Salvador Illa, del socialismo catalán, fue el ganador de las elecciones. Foto: Emilio Morenatti AP
El domingo 12 de mayo tuvieron lugar las elecciones Cataluña. Muy presentes estaban las recientes elecciones en País Vasco, la otra comunidad autónoma (junto con Galicia) donde una parte significativa de la población vota a partidos políticos que reclaman más autonomía frente al Estado español. Sin embargo, a diferencia de País Vasco, donde las dos primeras fuerzas políticas que sacaron más votos reclamaban una mayor soberanía frente a España, en las elecciones en Cataluña el candidato no independentista Salvador Illa, del Partido Socialista de Cataluña, PSC, (filial del partido al que pertenece el actual presidente de España, Pedro Sánchez), quedó en primera posición.
En este sentido, el gran perdedor de la noche fue Ezquerra Republicana (Izquierda Republicana, en castellano), un partido que, si a principios del siglo XXI representaba el partido independentista catalán ‘por excelencia’, en estas elecciones ha sido adelantado por Junts Per Cat, el partido de Carles Puigdemont, exiliado para algunos, y huido de la justicia para otros, y que reside, al igual que el expresidente Rafael Correa (¡que casualidad!) también en Bélgica. ¿De qué forma el hecho de que Ecuador y Cataluña tengan dos expresidentes viviendo en Bélgica nos ayuda a entender el momento político tanto de Europa como de América Latina?
Por un lado, como así lo mostró el reciente asalto a la embajada de México en Quito, o las amnistías que se están tramitando a líderes independentistas catalanes, Carles Puigdemont representa, al igual que Rafael Correa en Ecuador, una de las figuras más polarizadoras tanto dentro de la sociedad catalana como de la española. Si un porcentaje significativo de ecuatorianos aplaudieron, a pesar de la flagrante violación del derecho internacional, que el gobierno de Noboa secuestrara (como se tipifica el delito de llevarse por la fuerza a un ciudadano que ha recibido asilo en una embajada diplomática) a Jorge Glas, un porcentaje significativo de españoles está deseando ver a Carles Puigdemont dentro de una prisión.
En este sentido, el resultado de las elecciones de la comunidad autónoma de Cataluña de este domingo han sido perjudiciales tanto para aquellos que ven al independentismo como una maleza que hay que arrancar, como para aquellos que pensaban que los años que Carles Puigdemont (casi seis) lleva viviendo en Bélgica, iban a servir para concienciar a la sociedad catalana de que el único camino posible a la salida del conflicto era la independencia.
Casualmente (otra casualidad más…) incluso el tiempo que han pasado en Bélgica ambos expresidentes (Correa y Puigdemont) es prácticamente el mismo. Y la vida cotidiana tanto en Cataluña como en Ecuador en estos últimos seis años ha estado atravesada por crisis económicas, por personas que no pueden pagar el arriendo de su casa en Barcelona, y por biólogos o físicos ecuatorianos que se han puesto a hacer pan casero y yogur para venderlo de casa en casa porque no encuentran trabajo de su profesión.
Cataluña es un reflejo de Ecuador y Ecuador es un reflejo de Cataluña en tanto que sus poblaciones viven angustiadas (en el caso de Ecuador con los narcos y la corrupción y en el caso de Cataluña con la guerra de Ucrania y la subida de precios) y sin certezas para un futuro cercano. Otro parecido (no casual) es que el partido que más ha subido en estas elecciones en Cataluña es el Partido Popular, un partido español conservador que ha obtenido uno de sus mejores resultados de su historia en esta región, fruto de la desaparición de un partido con una ideología similar (Ciudadanos), y dando a indicar que las fuerzas conservadoras están de vuelta.
Rafael Correa y Carles Puigdemont
Este Partido Popular (PP) presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional en 2006 recurriendo (entre otros muchos elementos) que Cataluña no podía ser considerada una nación. Este recurso es clave para entender la ‘ola independentista’ conocida como el ‘process’ que seis años más tarde, y hasta prácticamente el día de hoy, ha hecho que una parte significativa de los catalanes demanden un referéndum de autodeterminación para que puedan decidir si quieren o no seguir formando parte del Estado Español.
La judialización de la política tanto en Cataluña, con líderes independentistas siendo espiados ilegalmente por las fuerzas del estado, o en Ecuador con instituciones internacionales cuestionando el debido proceso de algunas causas judiciales contra líderes correistas, indican un no reconocimiento del adversario político.
Las fuerzas que se autodeterminan constitucionalistas (el PSC que ha ganado en votos y escaños y el PP que ha tenido una importante subida), harán una lectura de estas elecciones donde la demanda de una parte significativa de los catalanes de poder decidir sobre su futuro, ha quedado definitivamente enterrada. Y habrán cometido un error. El mismo que quienes piensan en Ecuador que las categorías políticas de correistas y anti-correistas se superarán cuando los correistas ‘paguen por sus pecados’.
La judialización de la política tanto en Cataluña, con líderes independentistas siendo espiados ilegalmente por las fuerzas del estado, o en Ecuador con instituciones internacionales cuestionando el debido proceso de algunas causas judiciales sobre líderes correistas, indican, como mínimo, un no reconocimiento del adversario político.
En Cataluña, durante uno de los periodos más esplendorosos de su historia conocido como la Renaixença, durante el siglo XIX, en pleno esplendor de poetas y escritores, uno de sus intelectuales mas lúcidos, Joaquim Rubió i Ors, expresó en 1841; “Cataluña todavía puede aspirar a la independencia, no a la política (…) pero si a la literaria…”. Hoy en día el catalán (la lengua cooficial en Cataluña junto con el castellano), es posiblemente la principal preocupación cultural de los ciudadanos de esta región. Una lengua propia que, sin embargo, queda muchas veces en un segundo o tercer plano en favor de un castellano y de un inglés que se conforman como lenguas vehiculares para un mundo moderno donde los negocios y el dinero tienden a desterrar todo aquello que no acompañe esta sinfonía.
Seguro que a los ecuatorianos que estén leyendo este artículo están haciendo mentalmente una relación con lenguas como el Kichwa o el Shuar en Ecuador. O la reciente intención (parece que felizmente desistió) de Lavinia Valbonesi, esposa del presidente del país, Daniel Noboa, de construir una urbanización de lujo en la comuna costera de Olón. Tanto Cataluña como Ecuador luchan por un progreso (seguramente más imaginario que real) donde los seres humanos puedan poseer casas, playas y montañas y todo lo que estorbe pueda ser extinguido. A lo mejor sus dirigentes llevan demasiado tiempo pensando exclusivamente en la política, y ha llegado la hora de prestar un poco de atención a la cultura.
* Nicolás Buckley es historiador. Este es uno de sus últimos libros: “Los últimos guerrilleros del Ecuador. Historia de un desencuentro con la modernidad”. Rayuela Editores.
[RELA CIONA DAS]
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