Fotos: Luis Argüello
En la avenida de los Shyris una gran bandera del Ecuador fue llevada por los manifestantes.
En el Centro Histórico de Quito, los sectores populares gritaron consignas contra el Gobierno y anunciaron la realización de un paro nacional.
Foto: Presidencia de la República
En el pretil del Palacio presidencial, Rafael Correa saludó con sus simpatizantes, concentrados en la Plaza de la Independencia de Quito.
Tras encabezar una pequeña marcha, el ex presidente de la Cámara de Comercio de Quito, Blasco Peñaherrera, entregó una carta en la Asamblea Nacional.
Que no hay oposición sino oposiciones en el Ecuador es, tal vez, el único consenso que tienen distintos sectores que cuestionan la práctica política del Estado correísta, que atrincherado en el poder, mandó señales contradictorias la semana anterior.
Aunque cientos de personas en automóvil organizaron una protesta contra el presidente Rafael Correa, a la hora que se esperaba que el avión presidencial retorne de Europa el pasado domingo 14 de junio, Correa no solo que aterrizó, sino que apareció en el balcón del Palacio de Gobierno para dar un discurso previsiblemente desafiante, ante cientos de simpatizantes que se disputaron el espacio de la Plaza de la Independencia con los militares a caballo que realizan todos los lunes el cambio de Guardia del Palacio.
El lunes 15 de junio, Correa desafió a sus contradictores a recoger firmas para un revocatoria del mandato, lo que encontró respuestas disímiles. Mientras sectores de la derecha y la izquierda, desconfiando de la independencia del Consejo Nacional Electoral anunciaron que no perderán el tiempo con eso, la Democracia Sí de los hermanos Gustavo y Marcelo Larrea fueron en busca de los formularios para recoger las firmas. Al finalizar la semana, el CNE les había negado el pedido y devuelto la solicitud.
Si en la mañana, bajo el sol de la Plaza Grande, Correa había defendido sus polémicas iniciativas legales de impuesto a la herencia y a la plusvalía, en menos de dos horas anunció por Twitter que daría un mensaje televisado en la noche, para un importante anuncio.
A las 21:00, un Correa con el tono casi dulzón de los primeros días, cuando era el candidato preferido de ciertos medios de comunicación -contra los que luego no tuvo escrúpulo alguno en arremeter- vestido con traje y corbata -y no con la habitual camisa de motivos étnicos- y cruzado el pecho con la banda presidencial, se dirigió al país para informar que, debido a que no quería afectar la visita del papa Francisco, había decidido retirar "temporalmente" los dos proyectos.
A las 21:00, un Correa con el tono casi dulzón de los primeros días, cuando era el candidato preferido de ciertos medios de comunicación -contra los que luego no tuvo escrúpulo alguno en arremeter- vestido con traje y corbata -y no con la habitual camisa de motivos étnicos- y cruzado el pecho con la banda presidencial, se dirigió al país para informar que, debido a que no quería afectar la visita del papa Francisco, había decidido retirar "temporalmente" los dos proyectos, uno de los cuales había enviado a la Asamblea como económico urgente.
Las cartas al Legislativo, hechas públicas esa misma noche, anunciaban que el Ejecutivo retiraba las iniciativas legales, sin perjuicio de presentarlas "en los próximos meses", acto cuya legalidad fue cuestionada por algunos abogados, que dijeron que no existía la figura del "retiro temporal". Aunque las cartas no mencionan tal figura, es evidente que el Gobierno le apostó a desactivar la protesta de la pequeña y gran burguesía de Quito y Guayaquil, en especial, que había expresado su rechazo frontal a ambas iniciativas. Y, como se ha vuelto costumbre desde que está en el poder, citó en varias ocasiones al Papa, recurriendo a la retórica eclesial que caracteriza al Gobierno, dando a entender que seguir protestando sería poco menos que impío e inmoral. La idea la reiterará el Presidente a la largo de la semana, cuando sostenga que lo quería la oposición -que encima de todo es descreída, palabras más o menos- es sabotear la visita del Papa y "hacerle daño al país" con eso. Y no solo eso: el Gobierno cambió de estrategia en las calles y se abstuvo de organizar las consabidas contramarchas, que han sido el sino de su trabajo político.
El asunto no desinfló las protestas: por el contrario, jóvenes del Colegio Mejía en Quito volvieron a salir a las calles, lo que terminó en violentos choques con la Policía y en sectores distintos de la ciudad, grupos sociales claramente identificados se manifestaron en contra de Correa, mientras un fenómeno similar al de la capital se pudo ver en ciudades del interior de la República, como Guayaquil, Cuenca, Ambato, Riobamba y Loja.
