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3 de Marzo del 2016
Historias
Lectura: 9 minutos
3 de Marzo del 2016
Fernando López Romero

Historiador. Investigador social. Profesor principal e investigador de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador.

El ajedrez de Lenin Moreno

Foto: Presidencia de la República

En primer plano, el vicepresidente Jorge Glas quien iría nuevamente en pos de esa dignidad junto con Lenin Moreno. Es un acuerdo entre las facciones de PAIS.

 

Lenin Moreno no ha movido solo a sus peones y alfiles. En carta pública ha ratificado su fidelidad a Alianza País y de paso aprovecha para recordar que él es la mejor opción electoral. Busca de esta manera consolidarse dentro del circo gobiernista, para luego extenderse a otros espacios: hacia la derecha, cuyo apoyo es indispensable para su proyecto, hacia el centro, y también hacia cierta izquierda, siempre hambrienta y dispuesta al sacrificio…

Desde diciembre del año pasado el escenario político ecuatoriano ha cambiado en forma significativa. Dos hechos han sido determinantes: el retiro, por ahora, de la candidatura presidencial de Rafael Correa para las presidenciales del 2017, y una crisis económica que reduce notablemente los márgenes de maniobra del gobierno, aumenta sus tensiones internas y amplía el campo para la acción de todas las fuerzas opositoras.

Año y medio de movilización política de trabajadores urbanos, indígenas, maestros, jóvenes, mujeres, campesinos, y desde mediados del 2015, de sectores de las clases medias, han sido determinantes para que, en el inicio de la crisis económica, Correa decline su candidatura y afloje la presión política en su contra.

Un resultado inmediato fue eliminar una potencial unidad de todas las fuerzas opositoras, “a la venezolana”, reclamada insistentemente por voceros y operadores políticos de la derecha. La consigna “Fuera Correa, fuera”, quedó sin efecto.

En la izquierda se ha planteado la discusión de hasta dónde llega el centro, y en el centro hasta dónde ir en alianza con la derecha, o con sectores como Avanza, que hasta hace poco eran parte del bloque gubernamental.

La salida de Correa del escenario electoral modificó la situación de las candidaturas, reales y potenciales, del gobierno, de la derecha, y del centro hacia la izquierda. Pasó también a un segundo plano la política de "unión sagrada" para enfrentar al correísmo, presentada por la derecha alineada detrás de Guillermo Lasso y de Jaime Nebot como obligatoria e indispensable. Se han refrescado las posibilidades de Guillermo Lasso, que había estado estancado, y Jaime Nebot ha comenzado a crecer, lo que dividiría el voto de la derecha.

Pero ha crecido también el espacio para un frente democrático en el que se articulen izquierda y centroizquierda, con dos posibilidades: la construcción de la unidad desde la izquierda hacia el centro, con un programa anti crisis que recoja las reivindicaciones y demandas económicas políticas y sociales de los más amplios sectores de la sociedad, o un frente construido con hegemonía del centro que subordine y arrastre a fuerzas de izquierda alrededor intereses y cálculos electorales. En la izquierda se ha planteado la discusión de hasta dónde llega el centro, y en el centro hasta dónde ir en alianza con la derecha, o con sectores como Avanza, que hasta hace poco eran parte del bloque gubernamental.

Correa no se ha retirado de la dirección de su proyecto político. Colocó inmediatamente en la escena los nombres de Lenin Moreno, Jorge Glass Espinel y José Serrano como posibles sucesores, y actúa como el gran elector que quiere definir las candidaturas y el curso de un futuro gobierno de Alianza País, o como se llame el instrumento político que se constituya para el efecto.

Al comienzo el ungido parecía ser Lenin Moreno, respaldado por su imagen de hombre de buen talante, muy distinto del irascible Rafael Correa, y en una obra social, que le ha dado una sólida intención de voto que evidencia la confusión política de muchos sectores sociales, que aun siendo opositores a Correa no identifican a Moreno como lo que es: un gestor, protagonista, cómplice y partidario del proyecto de la Revolución Ciudadana, y aspirante ahora a príncipe heredero.

