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13 de Enero del 2020
Historias
Lectura: 6 minutos
13 de Enero del 2020
Patricio Crespo Coello
Hartazgo de lo virtual
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Fotomontaje: PlanV

 

Pasarse la vida insultando a otros dentro de la matrix sin hacer daño efectivo, más allá del bullying digital, puede que también genere una gran frustración. Esto, aunque el bullying digital sí produce, especialmente en los jóvenes, dolor emocional.

“Esta es tu última oportunidad. Después ya no podrás echarte atrás. Si tomas la píldora azul, fin de la historia: despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja te quedarás en el país de las maravillas, y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad, nada más”

The Matrix

Este es el segundo de varios análisis sobre el paro de octubre. Lea la PRIMERA PARTE, SEGUNDA PARTE, TERCERA PARTE, CUARTA PARTE, QUINTA PARTE

El diario El País de España publicó, hace poco, un reportaje sobre los jóvenes que se autolesionan para calmar su frustración o para aliviar su dolor emocional. Tanto en EEUU como en Europa, esta tendencia de los jóvenes a infligirse daño físico no para de crecer. Los estudios asocian esta conducta con el uso descontrolado de las plataformas digitales.

Otro caso similar es el de las adolescentes, que obsesionadas por una belleza ideal, terminan por sucumbir a la anorexia. Las redes han llevado a límites extremos la tensión entre el cuerpo real y el cuerpo ideal. Nada es suficiente, siempre se quiere más perfección en el rostro, en las manos, en la cintura. Las fotos que se cuelgan en Instagram están condenadas a reproducir ciertos cánones de belleza y nunca se logra la satisfacción plena, pese a sofisticadas manipulaciones digitales. Es como un espejo en el que te ves a ti mismo pero mediado por el número de likes que recibes de tus amigos y de desconocidos. Como dice la canción “Bagdad” de Rosalía: “la miraban, la miraban sin ver na…, solita en el infierno, en el infierno está atrapá…”.

¿Cómo viven el mundo virtual los jóvenes que no se desprenden ni por un instante de su conexión al Internet? ¿Para ellos el mundo virtual es el mundo real? La hipótesis del presente artículo es la siguiente: las actuales generaciones están acumulando un desencanto sobre lo virtual, están sobresaturadas de la matrix, saben que viven en la matrix, y quieren pasar de la píldora azul a la roja y lo quieren hacer ya, pero no saben cómo.

En definitiva, hartazgo de lo virtual y apetito por lo real. ¿Podría estar sucediendo que los jóvenes nacidos en el mundo digital ya están hartos de ese mundo, pero se encuentran en un callejón sin salida, pues su campo de referencia es la vida virtual? Mediar la relación con las personas y con las cosas, durante horas, día tras día, por medio de una pantalla que te conecta de manera global, puede que acumule frustración y un profundo displacer (reales), paradójicamente disfrazados de sus contrarios, esto es, de realización y placer (virtuales).

En el mundo virtual, la selfie, rostros bellos manipulados digitalmente y extremo cuidado con mostrar el cuerpo desnudo. En el mundo real, en las calles, rostros cubiertos y senos desnudos y desafiantes. El cuerpo de la protesta del mundo real, desafiando a su contrario, al cuerpo virtual hastiado y frustrado.

¿Podría estar sucediendo que los jóvenes nacidos en el mundo digital ya están hartos de ese mundo, pero se encuentran en un callejón sin salida, pues su campo de referencia es la vida virtual?

Pero puede haber otra faceta del hartazgo de lo virtual que va más allá de la belleza y del placer, que se relaciona con la ira y con ese despliegue de lenguaje procaz y violento de las redes. Pasarse la vida insultando a otros dentro de la matrix sin hacer daño efectivo, más allá del bullying digital, puede que también genere una gran frustración. Esto, aunque diversos estudios muestran que el bullying digital sí produce, especialmente en los jóvenes, dolor emocional.

Si mi ideología es de derecha radical y me paso combatiendo digitalmente a los de la extrema izquierda, ¿será que estoy acumulando frustración porque las guerras virtuales no son solo absurdas, sino que también son inútiles? Lo descrito, ¿tiene alguna relación con la violencia expresada por los jóvenes en las calles?

En definitiva, un salto de la violencia en las redes, traspasando la pantalla, hacia la violencia en las calles. Miles de trolls cobrando vida, con sus máscaras y una nueva identidad. Zombies digitales que toman la píldora roja, cobran vida y despliegan toda su violencia acumulada en el mundo real, quizás sin darse cuenta que, como dice Vilma Fuentes, “si el crimen anunciado pertenece al orden virtual, el crimen cometido es del orden real”.

Es que no hay nada tan real como la sangre, como el fuego, como un balazo atravesando el tórax o como un perdigón reventando un ojo. Como una vida épica y heroica, aunque no sirva para nada. Y este puede ser el contenido del relato, un relato paradójico, un relato vaciado de sentido. El relato de la violencia. La violencia como generadora de sentido para unas personas agobiadas por el mundo virtual.

¿Por qué esto podría ser así? Quizás porque no hay promesas por las cuales valga la pena luchar. Porque el abismo del futuro es tan grande, que nadie, menos los jóvenes, pueden ver una utopía en cada piedra que lanzan. Solamente sienten alivio con el vidrio que se rompe, con el fuego que destruye una estación de metro, con un edificio en llamas, o con una navaja que mutila su piel.

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Hartazgo de lo virtual
 


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