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25 de Junio del 2017
Historias
Lectura: 12 minutos
25 de Junio del 2017
Gustavo Isch

Consultor político, experto en comunicación electoral y de gobierno. Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar

Los primeros 30 días de Moreno: entre la cautela y el positivismo

El gobierno de Lenin Moreno tiene su propio estilo, y hace esfuerzos por evitar ser tutelado por la sombra de Rafael Correa. 

 

Luego del triunfo de Lenín Moreno y al finalizar el primer mes de su gestión al frente del gobierno, Rafael Correa emerge como el gran opositor: obligado a ceder la conducción del Estado y sin contar con las facilidades de las que gozó durante una década como presidente, Rafael Correa se ha posicionado como el principal contradictor del presidente actual.

El presidente Lenín Moreno ganó las elecciones presidenciales de abril de 2017, por un estrecho margen. Se impuso en segunda vuelta con el 51.15% (5’ 060 424 votos) a su oponente, Guillermo Lasso, quien obtuvo el 48.85% (4’ 833 828 votos).

La candidatura de Lenín Moreno consolidó una tendencia en el campo político que por sí sola superó a la oposición en su conjunto. La oposición política perdió y luego se fragmentó al final de la campaña, no tanto por errores tácticos o de manejo comunicacional, y menos por el supuesto fraude; sino por el peso de una corriente o masa crítica de ciudadanos que migraron su voto en primera vuelta en contra de AP, a un voto a favor del candidato Moreno.

Lenín Moreno triunfó no solo sobre la oposición, sino también sobre un sector de AP caracterizado por su lealtad al expresidente, su afinidad con prácticas cuestionadas antes y durante la campaña electoral; triunfó también pese al lastre que representaba su binomio severamente criticado por su rol en el caso Odebrecht, así como por el tema de corrupción que constantemente golpeó a la administración pasada, durante toda la década.

Si bien y por lo anotado, como candidato su imagen personal sufrió un importante desgaste (más de diez puntos porcentuales al final de la campaña, e incluso dígitos más negativos en ciertos pasajes de la contienda), Lenín Moreno cuenta actualmente con un innegable capital político, lo cual representa una formidable oportunidad para fortalecer su liderazgo y gobernar según una eficiente planificación estratégica.

Éste último factor revela sin ninguna duda, que el elector ecuatoriano mayoritariamente continúa manifestando un comportamiento paternalista y es proclive a modelos de democracia delegativa o personalista, clientelar, autónomo y oportunista -en el sentido lato del término-en relación con estructuras partidistas sobre la cuales se mantiene escéptico.

La propuesta de gobierno del actual mandatario se impuso enfrentando, entre otros, los siguientes factores:

La campaña electoral altamente polarizada, marcó la impronta política del presidente Moreno y abre complejas expectativas sobre su desempeño como gobernante, ya que su triunfo se produjo en un escenario político altamente polarizado, con el telón de fondo de la crisis económica; el peso preminente de la corrupción del régimen como tema transversal clave en toda la narrativa de la oposición, y el innegable desgaste del modelo de gobierno impulsado por su antecesor, basado en el incontrolable endeudamiento público, el caudillismo del expresidente, y el antagonismo como fórmula y estilo de gobierno para tramitar las demandas de sectores sociales y actores políticos no afines al oficialismo.

El triunfo del presidente Moreno fue cuestionado por la oposición, debido a la controversial participación del CNE durante todo el proceso electoral, en un intento de deslegitimar el triunfo obtenido, pero también como único recurso de aquella para mantenerse en la escena pública, reagruparse, y sobrevivir en el nuevo campo político.

El triunfo del presidente Moreno fue cuestionado por la oposición, debido a la controversial participación del CNE durante todo el proceso electoral, en un intento de deslegitimar el triunfo obtenido, pero también como único recurso de aquella para mantenerse en la escena pública, reagruparse, y sobrevivir en el nuevo campo político.

“Cambio y continuidad” fueron los conceptos que articularon el discurso y franquearon el diseño de la oferta electoral, por parte del entonces candidato. Se anunció apertura, diálogo, rectificaciones y fortalecimiento del proyecto original, así como lucha frontal contra la corrupción.

La pérdida de cohesión al interior de AP fue y es un dato importante. Puertas afuera del movimiento oficialista, fue público y notorio el deseo del entonces candidato a la presidencia, de diferenciarse de su antecesor. Adicionalmente se hicieron evidentes visiones distintas que reconocieron la necesidad de enmendar prácticas, sin perder de vista “el proyecto”. Ello generó a lo largo de la coyuntura electoral un alineamiento de grupos, liderazgos e intereses en AP alrededor de la figura del exmandatario, del candidato a la presidencia, y hasta del candidato a la vicepresidencia.

El contexto global y regional incidieron también en la percepción de los electores y las fuerzas políticas. Los poco auspiciosos indicadores económicos; el “giro a la derecha” en algunos países de gobiernos identificados con el denominado “Socialismo del Siglo XXI”, del cual el proyecto de Alianza País es suscriptor; las crisis políticas y de imagen de esos gobiernos sembraron incertidumbre.

Luego del triunfo de Lenín Moreno y al finalizar el primer mes de su gestión al frente del gobierno, Rafael Correa emerge como el gran opositor: obligado a ceder la conducción del Estado y sin contar con las facilidades de las que gozó durante una década como presidente, Rafael Correa se ha posicionado como el principal contradictor del presidente actual.

