
Distintas realidades afectan a los estudiantes que reciben clases virtuales en el país. Dos retratos de mundos paralelos que reflejan una realidad nacional. Foto: Alvaro Espinosa
El reloj marca las 12:30 de la tarde, hora de almuerzo. Doña Jenny Palacios, dueña del restaurante “El Caché” llama a su hijo para decirle que la comida está lista. Luego de confirmar que Martín está en camino, saca una botella de alcohol y un frasco de amonio cuaternario de la trastienda. La roída alfombra de la entrada es rociada con el químico, mientras los primeros comensales se apiñan en la entrada aguardando la salpicadura de alcohol en sus manos. Una pareja de ancianos y tres obreros en su descanso principiaron las ventas. Todos formaron una hilera, como si asistieran a recibir la comunión, y el atomizador los asperjó al tiempo que la primera sopa llegó hasta la mesa.
Jenny Palacios atiende en su restaurante y espera la llegada de su hijo.
A lo lejos, la silueta gibosa y algo desgalichada de un joven se vislumbraba saliendo de la bocacalle. Al llegar, doña Jenny le da un afectuoso abrazo y un beso antes de convidarle los alimentos. Es Martín Méndez, su hijo de 14 años,quien es estudiante del 10mo “E” de la Unidad Educativa Rosario Gonzáles de Murillo. Sus clases inician a la 1 de la tarde, por lo que, raudo, degusta los manjares preparados por su abuelita, doña Gloria, quien le da ese gusto a la comida que a tantos les fascina. Antes de partir corre a los brazos de su madre para pedirle la bendición y darle un beso en la mejilla.
De camino a casa, Martín rezuma nerviosismo y cierta inquietud. La cámara parece incomodarlo. Al llegar a su conjunto, el guardia llama a su madre para apercibirla sobre un extraño que acompaña a su hijo. Luego de confirmar que se trata de un periodista de este portal, Martín ingresa y recorre la calzada hasta llegar al pórtico de su vivienda. Una vez allí, mimetizando las previsiones de doña Jenny, toma una botella de alcohol y se asegura que ningún virus se escabulla en su estudio. Con dos pisadas sobre la alfombrilla que dice: “Bienvenido a mi hogar”, Martín ingresa y se prepara para una tarde más de clases virtuales.
El joven recorre el pasillo hasta la segunda puerta a mano derecha, lava sus manos y se adentra en su habitación. Allí abre un pequeño estuche que contiene su audífono con el que mengua el frío mutismo de su sordera. Ya pertrechado con el aparato, regresa hasta su estudio para arrellanarse en su poltrona.
Martín es estudiante de 10mo grado, tiene 14 años. Su jornada incia a la 1 de la tarde.
De pronto, el cerrojo de la puerta de calle advierte la llegada de alguien. Una llave entra en la cerradura y un hombre de fisonomía familiar ingresa en el zaguán. Es Marco Méndez, padre de Martín y fumigador de profesión, quién luego de un breve receso para el almuerzo regresa a casa solo para tomar una ducha y continuar con su labor. La faena lo aguarda y Marco no dispone del tiempo que quisiera para compartir con su hijo durante sus clases.
A lo lejos, la silueta gibosa y algo desgalichada de un joven se vislumbraba saliendo de la bocacalle. Al llegar, doña Jenny le da un afectuoso abrazo y un beso antes de convidarle los alimentos. Es Martín Méndez, su hijo de 14 años,quien es estudiante del 10mo “E” de la Unidad Educativa Rosario Gonzáles de Murillo.
Faltando cinco minutos para ingresar recibe una llamada; se trata de su madre, doña Jenny, quien se asegura de que todo esté en orden y Martín preste atención en clase.
-Mijito ¿si te dejó entrar o no? -preguntó doña Jenny
-Todavía faltan cinco para la una. Es a la una. - contestó Martín con cierto rubor en sus mejillas.
-Quédate nomás en la sala de espera. ¿Qué más tienes luego mijo? -replicó su madre.
-Eh… tengo después lengua, estudios sociales y educación física. -respondió Martín mientras examinaba su horario de clases.
-Ah ya… el de lengua ya te mandé mijo. Que te vaya bien. -insufló doña Jenny
-Si ma, gracias. Chao- concluyó Martín, despidiéndose de su madre.
Matemáticas en línea
Consumidos los instantes postreros en la víspera de su primera clase, Martín ingresó al enlace de la sesión sincrónica de matemática y aguardó a que su profesor, el licenciado Juan Puente, permitiera su ingreso. Una vez dentro, la clase se atiborró de una sucesión de saludos atropellados y cierta intermitencia del lado del profesor. Tras esto, Puente compartió un video de no más de cinco minutos de duración como preludio a su cátedra. “Los valores son las herramientas que nos ayudan a tomar, de una mejor manera, las decisiones que debemos tomar”, se decía en el vídeo.
Luego de la corta introducción, el profesor preguntó a sus estudiantes sobre el valor de la semana. Inmediatamente Martín abrió su micrófono: “Es el autodominio”- afirmó, al tiempo que el docente le consignó su punto por participación. Posteriormente, Puente les recordó que deben comentar el valor de la semana y subirlo al blog del curso con sus nombres completos para registrar su aporte. Posteriormente, Marco salió hecho una tromba del baño, se despidió de Martín, se dirigió hacia su auto y partió de vuelta al ajetreo.
