

A pesar de los malos augurios por la pandemia, la participación ciudadana en la votación del 7 de febrero fue amplia y entusiasta. Foto: Luis Argüello/PlanV
El ambiente pre-electoral ecuatoriano, en plena pandemia, parecía de tedio, aburrimiento y miedo a que las aglomeraciones en los recintos electorales aumentaran los niveles de contagio del coronovirus. Un electorado asqueado de la política y más bien indiferente acudía a las urnas. Eran 16 aspirantes a la Presidencia de la República —una exageración—, además de cientos de candidatos a la Asamblea Nacional.
Las encuestadoras inflaban las intenciones de voto de acuerdo al candidato para el que estaban trabajando: en unas aparecía Guillermo Lasso, de la alianza CREO-Partido Social Cristiano (derecha) con 36% y en otras, Andrés Araúz (UNES-correísmo) con esa misma cifra. Apenas unos días antes asomaba en la contienda, Yaku Pérez, el candidato de Pachakutik, el “hijo político” del movimiento indígena ecuatoriano. Lasso declaraba en una entrevista en televisión que si ganaba Pérez, lo apoyaría.
Y Correa hablaba del candidato indígena en un video, con desprecio: Yaku Pérez fue víctima de la represión durante su gobierno. ¿Cómo así los dos candidatos a quienes las encuestas daban las de ganar hablaban de él, de Yaku Pérez, si este tenía una muy lejana diferencia entre los dos más opcionados a llegar a la Presidencia?
Andrés Araúz, joven economista escogido por el ex presidente Rafael Correa (2007-2017) para asumir la contienda electoral, de todas formas, iba primero. Pero de pronto, como en las carreras de caballos, Yaku Pérez aparecía puntero en la pista y pasaba a Lasso por una nariz.
Se cerraron las votaciones. Las encuestas a boca de urna eran confusas y los primeros resultados también: que Lasso pasaba a la segunda vuelta a competir con Aráuz. No, que Yaku iba segundo. No, que Lasso. A las 21:00, la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Diana Atamaint anunció los primeros resultados: Yaku Pérez, el candidato indígena, de acuerdo a las proyecciones del conteo rápido, le gana a Guillermo Lasso, el banquero. Dijo que Yaku Pérez tenía un 20,04%, que su límite inferior era del 19,09 y su límite superior del 20,98%. En tanto que Guillermo Lasso tenía un 19,97%, con un límite inferior de 19,20% y un superior de 20,75%.
Hasta el conteo del 97 por ciento de votos parecía que Yaku Pérez iba ganando y que la campaña para llegar a la Presidencia sería con los colores del arcoíris de la huipala indígena flameando en el país.
Minutos después, el vicepresidente del CNE, Enrique Pita, aseguró que hubo una actualización del conteo rápido con lo que los resultados del segundo y tercer lugar variaron: Guillermo Lasso alcanzó 20, 05%, con un límite inferior de 19,29 y un superior de 20,80; en tanto que Yaku Pérez obtuvo un 19,85%, con un límite inferior de hasta 18,94% y un superior de hasta 20,77%.
El país, durante tres días, pasó pendiente de la ínfima diferencia entre los dos candidatos. Más o menos 10 mil votos separaban a quienes serían los contrincantes del correísmo. La sombra de fraude, como una enorme nube gris previa a la tormenta, se posó sobre la jornada democrática, una vez más. Ya pasó en 2017: un apagón informático y Lenín Moreno, entonces también candidato de Rafael Correa (que no pudo ser candidato, pues la Constitución no permite la reelección indefinida), se hizo de la Presidencia mientras Guillermo Lasso, que iba de ganador, reclamaba en la calle por fraude.
Hasta el conteo del 97 por ciento de votos parecía que Yaku Pérez iba ganando y que la campaña para llegar a la Presidencia sería con los colores del arcoíris de la huipala indígena flameando en el país.
Pero de pronto, el candidato de la Alianza CREO-PSC cosechaba más puntos. Los veedores de Pachakutik mostraban actas con problemas de concordancia, con más números de votos que de votantes y con cifras alteradas. Empezaron los reclamos y luego la petición del candidato Yaku Pérez de acudir al CNE para pedir el recuento de votos. Pérez invitaba a Lasso a sumarse por la democracia y por la transparencia y Lasso, por su parte, aceptaba el reto.
