

Fotos: Reuters Media Express
Los dos candidatos entran a sus respectivas convenciones partidarias. Aunque su nominación es un hecho, ellos quieren mostrar los grandes puestas en escena para logra un poderoso arranque de campaña.
Este lunes 18 comienza en Cleveland, Ohio, la Convención Nacional Republicana, que se extenderá hasta el jueves 21. A su vez, el siguiente lunes y así mismo hasta el jueves 28 se realizará la Convención Nacional Demócrata, pasos previos a la elección del próximo Presidente de Estados Unidos el martes 8 de noviembre de 2016.
Las dos convenciones escogerán a sus candidatos oficiales. Se trata de un formalismo, porque Donald Trump y Hillary Clinton ya tienen la mayoría de los delegados de sus respectivos partidos, que fueron elegidos en las primarias y convenciones (caucus) estatales, celebradas entre febrero y junio pasados. En efecto, Trump tiene 1.239 delegados y se necesitaban 1.237 para tener la mayoría. Clinton tiene 2.305, y en realidad eso es menos que los 2.383 delegados que se necesitan para triunfar, pero el partido Demócrata tiene un sistema diferente y, además de los delegados elegidos en la convención participarán también 712 “superdelegados”, que son dirigentes partidarios y autoridades elegidas a cargos públicos, quienes, aunque en teoría no están obligados a votar por un candidato u otro, han manifestado masivamente su preferencia por Clinton.
Estas serán las quincuagésimas octavas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Como se sabe, el sistema electoral estadounidense sigue siendo indirecto: no solo que las primarias y caucus eligieron delegados quienes elegirán los candidatos esta semana y la próxima, sino que el 8 de noviembre los votantes no elegirán directamente al presidente sino que, en realidad, elegirán electores presidenciales, quienes a su vez son los que elegirán a los nuevos presidente y vicepresidente en un Colegio Electoral.
Julian Raven, seguidor de Donald Trump, muestra su retrato en Public Square, en Cleveland.
Para predecir el resultado, los analistas políticos de EEUU estudian los modelos matemáticos e históricos de las elecciones. Variables importantes suelen ser el estado de la economía y el número de períodos que ha estado en la presidencia el partido gobernante.
Para predecir el resultado, los analistas políticos de EEUU estudian los modelos matemáticos e históricos de las elecciones. Variables importantes suelen ser el estado de la economía y el número de períodos que ha estado en la presidencia el partido gobernante. En estos términos, como lo recordaba el columnista del New York Times, Fareed Zacharia, la candidatura de Clinton no tendría mayores posibilidades, pues la recuperación de la economía no es muy buena, sobre todo en términos de ingreso per cápita, y Barack Obama ha estado ya dos períodos en el cargo.
El modelo más famoso, cuyo autor es el economista de la Universidad de Yale, Ray Fair, ha comprobado su acierto en todas las elecciones cien años para atrás. Dicho modelo predice que este año ganaría con facilidad un candidato republicano. No solo por la renqueante economía sino porque es extremadamente difícil para un partido ganar un tercer período consecutivo en la Casa Blanca. Sucedió hace 28 años cuando George Bush papá sucedió a Ronald Reagan. Y 40 años antes, con Franklin Roosevelt en 1940.
Otros modelos toman como variables el desempleo, la inflación, los precios de las viviendas, y también la tasa de aprobación del presidente en ejercicio, y la de Obama es positiva, sin ser demasiado alta, en los últimos meses.
Zacharia cita a Larry Bartels de la Universidad de Vanderbilt y uno de los más importantes estudiosos del tema, que le ha dicho que “los modelos que tienen en cuenta los fundamentales económicos dan resultados mixtos pero probablemente en promedio dan la ventaja al candidato republicano”.
Ahora bien, ¿qué dicen las encuestas? El promedio de encuestas del sitio RealClear Politics da la ventaja a Clinton sobre Trump por más de 4,5 puntos porcentuales. No todas las encuestadoras coinciden, pues algunas (Rasmussen, casi siempre) le dan ventaja a a Trump por uno o dos puntos. Hay otras, en cambio, que tienen a Clinton arriba hasta por seis puntos, de allí el promedio.
