
Foto: Reuters
El presidente de Bolivia, Evo Morales, participó en el combate de incendios en el oriente de su país.
Bolivia se quema. Literalmente. Mientras, el mundo enfurecía frente a las caóticas y descabelladas declaraciones del presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, la Amazonía boliviana ha perdido 2 millones de hectáreas de bosques en más de 1 500 incendios provocados por el ser humano. Brasil, perdió menos de la tercera parte de esos bosques.
En un inicio a Evo, el fuego le salió barato. Pocos lo condenaron y apenas un par de titulares en la prensa internacional daba cuenta de lo que sucedía en el corazón de América del Sur y por lo tanto en el centro mismo del Amazonas. Así que Evo no tuvo empacho, a diferencia de Bolsonaro, en ir a sentarse con los presidentes de los otros países de la Región, sacarse las fotos que sean necesarias y suscribir las vacías declaraciones de la llamada Cumbre Amazónica. Tampoco tiene empacho en presentarse ante las Naciones Unidas para hablar de la defensa de la Pachamama, tal como lo ha hecho en los últimos 14 años.
Pero los hechos son porfiados. Quizás la mejor explicación de lo que sucede lo encontré en una página de publicidad oficial en la revista de la estatal Boliviana de Aviación, BoA, dónde se vanagloriaban sobre el hecho de que en lo que iba del 2019 se había “chaqueado” (quema intencional) 1.7 millones de hectáreas de bosques. Según la entidad oficial, en números redondos, 900 mil hectáreas se habían otorgado para la explotación ganadera. 600 mil hectáreas a la agricultura intensiva, las fuentes dicen que para el monocultivo de soja y caña de azúcar, y solo 50 mil hectáreas, menos del 1 por ciento, se habían devuelto a los bosques. Si se quiere encontrar la evidencia de la correlación directa entre las políticas del Gobierno de Evo y los incendios se puede seguir este artículo de finales de julio de 2019.
Lo de las 600 mil hectáreas de caña y soja no es una cosa al azar. El Gobierno boliviano ha impulsado agresivamente el uso de etanol como combustible con lo cual logra un doble objetivo político: fortaleza su alianza con las oligarquías agrícolas de Santa Cruz y al mismo tiempo evade el costo de eliminar el subsidio a la gasolina.
Pocos creen que Evo abandonará el poder pacíficamente. Muchos creen que si lo hace, conspirará de forma permanente y desde el primer día para crear condiciones de ingobernabilidad para cualquier proyecto político que lo reemplace.
Por supuesto, la revista de BoA había sido impresa antes de que los incendios en la Amazonía boliviana se descontrolaran y por lo tanto era un testimonio naif de la brutal agresividad de las políticas del gobierno boliviano en contra de la naturaleza y especialmente del bosque amazónico en el Beni y la Chiquitanía, en el departamento de Santa Cruz.
Hay quienes dicen -y a mi me parece, inicialmente, una exageración- que parte del “chaqueo” del bosque amazónico en la zona oriental de Bolivia es para asentar electores del Altiplano, favorables a Evo, que le puedan dar la victoria en la zona Oriental en las elecciones presidenciales del 20 de octubre de este año.
En el actual escenario boliviano nada es descabellado. Eso me confirma Iván Arias, uno de los analistas políticos más conocidos y respetados, mientras comemos unas humintas en la zona de San Miguel y me repite lo que he venido escuchando todos esos días de forma pesimista y en clave de andina desesperación: “Evo no se va a ir. No va a dejar el poder. No hay forma democrática de que abandone el Palacio de Gobierno.” Al final, Evo ha construido un sistema autoritario en el cual ha coptado todos los poderes, ha encarcelado opositores y ha controlado y acorrolado a la prensa.