“Perfecto, ahora sí encienda la cámara por favor para tomar asistencia. Hay un inconveniente, ahora no han venido muchos, estamos 28 nada más y es la primera hora. En teoría nosotros estamos 36 alumnos, quiere decir que se han retirado 7 alumnos. ¿Alguien sabe si alguno de sus compañeros está teniendo problemas de conectividad, que no pueda conectarse por qué viva lejos o que no tenga internet talvez?” -interpeló Puente con un dejo de angustia.
Martín y un par de sus compañeros contestaron que no y el profesor depuso su manifiesta congoja para proceder con la lista. “Cinco, cuatro, tres, dos, uno… el que está sale, el que no ni modo”- bromeó, intentando desdecir la pesadumbre de hace unos segundos. Martín esperó su turno y levantó su mano con el eco de su nombre. Ya con el protocolo cumplido, Puente comenzó con la explicación del día.
Era martes de números racionales y fracciones, pero el profesor tenía que aclarar ciertas dudas generadas durante la semana pasada. “Estaba ahorita sumando los puntos para ver como quedamos esta semana y tengo algunas novedades que necesito aclarar porque parece que tenemos alguna confusión. Primero, usted tiene una nota individual que es la nota de su esfuerzo y de su sacrificio y eso nadie le quita, usted tiene 10, 10, 10 o 100, 100, 100, eso si no pasa nada, pero la nota como grupo si va a afectar a los que no hagan los deberes”- enfatizó Puente.
La foto de Martín reposa a lado de la foto de su padre, Marco Méndez, fumigador de profesión.
El profesor depuso su manifiesta congoja para proceder con la lista. “Cinco, cuatro, tres, dos, uno… el que está sale, el que no ni modo”- bromeó, intentando desdecir la pesadumbre de hace unos segundos. Martín esperó su turno y levantó su mano con el eco de su nombre.
La planificación de la Unidad Educativa Rosario Gonzáles de Murillo establece la realización de proyectos para cada materia en todos los paralelos. Así, si un miembro del curso no cumple con lo requerido por el profesor, no solamente es su calificación la que declina, sino también, y más importante aún, el aporte de todo el grupo. Estas faltas pueden deberse a diversos motivos; uno de ellos y el más común es el funcionamiento de Classroom, plataforma virtual en la que los estudiantes alojan todas sus tareas. “Me están escribiendo a decirme que no les sale calificado el “lead puzzle”-ejercicios propuestos en el libro y resueltos en clase con el profesor- a pesar de que si hicieron, entonces les voy a pedir que tomen una foto de lo que hizo en su cuaderno para que cuando entregue su tarea no exista el problema de que si entregué o no entregué. Igual a mí ya se me registran los puntos. Levante el pulgar si me entendió”- enfatizó el profesor de matemática en simultáneo con los pulgares enhiestos de sus 28 discípulos desde casa.
Esta explicación tomó cerca de 40 minutos, por lo que el resto de la sesión fue disertada con presteza por Puente. “¿Qué era un número racional a ver? ¿Quién se acuerda? Ahí tiene anotado, busque, busque”- pidió a los estudiantes. Martín retrocedió un par de páginas en sus apuntes para buscar la definición exacta, pero uno de sus compañeros se adelantó y zanjó el cuestionamiento formulado por el profesor. “Los números racionales son aquellos que se pueden expresar en fracciones”- profirió el misterioso alumno.
Aclarado esto, Puente planteó un par de casos de números decimales para que sus estudiantes los convirtieran en fracciones. Martín, haciendo un nimio esfuerzo, anotó los ejemplos con una mezcla que interpolaba el bolígrafo azul para los números y rojo para los signos. “Vamos ahí, 1/2 + 5/4 + 0,5 + 0,4 ya listo, primer ejercicio con números racionales. Listo, ¿ideas? ¿qué harían ustedes?”- inquirió a sus alumnos.
Un silencio de dos segundos y los escarceos del miedo a ser nombrados por el tono engolado del profesor tensaban el ambiente. “¿Almorzaron?” – preguntó el maestro con un ribete de hilaridad. Martín activó su micrófono y sugirió que se ordenaran los números, mientras que uno de sus compañeros espetó que primero debían ser transformados a fracciones. “Ya perfecto, Axel creo que dijo ¿no es cierto? Transformar los números decimales en fracción, primerito eso” – señaló Puente.
El gran prurito profesional de Martín lo despabiló. La próxima ocasión que el profesor preguntara algo él sería quien tendría la respuesta, quizá pensó. “Anote, regla de la vida: para realizar operaciones con números racionales todos se deben expresar en forma de fracción”- repitió el profesor cinco o diez veces, como un mantra que debiese ser acuñado desde la mocedad hasta la senectud.
El horario de clases de Martín dura toda la tarde. Aquí pasa largas horas de clases frente a su ordenador.
La hora de lengua y literatura
La salmodia de las manecillas bisó hasta las 13:50, hora en la que la sesión de lengua y literatura acoge a sus aprendices. “Califique del 1 al 10 y nos vemos. No se olvide de calificar, es importante saber si aprendió algo, si es que estamos bien o si algo está fallando. Usted tiene toda la libertad de comunicarlo. Siga calificando y ya puede salir, hasta luego chicos”- exultó el maestro, orgulloso de que sus alumnos no les teman a los números. “Hasta luego licen” – concluyó Martín, seguido del cierre de la sesión.
Sin apenas cambiar de posición en su silla, Martín permaneció sentado y se conectó a la clase de lengua. Escasos segundos pasaron en la sala de espera antes de darse de bruces con la voz del profesor. El devaneo que fagocitaba su atención se esfumó y aclaró el carraspeo de su voz antes de saludarlo.
