

Fotos: Luis Argüello
En el estrado del Paraninfo, Cléver Jiménez profundizó poco sobre los acuerdos mínimos para salir del correísmo de manera ordenada.
El libro del ex asambleísta por Zamora Chinchipe está prologado por Ramiro Aguilar y tiene cerca de 450 páginas.
Eran poco más de las 19:00 del 2 de junio de 2015 cuando la asambleísta guayaquileña Cynthia Viteri, vestida de traje corto blanco y altos tacos, buscaba junto a dos acompañantes el Paraninfo de la Universidad Andina Simón Bolívar, en el centro norte de Quito.
La noche estaba fresca y la asambleísta caminaba apurada sobre los altos tacones de sus zapatos de color blanco. Pasó junto a una escultura de bronce que representa al libertador Simón Bolívar, quien, vestido de civil, está presto a departir con quienes se sientan en una banca en los jardines de la Universidad. Y luego, tras el alcanzar el edificio en donde está el Paraninfo, entró apresuradamente al salón.
En la puerta de la sala cuadrada, decorada con las banderas de los países de América Latina, espera un hombre de baja estatura, ataviado con traje pero sin corbata. Es el ex asambleísta de Pachakutik, Cléver Jiménez, el anfitrión de la noche. Se preocupa de saludar a todos quienes asisten al evento. Entre los primeros en llegar, además de la asambleísta guayaquileña, están algunos otros legisladores como Ramiro Aguilar, quien intervendrá en la presentación del libro; Luis Fernando Torres, el ex alcalde de Ambato y diputado socialcristiano o la representante de Pachakutik Lourdes Tibán.
El coronel (r) César Carrión estuvo entre los asistentes al evento.
Enrique Herrería, Cynthia Viteri y Ramiro Aguilar durante el evento.
La sala cuadrada se va llenando poco a poco. Afuera, junto a la puerta principal, está una mesa en donde puede verse la obra que se presenta esa noche. Es un libro voluminoso, de casi 450 páginas. En la portada, vestido informalmente y retratado de la cintura para arriba, mirando hacia el infinito, aparece el propio Cléver Jiménez. El libro se titula “30 de septiembre: Persecución e Impunidad” y está impreso en buen papel, con una serie de fotografías a color. Cuesta USD 25. Algunos de los asistentes los compran sin chistar, otros se limitan a ojearlo y pasan a sentarse en el Paraninfo.
Junto a Viteri y Torres se ha sentado el ex asambleísta de Madera de Guerrero, el movimiento que fundó el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, Enrique Herrería. Hay también ex militares y ex policías, entre los que destacan el general (r) Paco Moncayo, ex alcalde de Quito y ex asambleísta del difunto movimiento Ruptura; el ex coronel Patricio Haro, quien militó en su momento en la Sociedad Patriótica de Lucio Gutiérrez, y el ex director del Hospital de la Policía, César Carrión, víctima de un carcelazo correísta por su versión sobre los sucesos del 30S.
Están también Napoleón Saltos, de Pachakutik; el médico Carlos Figueroa, compañero de aventura de Jiménez; el abogado Julio Sarango, quien capitaneó la defensa del ex asambleísta; el economista Eduardo Valencia de la Universidad Católica; Luis Villacís del ex MPD; Andrés León de la ex DP, entre otros. Están también estudiantes, dirigentes indígenas y algunos representantes de la Conaie.
La sala del Paraninfo tiene sitios vacíos cerca de las 19:30, cuando da inicio el evento, sin la presencia de cámaras de televisión y con la asistencia de unos pocos periodistas y fotógrafos. En el estrado que preside el salón se ubican Jiménez, Tibán, Aguilar y Herrería. Cada uno de ellos tiene algo que decir esa noche, recordando la figura y trayectoria de Cléver Jiménez.
La sala del Paraninfo tiene sitios vacíos cerca de las 19:30, cuando da inicio el evento, sin la presencia de cámaras de televisión y con la asistencia de unos pocos periodistas y fotógrafos. En el estrado que preside el salón se ubican Jiménez, Tibán, Aguilar y Herrería. Cada uno de ellos tiene algo que decir esa noche, recordando la figura y trayectoria de Cléver Jiménez. La primera en tomar la palabra es Lourdes Tibán. "Veo las caritas de algunos aquí -dice con su estilo campechano- caritas de perseguidos". Y no le falta razón: casi no falta ninguno de los demandados por Rafael Correa, pues están también periodistas como Christian Zurita, coautor del libro El Gran Hermano, junto con otras personas que han sido blancos de los dardos presidenciales.
Lourdes Tibán admite que no ha leído el libro a cuya presentación ha sido invitada como oradora. Pero llama a comprarlo y leerlo. Y destaca que, sin la persecusión de la que ha sido víctima, Cléver Jiménez no se hubiera concentrado para preparar su obra. Reitera que la destitución de Jiménez en la Asamblea Nacional fue ilegal. Y se manda un buen chiste: la asambleísta Esperanza Galván, denunciada por el vicepresidente Jorge Glas como autora de un posible cohecho, ha sido acusada porque Rafael Correa repite siempre: "Que nos roben todo, menos la esperanza". Hay risas en el auditorio.