Después de unos días de nuestra charla, Arias me hace llegar por escrito una anécdota, sus argumentos y la fatal conclusión que resumo: “Cuentan que a mediados del 2008, cuando el enfrentamiento entre el gobierno del MAS y la entonces Media Luna había llegado a su clímax y ante la amenaza de que podía haber una conflagración entre bolivianos y de que podían ser derrocados, en Palacio Quemado, donde era la oficina presidencial, García Linera, Quintana, Chávez, Morales y tres personas más, con los brazos entrelazados, juraron ante Dios y las deidades andinas que ‘de aquí, solo nos sacan muertos’. Con el pasar de los años… Evo Morales, a través de su estrategia envolvente, ha hecho todo para demostrar a los bolivianos que aquel juramento no es una anécdota. Y así, en diversos actos machacó y machacó con lo mismo: ‘Dijimos varias veces, antes en el Palacio, ahora en la Casa Grande del Pueblo, no estamos de inquilinos, no estamos de pasajeros, no estamos en alquiler, hemos venido para quedarnos, y ahora para toda la vida’. Para Evo y sus juramenteros las elecciones son una parodia y, como en toda tiranía, las elecciones solo les sirven si las van a ganar.”
Frente a eso “hay lo que hay”. Políticamente, la alternativa es Carlos Mesa, un intelectual, periodista y político de mucho prestigio, que ya fue Presidente entre el 2003-2005 pero que muchos perciben débil, esquivo, sin ganas de enfrentar a Evo. Sus partidarios no lo niegan, pero repiten “es lo que tenemos”, no tanto como resignación sino como argumento de convicción de que la alternativa a Evo es aquí, ahora y tiene nombre propio, aunque todas las fuentes coinciden en que la campaña de Carlos Mesa tiene escasísimos recursos y que los estrategas, además, equivocan las líneas de mensajes y el uso de esos escasos recursos.
La debilidad de Mesa, dicen los opositores mas radicales y críticos, lo hace el candidato menos oportuno para hacer frente a un Evo rebosante de aquel factor que el antiracionalista Nietzsche describió como “la voluntad de poder” y que lo concibió como la clave para hacerse con el trono.
“…Y Pese a todo, se mueve”, podríamos parafrasear. Hoy por hoy, Carlos Mesa está en condiciones de disputarle el poder a Evo y forzar una segunda vuelta. ¿Por qué? Gloria Ardaya lo explica: “Por mi parte, hago lo que creo que debo hacer. Al margen de la estructura de campaña de Mesa, hago lo que siento que debo hacer: voy me reúno con comunidades de mujeres, jóvenes, indígenas. Todos deberíamos hacer lo que debemos hacer”. En otras palabras, estamos ante un raro caso en el cual los partidarios tienen más voluntad de poder que el propio candidato.
El ex presidente boliviano Carlos Meza se perfila como candidato a suceder a Evo Morales.
Esos partidarios están dispuestos a desalojar a Evo del poder democráticamente aun con todos los temores y recelos que empiedran el camino a ese cielo o infierno llamado elecciones. Ahora, al riesgo de fraude inminente cometido por una autoridad electoral venal y sumisa ante el poder Ejecutivo, se suma el temor ante la posibilidad de que el Gobierno suspenda las elecciones, citando cualquier pretexto, ante el riesgo inminente de perder el poder.
Evo va a la Chiquitanía para supuestamente apagar el fuego, se retrata con una foto con una ridícula mini manguera de fumigación y se pierde en el bosque una hora, en la cual, el personal de emergencia se dedica a buscar al Presidente y desatiende los focos de fuego. Bolivia ya no se ríe, sino que indigna con las “evadas”.
El precio sería impredecible. Nadie en Bolivia sabe, por ejemplo, cuál sería la reacción del electorado más joven. Veamos: En cifras redondas, durante el Gobierno de Evo Morales, 3 millones de personas salieron de la pobreza y pasaron a ser clase media, como me dibuja en una servilleta Fernando Molina, periodista e intelectual muy respetado por los dos bandos.
Ahora bien, los hijos de esta nueva clase media, son los que dijeron “No” a los afanes de reelección indefinida de Evo. Pelea que finalmente se perdió porque el Tribunal Constitucional, se inventó que había un derecho humano fundamental a ser reelegido indefinidamente. Pero ojo, y este es el detalle más importante: esos jóvenes de la nueva clase media pensaban votar por Evo ante la alternativa de un candidato de oposición que parece sacado de una novela de caballería. Las encuestas de julio, lo decían. De ahí, la confianza en el entorno palaciego sobre una plácida victoria.
