

Los profesores preguntaron con desconfianza de qué vacuna les ponían y se aseguraron de recibir la dosis. Foto: Luis Argüello / PlanV
Las invitaciones llegaron a los correos electrónicos y empezaron a circular, desde la noche del pasado viernes, en los grupos de chat con los que se comunican los profesores fiscales de Quito. Se anticipaba que iniciaría el proceso de vacunación para los docentes, a los que el gobierno saliente ha ofrecido vacunar en su totalidad - 50% de verdad, pues serán solo las primeras dosis- hasta el 20 de mayo de 2021, cuatro días antes de entregar el poder a Guillermo Lasso.
El proceso de preparación había iniciado hace por lo menos dos semanas, cuando los distritos educativos pidieron a los rectores de los colegios que enviaran los listados de los docentes con sus datos personales y sus edades.
El proceso de preparación había iniciado hace por lo menos dos semanas, cuando los distritos educativos pidieron a los rectores de los colegios que enviaran los listados de los docentes con sus datos personales y sus edades.
Con esa información se preparó la vacunación, colocando primeros a las personas de mayor edad, en especial, sobre los 60 años. La noche del viernes, empezaron a llegar los correos de invitación, que eran remitidos por las unidades de Talento Humano de las direcciones distritales. "Ha sido considerado en el proceso de vacunación, por lo que debe acercarse al coliseo UCE el dia de mañana 1 de mayo", destacaba la comunicación electrónica, que venía acompañada de un PDF. "En caso de que usted no desee o no pueda vacunarse, por favor el archivo adjunto llenarlo y enviarlo firmado", explicaba el correo del Ministerio de Educación, si bien en otras comunicaciones se ha explicado que, aunque la vacuna es voluntaria, cuando vuelvan las clases presenciales no será excusa para no asistir el haberse negado a la vacuna. "Asistir con todas las medidas de bioseguridad y llevar la cédula de identidad y una copia legible", finalizaba el correo electrónico.
Recordatorio de madrugada
A María, docente fiscal de un colegio en el centro capitalino, le llamaron funcionarios de su colegio en dos ocasiones la madrugada del sábado primero de mayo. Era para asegurarse que había leído el correo y que estaba lista para concurrir.
Hora y media después de la llamada de su colegio, a las 07:30, la docente estuvo en el coliseo de la Universidad Central, en la calle Bolivia. Las autoridades de Educación les habían enviado como respaldo un oficio dirigido a la Agencia Municipal de Tránsito, en donde se indicaba que los profesores podían circular rumbo a los puntos de vacunación y de regreso a casa.
Pero en todo el trayecto hacia el coliseo, no se encontró con ningún policía, retén ni puesto de control. Las calles lucían desiertas en el sábado de confinamiento, aunque se notaban ya algunos vehículos particulares, taxis y motos de repartidores.
En todo el trayecto hacia el coliseo, no se encontró con ningún policía, retén ni puesto de control. Las calles lucían desiertas en el sábado de confinamiento, aunque se notaban ya algunos vehículos particulares, taxis y motos de repartidores.
En el Coliseo de la Universidad ya había fila cuando llegó María. Los docentes se habían presentado desde muy temprano. Los guardias de la Universidad y algunos militares del Ejército organizaban el acceso al Coliseo, en donde se habían colocado varias carpas. En las carpas, los funcionarios del Ministerio comparaban los listados que tenían en una computadora con otros que habían traído impresos. Ahí estaban los nombres de los docentes que serían vacunados, en turnos de cada hora, entre las 08:00 y las 17:00.
En el Coliseo de la Universidad Central, los docentes esperaron varias horas.
Una hora de atraso
En el interior del recinto, bajo los aros de básquet, se habían habilitado ocho puntos de vacunación, con sendas computadoras para tomar los datos. En cajas refrigeradas esperaban las vacunas, todavía dentro de su viales con tapas rojas, características de la marca Astrazeneca.
