Fotografías: Katicnina Tituaña y Tania Orbe
A pesar de las sanciones ambientales y aunque las operaciones están suspendidas en un 40%, la compañía avanza en la construcción de su infraestructura.
Polvo en el aire. Eso respiro en Tundayme, la parroquia rural donde se asienta el primer megaproyecto minero del Ecuador, el más avanzado de cinco emblemáticos en mi país. Las volquetas y las vulcanizadoras son parte del paisaje en la carretera de ingreso desde El Pangui, la cabecera cantonal de esta comunidad rural. Allí vive desde hace 30 años Ricardo Gaona, sargento primero en servicio pasivo.
Es el sur, límite con Perú, en la cordillera del Cóndor, donde Ecuador vivió su último conflicto armado por territorio con los peruanos: la guerra del Cenepa en 1995. Gaona recuerda cuando era parte del Ejército y estuvo en el destacamento de Tundayme. “Nunca me pasó nada mientras patrullaba, gracias a Dios”. Hoy, una camioneta doble cabina es su compañera de jornada en la que me lleva a Tundayme desde El Pangui.
Entre los matorrales, profundo en la cordillera, todavía se esconden los túneles que los soldados construyeron en medio de las montañas para guardar los tanques de guerra. El botánico Nelson Miranda los conoce tras varios trabajos de levantamiento de especies en esa zona. Pero desde el 2013, el panorama cambió drásticamente. Ese año la empresa china Ecuacorriente (ECSA) empezó su etapa de explotación con la construcción de la mina del proyecto minero Cóndor Mirador.
El río Tundayme bordea la parroquia que lleva su nombre donde se asienta el campamento minero Mirador al extremo sur del Ecuador en la provincia de Zamora Chinchipe
En seis años, el cambio ha sido radical. El río Tundayme, que lleva el mismo nombre de la parroquia, ya no tiene los peces “chuy”, esos de 2 libras que antes Gaona y sus vecinos atrapaban de sobra para alimentarse. “Ahora solo se saca lodo”.
Tras la concesión otorgada por el gobierno ecuatoriano el 5 de marzo de 2012, todo un barrio desapareció para dar paso a la era del cobre. Era San Marcos, ubicado en el área concesionada donde hoy están las piscinas de sedimentación. Solo lo conocí por fotos. Su parque, su iglesia, su escuela, todo fue derrocado. “Era un paisaje hermoso con caña guadúa, ahora es solo tierra movida, una pampa”, me cuenta Gaona mientras conduce su camioneta.
Cientos de personas de otras regiones del país han llegado para trabajar en el proyecto minero. También hay obreros chinos ya que la empresa concesionaria es asiática.
Un puente sobre el río Tundayme se construyó para ingresar al campamento minero. Gaona me muestra la vieja gabarra que permanece orillada como una pieza de museo. Los shuar, indígenas amazónicos que vivían en las crestas de la cordillera, se desplazaron a otras zonas o fueron captados por la empresa como guías de caminos.
Miranda trabajaba con guías shuar en jornadas que empezaban al amanecer hasta que la neblina espesa le permitiera ver el camino, muchas veces, sin comida que la empresa prometía y nunca llegaba.
Las construcciones siguen levantándose en la cabecera comunal de Tundayme que agrupa a 9 comunidades rurales y 2000 personas.
El campamento en la selva
La vía pasó del lastre al asfalto. Hoy las palmeras adornan la principal avenida que cruza Tundayme. El pueblo está lleno de restaurantes y tiendas de repuestos para maquinaria pesada. Los precios de alquiler bordean los 1000 dólares, tanto o más elevados que en barrios comerciales de las capitales. El sargento Gaona me dice que su cuñada paga 700 dólares al mes por su local. “Ella se raja trabajando. Con su carrito, tiene que llevar la comida arriba a los chinos”.
Detrás de la iglesia de la comunidad está el extremo sur del país. Al cruzar la cordillera del Cóndor, parte de los Andes ecuatorianos, es el límite con Perú.
Tundayme solo tiene una avenida principal asfaltada tras el inicio de la etapa de explotación minera en 2013. A la derecha, pasa el río que lleva su nombre.
Tanto en mi primer viaje como en el segundo, vi tantos chinos como ecuatorianos. La primera vez, no me permitieron el ingreso al campamento. La respuesta de la coordinadora de trabajo comunitario, Dunia Armijos, fue que “debía programar la visita por protocolos de seguridad”. Así lo hice. Volví 3 meses después. Y fue cierto lo que me habían contado, muchos chinos de las empresas contratistas se alimentaban junto a la maquinaria o en las afueras de la planta de beneficio. Sentados en el piso, frente al sol, se servían su almuerzo en tarrinas de plástico.
Los chinos no solo ocupan las gerencias sino también los puestos de obreros. Ecuacorriente tiene 480 trabajadores directos y unas 3 mil personas están vinculadas a las obras a través de empresas contratistas. ECSA tiene dos comedores para sus empleados directos: uno de comida ecuatoriana y otro de comida china.
