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31 de Julio del 2024
Historias
Lectura: 23 minutos
31 de Julio del 2024
Ugo Stornaiolo
Venezuela: Maduro perdió, aunque ganó
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Nicolás Maduro y el presidente de Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, sostienen el acta de juramentación del presidente electo en Caracas. Maduro fue proclamado sin completar los procesos internos que dicta la norma electoral venezolana. Foto: Ronald Peña / EFE

 

El régimen de Maduro hace caso omiso y sigue en aislamiento, sostenido únicamente por China, Cuba, Nicaragua, Rusia e Irán, otros países cuestionados por el resto del mundo. Hubo un tiempo en que Chávez reinaba en ciertos organismos creados ad hoc por el socialismo del siglo XXI, el Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla: CELAC y UNASUR, pero eso no existe más.


Los resultados fueron entregados por el presidente del CNE, Elvis Amoroso (afín al régimen de Maduro), como se hacía en tiempos de Tibisay Lucena y Chávez. Ganó Maduro, pero no se sabe la verdad de las elecciones porque ese organismo no publicó actas (la oposición ha publicado un 85% del total) y se prohibió a los observadores internacionales verificar los datos (incluso entrar al país). Con la cancha inclinada a su favor, Maduro demostró que lo tiene captado todo: desde el organismo electoral hasta la justicia y las Fuerzas Armadas.

Este “remedo de Stalin”, al que incluso admira, aplicó la máxima atribuida al genocida georgiano, responsable de millones de muertes en la ex URSS en el siglo XX: “no importa quién vota, lo importante es quién cuenta los votos”. A Eloy Alfaro, el caudillo liberal ecuatoriano de fines del siglo XIX, se le atribuía esta frase: "no podemos perder con papelitos lo que hemos ganado con fusiles”. 

Aunque todos los sondeos preveían una victoria aplastante del candidato opositor Edmundo González Urrutia frente al presidente Nicolás Maduro, con una diferencia de más de 40 puntos (70 a 30), las dudas en Venezuela siguieron tras las elecciones, con una pregunta que se siguen haciendo todos, en ese país y en el exilio, donde millones de venezolanos impedidos de votar siguieron el desenlace de los acontecimientos: ¿cuál fue el verdadero resultado?

Venezuela, el país que cambió tras un intento de golpe de estado en 1989 y que construyó desde la cárcel la imagen de un caudillo de trascendió las fronteras de su país para convertirse en el líder de la corriente del socialismo del siglo XXI, opacando a los dinosaurios cubanos, los hermanos Castro y al otrora líder revolucionario Daniel Ortega, luego una caricatura del déspota contra el que luchó: Somoza.

En 1998, Hugo Chávez prometió que Venezuela “navegará en el mismo mar de felicidad del pueblo cubano”. “Su promesa se hizo realidad, pero el pueblo venezolano ha decidido que no le gusta navegar en ese mar. En vez de “Patria, socialismo o muerte” (el grito de Chávez) prefiere “Patria, libertad y vida”. Y las conquistarán. La pregunta dolorosa es, ¿cuándo y a qué costo?”, escribía recientemente Enrique Krauze.

Carlos Pagni señalaba que “el resultado de la elección que enfrenta a Nicolás Maduro y Edmundo González Urrutia impactará en la geopolítica global”. Había numerosos signos de que podía producirse un cambio. Las encuestas señalaban que el dictador Nicolás Maduro, que buscaba reelegirse por tercera vez -con la complicidad del Consejo Electoral (CNE) venezolano- no tenía los mejores números frente al opositor Edmundo González Urrutia quien lo superaba con al menos 20 puntos. Pero, según el CNE venezolano, Maduro ganó…

Enrique Krauze “algo extraordinario está ocurriendo en Venezuela. María Corina Machado ha logrado congregar en torno de ella al pueblo que inunda ahora mismo las calles, las plazas y caminos del país para superar pacíficamente en las elecciones del 28 de julio al régimen imperante desde hace un cuarto de siglo”.