Como parte de la liturgia de cada clase, el licenciado Jefferson Rojas empezó su cátedra con la mención de cada estudiante. Algunas voces se escuchaban por la bocina y otros dejaban que el silencio hablara en corifeo. El turno de Martín se aproximaba, sin embargo, un desliz del profesor omitió su mención.
“Medranda… Minchala…Méndez perdón ¿estaba Méndez?”-preguntó inquietado el profesor.
“No, no me ha dicho, presente licen” – mencionó de inmediato Martín.
Ya eran las 14:15 y la tarde no podía ser más apacible. Un par de videos sobre la antigua Grecia y un cuestionario de diez preguntas sobre el tema debía ser enviado al final de la clase. El sosiego se desvaneció y una ansiedad palmaria empezó a manifestarse en los gestos de Martín. El soniquete de los bolígrafos siendo tapados y destapados y los golpeteos de su pie derecho al ritmo de sus jadeos vaticinaban los problemas inherentes a la conexión.
“Usted, después de ver este video, en su cuaderno, me va a realizar un cuestionario con diez preguntas sobre lo que le parezca más interesante sobre la Tragedia Griega” -dispuso el profesor.
El maestro compartió su pantalla e inició la reproducción del video, sin embargo, el audio era imperceptible. Que no se escuchaba, que si podía subir un poco el volumen, que no se entendía, fueron algunas de las quejas expresada por la mayoría en el salón. El barullo de las reclamaciones opacaba el ingrávido bisbiseo del video, así que Rojas buscó una alternativa sin perjuicio de que su clase se cancele.
“Usted, después de ver este video, en su cuaderno, me va a realizar un cuestionario con diez preguntas sobre lo que le parezca más interesante sobre la Tragedia Griega” -dispuso el profesor.
“A ver, vamos a hacer algo, vamos a ganar tiempo entonces mis jóvenes. La idea es que todo sea igualitario para todos; si hay jóvenes que no escuchan y otros que sí es mejor que cada uno visualice el contenido por su cuenta. La situación es que ya no vamos a estar conectados prácticamente de forma virtual. Yo voy a controlar el alumno que está en Classroom trabajando y como el trabajo tiene que enviármelo hoy, prácticamente tiempo no le va a quedar” -afirmó el maestro de lengua y literatura.
Antes del inusitado cierre de la clase, Rojas les dijo que crearía la tarea, copiaría el enlace del video y estaría al tanto de quien sí ingresa al aula virtual para cumplir con lo asignado. “Es para hoy, estamos 28, hasta las 14:40, está suficiente tiempo”- musitó, como pronunciado un soliloquio frente al espejo. Ya no se escucharía más el rumoreo del video desde la computadora del profesor, Martín debía convertirse en alumno y maestro.
“Durante estas ceremonias los griegos consagraban los hechos sobrenaturales de sus dioses, descubrían la vida y obra de su…” – señalaba el video, seguido de una pausa en el acto que convirtió en enigma las palabras del narrador. Faltaban quince, luego diez y ya eran apenas cinco minutos los que lo separaban del tiempo límite de entrega. Martín tenía ocho preguntas de diez ¿Qué otra cosa podría generarle curiosidad? La badajada del lápiz sobre el cuaderno no hacía sino que los minutos lo abandonaran con mayor indiferencia.
El plazo se cumplió y Martín no logró enviar su cuestionario a tiempo. Ahora cada minuto le significaba un punto menos. Una epifanía, fruto de la creatividad y desesperación, le reveló lo que faltaba. Una letra que deslucía los parágrafos anteriores hilvanaba sus últimos esfuerzos, ahora estaba en manos del Internet. La página tardó unos instantes en cargar y con la opción de entrega apenas perfilada registró su tarea con un retraso de dos minutos. Obtuvo 8/10, pudo ser mejor, pero es lo que el tiempo absorbido por los problemas técnicos en la clase permitió.
Un alivio penetró hasta el tuétano de sus preocupaciones y luego de un pequeño suspiro se levantó de su poltrona para estirar sus anquilosadas extremidades. Pasaron un par de minutos y recibió una llamada de su madre. Doña Jenny quería saber como iban las cosas. Pese a que sus obligaciones la separan de las clases virtuales de Martín, ella se asegura que su hijo cumpla con sus cometidos. La responsabilidad, la disciplina y la perseverancia son algunos de los valores que priman en su hogar.
La página tardó unos instantes en cargar y con la opción de entrega apenas perfilada registró su tarea con un retraso de dos minutos. Obtuvo 8/10, pudo ser mejor, pero es lo que el tiempo absorbido por los problemas técnicos en la clase permitió.
Estudios sociales reprogramada
Ahora debía entrar a su siguiente clase. La jornada del martes apenas iba a la mitad y estudios sociales era la siguiente asignatura en su itinerario. Se conectó y aguardó en la sala de espera aproximadamente diez minutos. Sin asomo de que su maestro le permitiera el ingreso, de nuevo, un llamado de su madre interrumpió su devaneo. Esta vez era buenas noticias; el profesor había reagendado su materia para el día lunes a la primera hora. Esto significaba que Martín podría tomar un descanso y así librarse del aherrojamiento de las clases virtuales, al menos por una hora.
