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17 de Julio del 2020
Historias
Lectura: 22 minutos
17 de Julio del 2020
Redacción Plan V
Ecuador: el alto costo del hambre y la desnutrición crónica
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Antes de la pandemia, Ecuador tenía el peor desempeño de la región en la lucha contra la desnutrición crónica, que conserva sus altos niveles desde el 2007.  Foto: Unicef Ecuador

 

Ecuador, como sociedad, no cumple con el derecho a la alimentación de los ecuatorianos. El hambre en el Ecuador está directamente relacionado con la desnutrición crónica, que a su vez es el resultado de la imposibilidad de acceso económico a los alimentos y a los hábitos impuestos por el mercado transnacional. Ecuador tiene los peores índices del continente. Uno de cuatro niños en el Ecuador está condenado ya a una incapacidad intelectual y física para el futuro.


La señora Victoria A. tiene 67 años y lejos está de pensar siquiera que pudiera tener una jubilación o un descanso mínimo en su vejez. Todos los días de su vida transcurren en la búsqueda de dinero para alimentar a su familia. Madre soltera y ahora abuela encargada de algunos nietos y nietas, su familia es de ocho personas que se arruman en un pequeño piso de tres habitaciones, una cocina y un baño exterior, en una zona del Sur Oriente de Quito, en el valle de Los Chillos. Ella hace de todo. Limpia casas, limpia veredas, y, sobre todo, recoge basura para reciclar. Esclava de la necesidad, todos los días lunes, miércoles y viernes, los días de recolección, escarba junto a una nieta las canastas comunitarias que se acumulan de fundas y que, por lo general, terminan desperdigadas por el barrio por gatos y perros. Ella recoge cartón, papel, botellas, envases plásticos y de todo tipo. Sus ingresos pueden llegar a ser de entre 90 y 120 dólares cada tres meses; pero con los ingresos adicionales de otros miembros de su familia, no alcanza a completar la medida monetaria para no ser considerada extremadamente pobre en el Ecuador: menos de 47 dólares mensuales por cada miembro de la familia. Los ingresos de los ocho miembros de la familia de Victoria no alcanzan para completar un salario mínimo vital del Ecuador, que es de 400 dólares. Su alimentación está basada en granos, cereales y carbohidratos. Muy pocas frutas y verduras, proteína animal casi nunca, salvo que ocurra algún festejo. Como la familia de Victoria, cerca de dos millones de personas pasaban por similar situación en el Ecuador, familias sumergidas en la extrema pobreza y sin poder acceder a alimentos adecuados para su nutrición. Organismos internacionales calculan que las personas en esta situación de extrema vulnerabilidad, puede llegar a unos 3 millones. 

El peso de la subalimentación

Antes de empezar el gobierno de Lenín Moreno, Ecuador ocupaba el lugar 47 entre los 104 países incluidos en el Índice Global del Hambre. La pobreza por ingresos era y es el factor fundamental que menoscaba el acceso a los alimentos y reduce la variedad del régimen alimentario. En el país, las frutas no representan más que el 16 % del total de los productos alimenticios consumidos por las personas más pobres, frente al 27 % en el caso de los hogares más ricos. El consumo nacional medio de frutas y hortalizas (183 gramos por persona al día) es considerablemente menor que los 400 gramos recomendados. En 2015, el Ecuador acogió a más de 60.000 refugiados (de los cuales más de 57.000 eran colombianos) y recibió 233.000 solicitudes de asilo. Para fines del 2019, había en el Ecuador más de 400 mil migrantes venezolanos, que presionaron sobre los servicios públicos, el trabajo informal y los desafíos alimenticios. 


La inmigración colombiana y venezolana, como fruto de la pobreza y la violencia política, ha incrementado la presión económica en el Ecuador. Foto: PlanV

 

En el Índice Global del Hambre, Ecuador tiene una escala de gravedad de "moderada", que —entre una escala de 0 a 100 puntos—, está entre los 10 y 19.9 puntos. Los países más graves, en África, tienen más de 50 puntos. En una Escala de Gravedad de 100 puntos, 0 es la mejor puntuación (sin hambre) y 100 es la peor. En la práctica, no se llega a ninguno de estos extremos. Un valor 0 significaría que en un país no hay personas subalimentadas en la población, no hay niños menores de cinco años que sufran emaciación (adelgazamiento patológico ) o retraso en el crecimiento por la desnutrición crónica, y no hay niños que mueran por enfermedades prevenibles antes de cumplir cinco años. Un valor de 100 significaría que los niveles de subalimentación, emaciación, retraso en el crecimiento y mortalidad infantil de un país se encuentran aproximadamente en los niveles más altos observados en todo el mundo en las últimas décadas. En la región, la mayoría de países tienen una escala de gravedad menos grave que el Ecuador. Para 2019, Ecuador había retrocedido cuatro lugares en el Índice Global del Hambre ubicándose en el puesto 51, aunque sus valores absolutos lo ubicaban, con 11.3 puntos, en el extremo inferior de la escala moderada. El Índice Global del Hambre se obtiene de datos que provienen de las oficinas especializadas de las Naciones Unidas, y mide tres índices y cuatro indicadores: desnutrición infantil (emaciación y retraso en el crecimiento), subalimentación y mortalidad en niños menores de cinco años de edad.

