

Fotos: Luis Argüello / PlanV
Los manifestantes se apoderaron del edificio de la Contraloría y subieron al techo.
La copiosa humareda que envolvió, durante días, el sector del parque de El Arbolito, se convirtió, de pronto, en más espesa. Era un humo negro, denso y siniestro. Se extendía hacia lo alto. Pero no era el humo de las hogueras de los manifestantes ni el del gas lacrimógeno que, como la niebla, creaba la Policía de cuando en vez. Un grupo de saqueadores habían logrado ingresar a los edificios de la Contraloría por el costado norte, por el bloque nuevo de parqueaderos y oficinas, y recorrían los pasillos destruyendo las computadoras, los archivadores, los escritorios, las mesas y las sillas. El ataque a la Contraloría ya había sido anunciado, pues desde los primeros momentos de las protestas en El Arbolito, algunos manifestantes descubrieron el punto débil del complejo: el edificio de parqueaderos al que se podía acceder desde la calle Tarqui con relativa facilidad.
El humo cubrió a los manifestantes y a las calles aledañas a la Contraloría.
Los abogados puntillosos y los "influencers" progobierno del Twitter advirtieron que se pretendía "destruir los papeles", las "pruebas reinas" de la corrupción correísta. El contralor Pablo Celi, en cambio, admitió un daño "parcial" en algunos documentos de los que, aseguró, la institución tiene respaldos. La postura de Celi tiene una explicación obvia: la Contraloría obtiene casi toda su información de las propias instituciones que audita, por lo que, para "destruir las pruebas" habría que afectar los archivos físicos y digitales de casi todas las instituciones del Estado. La Contraloría, precisó un auditor de la entidad que habló con PLANV a condición del anonimato, no genera información, sino que la recibe de las entidades a donde envía equipos de auditoría, que sobre la base de los respaldos de las instituciones que visitan, elaboran los informes y determinan si se han usado bien o no los recursos públicos.
Pero el incendio sirvió, sobre todo al régimen, como bandera de la perversidad correísta y prueba de la conspiración que, asegura, se ha lanzado desde la Venezuela de Nicolás Maduro para derrocarlo.
El ataque a la Contraloría ya había sido anunciado, pues desde los primeros momentos de las protestas en El Arbolito, algunos manifestantes descubrieron el punto débil del complejo: el edificio de parqueaderos al que se podía acceder desde la calle Tarqui con relativa facilidad.
Los manifestas usaron adoquines que estuvieron cerca a la entidad estatal.
Pero a pesar de esas consideraciones, poco o nada se hizo para proteger el complejo o evacuar los documentos. El cerco policial fue colocado 150 metros más arriba de la débil entrada del edificio de oficinas, pues la lógica de los uniformados era defender el Palacio de la Asamblea. Así, la mañana del 12 de octubre, por lo menos 34 jóvenes, la mayoría hombres y algunas mujeres, entre ellos seis menores de edad, lograron forzar el acceso sobre la calle Tarqui y empezaron a recorrer el complejo con combustibles. Aunque la Policía anunció pasado el mediodía que tenía todo "bajo control" y el régimen publicó las fotos de los saqueadores, este portal pudo constatar que si retomaron el edificio público luego lo volvieron a abandonar, pues era posible ver manifestantes que desde la terraza arrojaban objetos y continuaban su tarea destructiva horas después del triunfante anuncio de las fuerzas del orden.
La Fiscalía que se declaró, en un comunicado, "implacable" contra el "terrorismo" e informó que los seis adolescentes fueron puestos bajo custodia en el centro de detención de menores Virgilio Guerrero. Acusará por terrorismo a todos los incendiarios que atacaron la Contraloría. Pero un día después, la jueza de la causa dejó en libertad a 13 de ellos bajo la condición de que se presenten dos veces por semana ante a la justicia. A los 14 restantes, de un total de 33 detenidos, se les dictó prisión preventiva.
El fuego, que se inició en el bloque nuevo, fue extendiéndose rápidamente hacia el edificio antiguo, que alberga los despachos principales, y hacia un anexo que está en la parte de atrás y no puede verse desde la calle. Los bomberos alegaron que era imposible llegar al sitio para combatir el incendio, aunque el grueso de los manifestantes estaban en la entrada norte, mientras la del sur, que mira al Palacio Legislativo, estaba todavía accesible. Así se empezó a ver cómo los fuegos se extendían por todo el complejo.
Banderas tricolor y palos llevaron los atacantes de la Contraloría.
Sobre la av. 6 de Diciembre, cerca a la Contraloria, los bomberos evacuaron heridos.
El fuego, que se inició en el bloque nuevo, fue extendiéndose rápidamente hacia el edificio antiguo, que alberga los despachos principales, y hacia un anexo que está en la parte de atrás y no puede verse desde la calle.