¿Logró el Gobierno su objetivo? Los hechos de los siguientes días parecen confirmar que no.
La tarde de los de negro
Miércoles, 17 de junio de 2015. Eran las cinco de la tarde. Las cinco en sombra de la tarde, que hubiera dicho García Lorca, y en el exclusivo sector de la Avenida de Los Shyris, centro norte de Quito, todo era normal. En los grandes edificios de oficinas y departamentos que se levantan en esa zona, que tiene privilegiada vista al parque de La Carolina, el movimiento era el habitual al fin de la tarde. Los locales de comida del sector, la mayoría de los cuales son regentados por extranjeros que venden shawarmas, funcionan normalmente, y los empleados colocan en los asadores verticales el pollo cortado en capas.
En la tribuna de Los Shyris, manifestantes contra el Gobierno protestan.
Desde la intersección de Shyris y Naciones Unidas hasta Shyris y República de El Salvador, es posible caminar sin notar mayores sobresaltos. Son las 17:05 cuando seis buses blancos, llenos de policías antimotines con escudos y toletes, se detienen frente a la Tribuna. Los policías se bajan y se forman detrás, sobre el césped del parque. Mientras tanto, en la intersección de Shyris y Holanda, un poco más al sur de donde se están concentrando los policías, se ha estacionado un pequeño camión con parlantes. En la sede de Alianza PAIS, el cuartel general del correísmo, unas personas están en lo alto de la terraza. Van desplegando un gran cartel hecho a la medida. Trabajan rápido, mirando nerviosamente hacia la avenida. A las 17:30, justo en Shyris y Holanda, se ha formado ya un primer grupo de opositores. Antes que ellos había llegado al sitio un nutrido grupo de vendedores, que ofrecen banderas nacionales y banderas de color negro sostenidas en tubos o palos. También tienen pitos y cornetas como esas que se venden en las afueras de los estadios de fútbol. Unas cuadras al norte, en la intersección de Shyris y Portugal, agentes municipales de tránsito empiezan a cerrar el tránsito y a desviar los buses hacia Portugal, lo que de manera instantánea forma un enorme trancón en toda la zona.
Los policías antimotines, que según indican sus uniformes, son aspirantes y suboficiales, tras formarse en el parque, empiezan a marchar. "Quier, dos, tres, cuatrooo", dice el jefe del pelotón. Avanzan hacia el sur y forman una larga fila en los cuatro carriles de la Avenida de los Shyris, que mantiene a los protestantes a prudente distancia de la sede de Alianza PAIS, en cuya terreza siguen trabajando quienes colocan un cartel.
La sede de Alianza PAIS lució desierta, pero un cartel desafiante indicaba que los correístas se fueron "a los barrios".
Poco después de las seis los protestantes, con sus banderas negras, se han tomado totalmente la intersección. Son en su mayoría jóvenes, pero no faltan personas de más edad. Algunos, visiblemente adinerados, aprovechan para tomarse un selfie con el cerco policial de fondo.
Poco después de las seis los protestantes, con sus banderas negras, se han tomado totalmente la intersección. Son en su mayoría jóvenes, pero no faltan personas de más edad. Algunos, visiblemente adinerados, aprovechan para tomarse un selfie con el cerco policial de fondo. En el centro se ha colocado una camioneta con placas de Tungurahua, en donde un joven opera un micrófono. El joven dice que Ecuador no es ni Cuba ni Venezuela. E invita a quien quiera hablar a hacerlo, en uno como micrófono abierto en plena calle. Dos personas aceptan el desafío. Un hombre mayor recuerda que Rafael Correa, por Delgado, es pariente del general Eloy Alfaro Delgado. Y se pregunta sino irá a "terminar igual". Luego le da el micrófono a otra espontánea, que sostiene la tesis de que los mandatarios son nuestros empleados, a los que por pereza, les hemos delegado el manejo del Estado.
No hay políticos conocidos en el sitio, excepción hecha del asambleísta por Pichincha Andrés Páez (CREO), quien llega vestido con una chompa de calentador que dice "Ecuador" en la espalda y que, sin advertirlo, se ha ataviado como los jerarcas venezolanos, desde Chávez hasta Maduro, que abandonaron el terno en beneficio del calentador y la gorrita deportiva de entrenador de fútbol.
Frente a la sede de PAIS, los manifestantes toman posesión de la avenida.