Esta situación se agrava en el caso del Ecuador con la llegada de más de 400 mil personas provenientes de Venezuela. El nivel de consumo de alimentos de alrededor del 64 % de los recién llegados es insuficiente o apenas suficiente y la variedad de su régimen alimentario es escasa. Este grupo de población necesita asistencia para atender sus necesidades alimentarias básicas y restablecer sus medios de subsistencia; algunos repatriados ecuatorianos desde otros países se enfrentan con factores de vulnerabilidad similares.

En Ecuador el problema de disponibilidad de alimentos es enorme, es un país que produce más alimentos de los que se requiere para la población. La cantidad de alimentos que produce el país debiera ser suficiente para todos, pero 1 de cuatro niños menores de 5 años  está mal alimentado.

Uno de cuatro niños menores de cinco años tiene desnutrición crónica en el Ecuador. Los programas de alimentación y la inversión pública no han sido suficientes para bajar esa cifra.

Este no es un problema, como en otros países donde no existen alimentos de calidad y seguros para ser consumidos. El problema en el Ecuador está relacionado con el acceso a los alimentos y con el consumo. Cuando se habla de acceso no se hace referencia un acceso físico a los mercados sino a un acceso monetario, que es la capacidad que tienen los hogares para acceder a alimentos. Hay una correlación muy marcada entre los niveles de ingreso y la ingesta alimentaria en los hogares. 

Si se mira el coeficiente de Gini para el tema de alimentos, se ven muchas inequidades. En el coeficiente de Gini en tenencia de la tierra las inequidades son muy graves, y eso se expresa en la incapacidad para que los hogares puedan tener alimentos. Y en crisis como estas, de la pandemia, la repercusión es en el tema alimentario.  La crisis bancaria del 99, significó que se duplicara el problema del hambre en el Ecuador, lo mismo tras el terremoto de Pedernales y ahora en la epidemia, la pérdida de empleos, las reducciones de salarios y la quiebra de empresas, repercute en lo mismo.

Cómo nos alimentamos y quiénes nos alimentan

La esfera del consumo de alimentos está relacionada con los hábitos, las prácticas alimentarias, las formas cómo se trabajan los alimentos. Y ahí hay dos cosas: tenemos grandes empresas agroindustriales y transnacional muy presente en el Ecuador, y a través de cadenas publicitarias y mercadeo, han condicionado el consumo, por ejemplo de los sustitutos de la leche materna, o el consumos de transgénicos y un conjunto de hábitos que las grandes firmas han posicionado, como la venta de mandarinas peladas en los supermercados. Y el otro aspecto son las prácticas y hábitos que se tienen en los hogares, la forma de preparar los alimentos, a quién se prioriza en casa para darle alimentos, los tiempos de la lactancia materna, si en la comunidad hay quinua o animales de granja y lo que se produce se consume o se vende y es un tema de soberanía alimentaria.

En la mayoría de países el tema se sintetiza en el acceso monetario al consumo de alimentos y la forma de consumo, mediado por las prácticas alimentarias y los aparatos industriales que imponen o suscitan formas de consumo para su beneficio comercial. Y se dan paradojas como que comunidades desnutridas de Chimborazo se producen huevos de muy buena calidad, los venden y luego, con ese dinero, compran fideos y bebidas gaseosas para su consumo.

Ecuador tenía 3000 variedades de papas y ahora las que se comercializan son cuatro o cinco, y se pierde ese valor genético, ya sea en las costumbres y los mercados


La variedad de la papa en Ecuador ha disminuido al ritmo de las imposiciones del mercado transnacional.