Pero esta posible sucesión ha comenzado a tener dificultades. De una parte, por los afanes de Correa de controlarlo todo, imponiendo vicepresidente, futuro gabinete, plan de gobierno. De otra, porque inmediatamente personajes como Gustavo Larrea y sus seguidores, entraron en la disputa para subirse al posible caballo ganador y regresar a Carondelet. Como ellos, también se han posicionado importantes militantes de Alianza País y dirigentes sociales, junto con algunos correístas de la primera hora y hasta ayer afectos al correísmo, quienes transidos de nostalgia e inmersos en su propio Deja Vu se empeñan en restaurar sueños rotos, reavivar apetitos y antojos para reconstituir el “proyecto inicial”. Esta idea es alentada por el propio Moreno, como una estrategia muy conveniente para atraer aliados dentro y fuera del correísmo, y para fortalecerse en la relación con el caudillo, que de todo esto no quiere ni oír y peor hablar.

Lenin Moreno no ha movido solo a sus peones y alfiles. En carta pública ha ratificado su fidelidad a Alianza País y de paso aprovecha para recordar que él es la mejor opción electoral. Busca de esta manera consolidarse dentro del circo gobiernista, para luego extenderse a otros espacios: hacia la derecha, cuyo apoyo es indispensable para su proyecto, hacia el centro, y también hacia cierta izquierda, convenientemente desmemoriada, siempre hambrienta y dispuesta al sacrificio…

Un Plan B oficialista se ha revelado en la promoción de Jorge Glas Espinel, primo de varios políticos importantes, que ni corto ni perezoso, con loable entusiasmo y escasísimo talento, imita a su mentor en sabatinas y actos oficiales.

Un Plan B oficialista se ha revelado en la promoción de Jorge Glas Espinel, primo de varios políticos importantes, que ni corto ni perezoso, con loable entusiasmo y escasísimo talento, imita a su mentor en sabatinas y actos oficiales, y ensaya sonrisas en mensajes navideños que a la mayoría de la población le han provocado tanto entusiasmo como una visita al odontólogo.

Pasadas las semanas, las encuestas han colocado al devoto Glas Espinel perdiendo ante un Guillermo Lasso, que por la ausencia de opciones electorales desde la centroizquierda y la izquierda, ha comenzado a crecer lentamente; claro está que frente a rivales como Glass Espinel no es un mérito mayor.

En Quito y Guayaquil, la intención de voto por Lenin Moreno, aunque ha descendido de la que tuvo cuando se mencionó por primera vez su posible candidatura, supera con largueza la de Guillermo Lasso y a la del propio Rafael Correa, lo cual fortalece su posición. Así las cosas, con un Glas Espinel ni fu ni fa, y un Lenin Moreno que mientras ratifica su fidelidad hacia Alianza País toma cierta distancia y autonomía, retoma pista la posibilidad de la candidatura de Rafael Correa, un Plan C oficialista, como la única que podría sacar de la jugada a Moreno y enfrentar la batalla electoral con posibilidades de ir a una segunda vuelta. Sin embargo, dentro del oficialismo se apoya también, con fuerza juntar las dos posibilidades: el binomio Lenin Moreno - Jorge Glas, lo cual reunificaría las facciones y generaría la "confianza" del correísmo de derecha -incluido Correa- para tener blidaje político, judicial y la continuidad de los grandes negocios estraregicos.

Pero, a un año de las elecciones, el descenso de la aceptación y de la intención de voto de Rafael Correa, es uno de los hechos más notables. Es el resultado del crecimiento de las oposiciones de derecha y de izquierda, del desgaste político provocado por las promesas de cambio que no se cumplen, del autoritarismo, de las denuncias de corrupción, y del desarrollo de la crisis económica. El tiempo político, que durante casi una década había jugado a favor de Rafael Correa, comienza a operar en su contra. Ese deterioro es una tendencia consolidada pero no significa que el correísmo ya esté derrotado, como sostienen especialmente círculos triunfalistas de izquierda que suelen con frecuencia confundir la realidad con sus deseos.

La crisis de Pachacutic ha modificado el escenario en el centro izquierda y la izquierda. Las fuerzas de izquierda que se han enfrentado y han resistido al régimen, se enfrentan a tres peligrosos enemigos: al correísmo que se desliza cada vez más hacia la derecha, mezclando su populismo autoritario con políticas de corte fondo monetarista que amenazan las condiciones de vida del pueblo; Lenin Moreno, que de hecho dividiría aún más al campo popular y a la izquierda; y la derecha, que con rapidez y perspicacia capitaliza los efectos de la crisis apropiándose de las demandas de la izquierda y de las organizaciones sociales.
 

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