Luego de dar un par de cabriolas en sus aposentos, su talante taciturno retomó el control de sus movimientos. Salió de su estudio con dirección hacia su patio delantero. Allí yacía un pequeño gato al que Martín acarició y le dijo ternezas. Permanecieron juntos por unos minutos hasta que el huidizo felino se apostó sobre el alero. Martín lo llamó repetidas veces para que volviera al suelo. “Ven gato, gatito, ven”- decía mientras sus ojos brillaban con inocencia al ver al pequeño animal. Una vez que su vista se entornó por el resplandor del sol vespertino, Martín se despidió de su peludo amigo y volvió a su estudio.
Un vistazo rápido de cada mampuesto permite suponer los gustos, aficiones y pasatiempos que caracterizan a Martín. Una repisa atestada de superhéroes y villanos de Marvel y otra, unos metros más abajo, con los retratos de sus padres, abuelos y de él cuando era más pequeño forman parte del menaje que inspira armonía familiar y candidez. “El que más me gusta es el Dr. Strange, solo que sufrió un pequeño accidente y ya no puede girar su cabeza”- mencionó.
En el estante familiar una foto del señor Efraín Bolívar Palacios, abuelo fallecido de Martín.
Justo en frente, y a la misma altura, otras dos repisas albergan más fotografías de momentos que el tiempo haesculpido en la memoria. Fiestas familiares, bautizos y graduaciones son algunas de las efemérides que las postales conmemoran. Metros más abajo, un pequeño estante contiene todos los lápices, marcadores, pinturas, resaltadores y demás útiles escolares con los que Martín graba su firma personal en cada trabajo. Colocados en dos jarros de porcelana y un par de recipientes adicionales, Martín dispone, con afectada pulcritud, todos sus bártulos sin que ninguno quede por fuera del orden deseado. En los niveles inferiores, unos cuantos cuadernos, presumiblemente de años anteriores, reposan apilados sin que ninguno se salga de los lindes del equilibrio.
Todos sus implementos patentizan su vocación artística. En sus tiempos libres y cuando ha terminado su jornada de clases, Martín disfruta diseñar algunos bocetos de personajes que emergen de su imaginación. Con lápiz y papel pergeña el contorno de sus creaciones para posteriormente, con nimia técnica, perfilar cada detalle y pormenor. La memoria de su computador es el reservorio de su ingenio, una galería que Martín sueña con abrir al ánimo de cualquier crítico y fanático del arte.
“Para mí en realidad es un poco más complicado porque la verdad si se entienden las clases pero, siendo realistas, es mejor en clases presenciales porque en la computadora a veces no entiendes nada. Aquí solo te enseñan tal cosa o tal cosa, pero no es lo mismo”.
Luego de exhibir con pundonor su talante pictórico, con cierta timidez, el joven tomó asiento en frente del ventanal que conduce al patio interior, donde su atención se extravía en los ropajes que tremolan con la brisa de invierno. Inspirando un par de bocanadas de aire para mitigar sus nervios, comentó que las clases virtuales no son tan buenas como las que se impartían en la presencialidad. “Para mí en realidad es un poco más complicado porque la verdad si se entienden las clases pero, siendo realistas, es mejor en clases presenciales porque en la computadora a veces no entiendes nada. Aquí solo te enseñan tal cosa o tal cosa, pero no es lo mismo”- afirmó mientras sus piernas lo ataban al vaivén de su silla.
Más internet en casa
Los padres de Martín contrataron un plan de Internet que se ajustara a los requerimientos de las clases virtuales. La conexión a las reuniones, la entrega de trabajos y la interacción sostenida por medios telemáticos demanda el pago de ciertos insumos a los que muchas familias no pueden acceder. “No tuve muchas dificultades, lo único que tuve sería con el Internet. A veces se sabe ir en momentos de clases o cuando tengo que enviar tareas”- mencionó, utilizando sus manos con cierto desenfado para explicar su situación.
Aún cuando sus padres pagan por un mejor servicio de Internet, la conexión suele tener cierta intermitencia. Afortunadamente, es algo que sucede de vez en cuando. Sin embargo, al estar conectado por más de ocho horas al día, entre la jornada de clases y el cumplimiento de sus obligaciones, la conectividad es un pilar fundamental.
Pero las clases, las tareas y el Internet no lo es todo en esta nueva modalidad. Otro aspecto que sufrió un cambió radical fue la interacción y el tipo de relaciones que se entablan desde el ordenador. Ya no existen las risas en los pasillos durante los recreos, ni los partidos de fútbol en las canchas del colegio. El portillo para las amistades se descubre durante las clases, ya sea través de los mensajes por privado en las sesiones de Zoom, donde la impericia de los profesores les procura la confidencia de sus secretos, o con los “stickers” de WhatsApp que Martín intercambia con dos o tres amigos para distraerse de las extenuantes sesiones de cada tarde.
“La única vez que (tenemos) para interactuar sería en clases. Ahí, de vez en cuando, hablo con otros compañeros en privado”- señaló Martín, con una melancólica sonrisa y encogiéndose de hombros.
Al parecer las amistades se han vuelto un asunto impersonal, casi aséptico. Cuando el trípode se desmontó y el lente de la cámara cesó su vigilancia, Martín confesó que durante el año y medio que asistió al colegio algunos de sus compañeros lo molestaban por su condición. “Me llevaba con uno o dos compañeros, pero había otros que me caían mal porque me molestaban por ser sordo”- mencionó con desparpajo. La complicidad que generó un diálogo más directo hizo que su apocamiento desapareciera.