El jardín de senderos que se bifurcan, como escribía Jorge Luis Borges, era incierto: entre impugnaciones y fraude. Si había normalidad, podían ganar Maduro o González Urrutia. Si ganaba González Urrutia, Maduro podía o no reconocer su derrota. Si la reconocía, comenzaba una larga transición a la democracia, para lo que harían falta actores internacionales. De todos modos, en la calle la gente continúa exigiendo verificar los datos de las actas, pero la represión aumenta, con arrestos de estudiantes y secuestro de líderes opositores.

Como agrega Enrique Krauze “algo extraordinario está ocurriendo en Venezuela. María Corina Machado, valerosa líder con una larga trayectoria de oposición, ha logrado congregar en torno de ella al pueblo que inunda ahora mismo las calles, las plazas y caminos del país para superar pacíficamente en las elecciones del 28 de julio al régimen imperante desde hace un cuarto de siglo”.

El atropello del que fue objeto Machado al invalidarse su candidatura no hizo más que fortalecer su legitimidad y popularidad, con su apoyo a Edmundo González (diplomático y académico de 74 años, candidato de oposición que no fue vetado). Todas las encuestas creíbles los favorecían. Pero el panorama, como se demostró tras la proclamación apresurada de los datos, es de altísimo riesgo. “Las elecciones en Venezuela no fueron democráticas”, advierte el Centro Carter, única institución observadora internacional que avaló el chavismo.

Edmundo González Urrutia y María Corina Machado dan declaraciones tras conocer los resultados de las elecciones presidenciales, en Caracas (Venezuela). Foto: Henry Chirinos / EFE

“Gloria al bravo pueblo/ que el yugo lanzó/ la ley respetando/ la virtud y honor”, reza la primera estrofa del himno venezolano. Ese pueblo que tomó conciencia de su situación, no con estadísticas sino de manera desesperada y directa. Eso le decían a Machado a donde iba: que las familias se reunifiquen y las abuelas conozcan a sus nietos, un alivio a la miseria, la represión y la inseguridad. Buscaban la reconciliación nacional.

Las estadísticas son espeluznantes y prueban que la destrucción de Venezuela no comenzó cuando murió Chávez, sino que fue obra de los dos: Chávez y Maduro, el original y su parodia. Hasta 1998, el PIB per cápita de Venezuela era el segundo mayor de América Latina. 

Hoy solo supera a Haití. En ese año, la empresa estatal PDVSA producía 3,5 millones de barriles de petróleo. Actualmente produce 0,75 millones. La infraestructura y los servicios (educación, salud, etcétera), que Chávez mantuvo con sus “misiones” gracias a un barril de $ 150, cayeron. El modelo de la “petro-chequera” sucumbió. Y Cuba, que recibía precios preferenciales del hidrocarburo, tembló.

Hacia 2018, un exministro de Chávez calculaba que 300 mil barriles diarios fueron robados de los ingresos en 20 años (de 800 mil BDP). ¿Cuál es la cifra actual? Quizá la tragedia mayor -y demostración del fracaso– es la emigración: más de 8 millones de venezolanos (25% de la población) salieron exiliados a América Latina, Norteamérica y Europa.

Tras la última manifestación masiva de 2017 contra el desconocimiento de la Asamblea Nacional electa el 6 de diciembre de 2015 (único poder independiente de mayoría opositora), la oposición cayó en el desánimo, la deserción, el destierro y la división interna. Los posibles líderes no pudieron afianzarse.

Políticamente, el régimen de Maduro no puede ser catalogado como populista o de izquierda, como Chile o Brasil. Es una dictadura político-militar afín a Rusia e Irán y sobre todo a Cuba. Su mecanismo de poder es la cooptación de todos los poderes y la represión (de partidos, candidatos, empresarios, académicos, radio, televisión, periodistas, estudiantes). En Venezuela no existe separación de poderes, libertad de expresión, garantías individuales y confianza en el sistema electoral. Es un país desinstitucionalizado.

Tras la última manifestación masiva de 2017 contra el desconocimiento de la Asamblea Nacional electa el 6 de diciembre de 2015 (único poder independiente de mayoría opositora), la oposición cayó en el desánimo, la deserción, el destierro y la división interna. Los posibles líderes no pudieron afianzarse (los casos de Capriles, López o Guaidó, son representativos). En ese momento apareció Machado, impedida de salir de su país, con tres hijos en el exilio y una empresa familiar expropiada por Chávez. 