El contralor Pablo Celi, quien había anunciado que presentó una denuncia por el primer ataque, reaccionó a la destrucción de su sede afirmando que la capacidad de control de la institución no había sufrido, a pesar de todo, el golpe significativo que pensaban darle los saqueadores. En un mensaje grabado, el contralor sostuvo que el ataque pone en evidencia una "conspiración" que pretende revertir lo que considera es "un proceso de reinstitucionalización". Celi calificó como cuantiosos a los destrozos en el complejo, que incluyó vehículos, oficinas y otras instalaciones. Sin embargo, precisó que "la información documental ha sufrido daños parciales", lo que no afecta "la integridad de la acción de control, que será restaurada plenamente con los sustentos de auditoría y determinación de responsabilidades que serán recuperados en su totalidad con procedimientos técnicos", aseguró.
Las llamas convirtieron a los alrededores de la Asamblea y de la Contraloría en un escenario dantesco.
Ese sector de la ciudad quedó llena de escombros y basura.
El edificio de la Fiscalía, ubicado en la av Patria y Juan León Mera, permaneció totalmente cercado.
Edificio sin resguardo
La zona estuvo bajo asedio prácticamente desde el principio, por la intención de los manifestantes de ocupar el Palacio Legislativo. La tarde del 11 de octubre, este portal hizo un recorrido por la zona. Ante el Palacio Legislativo, miles de personas, sobre todo indígenas, se habían colocado en los espacios verdes y en la calle Juan Montalvo. La muchedumbre descansa. Están sentados en el césped, sobre la acera y en la propia calle. Son indígenas serranos y algunos amazónicos, reconocibles por sus largas lanzas de duras maderas. Mientras esperan, algunos comen, toman agua y reciben tarrinas con alimentos. Varios camiones y camionetas, algunos de ellos con las placas tapadas, se abren paso entre los manifestantes y se acercan a donde está la concentración. Adentro hay alimentos, la gente se acerca. Les dan agua, frutas, tarrinas con sopa de pollo y papas. Las tarrinas, también, contienen arroz y pollo cocido. La gran mayoría son jóvenes, y son hombres. Pero también hay mujeres y no faltan los niños, en especial en el refugio del Ágora, que juegan con pelotas.
Según el contralor Pablo Celi, "la integridad de la acción de control será restaurada plenamente con los sustentos de auditoría y determinación de responsabilidades que serán recuperados en su totalidad con procedimientos técnicos".
Pero no solo hay indígenas. Se ve también jóvenes mestizos, estudiantes universitarios, miembros de grupos de izquierda, anticapitalistas, feministas y de otras filiaciones políticas. Se ven también algunos extranjeros, blancos de aspecto anglosajón. Varios profesores de algunas universidades son reconocibles entre los manifestantes. Muchos de los manifestantes no indígenas llevan banderas del Ecuador como estandarte.
En las fotos que el régimen publicó de los detenidos en el asalto a la Contraloría, se puede ver que son jóvenes mestizos. El presidente Lenin Moreno, desde Guayaquil, donde instaló la Presidencia de la República por primera vez desde las guerras civiles y conflictos del siglo XIX, acusó directamente de los disturbios, en especial en la Contraloría, a grupos del crimen organizado, el narcotráfico, pandillas como los Latin Kings y, especialmente, al correísmo apoyado por el Gobierno venezolano de Maduro.
#ACTUALIZACIÓN | Son 34 las personas detenidas –incluyendo 2 mujeres y 4 adolescentes– por presuntos actos de terrorismo contra las instalaciones de #Contraloría en Quito, este mediodía. #FiscalíaEc pic.twitter.com/sSRd7OHM12
— Fiscalía Ecuador (@FiscaliaEcuador) October 12, 2019
Los policías tras las vallas
En el sector de la Asamblea, todos miran hacia el mismo lugar: hacia los cincuenta o sesenta policías y militares que los miran desde el otro lado de las endebles vallas que protegen el Palacio Legislativo. Los policías visten armaduras negras y cascos. Los militares, uniformes verdes y cascos de combate. Los policías llevan escudos de plástico con la leyenda “Escolta Legislativa”. Se nota que la mayoría de ellos son parte de la guardia de honor y seguridad de los legisladores, que tiene su cuartel en la Asamblea. En lo alto del Palacio, la bandera nacional ha sido arriada, al igual que en las astas bandera de la Plaza Juan Montalvo, que es el acceso ceremonial al edificio.
Pero no solo hay indígenas. Se ve también jóvenes mestizos, estudiantes universitarios, miembros de grupos de izquierda, anticapitalistas, feministas y de otras filiaciones políticas. Se ven también algunos extranjeros, blancos de aspecto anglosajón.