Extraña interactuar con ellos, salir juntos al receso, patear una pelota o ir juntos al bar del colegio, tomar el transporte de regreso a casa, o simplemente compartir un salón de clase en pupitres contiguos.
A pesar de esto, Martín hizo buenas migas con algunos de sus compañeros con los que platica diariamente. Extraña interactuar con ellos, salir juntos al receso, patear una pelota o ir juntos al bar del colegio, tomar el transporte de regreso a casa, o simplemente compartir un salón de clase en pupitres contiguos. Sin embargo, pensar en aquello es todavía prematuro y no pasará sino hasta fines del año lectivo en curso o a principios del próximo.
Una vez que se decretó el estado de excepción en todo el territorio nacional por la emergencia sanitaria por Covid-19, la Unidad Educativa Rosario Gonzáles de Murillo suspendió las actividades. “Estuve desde octavo hasta noveno, pero en noveno solo hasta la mitad de año, porque ya nos avisaron lo del Covid. Tuvimos ya la última clase y ahí nos dijeron como serían las clases y nos dieron una semana de vacaciones solo por la pandemia y de ahí volvimos a las clases” -recordó Martín.
La decisión del gobierno fue repentina, el tiempo era corto y estaban a la mitad del año lectivo, por lo que las autoridades tuvieron que actuar con celeridad para incorporar a todos los alumnos de los distintos niveles a la modalidad virtual. “Obviamente tuvimos problemas por las clases; que plataformas usaríamos, teníamos que instalar par de cosas y si se nos hizo un poco difícil, pero al final ya nos acostumbramos” – aseguró el joven.
La vacuna y las clases
Ya ha pasado más de un año desde que se declaró el estado de excepción y la educación se traslado hacia la virtualidad. El nuevo gobierno de Guillermo Lasso, mediante su plan de vacunación 9/100, ha inmunizado al 6% de 1,3 millones de jóvenes entre los 12 y 15 años de edad, esto es, 80,669 jóvenes, según informes oficiales del Ministerio de Salud Pública (MSP) publicados el 30 de septiembre pasado.
Ese número de adolescentes han recibido el esquema completo de las vacunas contra el Covid-19. Mientras que con una sola dosis se ha alcanzado el 38%, es decir que se han aplicado 494,888 fórmulas.
Martín forma parte del grupo de adolescentes que ya fueron vacunados con ambas dosis, sin embargo, el joven conserva cierta reticencia para regresar a clases. El pasado 1 de septiembre, con el retorno a clases en el régimen Sierra y en la Amazonía, el Ministerio de Educación informó que 209,915 estudiantes asisten de forma presencial a las 22,613 instituciones educativos cuyos PICE (Plan Institucional de Continuidad Educativa), han sido aprobado.
La Unidad Educativa Rosario Gonzáles de Murillo cuenta con el beneplácito del Ministerio y un porcentaje minoritario de sus estudiantes de bachillerato toman clases híbridas, es decir, asisten ciertos días a la institución y el resto de la semana se conectan a clases desde sus hogares. Los padres de familia firmaron la autorización para la inserción de sus hijos a esta nueva modalidad.
La Unidad Educativa Rosario Gonzáles de Murillo cuenta con el beneplácito del Ministerio y un porcentaje minoritario de sus estudiantes de bachillerato toman clases híbridas, es decir, asisten ciertos días a la institución y el resto de la semana se conectan a clases desde sus hogares.
Educación física por Zoom
Ya era las 16:00 horas, tiempo de hacer un poco de ejercicio telemático. Martín corrió a cambiar su atuendo. Ya ataviado con la camiseta del colegio y zapatillas deportivas, se conectó al enlace de la reunión en Zoom y se preparó para el calentamiento.
Tras cinco minutos en los que el profesor de educación física, Edgar Analuisa, bromeaba con sus alumnos, doña Jenny llegó a casa luego de un agotador día de trabajo. Habiendo cubierto todo su informe y zapatos con la llovizna de alcohol, entró a su morada y, sin que Martín advirtiera su presencia, lo observó reír junto a sus compañeros hasta que los efluvios de alegría traspasaron su cubrebocas e hicieron que una sonrisa se tejiera en su fatigada faz. En silencio, dio dos pasos hacia atrás, pero Martín escuchó sus pisadas, giró su cuello e inmediatamente se levantó para darle un tierno beso en su frente.
Luego de un corto pero afectivo momento, Martín retornó a sus clases. Analuisa experimentó problemas de conectividad casi todo el tiempo, por lo que la reunión estuvo atestada de fallos y la constante expulsión del maestro de la sala. En uno de los cortos momentos en que su Internet funcionó, el profesor propuso la selección de la comitiva para su materia. La presidencia, vicepresidencia y una vocalía estaban vacantes, por lo que los apellidos de algunos estudiantes circulaban por la bocina. El profesor sugirió la inclusión de Martín junto a los otros cuatro aspirantes. Ni por mucho que se curase en salud para evitar ser mocionado logró despistar la propuesta del profesor.
El profesor Analuisa experimentó problemas de conectividad casi todo el tiempo, por lo que la reunión estuvo atestada de fallos y la constante expulsión del maestro de la sala.
“Vamos a hacer una sola elección ¿no? El chico que tenga más se queda ahí”- resolvió Analuisa. La votación empezó y, por orden de lista, cada uno de los estudiantes en la reunión escogió el apellido de su candidato preferido. Una vez concluida la selección, se determinó que uno de los compañeros de Martín sería el presidente, mientras que él ocuparía la vicepresidencia. Vitoreando con cierta sorna, Martín parodió el tono solemne de los políticos.