Están también el activista Fernando Villavicencio y Martha Roldós, quien como buena costeña, luce un saco muy grueso para el frío. El cielo está un poco nublado y, a veces, se percibe una leve llovizna, pero quienes están en la Shyris, desde abogados con trajes caros hasta jóvenes altos, blancos y espigados, no parecen tener frío.
"Fuera Correa Fuera", gritan los presentes, mientras los policías los miran nerviosos. Suenan las cornetas futboleras y los pitos. Los vendedores venden sus telas negras y se deslizan entre los manifestantes. Hay un enorme despliegue de policías: desde donde están los opositores no se alcanza a ver si es que hay correístas al otro lado de la calle.
Un joven alto y fornido -1.85 metros, blanco de cabello claro, reloj y celular caros- cree ver que el cerco policial se está moviendo lentamente hacia los protestantes, y arremete contra un coronel de Policía -trigueño de pelo negro, 1.65 metros, chaleco fosforecente, radio en la mano derecha- acusando a los policías de querer desalojar la Shyris. El coronel alza la mirada pero apenas y alza la voz, cuando el joven le increpa que el cordón policial está avanzando, pasito a paso, para irse sobre la concurrencia.
"Sea sincero, diga cuáles son sus órdenes", le espeta el joven alto, fornido y bien vestido, metiéndole las manos a la cara al jefe policial, mientras el coronel prefiere no discutirle. Solo dice que su gente no se está moviendo, que no se exalte. El incidente lo miran dos mujeres reclutas de la Policía a la que les han dado unos de esos escudos con leyendas como: "Soy policía y acabo de ser padre", "Soy policía y tengo tres hijos".
Y era verdad lo que el coronel decía: los policías no se estaban movimiento para adelante. Se preparaban para moverse para atrás. Poco después de las 18:00, ha empezado a oscurecer, y de la nada sale una gran bandera nacional que la gente empieza a levantar con las manos, cubriendose con ella de la leve llovizna.
Mientras la bandera tricolor cubre a los protestantes, alguien reparte unos carteles a color y excelente papel, en donde aparece el contralor Carlos Pólit y donde se le hace un llamado a que investigue posibles actos de corrupción. Es prácticamente lo único impreso que regalan en esa marcha.
Con chompa de calentador, el asambleísta Andrés Páez fue el único político presente.
El edificio del movimiento oficialista está totalmente vacío y silencioso, custodiado por tres filas de policías antimotines, pero iluminado por potentes reflectores. El cartel en la terraza dice: "Nos fuimos a dialogar a los barrios por la equidad y la justicia social", a modo de burla y desafío.
Y de pronto, el cerco policial se rompe solito. Realmente nadie lo empujó: a una orden de sus comandantes, los policías se repliegan rápidamente y dejan el paso libre hacia la tribuna, y el misterio de qué es lo que ponían tan agenciosos los empleados de la sede de PAIS en su terraza queda finalmente revelado: donde en días anteriores se habían concentrado las bases del Sur de Quito del "compañero" Fausto Cayambe no hay un alma verde flex.
El edificio del movimiento oficialista está totalmente vacío y silencioso, custodiado por tres filas de policías antimotines, pero iluminado por potentes reflectores. El cartel en la terraza dice: "Nos fuimos a dialogar a los barrios por la equidad y la justicia social", a modo de burla y desafío.
La Policía había colaborado con la coreografía correísta, pero también permitió el acceso a la Tribuna de Los Shyris. En cuestión de pocos minutos, los manifestantes ocupan todos los graderíos de la tribuna, para satisfacción de Andrés Páez y su séquito de asesores.
Dueños del terreno que habían disputado con los correístas, los protestantes están satisfechos. Salen luego a caminar por las avenidas del norte, cantan el Himno Nacional, y recién cerca de las 23:00 se dispersan. Alcanzan el edificio del Consejo Nacional Electoral, en la avenida Eloy Alfaro, en donde Páez se dirige a la multitud con un megáfono, acompañado de su alterno, el ex sindicalista Henry Llánes.
La tarde de los rojos
Jueves, 18 de junio de 2015. El 200 aniversario de la Batalla de Waterloo. Son las 16:00 y un helicóptero de la Policía sobrevuela sobre el centro norte de Quito, sobre el parque de El Ejido y el edificio matriz del IESS, con la insistencia de un moscarón de aquellos necios y persistentes. Gira en espiral varias veces, va y vuelve, ascendiende y desciende. Frente al edificio el IESS, últimamente pintado de un tono de verde que no se sabe si es esperanza o es flex, se están concentrando ya los dirigentes de la marcha de los sectores populares. Acaso estimulados por el éxito comercial de la tarde anterior, los comerciantes de banderas negras y tricolores, así como de cornetas futboleras, se han apostado ya frente al parque de El Ejido. Están provistos de las mismas telas negras de la tarde pasada, y de las mismas cornetas amarillas.
