
Cronista y ensayista. Máster en politícas ambientales y territoriales por la Universidad de Buenos Aires.

Ilustraciones: SCH
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En tres recortes analizaré la postura de Juan Montalvo con respecto al Ecuador del Siglo XIX. El ensayista como todo pensador inquieto tenía una alta capacidad de retención de lectura, de interpretación y de formulación de ideas. Por eso, en su obra saltaba con frecuencia de un género a otro: del revisionismo histórico, al análisis literario, a las disquisiciones filosóficas y a las crónicas.
Para José Luis Abellán en su análisis: En torno a la figura, la obra y la significación intelectual de Juan Montalvo (1977) la prosa del escritor ecuatoriano es sobrecargada porque al principio el lector o lectora se rinde ante la hermosura de sus palabras y “sus suculentos giros formales, casi llega a alucinarnos; pero a mitad de camino nos sentimos desfallecer, nos cansarnos y acabamos por rehuirle sistemáticamente”. El conocimiento del ambateño fue vasto, por eso, la digresión para él fue como una arboleda llena de frutos diversos en donde podía calmar sus ansias de explicarlo todo hasta la saciedad.
La figura retórica de romper el hilo del discurso según la investigadora, María Paz Oliver (2012), es un punto de tránsito dentro del argumento principal y se convierte de un momento a otro en detonante de nuevas tramas: “pero siempre subordinándolas a una historia principal”.
Recorte I (Realidad)
En la primera catilinaria, Juan Montalvo, expone como fueron nombrados los representantes del pueblo entre las décadas del cincuenta, sesenta, setenta de la centuria del XIX. Ahí mostró qué desde la época del ex presidente José María Urbina (1808-1891), en el Ecuador los puestos políticos no alcanzaban los hombres o las mujeres con virtud y talento; sino que el caudillaje hacía de las suyas en los procesos electorales. Por ejemplo, así cavila e ironiza la figura del chagra en la sierra ecuatoriana:
"En Imbabura, un viejo lazareto de Urbina, charreteras a los hombres, espada en el cinto, crímenes e infamias dentro del pecho, se presentaba diariamente en la mesa electoral, y como quien hace un donaire, iba sacando de todos los bolsillos puñados de votos escritos y echándolos en la urna. No contento con esto se la llevaba a su casa por la noche y rompiéndola, sacaba todos de los buenos ciudadanos. En Tungurahua uno de esos palurdos que llamamos chagras, disfrazado de jefe, sale un día víspera de elecciones, y, «¡Juego, mochachos!», hiere, dispersa liberales, mata un joven distinguido. He aquí las elecciones".
El estilo del pensador a la hora de redactar no solamente se apoyó en hechos del pasado, o en disquisiciones filosóficas, también utilizó a la realidad para ensayar las costumbres políticas y sociales del país. Y fue por su entusiasta devoción por Michel de Montaigne (1533-1592) que fue el padre del ensayo y el primero en analizar todos los tópicos de la experiencia del hombre sobre su condición en el planeta. Según Susana Trías en su artículo: Montaigne la identidad del ensayo (2003), el pensador francés consigue plantearse una interrogante que le serviría para su obra:
"¿cómo puede el hombre –parte del todo– llegar al conocimiento de la realidad?"
La respuesta es el lenguaje, este sistema de signos puede categorizar la naturaleza y la existencia del ser humano dentro de ella.
Por eso, Montalvo consideró al periodismo como un nuevo género para reflexionar los primeros años de la república. En El Cosmopolita (1867) revela la eficacia del trabajo de los cronistas:
"La prontitud es la divisa de estos siglos: se camina, se comunica por la posta; se piensa, se siente más pronto".
En este ensayo analiza que la información y la imprenta son fundamentales en la construcción de una nación moderna. El periodismo para el que inventó El Regenerador (1877) es una enorme arteria que ofrece varias líneas que tiene la existencia, pero también enciende pasiones y él sabía que este oficio fue crucial para aniquilar el infundio que reinaba en la época.
Y ese credo sobre la comunicación nos lleva al último trecho de Las Catilinarias (1880-1882):
"Puede un tirano ahogar la imprenta en los contornos de su jurisdicción; la imprenta vive en el proscrito huye con él y puesta en salvo con su amigo, da ayes profundos, voces altas que hacen temblar a los opresores de los pueblos".