Los últimos diez minutos de la sesión, el maestro les ordenó que se pusieran de pie y que imitaran sus estiramientos. Primero las caderas, luego los brazos y finalmente las piernas, cada músculo de Martín estaba listo para su rutina de ejercicios telemáticos. Sin embargo, el tiempo se había terminado y la conexión volvía a fallar, por lo que diez saltos serían suficientes para un martes por la tarde. Martín había perdido la cuenta de cuantos llevaba y triscando un par de veces más de la cuenta se detuvo para culminar la última de sus clases.
Jadeó por unos segundos hasta que se incorporó y fue a la sala junto a doña Jenny. La brega de ambos había concluido, era tiempo de pasar un poco de tiempo entre madre e hijo.
Madre, esposa y maestra
Tan pronto como llegó de su trabajo, doña Jenny se quitó los zapatos, se cambió de ropa y echó un vistazo, por el marco de la puerta, a los últimos minutos de clases de Martín. Luego se recostó unos instantes en un sillón y esperó a que su hijo terminase su labor. “Para mí realmente ha sido un gran desafío; primero porque el ser esposa, luego madre, mi trabajo y ahora sí, un gran desafío, el ser maestra de mi hijo. También tengo mis conocimientos y si no hubiera sido por el Internet no hubiera talvez podido ayudarle a mi hijo. Entonces, con mis pocos estudios que tuve, que no terminé de estudiar, pero, sin embargo, me he dado modos para poderle ayudar a mi hijo a que salga adelante”- comentó visiblemente conmovida.
Tanto Martín como doña Jenny se han convertido en alumnos y maestros. La pandemia coadyuvó a que se desarrollara en su hogar un profundo sentido de responsabilidad y confianza entre los dos. A pesar de que sus obligaciones impiden un acompañamiento directo, doña Jenny se mantiene alerta a los mensajes en el grupo de padres y maestros. “Tenemos un chat de padres de familia, pero lamentablemente no todos los padres de familia estamos al pendiente de nuestros hijos, si falta mucho de eso. Los chicos están y no prenden las cámaras y los licenciados ahora sí están muy estrictos en esta parte, entonces yo creo que también es hoy más de los padres. Por más que trabajemos, por más que tengamos nuestras responsabilidades, siempre debemos tener tiempo para vigilarles que hagan las tareas”- enfatizó con completa convicción.
Martín en casa con su mamá. El estudiante tiene una discapacidad auditiva por lo que su madre está siempre pendiente de su rendiemiento escolar. Fotos: Álvaro Espinosa para PlanV
"Los chicos están y no prenden las cámaras y los licenciados ahora sí están muy estrictos en esta parte, entonces yo creo que también es hoy más de los padres. Por más que trabajemos, por más que tengamos nuestras responsabilidades, siempre debemos tener tiempo para vigilarles que hagan las tareas”, dice la madre de Martín.
Aún cuando las obligaciones del día limitan su participación, doña Jenny distribuye su tiempo entre su trabajo, las responsabilidades del hogar y la formación de su hijo. El flujo de clientes que diariamente acuden al Caché no entorpece las cinco o seis llamadas telefónicas que mantiene con Martín cada tarde. La apetencia de cualquier comensal puede esperar unos segundos siempre que Martín requiera la ayuda de su madre. Los refuerzos son remotos pero eficientes. “Para mí si es un sacrificio porque estoy pendiente de él, de que entregue las tareas a tiempo. Me tocó un hijo antes disciplinado, obediente, un chico (que), a pesar de su discapacidad, él tiene discapacidad auditiva, él utiliza un audífono, pero a pesar de eso ha recibido mucha ayuda de los profesores. Ellos me han ayudado y me han apoyado el 100%. Él no necesita que alguien le esté ayudando, él se desenvuelve solo en sus clases”. -comentó orgullosa de su hijo.
Un adolescente sin límites ni barreras
A veces maquillados como mimos, con el atavío de pueblos indígenas o disfrazados de personajes de leyendas quiteñas, Martín y sus padres han dado rienda suelta a su imaginación por un bien mayor; su educación. Mientras doña Jenny pasaba revista a fotos y videos de algunos de esos proyectos, las mejillas de martín se sonrojaban. Su palmarés personalizado era el trasunto de un vínculo familiar inquebrantable.
No obstante, las dificultades inherentes a la modalidad son ineluctables. El problema parte de la propia organización para las clases. El proceso para una clase virtual comienza con los mensajes de los docentes; estos envían los enlaces a las reuniones al grupo de representantes, los padres les reenvían a sus hijos el acceso a las reuniones. Finalmente, los estudiantes aguardan en la sala de espera hasta que el profesor los incorpore a la reunión. Todos estos filtros retrasan el inicio de las reuniones, sin embargo, es una política implementada por el colegio con el propósito de evitar que existan intromisiones.
“Ahora el colegio manda los enlaces a los padres porque cuando iniciamos clases virtuales había gente que se metía a las reuniones y mostraban cosas indebidas”, comentó Martín con cierta vergüenza.
