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11 de Febrero del 2017
Historias
Lectura: 10 minutos
11 de Febrero del 2017
Gustavo Isch

Consultor político, experto en comunicación electoral y de gobierno. Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar

Las falacias del voto útil

Una campaña que definió el llamado del voto útil como estrategia, hace gala de la ausencia de propuestas y un afán de manipular el voto ciudadano con razones que no tienen que ver con la ética política.

 

Cuánto hemos superado los electores ecuatorianos el miedo, el derrotismo, el oportunismo y la falta de conciencia cívica; cuánto seguimos dependiendo de caudillos emergentes, de populistas, de mentirosos; cómo hemos aprendido a manejar nuestros miedos, nuestros complejos, nuestro regionalismo, nuestra conmiseración disfrazada de solidaridad política, está por verse en los próximos comicios.

No sé si en democracia hay peor delito que robarle a un elector su ilusión de votar por alguien en quien cree. Es un robo agravado con estafa y fraude. La estafa lo engaña y chantajea emocionalmente para empujarlo a mirar hacia otro candidato; y el fraude cierra la pinza para inducirle a votar por ese distinto que nunca lo convenció, que nunca le dio confianza ni le despertó entusiasmo, menos aún le inspiró compromiso.  Uno tras otro, suman miles o cientos de miles —según el caso— de electores utilizados en este esquema por hábiles estrategias o víctimas de circunstancias caracterizadas por la incertidumbre.

Faltar a la fe pública es una práctica contumaz en el mundo de la política. Un acto deleznable pero constante desde que la lucha por el poder marca las reglas de los modelos de administración pública. En los regímenes democráticos la polarización que generan ciertas campañas electorales, empuja a encuestadoras, periodistas, consultores, líderes de opinión, y dirigentes sociales a desplazarse entre arenas movedizas y ambientes cargados de vehemencia, cerrazón e intemperancia; anegados en verdades a medias y en mentiras inocultables que de algún modo, consciente o involuntariamente, todos contribuyen a mantener.

Esto además ocurre en una actualidad dominada por el espectáculo como forma de hacer política, y por el fácil acceso a canales capaces de difundir información y opiniones que pueden destacar a uno entre miles, hundir reputaciones levantadas honestamente durante años; así como pueden crear falsos paraísos o infiernos fatuos; invisibilizar candidaturas serias, o caer en las redes del  marketing que bien puede auspiciar el despojo y la explotación de recursos de un país, o simplemente banalizar la existencia de millones de electores. 

Sin embargo, hay coyunturas políticas en las que incluso estos escenarios se muestran benignos frente a otros; ciertas elecciones que parecen desarrollarse en desfiladeros donde  hasta las verdades más obvias deben ser defendidas palmo a palmo, ya que cada voto puede espolear un país hacia el esquivo porvenir donde sobrevive la esperanza, o arrojarlo al vacío.  

Ecuador se ha convertido en ese lugar que nunca deseamos, en el que la corrupción es la marca país de la década robada.

Ecuador se ha convertido en ese lugar que nunca deseamos, en el que la corrupción es la marca país de la década robada. El correismo, la banca y los poderes económicos que antaño controlaban el Estado, se juegan en estas elecciones su última carta. Particularmente para el correismo, es un todo o nada debido a que su fallido modelo de “revolución ciudadana” con el que han tratado de apuntalar su fracasado “cambio de matriz productiva” podría enterrarse para siempre; pero también estas elecciones son “de vida o muerte” para los intereses económicos ligados a la banca, cuyas utilidades quieren imponerse frente a las que excitan los afanes socialcristianos.

La lucha por ocupar el segundo lugar de las tres principales candidaturas de oposición al oficialismo, y el desplome de la reputación y credibilidad del estado candidato que promueve el binomio Moreno-Glas, son los datos más importantes que se desprenden de las cifras contradictorias difundidas incluso antes de arrancar oficialmente la campaña electoral en el Ecuador. 

¿Cómo confiar en los datos que, sobre el mismo proceso electoral y en los mismos universos de entrevistados hablan  de un triunfo en primera vuelta del oficialismo, exhibiendo cifras de difícil credibilidad; mientras otros construyen tendencias que concluyen en una inevitable segunda vuelta? ¿Cómo es posible que si Paco Moncayo es el mejor candidato para ganar en segunda vuelta (tal como lo afirmó un reputado encuestador), éste candidato se mantenga según algunas encuestadoras en cuarto lugar, quince días antes de los comicios? Una lectura distinta al escenario electoral indicaría que se invirtió la fórmula: si antes era toda la oposición contra el Correismo, la presunción de que Paco Moncayo ganaría en segunda vuelta, habría hecho que los otros tres binomios orienten sus campañas a dos objetivos: 1) entrar a balotaje, y; 2) evitar que sea Moncayo el contendiente.