Antes del correísmo, enclavado como está en lo alto de una colina, el Palacio Legislativo tenía grandes muros y verjas que rodeaban su perímetro. Un alto muro sobre la calle Seis de Diciembre hacía casi imposible la escalada. Así resistió el Palacio, mejor protegido, los disturbios que motivaron las caídas de Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez.
Pero llegó el correísmo a demolerlo todo y, en el marco del fallido proyecto del Complejo Legislativo, derrocó los altos muros, aplanó el terreno y dejó el edificio apenas protegido por unas frágiles vallas de color verde.
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Ante esas vallas, los manifestantes esperaban. En la mañana, la marcha indígena, encabezada por los amazónicos con lanzas y pinturas rituales de guerra, había dado un ultimátum a la Policía para que les permita ocupar el Palacio. La Policía resistió, con carros antimotines y haciendo barricadas en las calles cercanas, en donde se produjeron fuertes choques.
Atrincherados en el Palacio, sin importar los vecinos
Alejar a los manifestantes del Palacio Legislativo los acercó a los edificios que están enfrente y junto. Sobre todo, al Hospital Eugenio Espejo, que se construyó ahí desde antes que llegaran los legisladores al barrio, y a la vecina Maternidad Isidro Ayora, donde han nacido varias generaciones de quiteños.
Los choques de la mañana del 11 de octubre dejaron a todos cansados. Gran cantidad de granadas lacrimógenas lanzadas por la Policía explotaron en la zona, y el gas, volátil al fin, se coló en los hospitales vecinos. En la Maternidad, sellaron las puertas y las ventanas con cinta de embalaje y toallas empapadas, para que no afecte a los bebés. En el Eugenio Espejo, se habilitó un acceso por el complejo del antiguo hospital, que sale a la calle lateral, y se siguió atendiendo.
En la Maternidad, sellaron las puertas y las ventanas con cinta de embalaje y toallas empapadas, para que no afecte a los bebés. En el Eugenio Espejo, se habilitó un acceso por el complejo del antiguo hospital, que sale a la calle lateral, y se siguió atendiendo.
Mientras la tarde se despeja, los manifestantes concentran su atención en qué hacen los policías. Enfrente del Palacio, el vecino edificio de la Contraloría General del Estado y su anexo moderno, no tienen custodia. Apenas un cerramiento de vallas de color verde, que está cerrado, protege el edificio antiguo, mientras que el bloque nuevo, que tiene una salida hacia el parque El Arbolito, tampoco tiene resguardo. Era una invitación para el ataque que se produciría después.
La reacción de la Asamblea
Unos jóvenes que forman parte de la manifestación han puesto un cordón humano que impide pasar desde la Asamblea hacia la intersección de Seis de Diciembre y Tarqui. Piden que nadie pase de ese punto. Una joven afroecuatoriana, junto con un amigo mestizo, forman parte de la cadena. Están convencidos de que los líderes indígenas han entrado “a dialogar” en el interior del Palacio Legislativo, y se mantienen en las dos demandas anunciadas por los indígenas: la derogatoria del decreto 883 y la renuncia de los ministros de Defensa, Oswaldo Jarrín, y de Gobierno, María Paula Romo. Pero nadíe había entrado a “negociar” en el interior del Palacio. Adentro solo estaban los policías, custodiando la vacía sede legislativa que habían convertido en helipuerto y puesto de comando, y el cual no estaban dispuestos a ceder a los manifestantes. Los legisladores de la Costa, siguiendo el ejemplo del Ejecutivo que abandonó el Palacio de Gobierno, han pedido una reunión en cualquier otra parte del país. El presidente César Litardo, tras varias horas de silencio, se ha pronunciado, y ha convocado una reunión de la Asamblea no en su sede histórica, sino en el auditorio de una Universidad en la Península de Santa Elena, cerca de Salinas, para la tarde del lunes 14 de octubre. La Asamblea acordó también conformar una comisión multipartidista para analizar las acciones del Gobierno en la represión de la protesta. Al mismo tiempo, Litardo se reunió con los asambleístas del bloque fiel al Gobierno, que suman 38, para asegurarse su respaldo.
Se ha convocado una reunión de la Asamblea no en su sede histórica, sino en el auditorio de una Universidad en la Península de Santa Elena, cerca de Salinas, para la tarde del lunes 14 de octubre. la mayor parte de la clase política se ha puesto a buen recaudo en la costa.
Los correístas, capitaneados por Gabriela Rivadeneira, habían planteado la destitución del presidente Lenin Moreno. Pero la noche del 12 de octubre, Rivadeneira pidió refugió al Gobierno de México y se encerró en la Embajada de ese país. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se lo concedió, igual que ha hecho con el ex canciller Ricardo Patiño.