Contrario a lo que se cree, la discapacidad auditiva de Martín no entorpece el desarrollo de sus actividades académicas. De resultas de su condición, se ha esforzado por demostrarse a sí mismo y a su madre que es autosuficiente y capaz de lograr grandes cosas. Su nombradía como uno de los estudiantes más destacados es el condigno mérito a su dedicación y esmero. En este encierro pandémico, doña Jenny lo introdujo a los rudimentos de la autoaceptación y la prudencia, por lo que aquellos días en los que la sordera de Martín era objeto de ludibrios y bromas perversas quedaron en el pasado. Él está listo para regresar a un salón de clases, enfrentar sus miedos y probar todo lo que su madre, con el amor más sincero, le ha inculcado desde pequeño.
Clases virtuales, la modalidad híbrida
Lucas recibe clases por zoom y otras plataformas que facilitan su aprendizaje en la virtualidad. Foto: Manuel Novik
En el Batán, un sector acomodado de la ciudad de Quito, las clases virtuales no son un problema. En la calle Germán Alemán hay múltiples edificios, embajadas, supermercados y casetas de vigilancia en cada cuadra. Un lugar muy céntrico y de alta plusvalía. Es aquí donde vive y recibe sus clases virtuales Lucas, un alumno del colegio privado Británico. La pensión en este establecimiento está aproximadamente en los USD 600 al mes.
La pandemia no ha frenado el ritmo de trabajo. Siguen recibiendo materias diversas como róbotica, italiano, inglés o negocios. Algunas de las materias las reciben en inglés. Además, tienen tutorías en cursos que no pasan de los 20 compañeros. Su colegio tiene plataformas que acompañan el aprendizaje en línea para matemáticas e inglés. Para la virtualidad implementaron cámaras inteligentes en alta definición. Estas cámaras transmiten en tiempo real la clase y tienen un sistema de seguimiento que se sigue a los docentes.
Su conexión a internet no le ha dado mayores problemas. Algunas veces ha tenido cortes de señal, pero es lo que se ha visto en casi todos los hogares desde que el uso de Zoom se volvió intensivo. En esta casa hasta cuatro personas usan el internet simultáneamente. Mientras recibe sus clases, Lucas siempre está en casa en compañía de alguien. Ya sea su hermano mayor o alguno de sus padres.
En el sector de El Batán las complicaciones para clases virtuales son casi inexistentes. Los nuevos escenarios escolares ahora son los hogares.
Como propietarios de un centro médico, los padres de Lucas pueden permitirse estar con su hijo en turnos o a veces llevarlo a su lugar de trabajo para que reciba sus clases ahí. Pero Lucas prefiere quedarse en casa, ahí tiene mucho espacio para recibir sus clases. Su hogar tiene dos pisos, un patio delantero y uno trasero, y 5 habitaciones.
La comida no falta para los recreos de este joven alumno de primero de bachillerato. Su familia siempre le tiene preparado algún antojo y a la hora del almuerzo un plato contundente. Lucas tiene su propia computadora portátil y su teléfono smartphone. Además, cuenta que en su colegio desde antes de la pandemia todos los alumnos usaban sus propios dispositivos para el trabajo en clase. Por lo tanto, alumnos y profesores ya estaban familiarizados con el uso de la tecnología en lo educativo.
Lucas cuenta que en su colegio desde antes de la pandemia todos los alumnos usaban sus propios dispositivos para el trabajo en clase. Por lo tanto, alumnos y profesores ya estaban familiarizados con el uso de la tecnología en lo educativo.
En la modalidad híbrida algunos compañeros de Lucas ya reciben clases presenciales. Minetras tanto su colegio ha instalado tecnología para asistir a quienes se mantienen en la virtualidad.
A pesar de que los recursos que tiene para las clases virtuales son suficientes, Lucas contó que no es lo mismo recibir clases en casa, más aún cuando algunos de sus compañeros ya la reciben presencialmente. Pero Lucas no ve los días para poder volver a encontrarse con sus compañeros.
Entrevista
Alfonso Algora, Doctor en Educación y director del Colegio Británico
Todavía hay muchos niños y adolescentes que se mantienen en le virtualidad. La modalidad híbrida implica un nuevo desafío, integrar a quienes están en casa con quienes están en las aulas. ¿Cómo se planifica el estudio para quienes se quedan en casa?
Esta nueva modalidad ha requerido desarrollar actividades y modelos que capturen la atención de los estudiantes en ambos espacios para que todos puedan sentirse activos y no sólo espectadores.
Existen momentos en los que las actividades son comunes a ambos contextos como las explicaciones genéricas, las deducciones, la visualización de videos conjunta, la revisión de instrucciones para realizar una actividad específica, etc. En estos espacios la efectiva transmisión de imagen y audio es fundamental para que los estudiantes que están en casa puedan tener una comunicación efectiva con el grupo que está en el colegio.
Finalmente suele haber otros momentos en los que los estudiantes que están en el colegio van a hacer uso de los recursos que están en el colegio como laboratorios, instrumentos, material didáctico, etc.
Para estas circunstancias se preparan actividades diferentes para que cada uno de los estudiantes en su respectivo entorno lleguen al objetivo planteado para la clase y luego se comparte en el grupo general para que todos se beneficien de la experiencia de los diferentes entornos.
Trabajar con las dos modalidades en paralelo exige un mayor esfuerzo a los docentes porque deberán estar pendientes de su aula presencial y su aula virtual a la vez, cada una de ellas con sus respectivas particularidades. Es por ello que además de este esfuerzo mayor se requiere también de la resiliencia, colaboración y proactividad de los estudiantes y de los padres para que todo el grupo pueda alcanzar los objetivos planteados para el grado durante el año lectivo.
¿Cómo se maneja el retorno a las clases presenciales post-pandemia?
