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15 de Febrero del 2016
Historias
Lectura: 16 minutos
15 de Febrero del 2016
Rodolfo Asar

Periodista, ha colaborado en televisión y prensa. 

Estado Islámico: una radiografía del terror

La versión del Islam que defiende el Estado Islámico menosprecia el papel de la mujer y propugna la violencia contra los cristianos, los homosexuales y los no creyentes. 

 

A partir del 2014 el EI adopta el nombre de Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) y Al-Baghdadi se proclama como su califa. ISIS promete a los combatientes el paraíso en la tierra y en el cielo, y comienzan a llegar jóvenes musulmanes que crecieron en Occidente. Los atrae la aventura, el dinero de los sueldos y las mujeres “herejes” que ISIS esclaviza.

Para la mayor parte del mundo la aparición repentina de Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) fue como un rayo en cielo sereno. Al igual que sucedió con Osama Bin Laden y los atentados a las Torres Gemelas, el desconocimiento sobre las complejas causas del yihadismo ha dado origen a las más descabellas teorías conspirativas que intentan explicar de manera sencilla lo que resulta difícil de entender.

En ambos casos, dicen, se trataría de una siniestra política estadounidense, o de una operación encubierta israelí. Pero como suele suceder, la realidad política tiene explicaciones más profundas.

El problema arranca casi con el nacimiento del Islam. Porque tras la muerte de Mahoma comenzó entre sus seguidores un conflicto por la sucesión que dio origen a dos corrientes religiosas: el sunismo y el chiísmo.

El problema arranca casi con el nacimiento del Islam. Porque tras la muerte de Mahoma comenzó entre sus seguidores un conflicto por la sucesión que dio origen a dos corrientes religiosas: el sunismo y el chiísmo.

Para los suníes -el 85% de los musulmanes del mundo- el poder religioso está subordinado al poder del estado. Para lo chiíes -casi el 15% restante- los religiosos tienen la última palabra puesto que las leyes y la política se derivan de su interpretación del Corán. Ambas corrientes tienen innumerables divisiones internas.

Históricamente, la minoría chiíta ha sido marginada en buena parte del mundo árabe, a excepción de Irán, Siria y otro par de países donde son mayoría. Los suníes detentan el poder económico y político absoluto en naciones como Turquía, Arabia Saudita, los Emiratos y otras, donde la minoría chiíta suele ser la más marginada.  En Irak, por ejemplo, Sadam Hussein se apoyaba en los ricos comerciantes, en funcionarios del estado y  altos cargos militares sunitas para gobernar Irak con puño de hierro. Los chiítas, que constituyen la mayoría de la población, eran los más pobres.

1979, el año clave

En el país contiguo al Irak  de Sadam regía otro dictador mimado por Occidente: el Sha (emperador) de Irán, Mohammad Reza Shah Pahlavi, un monarca laico. Su lujo insultante y su política represiva dieron origen en 1979 a la primera revolución  islámica, encabezada por el ayatolá Khomeini, un radical chiíta. Milicias armadas y un poderoso ejército heredado del monarca, parecían presagiar que el fundamentalismo islámico podía extenderse a toda la región. Las alarmas saltaron no sólo en Occidente, sino también en la antigua Unión Soviética que en el sur contaba con una numerosa población musulmana chiíta, y en los estados monárquicos sunitas que creían ver en la caída del Sha un anticipo de su propio futuro.

Así, en ese mismo año comienzan a moverse las fichas del ajedrez político mundial:

La ex URSS invade la vecina Afganistán para sostener un gobierno pro-comunista contra rebeldes islámicos suníes.

Estados Unidos, Francia y Rusia arman hasta los dientes al iraquí Sadam Hussein para desplegar un “cordón sanitario” que evite el contagio al oeste de Irán.

Y como Siria está gobernada por Hafez Al Assad, otro dictador aliado al chiísmo y apoyado por la URSS, estalla una rebelión sunita en las mismas regiones que hoy, tres décadas después, están ocupadas por el ISIS.

Las consecuencias

Los rusos se empantanan en una guerra en Afganistán, lo que a su vez contribuirá a la caída del régimen totalitario de la entonces URSS.

Al año siguiente, en 1980,  los ejércitos de Sadam traspasan la frontera iraní e invadan una rica región petrolera, dando comienzo a una guerra de ocho años que causó al menos un millón de muertes y terminó en un empate.

En 1982, tras varias masacres,  el dictador sirio Hafez Al Assad derrota a los rebeldes suníes y consolida su poder omnímodo.

Este es el escenario y sus protagonistas. En el siguiente cuarto de siglo, algunas cosas irán cambiando: se consolidará en Irán la revolución islámica. Israel fortalecerá su papel como potencia regional. En Siria, Hafez Al Assad entregará el poder a su hijo Bashar.