Dirigentes de la izquierda tradicional y el ex MPD se concentraron en el Ejido.
El ex presidente de la Asamblea de Montecristi, Alberto Acosta, entre los presentes.
El dirigente campesino Carlos Pérez también concurrió a la concentración.
El material para las marchas ha sido eficientemente provisto por los organizadores: se trata de banderas rojas de los sindicatos, del FUT, del viejo MPD. Aquí nadie quiere cambiar el rojo de toda la vida por el negro. Tampoco quieren los populares comprarles cornetas ni así sea a dólar.
Pero esta vez no les va también: enfrente tienen al llamado "pueblo organizado" una de cuyas muestras de compromiso es hacer, primorosamente, sus propias banderas. El material para las marchas ha sido eficientemente provisto por los organizadores: se trata de banderas rojas de los sindicatos, del FUT, del viejo MPD. Aquí nadie quiere cambiar el rojo de toda la vida por el negro. Tampoco quieren los populares comprarles cornetas ni así sea a dólar. Realmente parecen muy confiados en sus gargantas.
Mesías Tatamuez, Pablo Serrano, Geovanny Atarihuana, y otros dirigentes de la izquierda tradicional están encabezando la manifestación, tomados del brazo. Están también Marcelo Larrea, Alberto Acosta, Enrique Ayala Mora, Luis Villacís y otros dirigentes de pasado marxista y simpatías obreras. Prevalido de su doble condición de asambleísta alterno del CREO del ex banquero Guillermo Lasso y ex sindicalista, está nuevamente Henry Llánes, quien repite marcha a día seguido.
El grueso de la marcha: las bases de los sindicatos, los estudiantes de universidades públicas, los representantes de los gremios.
No solo en el color de las telas se diferencian estos protestantes de los de la Shyris: tienen menos teléfonos inteligentes, no se les ve en pose de selfie, y no solo se quejan por las herencias de sus hijos. Apenas hay un par de personas con el cartelito antiherencias y albaceas, mientras la consigna es "A preparar el paro nacional".
Un grupo de feministas marcharon hacia el Centro Histórico, protestando contra el machismo presidencial.
Algunos dirigentes indígenas se sumaron a la protesta contra el Gobierno.
Pero también gritan "fuera Correa fuera", también le mandan al economista -con mentada de madre incluida- a que aprenda a contar bien, también exigen rectificaciones al régimen. Aunque la marcha de los sindicatos había anunciado un corto recorrido hacia la Asamblea Nacional y la Corte Constitucional, cuando la protesta se interna en el Centro Histórico, siguiendo el curso de la calle Guayaquil, es obvio que va a ser más larga de lo previsto.
La marcha, a la que le abre paso un piquete de motos policiales, se interna en el Centro Histórico, ante la vista de los comerciantes de la Guayaquil, en cuyas vitrinas se exhiben joyas de oro y anillos para toda ocasión. En todas las intersecciones, pero en especial, en la de la calle Chile, que da acceso a la Plaza Grande, hay piquetes de policía impidiendo que la marcha se desborde.
Una gran bandera del Ecuador junto a las banderas rojas de los sindicatos.
Las consignas no se limitaron al tema de las herencias.
Los manifestantes habían llevado su propio material para la concentración.
Mujeres indígenas con altos tacos asistieron a la caminata.
Un jubilado protesta por la falta de fondos para la Seguridad Social anunciada por el Gobierno.
Los manifestantes ingresaron al Centro Histórico por la calle Guayaquil.
La manifestación avanza lentamente hacia la Plaza de Santo Domingo. Un grupo de feministas con banderas moradas acusa a Correa de machista mientras hace sonar sartenes y cacerolas, un tanto menos nuevas que las que han hecho sonar en la Shirys el día anterior sus colegas de la pequeña burguesía.
Los de rojo también se han provisto de una bandera tricolor, que desfila al prinicipio de la concentración.
Tras llegar hasta Santo Domingo, la marcha emprende el regreso al norte, para alcanzar el edificio de la Corte Constitucional, en señal de protesta por la inacción de ese tribunal en las demandas de inconstitucionalidad que se han presentado contra las reformas laborales. Ya ha oscurecido cuando esto ocurre, mientras los dirigentes populares y su gente se dispersan en busca del transporte público.
