
Clorinda Guzmán, madre de Gustavo Garzón, permaneció 17 años en la Plaza Grande para exigir justicia. Luego una cruel enfermedad la sacó de la plaza, pero ella sigue exigiendo justicia. Foto Mayra Caiza
La mañana 9 de noviembre de 1990, el escritor Gustavo Garzón Guzmán fue a la biblioteca a continuar con su tesis sobre la poesía de Euler Granda para su doctorado de Literatura y Letras en la Pontificia Universidad Católica, de la ciudad de Quito. Luego, a las tres de la tarde fue a cobrar un cheque en la editorial El Conejo por la publicación de su libro Las coplas populares del Azuay y en la noche se reunió con unos amigos. Llamó a las nueve de la noche a su madre, doña Clorinda Guzmán, para avisarle que se demoraría un poco. Han pasado 30 años y Gustavo no ha vuelto.
Uno de los registros periodísticos sobre la desaparción del escritor. Foto: Cortesía de la familia Garzón
Esa noche, Gustavo junto a Martha Palacios, Liliana Vásconez y Alfredo Pérez Bermúdez fue a la discoteca Son Candela, ubicada en la calle Carrión y Reina Victoria, en el sector de La Mariscal. “Fuimos a divertirnos como cualquiera lo hace” —dijo su amigo Alfredo—, hace dos años, en un café cercano a la Universidad Central del Ecuador donde ahora es docente. “Cuando estuvimos bailando me parece que Gustavo se quedó en la mesa, regresamos y ya no estaba. Pensamos que había ido al baño, lo esperamos un rato y no volvió. Nosotros salimos de lugar y al otro día lo llamamos a la casa, pero él no llegó”.
Lo buscaron entre los amigos, en los hospitales, centros de detención y hasta en la morgue, pero no lo encontraron. “El ambiente era horrible porque mientras más tiempo pasaba era más la angustia y la desesperación”—recuerda Alfredo—, quien hasta ahora se pregunta ¿por qué Gustavo salió solo?
Alfredo no entiende qué pasó la madrugada del 10 de noviembre de 1990. Su mirada se inquieta y parece rebuscar en el pasado, mientras espera su café sentado en la mesa de la frutería Monserrate. Se cuestiona: “¿por qué no nos quedamos sentados en la mesa y no nos preocupábamos de la farra, por qué no fuimos a su casa a ver si llegó? Es difícil saber cómo encaminar esos minutos. No puede ser que caminando se desapareció Gustavo, ninguna persona se desaparece caminando. A él lo cogieron, se lo llevaron”.
Corrían los años 90, Rodrigo Borja Cevallos, del partido Izquierda Democrática, gobernaba el Ecuador desde hace dos años (1988–1992) bajo el lema de restituir los valores democráticos y liberales; eliminar el Servicio de Investigación Criminal (SIC) denunciado como centro de torturas, aunque varias organizaciones de derechos humanos denunciaron que eliminó el nombre pero mantuvo su estructura; y enfrentó las protestas del primer levantamiento indígena del país.
Borja Cevallos se mostraba como un mandatario conciliador entre el Estado y la sociedad civil luego de que el gobierno del presidente León Febres Cordero (1984-1988) aplicara la Ley de Seguridad Nacional enfocada en la tesis de que al interior de la sociedad había un enemigo interno al que había que neutralizar e incluso eliminar. Bajo el gobierno de Febres Cordero se creó el Servicio de Investigación Criminal (SIC) y los escuadrones volantes para combatir a los grupos Alfaro Vive Carajo (AVC) y a Montoneras Patria Libre (MPL), conformados por estudiantes, intelectuales, campesinos y trabajadores que optaron por las armas. Luego de que el lema electoral “Pan, techo y empleo” de Febres Cordero no se cumpliera, así como en los anteriores gobiernos, más bien las medidas económicas generaron desempleo y movilizaciones sociales que fueron opacado con medidas de represión.
***
Gustavo Garzón Guzmán nació el 8 de junio de 1958. Fue el cuarto hijo de doña Clorinda Guzmán. Estudió la primaria en la Escuela Simón Bolívar y el gusto por las letras surgió en las aulas del Colegio Montufar donde comenzó a escribir sus primeros ensayos, unos a máquina de escribir y otros a mano alzada con su letra menuda y moldeada. Aunque la literatura fue su pasión, no su primera opción de estudios. En la Universidad Central se graduó en la Licenciatura de Matemática y Estadista pero no la practicó. Ingresó a trabajar en la empresa Ecuatoriana de Aviación como técnico en aviónica lo cual le permitió viajar a Israel y a Estados Unidos donde perfeccionó el inglés. “Era un trabajo riguroso, de ingreso y salida de aviones, incluso había días en que no dormía, pero Gustavo siempre estaba escribiendo”, recuerda su hermano menor, Rodrigo Garzón.