Electoralmente derrotada, la oposición está golpeada y continúa fragmentada. Estamos ante una oposición sin oposición, ninguna de sus figuras visibles ha ocupado el espacio de liderazgo en ese terreno. La ausencia del excandidato Guillermo Lasso en la esfera pública es notable. Los acercamientos de Lenín Moreno con los alcaldes Nebot y Rodas, de Guayaquil y Quito, respectivamente, han restado aún más espacio a una estrategia de antagonismo radical para enfrentar al régimen. La Asamblea Nacional se presenta como el escenario privilegiado para tramitar las diferencias.

De otro lado, paulatinamente se empiezan a fortalecer y/o crear agrupaciones que pretenden ocupar posiciones importantes en el tablero político y, sin duda, la mayor parte de ellas están orientando su discurso y pretensiones en términos de apoyo a la figura del presidente Moreno; otras pocas lo harán independientemente, y otras menos desde la oposición, sobre todo de cara a las próximas elecciones seccionales.

Quizá el dato más importante tiene relación con el rápido y creciente liderazgo personal del presidente Moreno, a nivel nacional; el incremento de su popularidad es notable desde el inicio de su mandato (cerca del 70% de aceptación). Queda aún por afianzarse en algunas parcelas del movimiento de gobierno aún aferradas al “correísmo”; aceptarlo será clave para la supervivencia de esa organización a mediano plazo.

Quizá el dato más importante tiene relación con el rápido y creciente liderazgo personal del presidente Moreno, a nivel nacional; el incremento de su popularidad es notable desde el inicio de su mandato (cerca del 70% de aceptación).

Odebrecht y la corrupción continuarán en la agenda pública como los temas de mayor impacto. Sobre ellos el régimen tiene solo una capacidad relativa de conducción y manejo. De la adecuada estrategia para aprovecharlos como una oportunidad extraordinaria para purgar el país de la década probablemente más corrupta de su historia, enquistada en el poder, dependerá en mucho la viabilidad del gobierno en los primeros meses.

La suma de medidas tomadas en lo económico, en el tema Odebrecht, en la Contraloría, el anuncio del recorte presupuestario enfocado en el gasto corriente o en inversión no rentable, entre otras medidas, se potencian en  su eficiencia relativa gracias al cambio de estilo y de liderazgo en la conducción del gobierno; lo cual se traduce en mejores niveles de percepción positiva y confianza social por fuera del “círculo rojo” de la política; lo que en conjunto favorecen este mes el balance de la gestión de Moreno.

El clima de opinión vigente luego del primer mes de gobierno configura un mix de cautela y positivismo, favorable al nuevo gobierno, y particularmente a la figura del presidente. Es notable el sutil pero innegable liderazgo que paulatinamente posiciona su imagen. La oposición está desarticulada y ha jugado al cálculo y a la defensiva. La Asamblea Nacional es la arena que recoge y tramita la conflictividad del poder político. Su rol como entidad fiscalizadora sigue considerado como el de peor desempeño desde hace 10 años.

La posibilidad de limitar al máximo el liderazgo e influencia de Correa, tanto dentro de AP, cuanto en el campo de la “real politik”, está más abierta que nunca.

El liderazgo del presidente Moreno es tarea esencial por consolidar para quienes lo acompañan. 

Desde la campaña, representa sin ninguna duda, el actor preminente alrededor del cual giraron y aún lo hacen, todas las dinámicas sociales y políticas. No fue un voto de confianza a Alianza País, ni menos aún, un reconocimiento a la gestión de Correa el que determinó el voto que dio la victoria al oficialismo, sino la presencia de Lenín Moreno como candidato entonces, y, como presidente ahora; entender este aspecto es esencial para cualquier estrategia que en lo inmediato busque articular los actuales niveles de confianza y expectativa para enfrentar el futuro.

El tiempo corre y ningún gobierno será viable en las actuales condiciones. El cumplimiento de las ofertas de campaña en todos los ámbitos es un proceso que debe iniciar y manifestarse claramente en puntos sensibles como refinanciación de deuda pública, política económica, política social, bono y subsidios estratégicos, ampliación de cupos en universidades, política exterior, acuerdos de empleo y producción, vivienda. Aún es errático y hasta contradictorio el desempeño de voceros públicos del gobierno. Sin Correa como actor principal de la atención mediática, la ausencia de voceros debidamente preparados es más notoria.

La política internacional -particularmente en relación a Venezuela- es uno de los puntos más débiles del nuevo gobierno. En este y en otros casos, suele entenderse que adoptar medidas claras, genera efectos políticos altamente redituables entre opositores indecisos, que son aquellos quienes fuera de un escenario electoral, activan en la opinión pública y eventualmente pueden ser atraídos hacia el apoyo o el rechazo a un gobierno. Lo que ocurre en Venezuela avergüenza y conmueve a cualquier ser humano sensato.

Quedan aún rescoldos de oposición dura. Es cuando mayor atención e inteligencia política requiere el direccionamiento que el gobierno pueda orientar hacia esas agrupaciones y liderazgos individuales.

En tanto el show montado a favor del vicepresidente y asambleístas del oficialismo, así como la percepción de corrupción en la Contraloría continúen como tareas pendientes del legislativo, la afectación a la imagen del presidente Moreno será real pero limitada. Para que dicha percepción negativa no aumente seriamente contra esa imagen, el gobierno debe acentuar una estrategia de comunicación que fortalezca sus atributos como un demócrata que no interfiere en la administración de las funciones del estado. Pero tampoco puede esperar mucho para dar señales más claras de que se tomarán medidas para fortalecer la institucionalidad y la independencia de poderes.

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