Maduro y el grupo gobernante no van a ceder el poder. Su gama de trafasías es interminable: inhabilitar opositores, impedir el voto de venezolanos en el extranjero, no registrar nuevos votantes o personas que cambiaron su domicilio, centros de votación en sitios de difícil acceso, manipulación del sistema informático, coacción a los votantes amenazándolos con quitarles los programas sociales, etcétera. 

La solución razonable hubiese sido la salida de Maduro y su grupo de poder del país y un acuerdo para convocar a elecciones generales, con una nueva Asamblea Legislativa, renovar la Fiscalía y el CNE. Pero, los chavistas siguen atornillados en el Palacio de Miraflores. 

Integrantes de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) enfrentan a manifestantes opositores, durante una protesta contra de los resultados de las elecciones presidenciales, en Caracas (Venezuela). Ronald Peña R. / EFE

Perspectivas internacionales

El margen para que el gobierno de Venezuela manipule los comicios era más complicado, sobre todo porque dos amigos de Maduro, el brasileño Lula da Silva y el colombiano Gustavo Petro, pidieron a Caracas garantizar la transparencia del proceso, para evitar una nueva corriente de migrantes que afectará a sus países. Otros, como Ecuador, desconocieron el triunfo de Maduro, quien ordenó la salida de los diplomáticos de algunas naciones. Con Ecuador no hay, por ahora, relaciones diplomáticas ni consulares.

Muchos líderes de la izquierda latinoamericana, como Lula Da Silva, Gabriel Boric, Gustavo Petro y Alberto Fernández, exigieron a Maduro aceptar los resultados. Lula incluso dijo que sintió “miedo” al escuchar a Maduro decir, en un vídeo que habría sido difundido en redes sin su consentimiento, que una victoria del candidato opositor, Edmundo González, podría derivar en “un baño de sangre” o “una guerra civil fratricida”. Los presidentes de Irán, Cuba, Rusia, Nicaragua y China reconocieron ipso facto el triunfo anunciado de Maduro.

En la vereda opuesta aparecen la Argentina de Milei a quien Maduro señaló, junto al ecuatoriano Daniel Noboa, como su máximo enemigo. La situación argentina es particular. Su embajada en Caracas es la única que aún alojaba refugiados. En Buenos Aires buscaban evitar los riesgos de un resultado discutido, que desencadene una invasión a su sede diplomática. Había máxima alerta en la embajada de Argentina en Caracas por el corte de luz que sufrió el edificio, donde están asilados seis dirigentes opositores al chavismo.

Maduro y el grupo gobernante no van a ceder el poder. Su gama de trafasías es interminable: inhabilitar opositores, impedir el voto en el extranjero, no registrar nuevos votantes o cambios de domicilio, centros de votación de difícil acceso, manipulación del sistema informático, amenazas a los votantes con quitarles los programas sociales.

El intento de asesinato de Donald Trump podría influir en lo que puede ser la reacción de los EE. UU. frente a Venezuela, por la posición diferente que tiene el candidato republicano respecto a Biden y su vicepresidenta, Kamala Harris. El periodista del Corriere della Sera de Italia, Federico Rampini, pregunta, comentando las elecciones en EE. UU. a la luz de las elecciones en Venezuela si “¿la victoria robada de Maduro en Venezuela puede ayudar a Donald Trump? La violencia con la que Maduro, después de haber robado las elecciones, disparó contra la multitud da la impresión de que muchos, en este momento, se quejan de la inacción de Estados Unidos”.

Maduro y su entorno emiten señales contradictorias. El presidente insiste en que él representa “la paz”, como si en Venezuela hubiera un conflicto parecido al de Colombia. Acusó y dijo que Elon Musk -dueño de Tesla y de la red social X- era un enemigo de Venezuela y que hasta podía invadir su país (eso solo está en la imaginación del sátrapa venezolano). Semanas atrás, Vladimir Padrino, ministro de Defensa, aseguró que la revolución continuará “pase lo que pase”.