Aunque Tundayme agrupa a unas 2 mil personas entre nueve comunidades rurales, el pueblo no supera las ocho manzanas. Hay nuevas casas y edificios de tres a cinco pisos pero poco movimiento después de 5 años de operaciones mineras y también 5 sanciones ambientales. El campamento minero es un mundo aparte, funciona como una ciudad independiente: ordenado, limpio y seguro.
La concesión minera tiene 3000 hectáreas y la mina mide exactamente 1600 x 1200 metros cuadrados. El campamento puede albergar a 2000 personas.
Ecuacorriente, la empresa concesionaria del proyecto minero, ha recibido 5 sanciones ambientales desde que empezó sus operaciones en 2013.
A pesar de las sanciones ambientales y aunque las operaciones están suspendidas en un 40%, la compañía avanza en la construcción de su infraestructura.
La planta es capaz de procesar 30 mil toneladas de material por día del cual saldrá un lodo de cobre exportable pues hay 3 millones de toneladas de este mineral en las montañas.
Las piscinas de sedimentación se encuentran en la planicie donde antes se asentaba San Marcos, un barrio expropiado en su totalidad para permitir la explotación minera.
En el vivero forestal de Ecuacorriente se han producido 164 especies endémicas desde el 2014. Las más amenazadas son el cedro y el guayacán usados como madera.
Las orquídeas abundan en este bosque que va de 800 a 1600 metros de altura. Las especies propias del páramo conviven con las tropicales en este ambiente nublado.
Décadas de incursión minera
La fiebre del oro y del cobre tiene una larga historia en la provincia de Zamora Chinchipe. Las primeras exploraciones empezaron en 1994 con inversiones canadienses. Zamora ha sido tradicionalmente conocida por su minería, una percepción que su prefecto, Salvador Quizhpe, quiere cambiar con proyectos agroproductivos y el turismo. Opuesto rotundo al extractivismo, este indígena salasaca me regala una bolsa de café orgánico en su despacho como un producto emblemático. Minutos antes, una decena de personas le pedían trabajo.
Con la llegada de la explotación a gran escala, la minería artesanal fue restringida y sancionada. Antes se veía a las personas en mitad del río buscando metales. Hoy, nadie puede ingresar al campamento sin autorización. “La mayoría de gente tenía su dinerito. Había circulante porque se podía lavar el oro del río”, recuerda Gaona.
“La mina es muy buena. Es saludable porque hay fuentes de trabajo. Incluso de otras provincias han venido acá porque todo el mundo necesita trabajar para llevar el sustento a su casita”, dice convencido el sargento retirado.
Sin embargo, a pesar de los protocolos de seguridad impuestos, dos trabajadores fallecieron entre octubre y noviembre de 2018 en el desempeño de sus funciones. El primero murió mientras conducía una volqueta. El segundo, cuando una pala mecánica lo golpeó. Por ello, la Agencia de Regulación y Control Minero (Arcom) suspendió de manera temporal los trabajos en la Plataforma 3 del proyecto minero Mirador.
“Es un desastre, cómo será la situación que hasta hay accidentes en la calle y muertos”, me cuenta el sargento Gaona. Viví esa angustia en mi segundo viaje. Tomé un taxi para salir de Tundayme y a los 2 minutos el vehículo se estrelló con una camioneta que estaba parada en una intersección. El impacto me dejó un dolor en la pierna derecha aunque el taxista no iba a más de 10 kilómetros por hora.
Cinco sanciones ambientales en cinco años
Las suspensiones laborales y ambientales de manera parcial no han impedido que las operaciones se frenen completamente. La planta de beneficio está en la etapa final de su construcción. Según Edwin Muyulema, técnico de relaciones comunitarias de ECSA, la compañía se encuentra operativa en un 60%, ha cumplido con las rectificaciones ambientales requeridas y espera desde noviembre de 2018 el levantamiento de la sanción. Las reservas de cobre encontradas en esta área de la cordillera del Cóndor llegan a los 3 millones de toneladas.
El asesor del Ministerio del Ambiente del Ecuador, Jorge Oviedo, asegura que los incumplimientos ambientales de Ecuacorriente “no son de gran envergadura pero sí han sido recurrentes y acumulativos como el manejo de desechos, mal funcionamiento de las plantas de aguas residuales y de piscinas de sedimentación, apertura de vías sin autorización, mal manejo de taludes, falta de revegetación…”
Hasta hace una década, el sargento Gaona, servía como transportista a los mineros artesanales en Zamora. “Había cientos de dragas, sacaban oro en gran cantidad. En las dragas, hay un aparato que se llama canalón. Por allí pasa el lodo y va quedando el oro. Se separa la arena del oro. Un buzo va recogiendo la arena para que pase por el canalón. Era un trabajo bonito. Ahora es prohibido”.
