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22 de Febrero del 2016
Historias
Lectura: 14 minutos
22 de Febrero del 2016
David Quitián / www.razonpublica.com
El fútbol en la ruta de la seda

Los esfuerzos del gigante mundial por estar a la altura de las grandes ligas de fútbol han empezado por una agresiva contratación de estrellas.

 

La prosperidad económica ha llevado a este gigante a incursionar en el mercado global del balompié. Inversionistas chinos han comprado clubes en todo el mundo y cada vez más futbolistas de élite juegan en sus equipos. Algunos son colombianos.

China ya no queda tan lejos: sus productos inundan nuestras vidas y sus murallas cada vez contienen menos a los extranjeros que deciden anidar en el antiguo imperio del dragón. Un buen indicador de esa mudanza nos lo da el fútbol: hoy en día una legión de extranjeros es fichada cada temporada en el torneo chino y futbolistas de ojos rasgados son ubicados, como parte de una estrategia que combina marketing con política, en las ligas europeas.

¿Qué pasa en la vieja Catay para que se interese por el fútbol? La explicación puede encontrarse en lo financiero: la segunda economía del mundo no puede privarse de participar en uno de los mejores negocios del planeta (el PIB del fútbol ocupa el puesto 17 del ranquin orbital).

También se puede explicar por la globalización, que crea nuevos objetos de deseo, y el balompié y el cine de Hollywood son buenos ejemplos de ello. Hoy en toda la Tierra saben quién es Lionel Messi o Harry Potter.  

La geopolítica también ayuda a comprender la situación: aunque la Guerra Fría parece cosa del siglo pasado, las tensiones por la supremacía y la defensa de múltiples intereses de valor relativo rebasan las sutilezas de la diplomacia. Factores aparentemente baladíes como el fútbol, pueden jugar un papel importante en la disputa por la ventaja de cualquier índole, empezando por la económica, donde el acceso a nuevos mercados juego un papel  primordial.   

La pelota en la ruta de la seda

Cuenta la historia que Marco Polo tuvo que sufrir las burlas de sus contemporáneos que no creían en sus relatos fantásticos sobre China y donde hablaba de cifras de millones para referirse a personas y territorios. Nada de eso ha cambiado en la tierra de Confucio; todo allí se cuenta con muchos ceros a la derecha: su población, sus aldeas, sus exportaciones y ahora los montos astronómicos que pagan por los jugadores de fútbol.


Jugadores del Manchester City F. C. Foto: Wikimedia Commons

Esta vigorosa entrada no debe leerse como un simple capricho de inversionistas o como la condescendencia de los magnates de esa nación ante el presidente, Xi Jinping, que es un hincha declarado de este deporte. Más bien debe entenderse como una ofensiva con varios frentes, entre los cuales los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008 fueron el paso más publicitado.

Esta estrategia comenzó por la intensa promoción del producto fútbol y de marcas como “Fifa World Cup”, “Champions League” y “Premier League”, entre otras, que fueron posicionándose en una sociedad en lenta transición del socialismo al capitalismo y que, debido al tamaño de su población, resulta sumamente atractiva.

El método lo aprendieron los chinos de un vecino geográfico y rival simbólico: los japoneses. De ellos imitaron la traída de los brasileros y la importación de fichas claves (entrenadores e ídolos) del mercado europeo.

El método lo aprendieron los chinos de un vecino geográfico y rival simbólico: los japoneses. De ellos imitaron la traída de los brasileros y la importación de fichas claves (entrenadores e ídolos) del mercado europeo. Nombres como el del francés Philippe Troussier y el del brasilero Zico son recordados en la patria de los samuráis como artífices del nuevo camino de protagonismo competitivo.

También copiaron, con su propio sello, la organización de giras de prestigiosos clubes del mundo: el Real Madrid y el Barcelona ya comieron arroz en Pekín, comprobando la afición creciente que hizo posible que el Manchester United acabe de inaugurar un canal de televisión exclusivo, el MUTV, para el público de la nación de Mao.

Los empresarios chinos abandonaron sus murallas milenarias y se fueron en procura de  oportunidades deportivas y comerciales inéditas. Los herederos de los guerreros de terracota ya adquirieron acciones de clubes de abolengo en Europa occidental, como Atlético de Madrid y Manchester City.