Hace poco, el ex canciller ecuatoriano Juan Carlos Holguín dijo que este proceso no ha sido ni libre ni justo, porque se descalificó a la candidata ganadora de las primarias de oposición y quien se consolidó como la líder del proceso de transición, María Corina Machado. Tras las elecciones Holguín escribió: “el apoyo de Correa a Maduro es impresentable. Si ser parte del Socialismo del Siglo XXI ya lo era, apoyar a una persona limitada intelectualmente como Maduro, le debe costar mucho”.

Holguín alertaba a la comunidad internacional para manifestarse radicalmente a favor del cambio. “Mientras Maduro ha negado la participación de una observación electoral de la Unión Europea, del Senado español o ha negado visas a miembros de la sociedad civil latinoamericana que querían participar del proceso electoral como observadores, los miembros del Grupo de Puebla han sido invitados. Son ellos los únicos que podrían legitimar un fraude”.

El académico argentino Héctor Schamis describió cómo el chavismo siempre se apoyó en organizaciones paralelas no-estatales, colectivos motorizados, paramilitares, bandas delictivas en las prisiones o el crimen organizado. Funciona en colusión con ellos y sus vínculos son orgánicos. “Lo único que sostiene a la dictadura de Maduro es la operación de estructuras criminales”, agrega Holguín.

En la Venezuela de Maduro, “el Stalin del Caribe” nada sorprende. Se ganan elecciones perdiéndolas, como señalaron todos los conteos rápidos. Para qué protestar las calles y en los recintos electorales, si todo se cocinó en el Consejo Nacional Electoral, organismo al servicio del sátrapa de turno.

Otras anotaciones

En la Venezuela de Maduro, “el Stalin del Caribe” nada sorprende. Se ganan elecciones perdiéndolas, como señalaron todos los conteos rápidos. Para qué protestar las calles y en los recintos electorales, si todo se cocinó en el Consejo Nacional Electoral, organismo al servicio del sátrapa de turno, como lo era desde tiempos de Hugo Chávez. El presidente de ese organismo es Elvis, que es muy “Amoroso” (su apellido) con Maduro.

Once años no fueron suficientes para que Maduro muestre su incapacidad. Sus alianzas con la Rusia de Putin, con China, Irán y otros países que sostienen esta dictadura caribeña —como las de Cuba y Nicaragua— son muy sólidas. De nada sirve la diáspora de más de 8 millones de venezolanos, que huyen de las arbitrariedades y la persecución. Tras estos comicios, claramente amañados, se anuncian más salidas forzadas. El eslogan va a ser: “alerta, alerta, alerta que camina: la mochila venezolana por América Latina”. Ya no es la “espada de Bolívar”.

Maduro seguirá engordando su poder. Sabe que si lo deja tendrá un fin parecido al de Saddam Hussein, Ghadaffi o Ceasescu. No faltan voces de apoyo de personajes como Correa, Díaz Canel, Ortega y cualquier otro aspirante a dictador que pulula por la región. 

Mientras tanto, María Corina Machado, líder de la oposición sostiene: “tenemos cómo probar la verdad. Tenemos el 85% de las actas”. La coalición opositora asegura que puede demostrar el triunfo de González Urrutia, pero no sabe ante quién. Hay angustia, protestas callejeras y presión internacional. Desde el interior y exterior del país se exige un recuento verificable de votos en Venezuela.

La líder de la oposición venezolana, María Corina Machado. Foto: Ronald Peña R / EFE

el régimen impidió la presencia de observadores internacionales y Maduro ofrece la publicación de resultados en “algunos días”: ¿podrá falsificar todas las actas?  Durante la elección se impidió a los testigos de González Urrutia acceder a las actas, al escrutinio, verificación y la totalización de los votos.

El descontento movilizó a los opositores. Muchos jóvenes rodearon el día siguiente de los comicios la residencia presidencial mientras la ciudad estaba tomada por la policía. Aunque el fraude se consumó a primera hora del 29 de julio, cuando el CNE declaró a Maduro ganador por una diferencia de 6 %, en contradicción con la abismal ventaja de Edmundo González Urrutia que publicó María Corina Machado –6.275.182 votos, por 2.759.256 de Maduro-, con más del 70% de actas, es lógico pensar que el CNE tenía todo listo mucho antes: es la “maquinaria de fraudes del chavismo”, escribió el periodista Daniel Lozano.