En la mañana del viernes 12 de febrero el país fue testigo de algo inédito: los dos candidatos más opcionados a pasar a la segunda vuelta, los protagonistas del “empate técnico”, se sentaban frente a frente en el Consejo Nacional Electoral y planteaban a los delegados sus inquietudes del proceso. Un debate que, salvo uno que otro momento altisonante, llenó de ilusión al país por varias cosas: posibilidad de diálogo y disenso, sentido democrático, exigencia de transparencia en un sistema viciado, disponibilidad de las partes de ponerse de acuerdo, sensatez. En la tarde el propio CNE difundió un boletín de prensa con el acuerdo: reconteo del 100% de las actas de Guayaquil y 50% de las actas de 16 provincias.
Guillermo Lasso, junto a Yaku Pérez (de espaldas) protagonizaron un diálogo sobre un acuerdo para el reconteo de votos, el cual no se concretó. Foto: Luis Argüello/PlanV
Pero el acuerdo no fue más que una enorme pompa de jabón que reventó al otro día, primero, cuando Guillermo Lasso advirtió que no era Yaku Pérez quien debía decidir qué provincias se volverían a contar, sino el CNE. Enseguida, el CNE con el argumento de que la ley impide hacer reconteo alguno.
El anuncio oficial llegaría en pleno feriado de carnaval. El domingo 14, a las once de la noche, el CNE proclamaba resultados: Andrés Araúz, con el 32, 72 % (3'033. 753) y Guillermo Lasso, con 19,74% (1'830.045) irían al balotaje. Yaku Pérez queda tercero con 19,38 % (1'797.445 votos).
El candidato que ganó, aunque no hayan votado por él…
El 32 % de la votación fue para el candidato Andrés Arauz, de una alianza llamada Unión por la Esperanza-UNES, creada para estas elecciones, sobre un movimiento político inexistente. El correísmo, con Lenin Moreno, perdió su partido. Alianza País, agrupación política con la que llegó Rafael Correa a la Presidencia en 2007, con la que ganó la votación para una Asamblea Constituyente, con la que ganó la aprobación de la Constitución de Montecristi, con la que ganó la consulta popular para “meter la mano en la justicia” y con la que ganó Lenin Moreno la presidencia en 2016, prácticamente desapareció. Pero por supuesto no desaparecieron los simpatizantes de Correa, su fiel electorado, quienes lo consideran el mejor presidente del Ecuador porque ha hecho abundante obra pública. Correa, sin duda, tiene una base social popular importante, una militancia convencida y un electorado que le ha sido fiel desde cuando asumió el poder.
Araúz, quien fuera funcionario del régimen anterior, no es una figura conocida ni tiene carisma ni liderazgo alguno. Más bien tuvo bajo perfil en los cargos públicos que tuvo. Pero fue el ungido para representar a Correa en la contienda. No la ha tenido fácil: no pudo tener a Rafael Correa como binomio presidencial ya que éste fue inhabilitado porque tiene un problema con la justicia y está condenado por actos de corrupción; la campaña de Araúz ha estado varias veces en riesgo de descalificación, primero, cuando inscribió su candidatura por un problema con su cédula, luego cuando inscribió a su binomio fuera de tiempo e incluso ahora, su candidatura peligra con el argumento de que su campaña ha recibido fondos del Ejército de Liberación Nacional, ELN, de Colombia: los fiscales de ambos países intercambiaron información y ese asunto está en investigación.
Andrés Aráuz, el candidato correísta que se instaló primero en los resultados de la primera vuelta. Foto: AFP
Araúz ofreció mil dólares a mil familias que serían repartidos la primera semana de gobierno. Ofreció vacunas. Pero Aráuz no es Araúz sino Correa. Su campaña no fue con su rostro, sino con el de Correa. Figuras de Correa impresas en cartón circularon en sus caravanas junto a él y los afiches de su publicidad tenían el rostro del ex presidente. Es decir, su electorado es, sin duda, el electorado de Correa. Aráuz ha hecho lobby internacional, algo en donde el correísmo tiene mucha experiencia: estuvo en Bolivia y fue recibido por Luis Arce y en Argentina y recibió el apoyo del Grupo de Puebla e incluso espaldarazo de Pepe Mujica.
Araúz gana, pero no gana él. A él no lo conocen. El no importa y, aunque intente desmarcarse de Correa, anunciando que será su asesor pero que las decisiones las tomará él, no podrá hacerlo: está ahí para garantizar la impunidad de quienes han sido juzgados por corrupción en la “década ganada” —o perseguidos políticos, como dice el ex Presidente— y también para continuar un proyecto político de largo aliento. Y está, seguramente, para vengar la traición del gobierno de Lenín Moreno y sus funcionarios en estos cuatro años (2016-2020) que, de acuerdo a lo dicho por el ex Presidente en varios medios y que recoge El País de España , “no tendrán dónde esconderse” una vez que dejen el poder.