En sus cuentos, Gustabo ironizaba sobre la estructura autoritaria y el disciplinamiento de la carrera militar. "Aljito AAAR" es el relato que disgustó a los militares y provocó su salida de la Ecuatoriana de Aviación. Fue despedido y sin trabajo ingresó al taller literario del escritor Miguel Donoso Pareja en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), pero a la par consiguió un nuevo trabajo en el almacén de la CCE que exhibía lo mejor de la intelectualidad que en ese entonces publicaba la Casa.
Rodrigo Garzón, hermano de Gustavo, reclama junto a su fotografía, 30 años después. Foto: Cortesía de la familia Garzón
En 1985, Gustavo dijo a sus amigos de La Mosca Zumba que se alejaba temporalmente de las letras y de la revista que el colectivo editaba, por una convicción ideológica. por entonces decía que “Ecuador nunca ha sido una isla de paz”.
A Gustavo, apasionado del centro de Quito, le agradaba dar prolongadas caminatas por las calles largas, angostas y llenas de historias —dice Juan Fernando Jaramillo en diario El Comercio—. Aunque tenía una camioneta Datsun 1200 verde, él prefería caminar. Con sus chalecos de lana, camisas de manga corta con una cajetilla de tabaco en el bolsillo del pecho, sus manos en los bolsillos y pasos lentos, en las noches y en las él madrugadas daba vida a sus criaturas burócratas robotizadas, a los dinosaurios ciegos de poder y a sus desamores.
En su libro Vivo en medio de tantos muertos publicado dos décadas después de su desaparición, el escritor Byron Rodríguez Vásconez realiza una disección de los once cuentos, recogidos en la obra, donde Gustavo escribe:
«Con seguridad la tapa del alcantarillado rechinó para alguien, suponiendo algo que alguien pudiera estar despierto a esa hora tan llena de vacío y toque de queda». (Interrupciones 2)
«Termino el cigarrillo, enciendo otro para llamar su atención, para que sepa que no soy como los que ha conocido, que estoy sentado esperando que llueva y que la miro y me mira. Es inútil que espere, si es que espera que cruce y la salude, la malsonría, me sonroje porque creeré que ella creerá que tengo malas intenciones, que sonrojo por la sola posibilidad. Ya ni siquiera puedo levantarme, pienso que ella piensa que soy un cobarde, que no me atrevo a hacer algo tan simple, como cruzar la calle y conocerla». (Tu rostro en la multitud)
Cuando Gustavo desapareció tenía 32 años de edad y había publicado varias obras. En 1983, el Libro de Posta; en 1985, Quito: del arrabal a la paradoja; en 1987, Ensayo: Coplas populares del Azuay; y estaba en la imprenta su obra Brutal como el rasgar de un fósforo que salió a la luz en 1991. Dos años después de su desaparición; en 1992 se publicó el libro Del virus humano y su circunstancia; en el 2010, Vivo en medio de tantos muertos, y en el 2011, Más allá de la transparencia, esta última es una serie de ensayos sobre la literatura ecuatoriana, el escritor y su realidad, y la poesía de Euler Grande. Las tres últimas obras son parte de los manuscritos inéditos de Gustavo, que según su hermano Rodrigo Garzón existen una decena más de cuadernos con cuentos, dibujos y ensayos que ahora se encuentran en manos de amigos y ex parejas de Gustavo.
Crítico del rol del escritor, Gustavo dice en su libro Más allá de la transparencia: «los escritores ecuatorianos, sobre todo los llamados "jóvenes" nos encontramos cercados por los abismos de la gran responsabilidad ante el arte y la responsabilidad ante la sociedad parte». Esto en respuesta a la situación de represión, desigualdad social y surgimiento de grupos revolucionarios que se vivía no solo en Ecuador sino a nivel regional. Gustavo creía que si bien existe una responsabilidad social del escritor consecuente, esto «no debe caer en un arte consentido dirigista, donde lo dogmático sea el pivote fundamental»—como lo decía el escritor Hugo Salazar Tamariz— más bien el autor «posee una independencia para indagar tanto en los campos subjetivos como en los de la lingüística».