Pero nada está dicho, falta la campaña electoral, y Trump ha demostrado que con él no se aplica ningún pronóstico, porque, aunque hace cosas que hundirían a cualquier otro candidato, a él le sirven para subir. Este mismo mes de junio fue absolutamente desastroso para Trump y favorable para Clinton, pero Trump, que no había levantado un centavo en los meses anteriores, logró donaciones por 51 millones de dólares para su campaña y las de los candidatos republicanos, reviviendo su candidatura cuando se la veía al borde del despeñadero.
Esa es la gran variable que no pueden medir ni los modelos ni las encuestas ni una combinación de los dos: Donald Trump. Esta variable del levantamiento de fondos, por ejemplo, en que todos los analistas coincidían viendo a Trump ahogándose ya a fines de junio, quedó destrozada con las cifras reveladas a inicios de julio. Es que Trump hasta entonces había financiado la campaña con sus propios fondos, o así lo decía, y no solicitaba contribuciones.
Lo curioso es que este tipo vulgar e ignorante, mentiroso, prejuiciado y xenófobo que es Trump haya derrotado a todos los otros precandidatos y esté con opciones de ser presidente. Los adjetivos son los que los propios analistas estadounidenses han señalado en sus análisis. Y a eso se añade lo insoportablemente narcisista que es. En cuanto supo de la masacre de Orlando mandó un tuit diciendo que estaba recibiendo muchas felicitaciones por haber sido acertado en que iba a hacer otra masacre, y no solo que nadie vio ni una sola de esas felicitaciones, sino que para la mayoría de la gente con una dosis de humanidad esa no es forma de reaccionar a una tragedia de esas proporciones, la mayor masacre en número de muertos desde el 11 de septiembre en EEUU.
Hillary Clinton y el senador Bernie Sanders juntos en el acto de campaña en el cual Sanders apoyó a la candidata demócrata, en Portsmouth, New Hampshire, el 12 de julio del 2016.
La presencia de los votantes hispanos podría cambiar los resultados en Texas, Arizona o Georgia pero, sobre todo, en un Estado clave: Florida. Los analistas dicen que es muy difícil que Trump gane la elección presidencial sin los 29 votos electorales de Florida.
Hay un factor, sin embargo, que puede ser decisivo, y es la demografía, en la que tienen un peso muy particular aquel grupo al que Trump ha despreciado he insultado desde el primer día de su campaña: los inmigrantes y, en especial, los latinos. Fue en el propio lanzamiento de su campaña que dijo que México enviaba ladrones y violadores y que iba a construir un muro y lo iba a hacer pagar a México. Y a partir de entonces solo ha aumentado su discurso racista.
Pero justamente la presencia de los votantes hispanos podría cambiar los resultados en Texas, Arizona o Georgia pero, sobre todo, en un Estado clave: Florida. Los analistas dicen que es muy difícil que Trump gane la elección presidencial sin los 29 votos electorales de Florida. Cuando hace 16 años Al Gore y George Bush hijo se disputaron ese Estado, con un empate que fue decidido por la corte y que decidió la elección nacional a favor de Bush, 78% de los votantes registrados eran blancos no hispanos. Cuando Obama le ganó a Mitt Romney con menos de un punto en el 2012, los votantes blancos no hispanos habían bajado a 66,5%. Esta vez son un poco menos de 66%, pero van a bajar un poco más antes de la elección, conforme se registren más hispanos. Y, muy importante, estos que antes se inclinaban a la derecha, prefieren hoy a los demócratas.
En elecciones anteriores, al ser en su mayoría cubanos, votaban por los republicanos. Hoy claramente los cubanos jóvenes favorecen a los demócratas y, además, en el grupo de los votantes hispanos existe hoy una mezcla de nacionalidades, con puertorriqueños, hondureños, brasileños, ecuatorianos, venezolanos que no van a votar por quienes los ha insultado. Incluso, dicen los analistas, los demócratas podrían perder Pensilvania, Ohio, Michigan, Iowa, North Carolina, considerados “swing states”, es decir estados pendulares, siempre que ganen Florida (hay quienes dicen que deberían ganar además o Nevada o Nuevo México).
Así que si Trump consiguió durante la campaña la adhesión de los estadounidenses blancos de clase media baja y baja con su discurso xenófobo puede que se haya puesto él mismo la soga al cuello al despreciar a los latinos, cuyo voto puede resultar el ligero peso que voltee la balanza.
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