El Paraninfo de la Universidad Andina se convirtió en el escenario de la presentación del libro.
El prólogo del voluminoso libro del ex asambleísta por Zamora Chinchipe, la lejana provincia amazónica fronteriza con el Perú, ha sido escrito por Ramiro Aguilar. El asambleísta independiente señala que el prólogo ha sido escrito con sentimiento, pues se considera un amigo del autor. Y anuncia que se va a pasar un vídeo que muestra cómo los amigos de Jiménez lo defendieron en la Asamblea, cuando como consecuencia de la sentencia ejecutoriada en su contra, perdió su curul. Tres pantallas gigantes están desplegadas en el Paraninfo. Las luces bajan, y durante varios minutos lo que se ve es un vídeo donde aparece únicamente Aguilar, en donde inverviene en el Pleno defendiendo a Jiménez. No aparece nadie más: al ex militante de Suma se le salió uno de esos plurales que llaman de obispo. Los argumentos jurídicos de Aguilar pueden verse en el vídeo, y ese será un anticipo de sobre qué trata el libro.
El vídeo de Ramiro Aguilar hablando en el Pleno del Palacio Legislativo concluye, las luces se encienden de nuevo, y a todos queda claro, al menos entre los asistentes, que a Cléver Jiménez lo sacaron de manera injusta y que el país ha hecho un papelón internacional al desacatar olímpicamente las medidas cautelares que le concedió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Aguilar no menciona a nadie en particular, pero le parece que el actual régimen es una aventura pirática, cuyos autores deberán comparecer algún día ante jueces probos e independientes, pues esta pelea se trata, da a entender, de ser mejores que los correístas.
Aguilar no menciona a nadie en particular, pero le parece que el actual régimen es una aventura pirática, cuyos autores deberán comparecer algún día ante jueces probos e independientes, pues esta pelea se trata, da a entender, de ser mejores que los correístas.
Es el turno de hablar de Enrique Herrería. El guayaquileño piensa hablar corto pero conciso: le han pedido que desentrañe el sentido de la fiscalización política. Se remonta a los tiempos de la mismísima Revolución francesa, esa que para Rafael Correa es solamente un pretexto con el que mataron a mucha gente inocente. Menciona a los filósofos ilustrados, aquellos que proclamaron la necesidad de la separación de poderes. Fiscalizar, dice Herrería, es controlar el poder público. Y eso mismo hizo, sostiene, un Cléver Jiménez que denunció con nombres y apellidos a los autores de presuntos actos de corrupción. Los días de la tiranía, cree el ex asambleísta, están contados y deberán rendir cuentas quienes han abusado del poder.
Tras estos preámbulos, es hora de que intervenga el autor. Jiménez se pone de pie en el estrado, y saluda a todos quienes llama sus compañeros de lucha. Hay aplausos para algunos de ellos. Rafael Correa, dice Cléver Jiménez, tapa la corrupción, y esconde las denuncias en una gaveta. Pensó, confiesa, en entregarse cuando fue condenado, pero le hizo desistir de ello un supuesto plan para asesinarlo en la cárcel. Por ello prefirió pasar a la clandestinidad, en donde escribió su libro que, anticipa, es ante todo "jurídico y político" una suerte de manual para estudiantes de derecho.
En esto no se equivoca el ex asambleísta: la mayor parte de su obra es una antología de escritos y alegatos jurídicos, para no desentonar en la judicialización de la política que puso de moda su archienemigo en el poder. En el libro se vuelven a publicar los argumentos jurídicos, los documentos ya conocidos y ampliamente difundidos durante el juicio, las tesis de sus abogados desechadas en su momento por los jueces que él estima están al servicio del régimen. Poco o nada hay de alegato político, y no se puede decir que “30 de septiembre: Persecución e Impunidad” sea precisamente un libro con contenido teórico o doctrinario.
Jiménez parece querer ganar, en la imprenta, el juicio que perdió en los tribunales. Y por ello, lo siguiente que menciona sobre los consabidos tecnicismos jurídicos sobre por qué la condena en su contra es nula y equivocada. Poco menciona sobre su propia aventura humana, salvo que el año que tuvo que ausentarse de su hogar fue tremendamente duro para su familia. O cuando ya, muy hacia el final de su discurso, revela que Carlos Figueroa no sabe cocinar y que él debía preparar los alimentos durante el exilio en Sarayaku. El médico niega, entre sonrisas, ese cargo de carishinería.
Terminadas las leguleyadas, Cléver Jiménez pasa a la parte política y doctrinaria. Dice que hay que desmontar el correísmo, y aboga por una "transición ordenada" hacia un nuevo modelo político. No se aventura todavía en los comos. Y anuncia que ni le va a pagar a Rafael Correa los USD 140 mil que le demanda, ni le va a pedir disculpas. Es el correísmo el que debe disculparse, sostiene, por haberse simplemente gastado por los menos USD 230 mil millones durante su gestión.
El evento termina con aplausos de los asistentes, y algunos de ellos se acercan al estrado a pedirle que le firme su libro. Afuera hay un cóctel servido con vino de manzana, canelazos y empanaditas.
El general (r) Paco Moncayo pidió que el autor autografíe su ejemplar.
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