Cuando ya oscurecía, la marcha llegó hasta la Corte Constitucional.
Mesías Tatamuez, dirigente sindical, arenga a los presentes.
Entrevista
Pablo Serrano. Presidente del FUT
"Hay que diferenciar movilizaciones
con agenda y simples reuniones"
Para el presidente de turno del FUT, es necesario aclarar que hay reuniones sin una agenda de lucha clara.
¿Cómo entender el retiro de los proyectos ante las protestas de ciertos sectores en Quito, en especial, cuando los movimientos sociales se han resistido a muchas acciones de este Gobierno y no han logrado una respuesta similar?
Tenemos que ser muy claros: ante la situación del país y la venida del Papa, se quiere crear un ambiente de tranquilidad. No tenemos nada en contra de que venga el Papa, es bueno que esté con el pueblo católico, pero hay una serie de acciones, como leyes que eliminan derechos, que reforman la Constitución y otras que han encendido los ánimos de la ciudadanía. Ahora que anuncian un "chupetito" para que la gente se quede callada, y luego van a retomar, la ciudadanía ha respondido con un rechazo total. Pero esto no es solo de ahora, es un acción conjunta, con acciones en las calles.
¿En qué casos se ha logrado hacer retroceder al Gobierno?
Por ejemplo, cuando el ministro Carlos Carrasco quiso pasar un proyecto de Código del Trabajo antiobrero, neoliberal, con las movilizaciones conseguimos parar que se apruebe. Luego, las enmiendas constitucionales, también con movilizaciones logramos parar eso. Que no se diga ahora que, porque hay un grupito por acá, se ha logrado estas cosas. Pero se trata de sumar voluntades, de contar más con el pueblo, no se trata de hacerle el juego ni a la derecha de Lasso, ni a la de Correa, ni a la de Lucio, ni a los grandes grupos económicos del país.
¿Pero, cómo sumar más pueblo como dice usted, sin conversar con esos sectores también?
Nosotros respetamos el criterio que tengan ellos, pero lo que hay es intereses personales, intereses de las figuras que están encabezando estas convocatorias a estas que en realidad no son movilizaciones, sino reuniones porque hay una diferencia entre reunirse y movilizarse con una propuesta, con una agenda como la que tenemos en el colectivo nacional unitario, nosotros tenemos una plataforma de lucha de los diferentes sectores del campo y la ciudad. Una cosa es ir con las manos en los bolsillos y otra ir con una plataforma de lucha de los diferentes sectores.
Estas protestas de la pequeña burguesía, en automóvil, ¿no evidencia que se trata de una manifestación de ciertas clases sociales?
Hemos visto que hay una saturación por los insultos, por la denigración a las personas, por las leyes tras leyes e impuestos tras impuestos, que han motivado una reacción del pueblo. Es por eso que hay gente que está saliendo a las calles, es algo que saludamos, pero nosotros también tenemos nuestra agenda y plataforma de lucha. Si Correa se va a reunir con alguien, esperemos que sea con los verdaderos actores y no solamente con sus amigos.
El Presidente ha hablado de diálogo nacional, por primera vez, en mucho tiempo. ¿Asistirán ustedes a un díálogo nacional?
Mientras se vaya a tratar y solucionar los problemas recogidos en nuestra plataforma de lucha, no tenemos problemas en dialogar. Pero si se trata solamente del temita de las herencias y la plusvalía, nosotros no nos vamos a prestar para eso, para que luego se diga que nos hemos reunido. Si vamos será a tratar los temas de nuestra agenda de lucha, con un temario amplio, no aceptamos solo chupetitos para que nos quedemos callados. No aceptaremos leyes antiobreras y neoliberales.
¿Cómo ve usted el llamado de Lasso a debatir con él al presidente Correa? ¿Por qué debe debatir el Presidente con él?
Cada persona tendrá su interés. El señor Lasso tiene sus intereses, Correa habla contra los banqueros, pero se les condonó millones de dólares por medio de reformas legales. No entendemos cuando critica a la derecha de Lasso cuando esta derecha también está siendo favorecida.
¿Suspenderían el paro nacional si el Gobierno empieza a ceder?
No es que se trata de ceder en algunos puntos, sino en todos los de la plataforma de lucha. Cuando se den soluciones a los pedidos de todos los sectores se podría conversar, pero las movilizaciones siguen, pues vamos rumbo al gran paro nacional que estamos construyendo desde las bases.
[RELA CIONA DAS]
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