Volviendo a la anécdota de los campesinos andinos que alteraban los comicios en ese período; tenemos que aclarar que el pensador quiso mejorar las costumbres del pueblo, tal como lo explica el investigador, Juan Carlos Grijalva, en su tesis: Civilización y Barbarie en Las Catilinarias de Juan Montalvo (1997): “pretendió reformar la sociedad de su época, pero no encontró vínculos efectivos con ella”
El ensayista ambateño, al igual, que su similar argentino que también vivió en París, Juan Bautista Alberdi (1810-1884) anhelaba un nuevo ciudadano latinoamericano, por así llamarlo. Ambos estaban influenciados por las ideas bases de la Revolución Francesa y El Contrato Social (1762) de Jean Jaques Rosseau (1712-1778). La migración europea como procedimiento para una instrucción al nativo de estos pagos y así imaginar un ciudadano moderado. Como se puede verificar el tungurahuense desarrolla que estos campesinos devenidos a pequeños caudillos estaban bajo la tutela de los criollos pudientes y la iglesia.
Según Grijalva lo que él deseaba es que la sociedad ecuatoriana se maneje por la virtud y no por el miedo, no como símbolo moral sino político:
"En este punto, virtud estaría entendida como el respeto a las leyes y a la consagración del individuo a la comunidad. Como vemos, la idea de virtud sirve así de fundamento a la idea de pueblo".
La denuncia de Montalvo de este “militarismo bárbaro” lo vincula con la ignorancia porque incluso éstos bárbaros utilizaron a los colegios y a las escuelas como cuarteles. Él, como intelectual criollo, no estaba de acuerdo con el trato de la tiranía y la aristocracia ecuatoriana con los indios, los negros y los pobres. Entonces, sabía que estos siempre fueron manipulados de forma estratégica: "excluidos de participación política dada su realidad de no-ciudadanos".
Recorte II (Imaginación)
"Era un cuerpo humano colgado a toca no toca en un árbol y muchos cuervos sentados en las ramas vecinas. –No te mueras Sancho- dice Don Quijote-, y mira lo que Dios y el rey hacen de los malvados. Y agrega: El pobre del hombre muere como ha vivido. ¿Piensas, buen Sancho, que ese miserable habrá sido el espejo de las virtudes? Los vicios, los crímenes hicieron en su alma los mismos estragos que las gallinazas han hecho en su cuerpo. Asesinato, robo, traición atentados contra el pudor son bestias feroces que devoran interiormente a los perversos… O yo sé poco, o este es aquel famoso ladrón que dio en llamarse Ignacio de Veintimilla".
Sabemos que el libro de Montalvo dedicado a la máxima obra del castellano: Don Quijote de la Mancha (1605) es un inter-texto. De Beaugrande y Dressler (1981) explican que la intertextualidad es la relación que hace un autor o autora de textos anteriores sobre la obra matriz que se desea intervenir. Por su parte Kristeva (1967) explica que este método es la existencia de otros libros con el original: “como precondición para el acto de significación”.
En este lance que pertenece al episodio XVLI de los Capítulos que se olvidaron a Cervantes (1895), el escritor imagina a Ignacio de Veintimilla (1828-1908) ahorcado a la salida de un bosque. Además de apropiarse y de extender a El Quijote, el autor introduce un personaje que lo conocía al derecho y al revés, que nada más y nada menos le dedicó esas diatribas tan bien logradas denominadas: Las Catilinarias (1880-1882).
Dentro de estas disquisiciones contra el ex presidente ecuatoriano, el pensador utiliza la ficción para parodiar el accionar del caudillo que gobernó al Ecuador, como el ejemplo que se da en el capítulo tercero de estos ensayos. Ahí el autor inventa un relato metafórico para describir sobre la realidad de los oprimidos en territorio ecuatoriano: los indios y las mujeres que fueron maltratados desde la época de la colonia. Montalvo crea una joven pobre llamada Ecua que tuvo que casarse, con un tal Don Madruñero. El padre de la muchacha de nombre Dual le solicitó a su hija que debía contraer nupcias con este señor criollo, para que su futuro sea prometedor. Después del discurso, Ecua accedió a casarse con ese hombre. El tiempo pasó y la salud de la mujer que complació a su padre quebrantó porque su marido la vejaba y la trataba como una esclava:
"El señor Dual quiso presentarse pidiendo el divorcio por causa de servicia; pero cuando Ecua, desecha en llanto, abierto el corazón ante su padre, le hubo descubierto las causas ocultas, alocado el cuerdo, enfurecido el manso, se fue para el monstruo y le mató. Su hija atajada de razones, ahogada por el pudor ofendido, le había confesado que ese hombre infame no gustaba de la naturaleza; que muchas veces, siendo bella aún, había querido borracho, ponerle en manos ajenas".