En la puntos de vacunación se habían colocado mesas y biombos, y los vacunadores vestían trajes de bioseguridad. Entre tanto, los digitadores tenían problemas con las computadoras, en donde debían anotar los datos personales de los maestros. La demoras con las computadoras -todo lo demás estaba listo, empezando por las vacunas, las jeringas, los algodones y las sillas para el público- hicieron que la atención en el punto se demorara hasta las 09:00.
Afuera, entre tanto, empezaron a llegar más profesores. Los que fueron convocados a las 08:00 se sumaron a los que dijeron que vayan a las 09:00 y la cola creció y empezó a bajar lentamente por la calle Bolivia. Los docentes, en su mayoría rondando los 60 años, llegaban con visores y con mascarillas. Hacían la cola en el acceso y luego pasaban a unas sillas en donde se revisaban las listas.
Los delegados del Ministerio también tuvieron tropiezos, pues no les coincidía la información que tenían en la computadora con la de las listas impresas. Entonces decidieron usar las listas y empezaron a preguntar en qué distrito estaban registrados los maestros, lo que fue interpretado como un intento de favorecer a algún grupo. Y ardió Troya. Algunos de ellos, muy molestos, reclamaron que debían atender conforme fueron llegando y respetar la fila. Los funcionarios explicaron que solo querían saber para buscar en sus propias listas los nombres y quienes reclamaban se calmaron. Alguien que se identificó como un director distrital tuvo que imponerse a gritos a profesores de ambos sexos que reclamaban airados.
Y ardió Troya. Algunos de ellos, muy molestos, reclamaron que debían atender conforme fueron llegando y respetar la fila. Los funcionarios explicaron que solo querían saber para buscar en sus propias listas los nombres y quienes reclamaban se calmaron.
La primera etapa consistió en la toma de signos vitales como temperatura y presión arterial
Los docentes eran consultados sobre enfermedades preexistentes y sobre si habían sufrido covid.
Médicos y enfermeras observaban a los vacunados en caso de reacciones alérgicas. Fotos: Luis Argüello / PlanV
El vacunatorio del doctor Sempértegui
Mientras tanto, en el interior, se hizo presente el rector de la Universidad Central, Fernando Sempértegui. Médico de profesión, lucía mascarilla y bata blanca. El rector empezó a recorrer los puntos de vacunación y confirmó que en ese coliseo se esperaba vacunar el sábado a por lo menos 800 personas. La Universidad aportó con el local, los digitadores, los vacunadores y el control del acceso, explicó el rector Sempértegui. Por lo menos 30 profesores y estudiantes de Medicina y Enfermería fueron colocados en el punto vacunatorio. Además de administrar la vacuna, los médicos de la Central estuvieron vigilando a los profesores a los que se les inyectó la dosis en caso de reacciones alérgicas. La Universidad había previsto que entraran en grupos de 80 personas al Coliseo, en cuya cancha se había colocado sillas para la espera y también para la observación de los vacunados.
El rector de la Universidad Central, Fernando Sempértegui, inspeccionó los puntos de vacunación. Fotos: PLANV
Bajo los aros opuestos a los de los puntos de vacunación, y cerca de la puerta, se habían dispuesto puntos para la toma de signos vitales. Los estudiantes de Enfermería tomaban la presión y la temperatura de las personas con termómetros de pistola.
Poco después de las 09:00, las personas empezaron a pasar. Se les pedía su cédula, y aunque se les hizo llevar una copia, no la recogieron. Se les daba, en un papelito, un número, que también se colocaba en un esparadrapo en el hombro. Así pasaban a la toma de signos vitales y luego a las sillas de espera.
Con tanque de oxígeno
Pero algunas personas fueron invitadas a saltarse la fila. Una docente con un yeso en el pie derecho entró al Coliseo cargada por dos soldados del Ejército y fue colocada en primer lugar. También pasaron dos personas con tanques de oxígeno que, evidentemente, sufrían aún los estragos de la covid. El primero fue un hombre mayor de 60 años, quien llevaba su tanque por sus propios medios. La segunda, una docente que llegó acompañada de su hijo, un joven corpulento que cargó el cilindro de oxígeno envuelto en una funda negra al hombro como si fuera un tanque de gas doméstico hasta dejar a la madre en la primera fila.