Guillermo Lasso ganó perdiendo
La oposición a Correa —o mejor dicho, la parte más conservadora de la oposición a Correa reflejada en la alianza CREO-Partido Social Cristiano— ha tenido 14 años para armar una base social. Y no lo ha hecho. Ahora en las elecciones, eso le ha pasado factura. Conformes con las élites, la clase media-alta, un sector de la clase media y la prensa, esa oposición cuyo timón está más a la derecha y que ha apoyado a Lenín Moreno en su ruptura con el correísmo y en sus políticas económicas, no ha construido una base social. Al contrario, esa clase política ha menospreciado la fractura social existente y, al menos desde las profundas protestas de octubre de 2019, ha endosado al correísmo el descontento de las clases populares.
Esa “oposición” no ha logrado pactos ni consensos ni ha conversado con esos sectores de la sociedad que han mostrado su inconformidad en estos últimos años. En sus filas no hay feministas, ni ecologistas o ambientalistas, ni indígenas, ni campesinos, ni obreros o sindicatos, ni maestros ni estudiantes ni transportistas ni otros gremios. Han ido solos. O bien acompañados de las cámaras de producción o de comercio y de sectores medios y altos pero hasta ahí. Van de espaldas al pueblo y, aunque hagan todo tipo de ofrecimientos, sobre todo, el ofrecimiento de empleo, carecen de una base social. Sus votos responden a la coyuntura: o volver al pasado correísta (a recuperar lo que ya no existe o a recuperar lo robado) o caminar hacia el futuro generando empleo, según la oferta electoral de Guillermo Lasso.
Guillermo Lasso, en su tercera campaña presidencial tuvo el peor resultado, pero pasó a la segunda vuelta según la proclamación oficial del CNE. Foto: EPA
Su votación no es militante ni de gente convencida de sus postulados ni adscrita a una ideología: es el voto útil, el voto “del mal menor”, el voto de “no queda de otra”, el de “peor es nada”, el voto del “todo menos volver al correato”, el voto del "todo menos vivir lo que vive Venezuela" y hasta el voto vergonzante; pero no es, de manera alguna, el voto ideológico ni el voto convencido por el programa que propone el candidato.
Guillermo Lasso tuvo su domingo siete. Ni siquiera la alianza con el Partido Social Cristiano, con bastiones en Guayas, la provincia más grande del país, le dio más votos.
Los votos de Lasso pertenecen a sufragantes aterrorizados por Correa, esos votantes engañados con proyecciones y encuestas falsas. Si se hubiera sabido que Lasso tenía tan poco apoyo popular y si eso se reflejaba en las encuestas, Yaku habría barrido.
Yaku Pérez pierde ganando
Aunque le hayan faltado unos pocos votos a Yaku Pérez, a Pachakutik y al movimiento indígena, para llegar a la segunda vuelta y suponiendo que no ha habido fraude (el informe de la OEA dice que todo se ha desarrollado con normalidad), han sido los ganadores de esta contienda electoral. Es un hecho histórico que el movimiento indígena haya llegado, con candidato propio, a estar tan cerca de la victoria. No hay que olvidar su votación histórica y cómo éste ha sido utilizado para llegar al poder: en la alianza con Lucio Gutiérrez, 2003, y en la alianza que llevó al poder a Correa en 2007. Ahora llegan, solos, a tener más de un millón y medio de votos y una fuerte empatía incluso con quienes no votaron por ellos (y votaron por Guillermo Lasso pensando en el “voto útil”).
Yaku Pérez durante la marcha de protesta para exigir transparencia en el conteo de votos. Foto: Luis Argüello/PlanV
La capacidad organizativa de los indígenas y la fuerza de su base social, hacen recordar al cuento del venado y la tortuga (tradición oral de los kichwas del río Napo):
…el venado propone una carrera a la tortuga y esta acepta. El día anterior a la carrera la tortuga busca a sus compañeras y trazan una estrategia. Estas se ubicarán, silenciosas, en varias partes del camino, desde la salida hasta la meta. El día de la carrera, el venado sale corriendo y la tortuga le sigue muy despacio. A la mitad de la carrera el venado se da cuenta de que la tortuga ha llegado antes. Se detiene y se pregunta cómo ha podido ocurrir. Toma aire y sigue corriendo. Kilómetros más adelante, la tortuga le saluda. Cuando llegó a la meta, la tortuga estaba ahí, esperándolo, durmiendo la siesta…
El movimiento indígena y Pachakutik salen fortalecidos de este proceso: una campaña limpia, la ilusión de un cambio, una agenda diversa que incluye ambientalistas, defensores de la naturaleza, feministas, obreros, transportistas, educadores, jóvenes universitarios, artistas, académicos. Un programa de gobierno de una izquierda alejada del llamado progresismo y alejado también de la derecha neoliberal. Una “tercera vía” como alternativa al descontento popular que se vivió en octubre de 2019, cuando los indígenas se movilizaron por un decreto que pretendía quitar el subsidio a la gasolina y que significó un estallido de descontentos de distintos sectores de la sociedad, con fuerte represión policial y con mucha violencia por parte de algunos manifestantes.