El problema en el país es que este fenómeno, el de la mala y escasa alimentación por falta de acceso y subalimentación, persiste en el tiempo y genera un problema de desnutrición crónica. Es extremadamente grave porque se está hablando de menores de cinco años de edad, el periodo vital en el cual se produce el desarrollo intelectual y psicológico, y todas las capacidades futuras. El hambre tiene un costo y no solo se mide en temas de desnutrición, de salud, sino de trabajo, de educación, de pobreza, de desarrollo. Es muy caro para un país que haya hambre y desnutrición crónica. Ecuador es de los países de la región con niveles de desnutrición más altos. Esto no se apega a ser un país de renta media, como somos, ni se apega a la inversión que como país hemos realizado en las políticas públicas. César Carranza, un experto en el tema,  hizo un estudio para el Banco Mundial en el cual demostraba que no había una correlación entre el nivel de ingresos del país con los asuntos nutricionales. Lo lógico es que haya una correlación entre las políticas públicas de combate a la desnutrición crónica, con los resultados alcanzados.

En el gobierno anterior se pensaba que había que cambiar las curvas de desnutrición, porque son curvas impuestas por los organismos internacionales. Pero para obviar ese debate, dijo Carranza, y para que el Ecuador se pueda comparar con los países regionales, está el ejemplo peruano. En Perú, hace diez años, la desnutrición crónica promedio era del 30%, una situación peor que la del Ecuador que tenía un promedio del 26%. En una década, el Perú llegó a reducir significativamente esa desnutrición. Ahora estaba en un 16%, mientras que el Ecuador, en el mismo lapso, llegó a un mínimo de 21% hasta hace tres años y el repunte de la desnutrición es ahora al 25%. Eso quiere decir que uno de cuatro niños del Ecuador tiene ya reducidas las capacidades intelectuales y físicas.  

30% era la desnutrición crónica en Perú, y en una década logró bajar al 16%. En Ecuador, la cifra del 24% de desnutrición crónica se ha mantenido por los últimos 15 años.

En algún momento, Carranza hizo con el PMA y al Universidad de Cornell un trabajo de desnutrición en áreas pequeñas, porque en el Ecuador no hay censos nutricionales. Lo que hay es una encuesta nutricional pero el nivel de desagregación es limitado. Por ejemplo, se tiene a la Amazonía como un todo, pero no se sabe lo que pasa en el territorio, en las comunidades. Ese estudio determinó que había zonas en el país, como Alausí, Sigchos, con el 90% de desnutrición. Niveles que no se tiene ni en el África más empobrecida. Pero, dice Carraza, en este tema es necesario pensar en números relativos y absolutos. Se puede tener que en Chimborazo el nivel de desnutrición es del 40% y en Quito puede ser del 12%, pero el número de niños desnutridos en Quito es más alto que el de todos los niños desnutridos de la Sierra Centro.

La lucha contra la desnutrición en el Ecuador se enfocó en los grandes discursos. Conceptos como soberanía alimentaria y acceso alimentario se manejaron como eslóganes de campaña. Cuando el enfoque efectivo es llegar a lo que se conoce como la ruta corta de la desnutrición. Esta se da a escala de hogares, porque la desnutrición es un problema invisible, incluso en la propia familia. No es fácil reconocer a un niño desnutrido, ni cuándo se deben encender las alertas, dice Carranza. El problema es cómo se llega a las familias, no a través de la provisión de alimentos, no a través de productos fortificados y suplementos; sino cómo se llega con información para identificar las alertas y responder a ellas. ¿Qué se hace si un niño tiene diarrea? ¿Se le da de comer o no? En Perú se implementó una política interesante y sencilla. Era una cinta métrica que se entregó a las familias con una tabla de crecimiento de acuerdo a la edad. Y era fácil ver si es que el niño no llegó al tamaño adecuado a su edad, tenía un problema que debía ser trabajado. Y ese se trabajaba a través de consejería y de  la provisión de ciertos productos claves. Se enseña a las familias datos simples, como hasta cuándo la provisión de lactancia materna  se hace de manera exclusiva, o hasta cuándo la lactancia materna extendida.

El problema en el Ecuador, dice Carranza, se da en la transición entre la lactancia materna y la introducción de alimentos. ¿Cuándo empezar a dar de comer al niño lactante? Ese momento empiezan los problemas: no hay información, no está claro, no se llega con los mensajes. No basta con las papillas y un suplemento alimentario puede ser de utilidad, pero estos apuntan a la falta de micronutrientes, la llamada desnutrición oculta, pero no a la desnutrición por comida.

Uno de cada diez ecuatorianos no tiene los ingresos suficientes para acceder una canasta alimentaria mínima que le permita completar las 2114 calorías mínimas para vivir.