Las dragas ya no están a la vista. En el campamento minero Mirador, todos los trabajadores usan casco y botas, los visitantes también. Una persona luce minúscula en la planta de beneficio. Por allí pasará el lodo para extraer el concentrado de cobre
“Justamente antes de la explotación queremos ser drásticos en el cumplimiento de la ley. Ninguna actividad humana tiene cero impacto y cero contaminación. Trabajamos en el ministerio para reducir esos impactos al mínimo por ciento”, dice el asesor Oviedo.
Al inicio del proyecto, ECSA entregó 70 millones de dólares en regalías anticipadas al Estado Ecuatoriano. Su vicepresidente, Mauricio Núñez, anunció en enero que en el 2019 darán 15 millones de dólares más. El proyecto ha generado 3,000 empleos directos e indirectos en la zona. Según la compañía, la inversión acumulada alcanza los 1.095 millones de dólares y todavía faltan más de 400 millones para terminar toda la infraestructura necesaria para el proyecto. Ecuacorriente ha pagado 126 millones de impuestos en Ecuador.
La biodiversidad comprometida
En medio de las sanciones y la parcial paralización del proyecto, en diciembre de 2018, un equipo de biólogos redescubrió una rana: la especie Hyloscirtus hillisi, en la cordillera del Cóndor. Según Santiago Ron, uno de los líderes de este hallazgo, el animal habita en una región amenazada por la minería a gran escala y deforestación.
Junto al proyecto minero, está la reserva biológica El Quimi, en la provincia de Morona Santiago, declarada zona protegida por el Ministerio de Ambiente en el 2006. Este territorio va entre los 1,500 a 2,000 metros de altura y ha sido poco estudiado, puesto que no hay vías de acceso y era una zona de conflicto limítrofe con Perú. El botánico Nelson Miranda explica que en sus cortas elevaciones conviven plantas de páramo y palmeras del subtrópico. Por eso, considera que este bosque podría ser incluso más biodiverso que el Yasuní, un parque nacional en el Oriente ecuatoriano que refugia árboles de ceibo desde tiempos del pleistoceno en el cual ahora se explota petróleo.
Para Miranda, las formaciones de arenisca cerca a la cima de las montañas son únicas. Esta especie de quiebre entre vegetación y roca llamada tepuy solo es conocida en Venezuela aunque en un área desértica. En el Cóndor, la arenisca convive con las demás plantas incluso con árboles. En sus recorridos, Miranda también encontró restos arquelógicos y jeroglíficos en piedras talladas. Su temor es que todas esas evidencias históricas se pierdan.
La mina de cielo abierto en Mirador pretende extraer, además de cobre, en menor medida metales como plata y oro. Se prevé la extracción de unos 19,4 millones de toneladas de roca al año y abarca una superficie de 9928 hectáreas en 11 bloques, según Carlos Maizabanda, representante de Amazon Watch en Ecuador.
En 2018 el proyecto Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP) reveló un análisis con base en imágenes satelitales donde se muestra cómo durante la etapa de construcción de vías de acceso para la mina, entre 2009 y 2017, ya se han deforestado 1,307 hectáreas de bosque.
La empresa promedia una extracción de 54 mil toneladas diarias de roca y de estas solo 572 serán transformadas en concentrado de cobre. Maizabanda reclama que haya más de 53 mil toneladas de desechos (99 %) y solo el 1 % de lo extraído sea útil.La Cordillera del Cóndor es parte de los Andes pero también el inicio de la selva amazónica. Su tierra es del color ladrillo, su bosque nublado tiene abundantes lluvias y humedad. La planta de beneficio del proyecto minero Mirador está ubicada a orillas del río Wawayme que se conecta con otros más que sirven a comunidades rurales y urbanas.
El riesgo de deslaves tras la deforestación crece. Para Gloria Chicaiza, investigadora ambiental de la ONG Acción Ecológica, cuando llegue la operación de las relaveras y el tajo de mina la angustia será mayor. El geólogo Juan León, vinculado al proyecto Mirador desde hace dos décadas, explica que los procesos siguen estándares de seguridad: “se están construyendo trituradoras en la parte alta de la mina para reducir a polvo la roca, pasarla a un molino y luego a las piscinas de sedimentación para extraer el mineral”.
El hidrólogo, William Sacher, es muy escéptico ante la explotación. Si la previsión es tratar 60 mil toneladas de roca por día, eso significa el consumo de 250 litros de agua por segundo, según Sacher. “Al final de la vida útil de la mina estarán en los ríos 447 millones m3 de desechos mineros”.
Por eso, Pablo Duque, geólogo investigador, considera que “la explotación minera, más que un beneficio, es una maldición para los países en vías de desarrollo. Las naciones más ricas no invierten en minería a cielo abierto en su territorio. No podemos salir del extractivismo petrolero con más extractivismo, el minero”.
[RELA CIONA DAS]
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