Todo, hasta el punto que se impidió que un gran porcentaje de los 8 millones de venezolanos en el exterior ejerzan su derecho al sufragio. Asimismo, hubo un fuerte control del ejecutivo al organismo electoral. Elvis Amoroso fue quien vetó la candidatura de María Corina Machado y su sucesora escogida, Corina Yoris. La oposición buscó en el entramado legal todas las posibilidades y consiguió que se habilite la candidatura del veterano diplomático Edmundo González Urrutia.

Igualmente, el régimen impidió la presencia de observadores internacionales y Maduro ofrece la publicación de resultados en “algunos días”: ¿podrá falsificar todas las actas?  Durante la elección se impidió a los testigos de Edmundo González Urrutia, acceder a las actas, al escrutinio, verificación y totalización de los votos, en centros de votación y en la sede del CNE en Caracas. El presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, ex presidente del CNE y experto en fraudes desde tiempos de Hugo Chávez, dijo que “el gobierno celebraría los resultados”.

La represión como última salida

Por casi un cuarto de siglo el chavismo siempre logró prevalecer cuando veía que su poder corría peligro. Cuando se instaló la asamblea constituyente de 1999, en el referéndum constitucional de 2009 y en la designación de Nicolás Maduro como sucesor de Chávez. Así se salió con la suya. No tiene por qué ser diferente ahora. Maduro fingió que escuchaba a la comunidad internacional cuando anunció negociaciones con la oposición en México y Barbados, lo que hizo creíble la cohabitación entre el chavismo y la oposición. 

El chavismo logró “quemar tiempo” hasta conseguir el levantamiento de sanciones petroleras en 2023, luego de los acuerdos de Barbados y de Doha, logrando que su testaferro Alex Saab sea devuelto a Venezuela en un intercambio de presos con el gobierno de EE. UU. La oposición pudo celebrar elecciones primarias internas. Pero, tras el apabullante triunfo de Machado, el régimen empezó a ver el peligro que se cernía y vetó a Machado. Pero Maduro cometió un error al permitir el fraude y se ha vuelto a aislar. 

Lo cierto es que no hay diferencia entre los militares y el Gobierno, porque las fuerzas armadas fueron captadas desde tiempos de Hugo Chávez y reciben múltiples beneficios por su lealtad, incluso en negocios turbios (como el narcotráfico). Las declaraciones del ministro de defensa Vladimir Padrino López, confirmaron que los militares van a sostener a Maduro. 

Además, las instituciones y poderes del Estado no están al servicio de la población. Es fácil comprobarlo: ¿a quién pueden acudir los venezolanos para denunciar el fraude? ¿Al CNE, a la Fiscalía, a las Fuerzas Armadas, todas controladas por Maduro? La única salida son las calles. Entretanto, la comunidad internacional presiona y exige recuentos o publicaciones de las actas. 

El régimen de Maduro hace caso omiso y sigue en aislamiento, sostenido únicamente por China, Cuba, Nicaragua, Rusia e Irán, otros países cuestionados por el resto del mundo. Hubo un tiempo en que Chávez reinaba en ciertos organismos creados ad hoc por el socialismo del siglo XXI, el Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla: CELAC y UNASUR, pero eso no existe más. 

Tras el anuncio de su “triunfo” Maduro hizo lo que hace un sátrapa: expulsar a los embajadores de varios países de la región, como pasaba en los años 70’ y 80’ en las dictaduras latinoamericanas. Algunos aliados de Maduro como Brasil, Colombia, buscan convencer a Maduro que pruebe su triunfo en las urnas. El presidente colombiano señaló que hay "graves dudas" sobre los comicios y pide transparencia.

La oposición solo tiene al pueblo y necesita movilizarlo, con gente en las calles exigiendo libertad: ya hay 14 muertos. El régimen hará lo que ya ha hecho antes, reprimir, encarcelar y perseguir. Ya lo dijo Jorge Quiroga, expresidente de Bolivia, “a Maduro le espera una hamaca en algún país afín del Caribe o una cárcel en La Haya, por sus acusaciones por delitos de lesa humanidad”.

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