Terminada la guerra con Irán, Sadam Hussein, envalentonado por el apoyo y las armas que recibió de Occidente, invade Kuwait en 1990 a la que reivindica como una provincia iraquí. El derrocamiento de la monarquía kuwaití (también suní) causa pavor a los monarcas de Arabia Saudita y el Golfo.

Antes de transcurrido un año, las tropas de Sadam son expulsadas tras sufrir una aplastante derrota a manos de una coalición encabezada por Estados Unidos. El dictador se desquitará reprimiendo brutalmente sucesivas rebeliones internas de chiítas, y también de kurdos.

Lea: Erdogan en Ecuador 

Los chiítas se toman la revancha

Hussein quedará aislado internacionalmente, y en 2003, con la excusa del ataque a las Torres Gemelas, Irak será invadido y Sadam derrocado. Si la ocupación de Irak fue un error, George Bush cometió otro aún peor: ordena la disolución del ejército iraquí. Buena parte de los oficiales suníes pasan a la clandestinidad y dan comienzo a una guerra de guerrillas. Son militares con experiencia en tres guerras y en aplastar levantamientos populares.

Los ex hombres fuertes de Sadam temen la venganza de los chiítas. Su objetivo principal es expulsar a las tropas norteamericanas y recuperar el poder, o al menos dividir Irak para asegurar un territorio sunita propio. Comienzan los atentados sectarios contra civiles en mezquitas y mercados en barrio chiíta; aunque muchas de las víctimas sean niños no importa porque se trata de “herejes”.

La elección del chiíta Nuri al Maliki  como primer ministro de Irak confirma sus sospechas de que quieren eliminarlos. Y en parte tienen razón: en lugar de llamar a la reconciliación, al Maliki margina del poder a los sunitas y empuja a miles de jóvenes a unirse a la resistencia. Pero en Irak seguirán siendo una fuerza dispersa y marginal, hasta que en 2011 estalla la guerra civil en la vecina Siria. El estado general de fraccionamiento político y  la anarquía militar es terreno fértil para su rápida expansión, primero en el sudeste de Siria y luego en el norte y oeste de Irak.

El nacimiento de ISIS

La política del gobierno de Al Maliki también despierta recelos entre los gobernantes sunitas de países poderosos como Arabia Saudita y Turquía: una coalición chiíta de Irán, Irak y Siria pondría en peligro su hegemonía en esta explosiva región. Bajo cuerda, y aprovechando que sus aliados estadounidenses han retirado sus tropas de territorio iraquí, comienzan a apoyar con armas y dinero a los rebeldes que luchan contra la dictadura del alauita (chiíta) Al-Assad.

Los sauditas y los radicales yihadistas comparten su ideología wahabista, una rama conservadora del Islam que impone la ley religiosa, margina a las mujeres y considera que los chiítas no son musulmanes.

Los sauditas y los radicales yihadistas comparten su ideología wahabista, una rama conservadora del Islam que impone la ley religiosa, margina a las mujeres y considera que los chiítas no son musulmanes.

La mejor prueba de ese apoyo son las palabras del propio vicepresidente de Estados Unidos. En octubre de 2014, en una conferencia en la universidad de Harvard, Joe Biden dijo: “Arabia Saudita, Turquía y los Emiratos estaban determinados a derrotar a Al-Assad y a tener una guerra sunita-chiíta. Entregaron cientos de millones de dólares y toneladas de armas a cualquiera que luchara contra Al-Assad… incluyendo a los yihadistas procedentes de otras partes”

La mayor parte de ese apoyo irá a parar finalmente a los grupos combatientes más experimentados de origen iraquí que en 2013 confluirán con el llamado Estado Islámico de Irak (EI) , la  franquicia local de Al Qaeda, con mucho peso político y militar en el norte y la frontera con Siria. La dirige Abu Bakr al- Baghdadi, un carismático teólogo islámico que rompe con Al Qaeda y en menos de un año se convierte en el líder de esta nueva alianza.

La extrema debilidad del refundado ejército iraquí y el respaldo de los clanes locales permite a los insurgentes de ISIS  lograr una impresionante seguidilla de victorias, que los lleva a conquistar no sólo ciudades iraquíes importantes como Mosul, sino también parte del territorio sirio que arrebatan a las tropas mejor preparadas de Al-Assad. Incluso se enfrentan a los rebeldes suníes moderados ya otros yihadistas como Al Nusra, filial siria de Al Qaeda. Muchos rebeldes sirios se pasan a sus filas porque los ven más determinados y mejor organizados.

En los territorios que van ocupando utilizan tácticas de crueldad extrema para sembrar el terror y así vaciar poblados asirio-cristianos y kurdos. Es una limpieza étnica, tal como se hizo en la ex Yugoslavia y otros sitios-

A partir del 2014 el EI adopta el nombre de Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) y Al-Baghdadi se proclama como su califa. ISIS promete a los combatientes el paraíso en la tierra y en el cielo, y comienzan a llegar jóvenes musulmanes que crecieron en Occidente. Los atrae la aventura, el dinero de los sueldos y las mujeres “herejes” que ISIS esclaviza.