Como si fuera poco, acaban de comprar el nombre de la segunda división de Portugal, lo que les da derecho a exigir que se formen niños chinos en sus divisiones menores y que los más maduros sean titulares. Como incentivo adicional, premiarán con dinero los minutos que sus nacionales estén en el campo. Esta estrategia busca mejorar el nivel de su fútbol que, entre selecciones, está en el puesto 93 del ranquin FIFA.  

La codiciada Sudamérica

Esta avanzada también llegó hasta nuestra región, que tiene el prestigio de jugadores habilidosos, menos disciplinados que los europeos, pero más baratos (aunque al ver los recientes fichajes, los sudamericanos comandan –junto con los africanos- las cantidades más altas pagadas por los chinos).

También, comprar en Sudamérica garantiza la marca de origen. No en vano entre las diez naciones más exportadoras de futbolistas al mundo hay tres de la región: Argentina, con la medalla de oro; Brasil, con plata (entre estos dos países suman el 80 por ciento de las exportaciones); y Colombia, en el octavo lugar con 1223 futbolistas que migraron a otras ligas.

Esta estadística revela una realidad social: la exportación de cuerpos, talentos y “pies de obra” puede superar al tradicional negocio de materias primas. Sin embargo esto no es generalizado: al contrario, es bastante restringido. Solo unos pocos de cada mil logran el sueño de “jugar afuera” y solo los más afortunados realizan la utopía de actuar en Europa.

Ahora el mapa es más diversificado y por eso mismo más complejo. En la época del médico Gabriel Ochoa Uribe, la meta podía cumplirse militando en un club argentino; en la era del odontólogo Francisco Maturana, Argentina era una especie de portaviones rumbo al Viejo Continente; y en los tiempos de Nestor Pékerman los nuestros saltan directamente el Atlántico sin escalas.

El menú actual incluye ofertas que oscilan entre el prestigio y la utilidad económica, y casi siempre la presencia de una característica eclipsa a la otra. Argentina apenas es oropel (ya hasta tiene fama de mala paga); México es más utilidad que gloria; Brasil es una mezcla de ambas; Estados Unidos sigue siendo un destino considerado como de “jugadores en el ocaso”- que sin embargo por eso tiene la garantía de dólares y de quedar excluidos de la Selección nacional; y Europa occidental (España, Italia, Inglaterra, Alemania, Francia, Portugal, en ese orden) es el sueño pleno.

Y ahora aparece China, que surge, además, influyendo en la lógica del mercado. Para el caso va un ejemplo: el Corinthians paulista, actual campeón de Brasil y seguro candidato al título de la Copa Libertadores de este año, fue literalmente desmantelado por los empresarios chinos.

El caso tiene mucha importancia: este club es el más rico de toda América Latina y por ello mismo paga los mejores sueldos. Nada de eso pudo retener a los cuatro jugadores que negociaron con clubes chinos. Sencillamente se los llevaron: pagaron la cláusula de rescisión de los contratos y en pocas horas fueron presentados con las camisetas de clubes como Tianjin Quanjian, Beijing Guoan y el Shandong Luneng.

Si sigue con este ritmo de inversiones, dentro de poco China será al fútbol lo que Estados Unidos es al petróleo: un actor que modifica la lógica de mercado en su punto más sensible, los precios.

Jackson: la punta del iceberg colombiano

Esta avanzada también llegó hasta nuestra región, que tiene el prestigio de jugadores habilidosos, menos disciplinados que los europeos, pero más baratos (aunque al ver los recientes fichajes, los sudamericanos comandan –junto con los africanos- las cantidades más altas pagadas por los chinos).

También, comprar en Sudamérica garantiza la marca de origen. No en vano entre las diez nacionesmás exportadoras de futbolistas al mundo hay tres de la región: Argentina, con la medalla de oro; Brasil, con plata (entre estos dos países suman el 80 por ciento de las exportaciones); y Colombia, en el octavo lugar con 1223 futbolistas que migraron a otras ligas.