El hambre está, en Ecuador, directamente asociada a dos temas: la desnutrición crónica y la pobreza extrema. Uno de cada diez ecuatorianos no tiene los ingresos suficientes para acceder a una canasta alimentaria que le garantice las calorías mínimas, que en el Ecuador es 2114 calorías diarias. El hambre aparece cuando no se puede acceder a alimentos, y por esa situación entra la desnutrición, en niños y adultos. Si no se llega a la ingesta calórica, automáticamente aparece el hambre. Esa es la medida aceptada por los expertos. 

Así se mide el hambre

La última encuesta ENSAND 2019 establece que 8,8% de la población del Ecuador está en la extrema pobreza. Eso representa a más de 1,5 millones de personas, y como impacto de la pandemia este porcentaje subirá al 13% en un escenario caótico, según las últimas estimaciones del PNUD. Es extremadamente pobre en el Ecuador quien no recibe más de USD 47.7 dólares per cápita. Estos datos salen de la Encuesta de Condiciones de Salud, la cual pregunta a los hogares sobre el consumo, en las últimas dos semanas previas a la encuesta, de 103 ítems, en la cual existen: proteínas, cereales, oleaginosas, frutas, verduras... También se pregunta sobre el consumo de 11 comidas de almuerzo ejecutivo o cualquier comida en algún local comercial. Lo que se saca de todo esto es una canasta tipo, para un hogar tipo ecuatoriano. Porque los patrones alimenticios son distintos en cada región del país. No se come lo mismo en la Sierra que en la Costa, o en la Sierra Norte que en la Sierra Sur donde se consume, por ejemplo, más trucha que en la Sierra Norte. Otra cosa es la alimentación de los habitantes del litoral que los de la parte interna de la Costa; estos comen menos pescado, pero más carne de res. En la Sierra se come más cerdo que res. Así que desde una canasta tipo se evalúa lo que es el consumo diverso del ecuatoriano promedio. Esa canasta se monetiza, para saber cuánto cuesta al ciudadano. Y se actualiza con la inflación.

Hay tablas de nutrición que recomienda la FAO y la OMS. En estas se definen los porcentajes de los diversos campos de alimentos que requiere una persona en la ingesta diaria. ¿Cuánto de proteínas, carbohidratos? Esa canasta garantiza que una persona ingiera las 2114 kilocalorías diarias, en el caso del Ecuador. En cada país es diferente, de acuerdo a la dieta diaria y los productos la región produce.

39,3 millones de personas de américa del sur no tienen alimentos suficientes para cubrir una dieta mínima de supervivencia, advierten cuatro entidades de la ONU

Lejos de los objetivos de Hambre Cero

Las cuatro agencias del sistema de Naciones Unidas –la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Panamericana de la Salud/ Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Programa Mundial de Alimentos, (WFP), advirtieron por primera vez de manera conjunta, en el Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina y el Caribe 2018, que la región de América Latina y el Caribe se aleja del cumplimiento del objetivo de hambre cero.

El número de personas subalimentadas aumentó por tercer año consecutivo en la región, llegando a 39,3 millones, esto es, el 6,1% de la población. En gran medida responde al aumento de la subalimentación en Sudamérica. De igual forma, la inseguridad alimentaria grave ha aumentado en comparación con el año anterior, siendo una situación que afecta sobre todo a las mujeres en comparación con los hombres, brecha que se ha incrementado en los periodos de medición del indicador, dijeron las agencias. 

Dos años atrás, según el informe conjunto, el retraso en el crecimiento de los niños y las niñas mantenía en la región una tendencia a la baja. Por el contrario, el sobrepeso infantil continuaba aumentando y afectaba al 7,3% de la población menor de 5 años, superando el promedio global. Lo cual también es sinónimo de mala alimentación y de desnutrición. La obesidad en los adultos mantenía su tendencia al alza, afectando a más de una quinta parte de la población de América Latina y el Caribe y constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades no transmisibles (ENT). Sin embargo, en el caso particular del Ecuador, con un índice de desnutrición crónica en menores de cinco años estacionados en el 24%, a contrapelo de la región, subió sus índices.

La desigualdad característica de América Latina y el Caribe también está presente en el caso del hambre y las distintas formas de malnutrición, dijeron las agencias. Las zonas rurales en general, determinados territorios rezagados, las mujeres, las personas y hogares con menores ingresos, y los pueblos indígenas, enfrentan mayores niveles de exclusión del derecho a la alimentación y se encuentran en un riesgo muy alto de quedarse atrás en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2 y 3. Para estos sectores geográficos y territorios, las políticas generales relacionadas con el derecho a la alimentación, son insuficientes y, a veces, también inadecuadas, y requieren soluciones específicas adecuadas a sus circunstancias.

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