Este docente llegó a la vacunación con un tanque de oxígeno por secuelas de covid. Foto: PLANV
Excepción hecha de estos tres casos, el resto de docentes parecían gozar de buena salud. Algunos de ellos habían llevado frascos de alcohol que rociaban sobre las sillas. Otros simplemente se habían puesto una mascarilla en la nariz y la boca.
Una docente con covid llegó acompañada de su hijo, un joven corpulento que cargó el cilindro de oxígeno al hombro como si fuera un tanque de gas doméstico hasta dejar a la madre en la primera fila.
Desconfianza y preguntas
Cuando el proceso empezó, profesores y profesoras eran interrogados por los digitadores sobre enfermedades preexistentes y sobre si habían sufrido o no la enfermedad. Luego pasaban al punto de vacunación. José, maestro de un conocido colegio fiscal de Quito, cuyo calentador azul y amarillo vestía, miró con desconfianza a los vacunadores. Preguntó primero qué le iban a poner y de qué marca. Le dijeron que de Astrazeneca, "que es la que hay". Luego pidió que le muestren el vial del biológico, les hizo llenar la jeringa ante su vista y luego -nada de cerrar los ojos al pinchazo- se cercioró de que le inyecten completa la dosis.
A María le tocó más de media hora después de José. Y también exigió ver el frasquito y preguntó si la Astrazeneca no da coágulos. Le dijeron que eso casi no pasa y que si le dolía algo tomara paracetamol. Luego pasó a la zona de observación, donde nuevamente le tomaron la presión. Todo el proceso la había tomado tres horas.
Preguntó primero qué le iban a poner y de qué marca. Le dijeron que de Astrazeneca, que es la que hay. Luego pidió que le muestren el vial del biológico, les hizo llenar la jeringa ante su vista y luego -nada de cerrar los ojos al pinchazo- se cercioró de que le inyecten completa la dosis.
Ministra sin aplausos
La docente salía del Coliseo cuando se armó un cierto revuelo. Ante la indiferencia de la mayoría de los maestros, llegó la ministra de Educación del actual gobierno, Monserrate Creamer. La secretaria de Estado estaba acompañada de su viceministro y del director distrital que se había impuesto a grito pelado horas antes. Cuando le vieron pasar, varias maestras le reclamaron por el exceso de trabajo, por la falta de respeto al horario de teletrabajo y, sobre todo, por la gran cantidad de documentos que los maestros deben preparar aún los fines de semana y feriados. La ministra se regresó molesta. Les llamó a agradecer a "la vida" por la vacunación y luego, de mal humor, masculló algo sobre tener paciencia mientras entró al coliseo. Usaba en el cuello un curioso accesorio.
La ministra de Educación, Monserratte Creamer, visitó los puntos de vacunación. Foto: PLANV
En el interior, el rector Sempértegui la recibió y ella se sacó un momento la mascarilla para pedir un aplauso para la Universidad Central que casi nadie apoyó. Solamente un maestro, un hombre de avanzada edad, se acercó a agradecer a la ministra por la vacunación.
El proceso continuó el fin de semana en otros puntos, como el Centro de Exposiciones en La Carolina, el Parque Bicentenario o el Colegio Americano. En especial en el Bicentenario, hubo exceso de personas y largas filas bajo la lluvia, que empezó a caer pasadas las 14:00.
La jornada de vacunación se extendió hasta el lunes 3 de mayo, cuando los profesores de menor edad fueron convocados al Centro de Exposiciones.
A María le duele un poco el brazo y la cabeza, y le dijeron que vuelva el 29 de mayo. Para entonces, el nuevo gobierno deberá haberle conseguido su segunda dosis de Astrazeneca.
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