Esta estadística revela una realidad social: la exportación de cuerpos, talentos y “pies de obra” puede superar al tradicional negocio de materias primas. Sin embargo esto no es generalizado: al contrario, es bastante restringido. Solo unos pocos de cada mil logran el sueño de “jugar afuera” y solo los más afortunados realizan la utopía de actuar en Europa.


Jackson Martínez jugando para el F. C. Porto durante la Valais Cup 2013. Foto: Wikimedia Commons

Ahora el mapa es más diversificado y por eso mismo más complejo. En la época del médico Gabriel Ochoa Uribe, la meta podía cumplirse militando en un club argentino; en la era del odontólogo Francisco Maturana, Argentina era una especie de portaviones rumbo al Viejo Continente; y en los tiempos de Nestor Pékerman los nuestros saltan directamente el Atlántico sin escalas.

El menú actual incluye ofertas que oscilan entre el prestigio y la utilidad económica, y casi siempre la presencia de una característica eclipsa a la otra. Argentina apenas es oropel (ya hasta tiene fama de mala paga); México es más utilidad que gloria; Brasil es una mezcla de ambas; Estados Unidos sigue siendo un destino considerado como de “jugadores en el ocaso”- que sin embargo por eso tiene la garantía de dólares y de quedar excluidos de la Selección nacional; y Europa occidental (España, Italia, Inglaterra, Alemania, Francia, Portugal, en ese orden) es el sueño pleno.

Y ahora aparece China, que surge, además, influyendo en la lógica del mercado. Para el caso va un ejemplo: el Corinthians paulista, actual campeón de Brasil y seguro candidato al título de la Copa Libertadores de este año, fue literalmente desmantelado por los empresarios chinos.

Jackson, a diferencia de James, Falcao, Guarín u Ospina, proviene de la marginalidad misma. Nació en el departamento más pobre del país y no pudo terminar la secundaria.

En este contexto se dio la llegada del delantero colombiano Jackson Martínez a la llamada Súper Liga China. No obstante su salida del Atlético de Madrid tuvo otras razones socioculturales y deportivas. El carácter introvertido del “Cha-cha-chá” le viene jugando en contra, no solo en el elenco dirigido por Diego Simeone, sino también en el ambiente festivo de la Selección Colombia, al que nunca pudo entrar.

Jackson, a diferencia de James, Falcao, Guarín u Ospina, proviene de la marginalidad misma. Nació en el departamento más pobre del país y no pudo terminar la secundaria. Como afrocolombiano, pobre y chocoano empezó el partido de la vida perdiendo. Por eso su alegría es contenida y su misticismo desbordado (“cree más en Dios que en sí mismo” decían sus compañeros de club en España).

Estas razones le hicieron difícil adaptarse al fútbol español, luego de una estupenda pasantía por el Porto donde logró destacarse. Pero algo va de Portugal a España, y más si se trata del equipo de Simeone, que hoy le disputa a los grandes de ese país y de Europa.   

Por eso no hay nada que extrañar en su decisión, “con la que todos ganamos” (como dijo el presidente del Atlético de Madrid, lo que delata que no fue una elección autónoma del jugador). Sin embargo poco hay que lamentar y nada que reprochar en su escogencia de fichar con el Guangzhou Evergrande. Jackson ya puede ser considerado el hombre más rico de Chocó y uno de los más adinerados de Colombia.

Todo gracias a su disciplina y talento, cualidades que también acreditan los otros ocho colombianos (entre ellos otro de Selección: Fredy Guarín) que acaban de rubricar sus contratos en el nuevo destino del fútbol mundial.

La historia de Jackson es más de superación y triunfo que de tristeza y decepción. Ya hizo más de lo que dictaba el fatalismo de su cuna. Además, todavía su calidad puede depararnos sorpresas: no olvidemos que llegó a la tierra de sorpresas imperiales.

David Quitián: sociólogo y magíster en Antropología de la Universidad Nacional radicado en Rio de Janeiro, donde hace un doctorado en antropología en la Universidad Federal Fluminense, profesor de la UNAD de Colombia y miembro fundador de la Asociación Colombiana de Investigación y Estudios Sociales del Deporte 

 

 

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