Un incendio que amenaza a toda la región

Lo demás, es historia conocida. A mediados de 2014, la caída en manos de ISIS de Mosul -la segunda ciudad más importante de Irak- forzó la renuncia de Al-Maliki y una política menos sectaria hacia los sunitas. Los atentados en Occidente terminaron de decidir a Francia y Estados Unidos a involucrarse más en la región, así como a no obstaculizar los bombardeos rusos que intentan evitar la caía del gobierno sirio.

Hoy, ISIS parece estar debilitándose por el estrangulamiento financiero que han causado los bombardeo de los pozos petrolíferos que controla, por la dura resistencia de la guerrilla kurda y por algunas batallas en las que fueron derrotados por milicias chiítas llegadas desde Irán. Sin embargo, aún ocupa miles de kilómetros cuadrados de territorio en Irak y Siria.

Chiítas y sunitas libran una batalla en todos los frentes. Además de Irak y Siria, en Yemen, la monarquía saudita y los emiratos apoyan con bombardeos aéreos al gobierno sunita que enfrenta una rebelión armada chiíta. También se enfrentan en el campo de la propaganda. Ambos bandos compiten ensalzando la crueldad de sus propios “Rambos” para intentar atemorizar al contrario.

Mientras, en el tablero de la política internacional se mueven las fichas. El mismo miedo que ha sembrado ISIS ha provocado también que se unan enemigos aparentemente irreconciliables. El cambio político se evidencia en el cese del apoyo de los gobiernos suníes a ISIS, y en los ataques conjuntos que realizan Occidente y Rusia a sus bases. Sin embargo, el reciente acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán (con el beneplácito ruso) ha puesto a la defensiva a los aliados sunitas. El mejor ejemplo es el presidente turco Erdogan que ataca a los kurdos para evitar una posible secesión y un Kurdistán independiente, algo muy posible si el ISIS se desmoronara.

En este momento se ha pactado un precario cese al fuego en Siria y se realizan febriles negociaciones para una salida política a la guerra civil que ha causado ya medio millón de muertos y varios millones de refugiados.

En este momento se ha pactado un precario cese al fuego en Siria y se realizan febriles negociaciones para una salida política a la guerra civil que ha causado ya medio millón de muertos y varios millones de refugiados.  La salida del poder de Al-Assad y el llamado a elecciones serían los únicos puntos posibles de un acuerdo por el que presionan conjuntamente Europa, Estados Unidos y Rusia.

Es que la situación de la región es cada vez más explosiva: si la guerra sectaria se expande, las víctimas se contarán por millones y países como Siria, Irak, Yemen y tal vez Líbano terminen fraccionándose. No parece entonces que solución contra ISIS sea solamente militar sino también política, garantizando a los suníes de Irak y Siria que no serán segregados. Antes que eso suceda, esta trágica pesadilla difícilmente pueda acabarse.

Las diferencias entre Al Qaeda e ISIS

Una de los pocos rasgos que tienen en común es su origen: ambas organizaciones son suníes, como los gobernantes de Arabia Saudita, Turquía y la enorme mayoría de países árabes. Los primeros miembros de ISIS formaron parte de la franquicia de Al Qaeda en Irak, hasta que rompieron y fundaron su propia organización.

Al Qaeda fue creada por ex yihadistas que desde 1979 lucharon en Afganistán, primero contra la invasión soviética y luego contra Estados Unidos. Sus líderes son de clase media alta y educación universitaria. Proceden de diversos países árabes. Su líder, tras la muerte de Osama Bin Laden, es el egipcio Aymán al- Zawahiri.

ISIS nace en grupos iraquíes que se enfrentaron a la invasión estadounidenses de 2004, y luego se unieron con suníes que se rebelaron contra el gobierno sirio (pro chiíta). Sus dirigentes son intelectuales islámicos y ex generales de Sadam Hussein, algunos de los cuales pasaron por las cárceles de las tropas de ocupación.

Los combatientes son de clase baja y menos educada y ahora también voluntarios llegados de Occidente. Su líder es Abu al-Baghdadi.

El objetivo principal de Al Qaeda es atacar las tropas extranjeras en territorio árabe, y no ocupar territorio. ISIS, en cambio, quiere formar su propio estado, y para ello es lícito someter a las poblaciones que no compartan el fundamentalismo islámico.

Al Qaeda combate esencialmente a los no musulmanes. ISIS  ataca incluso a los musulmanes que no considera "puros", como los salvajes atentados contra chiítas en Irak durante la ocupación de EEUU. Estas acciones sectarias fueron llevándolos a romper con Al Qaeda.

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