Gustavo era parte de La Mosca Zumba, que se definía como un colectivo de creación literaria y de crítica social. «La Mosca Zumba golpeaba con todo: no había escritor o proceso cultural que se salvara en su revista y lo mismo pasaba en nuestra bohemia con Gustavo», dice el poeta y amigo de Gustavo, Luis Ángel Saavedra en su crónica Gustavo Garzón y la luz. Patrick Süskind, con su novela El perfume publicada en 1985 y catalogada como novela del año, la que fue a parar al tacho de la basura. Es un escritor fácil, afirmaba Gustavo, pues mata a sus personajes cuando ya no le sirven y así se ahorra resolver una trama. Pero poco a poco, relata Saavedra, que los debates cambiaron de dirección, empezaban en literatura y culminaban en política, en una crítica a los partidos de izquierda.
En 1985, Gustavo dijo a sus amigos de La Mosca Zumba que se alejaba temporalmente de las letras y de la revista que el colectivo editaba, por una convicción ideológica. Saavedra recuerda que Gustavo decía “Ecuador nunca ha sido una isla de paz”, al hacer un recuento de los distintos movimientos subversivos que actuaron en el país en diversas ocasiones como la guerrilla en el Toachi, las acciones en el Caso Briz y el nacimiento de los “Alfaro”. Entonces se preguntaban, ¿qué escribir? O, mejor, ¿para qué escribir? Si la isla de paz no existía, ¿dónde estaba nuestro tren de la historia? ¿A qué hora se nos pasó? Revolucionarios urbanos perdidos del ferrocarril en nuestro propio mundo y que nada sabíamos del otro mundo que se desangraba sin que la historia lograra mancharse”.
El 7 de agosto de 1989, Gustavo junto a Marcos Checa fueron detenidos por el SIC, en la ciudad de Quito, mientras circulaba en un auto. El ministro de gobierno, Andrés Vallejo, informó a la prensa sobre la detención de siete miembros de MPL.
Gustavo se vinculó a Montoneras Patria Libre (MPL) luego de 1985, debido a su convicción de que la lucha armada era una opción legítima durante el régimen represor de Febres Cordero y su lógica de continuidad en el gobierno de Rodrigo Borja. El 7 de agosto de 1989, Gustavo junto a Marcos Checa fueron detenidos por el SIC, en la ciudad de Quito, mientras circulaba en un auto. El ministro de gobierno, Andrés Vallejo, informó a la prensa sobre la detención de siete miembros de MPL. Aseguró, que ellos se reconocieron como miembros del Montoneras y se los detuvo luego de encontrar en el vehículo una pistola Browning 9 mm, un revólver Smith Wesson calibre 38 y literatura subversiva. Los autores favoritos de Gustavo era Borges, Sábato, Cortázar, Whitman, César Dávila Andrade y Shakespeare, a quien prefería leerlo en inglés.
Gustavo fue encerrado con su compañero en los calabozos del SIC, ubicado en la calle Montufar y Manabí, actual Regimiento Quito Nº 2. En un testimonio recogido por la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) en 1989 y publicado en diario El Comercio en 1992, dos años después de su desaparición, Gustavo dijo: “Comenzaron a golpearme en el tronco, espaciando los golpes con preguntas concretas. Me pisaban los pies. Después incrementaron la rapidez de los golpes, haciéndolo en la boca del estómago hasta que me doblara o cayera al piso, entonces me golpearon en la espalda o las nalgas para hacerme reincorporar. Este proceso se repitió muchas veces, en ocasiones acompañados de estrellamientos contra una pared”.
En 1989, Gustavo pasó ocho días desaparecido antes de que la Policía aceptara que él se encontraba retenido en aquel lugar, dice su hermano Rodrigo Garzón. Luego fue trasladado al Pabellón de Presos Políticos del ex Penal García Moreno. En prisión comenzó a desconfiar de sus compañeros porque dentro de la cárcel vio relaciones de poder que se iban dando dentro de MPL. “Intuía que algunos del grupo estaban vinculados al mismo Estado —dice Alfredo—; creía que muchos había sido denunciados por gente que estaba adentro mismo”. Incluso, luego uno de los integrantes de MPL fue parte del gobierno de la Revolución Ciudadana. Gustavo decidió dejar el movimiento.
Un año después, el 7 de septiembre de 1990, Gustavo fue liberado. El juez ratificó su inocencia y lo sobreseyó. Regresó a casa, pero no solo. Varios carros de vidrios polarizados —a una cuadra de su residencia— lo vigilaban. Gustavo quería retomar su tesis para su doctorado de Literatura y Letras en la Pontificia Universidad Católica, pero no lo logró.
Portada del último libro que publicara Gustavo Garzón, antes de su desaparición.