El movimiento indígena, hasta el cierre de este informe (24 de febrero) sigue movilizado intentando demostrar, ante todas las instancias posibles, que el proceso electoral ha sido fraudulento y que ha beneficiado a Andrés Araúz, del “progresismo”, y a Guillermo Lasso, candidato de la derecha. Y su movilización hace temblar al establecimiento.
El cuarto en disputa
Un político desconocido, como Havier Hernas (ID), uso la red Tik Tok para posicionarse en el electorado joven y desencantado de la política.
Xavier Hervas, joven empresario (o emprendedor) representante de una renovada Izquierda Democrática, partido social demócrata fundado por Rodrigo Borja en 1978, ha sido parte de la sorpresa electoral. Con una campaña fuerte en redes sociales, especialmente en Tik Tok, dirigida a jóvenes electores pero también cuestionada por la poca seriedad de un partido como la ID, Hervas aparece en la contienda en cuarta posición, con un 15 % (1'453.906). Sus votos se vuelven ahora un jugoso pastel que no se sabe a ciencia cierta a dónde irán a parar. El candidato, lo primero que dijo es que no va a apoyar a ninguno de los candidatos que llegue a segunda vuelta, dejando en libertad a sus simpatizantes. Luego, se ha mostrado favorable al recuento de votos y a la transparencia, coincidiendo con Yaku Pérez en algunos puntos. Y, si bien los votos no se endosan, serán repartidos entre el propio Araúz (no hay que olvidar la cercanía de militantes de la ID y del mismo Borja, con el gobierno de Correa) y, quien definitivamente quede en segunda vuelta porque, hasta la fecha, a pesar de que Guillermo Lasso ha sido confirmado, en el Ecuador de hoy, cualquier cosa es posible.
La caída de Moreno
Lenín Moreno tuvo muchos candidatos. Y ninguno. La suma de su partido, Alianza País con su candidata Ximena Peña (1,52%), más su ex ministro Juan Fernando Velasco (0,82%), más su amigo y compañero, Gustavo Larrea (0,38%), no sumaron nada. Ni siquiera la garantía de continuar como partidos políticos.
Moreno contó en sus cuatro años, con apoyo del establecimiento en lo que significó su ruptura con Correa y algunos pasos dados en temas como la renegociación de la deuda y los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, como tabla de flotación para un país ahogado en su crisis. Sin embargo, lo timorato de su gobierno, la dificultad de trabajar en un acuerdo nacional, los ajustes de la burocracia en los intentos por adelgazar al obeso Estado de acuerdo a las recetas del FMI, más la tragedia de la pandemia, fueron minando su credibilidad hasta perderla completamente. La popularidad inicial como el señor bueno y simpático, la cara amable del correato, se desvaneció por completo. El descontento con su gobierno se puso de manifiesto en octubre de 2019 y fue creciendo en la medida de su inoperancia.
Ni Lasso ni Nebot percibieron, parece, que haber respaldado a Moreno estos cuatro años y hacerse de la vista gorda frente a sus desaciertos, no los llevaría a ninguna parte. No basta estar en contra del correísmo para ganarse al electorado. Sus opositores dieron las espaldas a las demandas de los distintos sectores de la sociedad.