Tras la calma, la tormenta
En el cielo, sobrevuelan por lo menos helicópteros. Dos de ellos hacen una vertiginosa maniobra y aterrizan en el helipuerto del Palacio, que se dispone sobre el cuerpo principal del edificio. No se sabe si a abordo salen o entran personas o si los proveen de material disuasivo.
Los manifestantes observan los sobrevuelos, mientras los policías esperan. En el parqueadero que construyó la Asamblea junto al Palacio, varios policías a caballo observan.
Una escalinata conduce al parque de El Arbolito. En el parque, ubicado en una hondonada cercana a la Asamblea, hay el mismo aire de tranquilidad. Sobre la calle Seis de Diciembre, los manifestantes han encontrado un tesoro. Se trata de un depósito de grandes piedras que estaban colocadas ahí por las obras del Metro. Se dice que son piedras del pavimento de la Plaza de San Francisco, en el Centro Histórico. Las piedras son de andesita antigua, y están numeradas con un código. Los manifestantes las han usado para preparar barricadas, pues se nota que son muy duras y muy pesadas como para pretender emplearlas como proyectiles. Las barricadas se han colocado ante el Teatro Prometeo, el pequeño auditorio de la Casa de la Cultura sobre la calle Seis de Diciembre.
En el parque, ubicado en una hondonada cercana a la Asamblea, hay el mismo aire de tranquilidad. Sobre la calle Seis de Diciembre, los manifestantes han encontrado un tesoro. Se trata de un depósito de grandes piedras que estaban colocadas ahí por las obras del Metro.
Ante el edificio nuevo de la Contraloría, hay grandes hogueras que son alimentadas de manera permanente. El objetivo es producir humo que contrarreste los gases lacrimógenos. Junto al complejo de la Contraloría, en una antigua mansión, funciona la Embajada de Egipto. La bandera tricolor y el águila que presentan al Gobierno de El Cairo flamean en el sitio, pero los diplomáticos africanos han decidido colocar grandes carteles que ponen: "Embajada de Egipto" en varios puntos del cerramiento, temerosos de que los manifestantes arremetan contra ellos también.
Como en toda concentración masiva, hay vendedores ambulantes. Desde el clásico caramelero que vende dulces y tabacos en una charola, hasta vendedores de banderas que ofrecen símbolos patrios a un dólar. El vendedor de banderas del Ecuador las tiene de varios tamaños y formatos, y asegura que le sobraron de las últimas fiestas de Quito.
Más hacia el norte, ya propiamente en el edificio de la Casa de la Cultura, unos brigadistas de la Cruz Roja se ha instalado en uno de los jardines. Un joven con nariz de payaso distrae a pequeños indígenas, que se han sentado en círculo en torno suyo. Un perro pequeño se acerca, amistoso, a quienes observan al joven payaso, mientras los socorristas, con cascos y chalecos de color rojo y blanco, están atentos a sus radios.
Pero la paz de la tarde está por acabarse. Los socorristas empiezan a recibir llamados frenéticos en la radio y el joven payaso pide a los niños que se levanten. Los sacan del jardín y los llevan al interior de la Casa. Se empiezan a escuchar detonaciones y la gente corre en estampida. Desde la Casa de la Cultura, es posible ver que se levantan nubes de humo blanco, que provienen de las bombas lacrimógenas. Se oyen explosiones, se reanuda la refriega. La respuesta de los manifestantes es atizar sus hogueras y un denso humo negro se junta al gas, formando una niebla gris y tóxica.
Los socorristas de la Cruz Roja se movilizan. No han pasado ni diez minutos del bombardeo cuando en una camilla llega un joven golpeado. Mientras ellos lo auxilian, en el otro costado del extenso predio de la Casa de la Cultura, siguen llegando donaciones. Una camioneta se detiene sobre la puerta del Ágora y entrega panes y bolsas. Otra, frente a la Embajada de Francia, entrega bidones de agua y otras fundas de víveres.
El aire fue más respirable en la avenida Patria hasta ayer. Hoy, la Contraloría volvió a ser el blanco de los ataques. Unos 500 manifestantes se ubicaron sobre las calles llenas de escombros. Volvieron a incendiar el edificio cuyo control había sido anunciado el día de ayer. El Gobierno recurrió a la Policía montada para armar un cerco que impida el avance del grupo vandálico. El humo negro y las imágenes dantescas volvieron a imponerse en la edificación.
El marco de la concentración es un mural, ubicado en la antigua Embajada de Estados Unidos, que evoca las violaciones de derechos humanos del pasado y la represión en el Ecuador en los 80. El dolor y las luchas plasmados en vivos colores en el mural parecen contar con un nuevo episodio.
[RELA CIONA DAS]




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