A nivel mundial, por regla general, se está manejando con excesiva cautela y con alto nivel de improvisación y ensayo-error, algo que estaba plenamente justificado en 2020 por la repentina aparición de la pandemia y el confinamiento mundial, pero ya debemos estar prevenidos y establecer criterios claros sobre cómo afrontar este nuevo año académico.
Si tuviera que establecer cuatro ideas que puedan garantizar un óptimo retorno a clases serían, en primer lugar la asertividad y empatía entre todos los miembros de la comunidad educativa – familias, estudiantes, docentes y colegio – de forma que caminen unidos de forma proactiva en esta etapa; seguidamente el establecimiento de un criterio académico por áreas para subsanar las carencias de la educación virtual; en tercer lugar, un acompañamiento en el área psicosocial para que los estudiantes se adapten a una socialización con nuevas reglas, y que solucione los problemas derivados del confinamiento; y finalmente, y no menos importante, la confianza por parte de las familias en el colegio. Cuestionar gratuitamente al colegio no favorece ni al colegio ni a los alumnos.
"Si bien la pandemia ha sido y es una realidad, el manejo de ésta por parte de los gobiernos no sólo obedece a criterios sanitarios sino también a aspectos económicos, sociales y, sobre todo, políticos. El engranaje social debe seguir funcionando, y para ello no debe quebrarse ninguno de los aspectos anteriores".
En su libro habla, por ejemplo, sobre las nuevas cláusulas con los proveedores de servicios externos como transporte escolar o limpieza, cuéntenos a mayor profundidad los procedimientos a tomar en este ámbito.
Cualquier servicio que ofrezca el colegio que esté tercerizado debe ser revisado en profundidad. Cualquier error que pueda cometer la empresa tercerizada y que implique consecuencias sanitarias, provocará una pérdida reputacional al colegio – además de denuncias, sanciones, etc – que me atrevería a decir sería imposible de recuperar y que no se soluciona diciendo: “teníamos el servicio contratado”. Si en un entorno normal el colegio siempre debe dar la cara y ser responsable ante las familias de todos sus servicios, en época de pandemia se debe ser especialmente cauto y revisar minuciosamente cada cláusula contractual de forma que se garantice por la empresa tercerizada hasta el más mínimo detalle del cumplimiento de medidas de bioseguridad, tanto en la actividad en sí como de sus trabajadores.
En su experiencia, a nivel internacional, ¿Qué ejemplos ha visto a nivel de mundial de manejo exitoso de retorno a la presencialidad?
En este sentido quisiera ahondar en el hecho de que, si bien la pandemia ha sido y es una realidad, el manejo de ésta por parte de los gobiernos no sólo obedece a criterios sanitarios sino también a aspectos económicos, sociales y, sobre todo, políticos. El engranaje social debe seguir funcionando, y para ello no debe quebrarse ninguno de los aspectos anteriores.
Es indudable que uno de los elementos para una óptima educación es la socialización, y el confinamiento de 2020 ha sido terrible para los niños y jóvenes, no sólo desde el prisma académico sino también psicológico. Además, ¿por qué si hasta 2019 considerábamos pernicioso que un niño se expusiera más de dos horas a una pantalla, en 2020 era bueno que estuvieran expuestos más de cinco o seis horas?
En ese orden de ideas, creo que la mayoría de los países de la Unión Europea así como Estados Unidos ha sido muy valientes al establecer políticas de educación presencial. Concretamente considero que la Comunidad Autónoma de Madrid (España) ha sido el mayor ejemplo de éxito, al proponer la vuelta a las aulas con aforo completo una vez pasaron las dos primeras oleadas del virus, alrededor de septiembre de 2020, y promoviendo protocolos higiénico-sanitarios y de distancia social entre la población escolar, aislando únicamente aquellas aulas donde hubiera susceptibilidad de casos Covid.
De esa forma el impacto en el desarrollo de los estudiantes y sus familias no fue tan problemático como aventuro será en los países donde aún se siguen aplicando medidas más restrictivas en el retorno a la presencialidad de los colegios. En el lado contrario pondría a países como Paraguay, que, sin un impacto viral objetivamente trascendente, impuso medidas excesivamente restrictivas.
Finalmente quiero apuntar que las consecuencias de las políticas educativas, por mucho que nos digan los políticos, serán objetivas y medibles a medio plazo. Ahí se verá quién tuvo y quién no tuvo razón.
También ha mencionado sobre la creación de un gabinete de emergencia, ¿Qué nos puede comentar al respecto?
Debemos tener en cuenta que la pandemia ha sido un suceso de tanta relevancia que la incertidumbre social no desaparece con un eventual retorno a la normalidad. Y a esa incertidumbre no contribuyen los rumores que constantemente aparecen en las redes sociales y que pueden permear en la organización del colegio, comunicaciones entre padres de familia, etc.
Por esta razón es primordial el manejo de la comunicación por parte del centro educativo con frontalidad, sinceridad y transparencia, ya que hay que tener en cuenta que la falta de información formal acaba siendo ocupada por información informal.
Una buena estructura organizacional funcional siempre garantiza el éxito en la gestión y la comunicación, y especialmente en estos tiempos convulsos es necesaria la creación de un gabinete donde, bajo el mando y coordinación del director, se puedan dar respuestas y soluciones rápidas y efectivas en aspectos académicos, logísticos, sanitarios, atención al cliente, etc., evitando de esta forma una imagen de descontrol, improvisación o silencio ante la comunidad educativa.
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