Iván Arias lo explica así: “Hasta principios de agosto de este año, en pasillos de la Casa del Pueblo se respiraba optimismo y seguridad en la victoria en primera vuelta, mas que por méritos propios gracias a la ‘desfigurada campaña de la oposición’. Pero la cosa cambió con los incendios en la Amazonía. Los vídeos de los jóvenes bomberos voluntarios rescatando osos hormigueros, perezosos, monos y loros circuló por toda Bolivia e incendió el ánimo juvenil por las causas justas y ecológicas.”
Entonces, la prensa hizo lo que debía hacer, pedir cuentas por el decreto 3973 de Evo que amplio la quema “controlada” de bosques. ¿Recuerdan? Aquella política de la cual se vanagloriaban en la página de publicidad oficial en la revista de la estatal Boliviana de Aviación.
Mas leña al fuego. Evo va a la Chiquitanía para supuestamente apagar el fuego, se retrata con una foto con una ridícula mini manguera de fumigación y se pierde en el bosque una hora, en la cual, el personal de emergencia se dedica a buscar al Presidente y desatiende los focos de fuego.
Bolivia ya no se ríe, sino que indigna con las “evadas”. Aunque la masiva prensa oficial lo trate de ocultar, la situación supera todos los niveles de gravedad mientras pasan las horas. Ahora los expertos declaran que los incendios en la Chiquitanía se ha salido de control y hasta la Iglesia Católica clama porque de una vez por todas se declare emergencia nacional y se solicite ayuda internacional de forma urgente.
En la región de Chiquitanía hay intensos fuegos forestales. Foto: AFP
Mientras tanto, el aparato del estado autoritario no deja de funcionar. El domingo 01 de septiembre, los últimos vestigios de prensa independiente y los portales digitales que han aparecido como alternativa informativa publicaron los resultados de una encuesta en la cual se reflejaba que el margen de intención de voto entre el presidente Evo Morales y su principal opositor Carlos Mesa se había achicado al punto que una segunda vuelta sería inminente. Y en una segunda vuelta el MAS perdería el poder.
A mediados de septiembre, una coalición de ONGs, universidades y medios vinculados a la Iglesia publicaron una encuesta aún más perturbadora para Evo Morales y su partido: Básicamente, Carlos Mesa lo tiene a tiro de piedra y la diferencia en segunda vuelta para la oposición es aún más decisiva. Ante esto, el organismo electoral dirige una carta a esas universidades amenazante para intimidarlos y provocar que no vuelvan a divulgar encuestas.
Los últimos vestigios de prensa independiente y los portales digitales que han aparecido como alternativa informativa publicaron los resultados de una encuesta en la cual se reflejaba que el margen de intención de voto entre el presidente Evo Morales y su principal opositor Carlos Mesa se había achicado al punto que una segunda vuelta sería inminente. Y en una segunda vuelta el MAS perdería el poder.
Como ha sido documentado, la prensa en Bolivia en su mayor parte ha sido capturada por empresarios y simpatizantes del MAS. Frente a ello, subsisten los últimos focos de resistencia de medios y periodismo independiente, “todo cabe en los dedos de la mano”, me dice el periodista Raúl Peñaranda. Ahora el Gobierno exhibe la sonrisa amable de un Ministro de Comunicación, joven y moderado. Pero bajo las buenas formas, la presión sigue: a El Deber de Oruro, por ejemplo, se le prohibió publicar encuestas porque supuestamente “no estaba registrado” para elaborar encuesta, cuando un medio no elabora sino que difunde encuestas.
Pocos creen que Evo abandonará el poder pacíficamente. Muchos creen que si lo hace, conspirará de forma permanente y desde el primer día para crear condiciones de ingobernabilidad para cualquier proyecto político que lo reemplace.
En cualquier situación, las turbulencias estás aseguradas para Bolivia.
[RELA CIONA DAS]





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