David contra Goliat
Apenas empezó a crecer la votación de Yaku Pérez, circularon memes y videos acusándolo de todo: desde ser agente de la CIA manipulado por una extranjera, Manuela Picq (su compañera, periodista y activista perseguida por el correísmo) y financiado por las ONG, hasta de ser aliado del gobierno de Moreno o de la derecha de Lasso y Nebot con quien tiene un pacto secreto. Han echado en cara su cambio de nombre, de Carlos a Yaku, ignorando que los indígenas a lo largo de la historia del país debieron cambiar sus nombres, abandonar sus apellidos y hasta dejar de hablar su lengua, para poder existir en el mundo mestizo. Hurgaron y lo seguirán haciendo, en sus desaciertos en la prefectura del Azuay pero sobre todo, tratarán, por todos los medios, de crear pánico en la población, exacerbando el racismo existente, haciendo énfasis en las discrepancias internas del movimiento indígena y en las escenas violentas de octubre de 2019 o en algo que se le ha acusado al movimiento indígena desde los años 90: ser segregacionista y de dividir al país (como si no estuviera dividido ahora).
Los correístas encontrarán más puntos comunes con sus enemigos de la derecha: el extractivismo como única opción para sacar adelante al país, las concesiones mineras, la visión desarrollista y hasta su simpatía con movimientos Provida. Correa ya acusó, al final de los días de campaña de primera vuelta, a Yaku de “abortista” y Aráuz, cuando le han preguntado del tema ha esquivado el bulto: “haré lo que indique la Constitución”.
si no hay nada que ocultar, ¿por qué quieren evitar que estas instituciones investiguen al CNE? Queda por ver si las instituciones responden y prueban la transparencia del proceso o si invalidan los cuestionamientos.
De todas formas, la de los indígenas sigue siendo la lucha de David contra Goliat. Su intención de revisar la votación y su intento por revertir las cifras y demostrar que han sido ganadores en la contienda será deslegitimada por la clase política, por el establecimiento y también por la prensa que, desde ya, pone entre comillas al referirse al fraude anteponiendo la palabra supuesto a las notas informativas o a los análisis; Pachakutik no podrá probar el fraude, por más 16 000 actas inconsistentes que haya llevado al Consejo Nacional Electoral, al Tribunal Contencioso Electoral y por más llamados a Contraloría y a la Fiscalía, a investigar si hubo o no irregularidades.
Estas gestiones ya han sido cuestionadas e impugnadas por el Partido Social Cristiano, aliado de Guillermo Lasso, como ilegales e inconstitucionales, en actos que tampoco aportan a la transparencia: si no hay nada que ocultar, ¿por qué quieren evitar que estas instituciones investiguen al CNE? Queda por ver si las instituciones responden y prueban la transparencia del proceso o si invalidan los cuestionamientos.
La segunda vuelta, más de lo mismo
Aráuz y Lasso quedan finalistas (el escenario electoral, salvo por la crisis económica y la pandemia, no es muy distinto al de 2016 cuando Lasso y Moreno quedaron para la contienda). A Pachakutik le queda el derecho a la resistencia. De todas formas, gane quien gane, no la tiene fácil: tendrá que asumir la Presidencia de un país en crisis sanitaria, crisis política, crisis económica, crisis institucional y hasta crisis penitenciaria.
Los ofrecimientos de ambos candidatos pasan por la capacidad que tengan de enfrentar los problemas sanitarios y la urgencia de la vacunación masiva, única forma para reactivar el trabajo y la producción.
Guillermo Lasso apostará por las privatizaciones y por la inversión extranjera y, de acuerdo a su plan de gobierno, por la flexibilización laboral y la reforma tributaria. En su plan y sus declaraciones se deja ver el ajuste del tamaño del Estado: eliminará la burocracia improductiva y focalizará los subsidios.
Andrés Aráuz ha sostenido que se pondrá al día con las cuentas del sector público utilizando las reservas del Banco Central. El cambio de la matriz energética, fortalecer la banca pública, incentivar la repatriación de capitales y reconstruir el gasto público son parte de su plan de gobierno.
Guillermo Lasso se muestra como el defensor de la dolarización vigente desde hace 20 años y Aráuz ya ha planteado otros mecanismos como la circulación de moneda electrónica o el pago con papeles a las deudas con el sector público.
Ambos candidatos tienen en sus planes el incremento de la producción petrolera así como la minería como principal fuente de recursos económicos. En la campaña de segunda vuelta, seguramente, entrarán en su radar de ofrecimientos, temas que han sido hasta ahora marginales, como los temas ambientales, de inclusión o de género, indispensables para cosechar los votos, tanto del movimiento indígena como de los votantes de la ID.
Por lo pronto, tanto Andrés Aráuz como Guillermo Lasso, ya entraron con fuerza en la campaña del Tik Tok. El establecimiento y sus instituciones intentarán invisibilizar esa piedra incómoda que significa el movimiento indígena, que interpela, cuestiona y resiste.
[RELA CIONA DAS]


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