Madruñero es una alegoría a Ignacio de Veintimilla y Ecua sería la patria que sucumbió a los errores políticos y acciones violentas, de este quiteño patricio que intimidó a la nación durante ocho años (1876-1883).
El pensador ecuatoriano tenía esa manía de irse por las ramas. El crítico literario búlgaro, Tzvetan Todorov, en Introducción a la literatura fantástica (1980) distingue dos categorías sobre el género que rompe la realidad: extraño y maravilloso. El ecuatoriano fue un lector fragmentario que además de acudir a lo sorprendente y a la imaginación utilizó también a la pantomima para alimentar su obra, tal vez, influenciado por las ballads: género poético de la Inglaterra del siglo XVI y XVII, que en el recorrer del tiempo derivó en una categoría musical.
Según Roger Chartier en su libro Entre el poder y el placer: cultura escrita y literatura en la edad moderna (2000), discierne que las ballads se imprimían de un solo lado y que tenían una característica especial: en un lado estaba una imagen grabada en madera, para que el lector o lectora sepa de qué trataba la historia, y por otro lado el texto en dos columnas:
“Los títulos de las ballads escenificadas son, al menos en el caso de los dos primeros invenciones paródicas”.
En bastantes ocasiones Montalvo describía imágenes o anécdotas para caricaturizar a los personajes que examinaba.
Fredy José Toro T. en su ensayo Juan Montalvo: escritor de literatura fantástica (2000) dilucida que el escritor como todo hombre que vivió en el Siglo XIX, también se identificó con lo quimérico para subsistir al cotidiano, incluso en sus escritos, según Toro, recurre a la alucinación como válvula de escape:
“Es el hombre quien habla, el ser humanizado quien anhela, sueña y hace cumplidos sus delirios aquel a quien para entender su realidad humana le hacía falta el influjo de una larga calentura. El pretexto no le sirve, sin embargo, para dejarnos en claro que la genialidad también se disfraza de ensueños”.
Recorte III (Pensamiento)
Según el investigador: Efer Arocha en su análisis crítico sobre los Siete Tratados (1822) en la revista digital: Vericuetos (Fr. 2013) afirma que en estos ensayos montalvinos existe toda una vida de lector que apunta y reflexiona donde la anécdota ocupa espacio extenso y el conocimiento del autor puede causar desconcierto:
"Tú perteneces al estado llano maíz y por eso encierras tantas virtudes en tu seno. El trigo y el arroz son aristócratas: tú no puedes lo de ellos pero ellos tampoco lo que tú. El trigo y el arroz son monarquístas; tu eres republicano hijo del nuevo Mundo, sustenta al arriero que se va tras la acémila cargada; al mestizo, señor del pegujal, rey de la sierra; al indio, al pobre indio, que con un puñado de un grano cualquiera o un saquito de cebada pasa el día, y todo se lo trabaja y todo para sus amos, sus tiranos". (De la Belleza en el género humano, Siete Tratados, primer tomo)
Ahí defiende a la geografía no sólo del Ecuador sino de América Latina, utilizando al maíz como referencia para analizar sobre el valor de las praderas y de los campos andinos ¡Sí! Como una especie de metáfora de los indígenas que estuvieron antes que los conquistadores y lo enfrenta al trigo y al arroz que también existen en el continente viejo.
Plutarco Naranjo en su libro Ensayo sobre Montalvo (1985) afirma que en estos tratados la hermosura de la parábola y de la cita se pierde en el tejido de la historia y la mitología. El autor en una de sus digresiones en el capítulo De la nobleza suelta, dice:
"Esos indios tan blancos como los europeos".
En esta frase se discierne los buenos modales y la educación de los nativos latinoamericanos que son tan parecidos o incluso mejores que los conquistadores e introduce el ejemplo de los indígenas que habitaban en las faldas del volcán Cotacachi; en donde explica que son limpios, pulcros, solmenes, gentiles y con mirada soberana. También describe el garbo que tienen para mostrar las joyas en sus brazos al igual que los antiguos romanos.