La campaña del Acuerdo Nacional por el Cambio que encabeza el General evidencia carencia de recursos técnicos y económicos. Salta a la vista que no cuenta con las chequeras gordas de sus oponentes ni con las ventajas del Estado candidato. Parece ser una campaña confiada en la sorpresa que sus adhesiones en territorio anticipan y con las que anima su optimismo; una presunción electoral  más que una certeza enfilada hacia un triunfo inobjetable.  ¿Por qué, entonces preocuparse de Paco Moncayo,  si la suya parece la opción de un David enfrentando a tres Goliats? 

Quizás porque el respaldo que vive en el día a día se contradice con las estadísticas de los sondeos. O porque es sabido que en más de una ocasión, candidaturas sin tanto derroche han superado en el tramo final a otras más robustas y mejor administradas. A fin de cuentas Moncayo aparece como un candidato de manos limpias, sin compromiso con grupos de poder económico.

Pero podría ser también, que nada de ello ocurra, y que las predicciones cerradas el 8 de febrero por las encuestadoras esta vez no se equivoquen.  En cualquier circunstancia, es muy probable que en los días que faltan para la realización de las elecciones, continúen haciéndose sondeos que serán publicados cuando se levanten las restricciones del organismo de control electoral, y ellos ¡oh, sorpresa! coincidan con los resultados oficiales del día 19, salvando así la credibilidad de sus autores.

Aparentemente, aún hay tiempo y todo puede pasar. Mientras tanto quedan flotando en el aire otras interrogantes cuya respuesta podría  ayudar a entender lo que ha pasado durante estos meses y explicar el desenlace inevitable. Quien gane, ¿logrará triunfar solo por su mejor campaña, por contar con los recursos suficientes, por tener el mejor candidato ¿Trabajaron para algún candidato algunas encuestadoras en estas elecciones?  ¿Cuánto han influido sus datos publicados en la intención de voto de indecisos y blandos?  ¿El posicionamiento del llamado "voto útil” (votar por cualquiera que esté segundo) es un dato inocente, o es el acierto de una estrategia efectiva?  Si así fuera, ¿quién ha estado detrás de ella? ¿No configura ésta posibilidad la existencia de un montaje premeditado que "robó” a muchos electores su derecho a un sufragio limpio, en igualdad de condiciones y debidamente informado?

Las empresas encuestadoras tienen todo su derecho de elegir sus clientes, pero esa discrecionalidad no debería apuntalar el plan de ningún candidato para construir un entorno favorable a la manipulación de la realidad.

Las empresas encuestadoras tienen todo su derecho de elegir sus clientes, pero esa discrecionalidad no debería apuntalar el plan de ningún candidato para construir un entorno favorable a la manipulación de la realidad. Sería lamentable que en el proceso electoral que enfrenta el Ecuador, tal eventualidad haya ocurrido.

El voto útil deja de serlo cuando, dadas circunstancias electorales como las actuales en el Ecuador, nadie puede garantizar a ciencia cierta quién será el segundo, y ni siquiera hay certeza de que el binomio Moreno-Glas llegue a segunda vuelta, debido al  efecto devastador de las denuncias de corrupción que pesan sobre ellos y sobre allegados al régimen del presidente saliente. ¿Ese impacto fue considerado por los sondeos publicados el 8 de febrero?

Por otro lado, para todos los opcionados el voto de los indecisos es un trofeo codiciado. Campañas puestas en escena en tiempos diferentes, han dado ventajas al posicionamiento de unos candidatos sobre otros; finalmente el voto vergonzante es una realidad difícil de predecir y puede alterar cualquier previsión. Este 19 de febrero el neuromarketing, la política 2.0, la demagogia ornamentada en publicidad y en el baratillo populista de ofertas, mostrarán su eficacia.

Cuánto hemos superado los electores ecuatorianos el miedo, el derrotismo, el oportunismo y la falta de conciencia cívica; cuánto seguimos dependiendo de caudillos emergentes, de populistas, de mentirosos; cómo hemos aprendido a manejar nuestros miedos, nuestros complejos, nuestro regionalismo, nuestra conmiseración disfrazada de solidaridad política, está por verse en los próximos comicios. 

Aún nada está definido en la próximas elecciones, pero ciertamente y sea cual fuere el modo en que se consumen, éstas se presentan no solo como una decisión entre el continuismo o el cambio, y una lucha entre “los de ahora contra los de antes”; estos comicios sirven también como un laboratorio digno de una detenida investigación capaz de arrojar enseñanzas claves para futuros procesos electorales, para analizar aciertos, para no repetir errores; una pedagogía dirigida a políticos, periodistas, consultores y electores.

Y una advertencia sobre la necesidad de entender que para recuperar la Patria se necesita también defender la ética, defender el voto, y dejar de quejarse. Dejar de ser ciudadanos con más o menos 3-5% de margen de error.

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