Del mismo modo como hace un par de semanas me espetó un debatiente en la televisión en Quito. ¿Será por esa virtuosa ley en camino celestial la prudencia de la posición española en el EPU? Me queda la duda si debe quedarme una duda.
Lo cierto es que la defensa irrestricta de la Ley de Comunicación hizo un flaco favor a la política exterior del gobierno entrante. Mientras en la política interna el presidente electo se esfuerza en decir que promoverá y acogerá reformas a la Ley de Comunicación por sus manifiestos excesos, en la política internacional el Ecuador dice que la Ley de Comunicación es perfecta y es una experiencia planetaria replicable. O le obligan a decir. Que no es igual pero da lo mismo. El resultado en credibilidad internacional es lo que cuenta. Y lo que cuenta es que cada vez es más difícil recobrarla para las tareas importantes de desarrollo que luego citamos.
El canciller calificó elusivamente una y otra vez a los agentes internacionales de ingenuos, aunque seguramente sean tan o más profesionales que nuestra apresuradamente renovada cancillería (funcionarios nombrados a último rato, creo que se dice con propiedad). Luego, para ratificar su autoafirmado aserto, dijo que el problema son tres organizaciones no gubernamentales que hacen informes, o informan mal en su lenguaje seguritizado. Y que las embajadas y representaciones les creen por sobre las 90.000 organizaciones sociales que habría en Ecuador. Estas cifras fantasiosas, fábulas que se escuchan en estos últimos años por parte de científicos sociales serios y otros sin seriedad, pero que no tienen asidero en la realidad. Pero, sobre todo, volvió a golpear a los diplomáticos acreditados, como unos ingenuos de capirote.
Y también al estilo del castrismo heroico, sin su talante pero con prosa imitada, dijeron a la comunidad internacional que no se atrevan a exigir aquello que no son capaces de observar internamente. Que primero debían probárselo al gobierno ecuatoriano que cumplen con los derechos humanos en sus países para que luego puedan decir algo de Ecuador. El examinado se convertía en examinador. Claro está que el mensaje es: cuidado con meterse con observaciones a la democracia ecuatoriana. Porque la soberanía ofendida puede hacer cualquier cosa. Y de ese modo dieron entierro internacional a la Carta de Riobamba, que si no la conocían, igual la sepultaron. Esa que es nuestra carta de navegación internacional. Aquella con la que demandamos democracia en América Latina. Nuestra reserva moral internacional.
El canciller Long dijo: “Estamos seguros de que Lenin Moreno proseguirá con el legado en derechos humanos de Rafael Correa". Mientras tomaba nota, quería creer que no lo decía.
La perla del canciller no consta en la copia del discurso oficial repartido a las delegaciones. ¿Por qué? ¿Por la virtuosidad con que la improvisó? ¿Por qué no hubo acuerdo y la impuso en el discurso de paso? ¿Por un alto profesionalismo en que las medias verdades no se dejan por escrito? Pero lo cierto es que dijo: “Estamos seguros de que Lenin Moreno proseguirá con el legado en derechos humanos de Rafael Correa". Mientras tomaba nota, quería creer que no lo decía. En especial con la futura canciller al alcance de su mirada, de la del canciller en ejercicio. Debo reconocerlo, brillante manera de inmovilizar el futuro. De obligar a enterrar a la política exterior en la continuidad de la que emerge. Pero de la que debe tomar distancia. Digo por el mensaje de Moreno, hasta cuándo y desde dónde deba creerse. Pero, en lo fundamental, en el tema más cuestionado y sensible para la comunidad internacional.
(No puedo dejar de mencionar a un pequeño reiterado incidente. El fotógrafo/camarógrafo traído en la corte de funcionarios acompañantes fue severamente llamado la atención por la seguridad de Naciones Unidas. No podía fotografiar ni filmar en la sala. Por la seguridad de las otras delegaciones. Por la seguridad de los asistentes, que pudiesen no ser de agrado del régimen. Pero lo hizo. Unos miembros de seguridad —grandotes ellos— le dijeron que haga tomas de la delegación afuera. Pero insistió. ¡Que duro es el cumplimiento del deber, de ese deber!)
Mi preocupación no fue política, de la mala política. Fue de la buena política y de la política pública. Pensé que Ecuador iba a tratar al EPU desde otra estrategia. Que iba a entrar con la cara lavada. La que necesita para presentar una forma de modernización, que asume su pasado, pero que busca un nuevo estilo (estilo de desarrollo, digo, no de servir los platos en la mesa, ni de vocalización). Muchos gobiernos de transición más allá y más acá del autoritarismo lo han hecho. Pensé que el gobierno entrante lo necesitaba. Piensa lo que quieras me he dicho hoy.
Pero es que era necesario proponer una nueva fachada democrática para el país. Para que bajen sus cuestionamientos, para ganar tiempo y rectificar. Repito. No es por ahí que lo hicieron. Pensé que quizás pragmáticamente para atraer inversiones. Incluso ahora que rige una cláusula democrática en el acuerdo con la Unión Europea, que incluye a los derechos humanos por supuesto. Y siendo los países europeos de democracias añejas los principales reclamantes a Ecuador.
Una sana condicionalidad actual de las relaciones internacionales —que incluyen a la solicitud de cooperación técnica, política y económica— son los derechos humanos y la democracia. Salud. Democracia y derechos humanos que se bebieron de un solo trago. Sin respirar, ni degustar.
El ejercicio EPU de presentar recomendaciones y respuestas en los derechos humanos de un país consiste en el seguimiento de su imagen internacional y sus prácticas internas. La respuesta ecuatoriana fue: para qué proyectar cambios si nada va a cambiar. Nada puede cambiar.
En suma, el nuevo gobierno dejó hacer lo que quiso al viejo gobierno. Fundamentalmente permitió que le ate las manos. Siempre queda la duda si lo hizo por ausencia de criterios hacia donde debe ir el país. O porque ese es el rumbo proyectado para el país. Mientras se define es mejor irse a caminar. Ese camino que se hace al andar. Que se lo hace sin evadir al mensaje político. Que se lo hace y no solo se lo dice.
[RELA CIONA DAS]



NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]