Con este análisis Montalvo quería discutir el concepto de nobleza que la aristocracia y la monarquía pregonaban por ese entonces, y sobre todo al investigador Pierre Bouger (1698-1758), científico francés que vino al Ecuador con la misión geodésica a estudiar la geografía, la historia y la filosofía del país. El autor de los Siete Tratados crítica la visión tan sesgada del europeo cuando explicó que los indios de la sierra de Quito no son blancos por causa del viento del páramo que viene del Este. Montalvo pensó que el francés se extralimitó en esas aseveraciones:
"Pero Bouger propendió siempre a las regiones orientales y no dio un paso a la espalda de la Cordillera: no pudo constarle".
En el desarrollo de la interpretación el ensayista describe que los papallactas, los archidonas, los vegas se encontraban libres de los vientos del Este y el color de su piel era cobriza como los de oriente que el francés supuestamente analizó. Montalvo muestra su enojo por esa sentencia absolutista, porque para él, si Bouger hubiera estudiado con detenimiento el territorio ecuatoriano no hubiera sentenciado ese comentario a favor de su raza.
El pensador, que murió en París el 17 de enero de 1889, construyó los Siete Tratados sobre la base de los registros que escribió sobre libros, historia, política, y anécdotas personales. Jorge Jácome Clavijo que redactó el prólogo de sus Cuadernos de Apuntes: inéditos (1990) sentencia:
Sin pretender dudar de esa portentosa facultad, es evidente que sus cuadernos de anotaciones nos demuestran que ellos jugaron un importantísimo papel en su tarea de escritor, como auxiliares de memoria.
Bibliografía:
Abellán, J. L. A. (1977) En torno a la figura, la obra y la significación intelectual de Juan Montalvo. Edición digital a partir de Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 320-32. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, Alicante. España.
Arocha, E. (2013) Los siete tratados de Juan Montalvo.Revista digital: Vericuetos.Fr. Ponencia. Ambato-Ecuador
Beaugrande R.A., y Dressler W. (1981) Introducción a la lingüística del texto. the test Essex: Longman. Editorial Ariel, S.A. Barcelona- España.
Cervantes, M. (1605) Don Quijote de la Mancha. Edición del IV Centenario. Real Academia Española
Chartier, R. (2000) Entre el poder y el placer: cultura escrita y literatura en la edad moderna. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya S. A.). Madrid-España.
Grijalva, J. C. (1997) Civilización y Barbarie en Las Catilinarias de Juan Montalvo. Universidad Andina Simón Bolívar. Quito-Ecuador.
Kristeva, J. (1967) Bakhtine, le mot, le dialogue el le roman. En: Critique, 239, pp. 438-65 (también en Sèméiotikè2, Paris, Seuil, 1969).
Laborde, F. (2014) Estudio crítico: Juan Bautista Alberdi.De la edición digital: Fundación Ignacio Larramendi. Madrid-España.
Naranjo, P. (1985) Ensayos Sobre Montalvo, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana. Quito-Ecuador
Montaigne, M. (1965) Eyquem, Seigneur de, Les Essays de Michel de Montaigne, Edición de Pierre Villey, reeditada por V. L. Saulnier, Presses Universitaires de France, París-Francia.
Montalvo, J. (1990) Cuadernos de apuntes (inéditos). Casa de Montalvo. Editorial: Pío XII. Consejo Editorial: Jorge Jácome Clavijo, Oswaldo Barrera Valverde, Luis Pachano Carrión
Montalvo, J. (1990) Las Catilinarias. (Tercera reimpresión). Colección Antares Libresa. Quito-Ecuador
Montalvo, J. (1867) El Cosmopolita. Flacso: Biblioteca digital. Oficina tipografíca de F. Bermeo, por J. Mora. Quito-Ecuador
Montalvo, J. (1970) Siete Tratados. Editorial Pío XII. Ambato-Ecuador
Oliver, M. P. (2012) Una narración a la deriva: la digresión en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Taller de Letras Nro:51. Universidad Católica de Lovaina-Bélgica.
Pérez, G.R. (2003) Vida de Juan Montalvo. Colección Media Luna. Campaña Nacional Eugenio Espejo. Quito-Ecuador.
Rousseau, J. J. (1767) El contrato social. Reditado por: Editorial Espasa Calpe S.A, Madrid-España.
Todorov, T. (1980) Introducción a la literatura fantástica. Premia editora de libros S.A. México.
Toro F. J. (2000) Juan Montalvo: escritor de literatura fantástica. Universidad Andina del Ecuador. Quito-Ecuador
Trías, S., (2003) Revista de Filosofía. V.44. N.44. Universidad Zulia. Maracaibo-Venezuela.
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