Entre la incertidumbre y el dolor de no saber dónde estaba su hijo, doña Clorinda Guzmán buscó entre las cosas de Gustavo y encontró en la biblioteca —entre libros, hojas y revistas— una carta suya. En la misiva de cuatro hojas, que no ha sido publicada textualmente por miedo a represalias, pero que sí ha sido referida y que ahora me la entregan por unos minutos, Gustavo escribe: «las ganas de luchar las saqué de mi padre y las fuerzas para no claudicar ante las cosas difíciles de mi madre, pero lo más más valioso que me dieron fue su cariño», por eso Gustavo no entendía la vida sin amor. No entendía «cómo el ser humano no podía inmutarse ante el dolor del otro».
Él sabía que pensar diferente o buscar un mundo de igualdad lo llevarían a dos cosas: ser asesinado o desaparecido. Conocedor de su destino, alertó a la familia para que acudan a los organismos de derechos humanos tras cumplirse lo anunciado y pedía al despedirse: «continuar la lucha porque que esas son las mejores lágrimas que podrán derramar por mí». Eso es lo que tratamos de hacer, dice Rodrigo Garzón que conserva la memoria de su hermano en un libro anillado con recortes de periódicos y en un blog donde publica cada notificación fiscal, reportaje o cuento de su hermano, a quien lo recuerda muy alegre, lucido, calmo, reservado, buena gente y con muchos amigos. Fiel seguidor de la música de Pink Floyd y de la mujer de los zapatos azules que le despertó la esperanza y a quien le dedicó su libro Brutal como el rasgar de un fosforo.
***
La desaparición de Gustavo Garzón se investiga en más de 40 mil hojas de los 40 expedientes fiscales que reposan en la Dirección de Derechos Humanos y Participación Ciudadana de la Fiscalía General del Estado, encargada de investigar los 119 casos de graves violaciones derechos humanos ocurridos en Ecuador durante el año de 1984 a 2008. El número de expedientes va en aumento desde que el caso Gustavo Garzón llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en julio del 2019, luego de 25 años de haber sido presentado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Su hermano Rodrigo comenta que han pasado 30 años de la desaparición de Gustavo, pero aun así sigue doliendo no tener respuestas. “En Ecuador, desde el 2012, el caso se investiga en la Dirección de Derechos Humanos de la Fiscalía, pero no hay avances, dice Rodrigo, quien asegura que desde ese año ha solicitado que Fiscalía llame a versionar a los altos mandos y autoridades del gobierno pero no se han realizado, ahora porque el caso está en la Corte se ha activado”.
En febrero del 2020, el expresidente del Ecuador, Rodrigo Borja Cevallos, a sus 85 años de edad, por primera vez acudió a la Fiscalía a rendir su versión libre y voluntaria en el caso de Gustavo Garzón. Doña Clorinda Guzmán que protestó durante 17 años en la Plaza Grande exigiendo respuestas sobre el paradero de su hijo y que dejó las acciones públicas por el cáncer de piel que enfrenta, acudió también a la versión del expresidente. Con cabello canoso, corto y una mirada profunda, Clorinda, de 87 años, junto a su hijo Rodrigo escuchó la versión del expresidente Rodrigo Borja Cevallos. Él seguro y sin titubear, dijo que no se acordaba qué era el Servicio de Inteligencia Criminal (SIC), que no recibió carta alguna sobre el caso Gustavo Garzón y que no conocía de su desaparición. En ese momento, doña Clorinda le recordó al expresidente que habló personalmente con él y que le envío cartas; y su hijo Rodrigo le comentó que incluso el escritor Pedro Jorge Vera en su discurso del Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo entregado en el palacio presidencial por el expresidente, el 15 de enero de 1992, se mencionó la desaparición de Gustavo Garzón. Rodrigo Garzón se refiere al artículo publicado en la prensa, que recoge el discurso textual de Pedro Jorge Vera, que dice: “Amparándonos en ese noble empeño suyo [presidente], encarecemos disponer que se agoten todos los esfuerzos para esclarecer cuanto antes la desaparición de nuestro hermano, el escritor Gustavo Garzón”, pero el expresidente no recordó nada y su versión concluyó, dice doña Clorinda y Rodrigo. Ellos se acercaron al expresidente y le entregaron varios documentos y libros de Gustavo Garzón. “Es espantoso una respuesta así –dice Rodrigo- que una autoridad de tan alto y de gobierno desconozca tantas cosas”. El expresidente tomó los libros, los documentos y sin decir nada se marchó de la Fiscalía.
Mayra Caiza es Periodista y comunicadora social
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
[CO MEN TA RIOS]
[LEA TAM BIÉN]




[MÁS LEÍ DAS]



